La poeta paraguaya Renée Ferrer
Crear en Salamanca se complace en publicar una muestra de los versos de la destacada escritora paraguaya Renée Ferrer (Asunción, 1944). Es poeta, novelista, cuentista, dramaturga, escritora de literatura infantil. Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Asunción. Fundadora de la Sociedad de Escritores del Paraguay, la Asociación de Literatura Infantojuvenil del Paraguay y Escritoras Paraguayas Asociadas. Presidenta de la Sociedad de Escritores del Paraguay, 1997-1998. Presidenta de la Academia Paraguaya de la Lengua Española desde 2011. Entre sus poemarios están: «Hay surcos que no se llenan» 1965, «Voces sin réplica» 1967, «Cascarita de nuez» 1978, «Desde el cañadón de la memoria» 1982, «Galope» 1983, «Campo y cielo» 1985, «Peregrino de la eternidad y Sobreviviente » 1985, «Nocturnos» 1988, «Viaje a destiempo» 1989, «De lugares, momentos e implicancias varias» 1990, «El acantilado y el mar» 1992 y «El resplandor y las sombras» 1996, entre otros. Ha sido incluida en numerosas antologías de poesía y narrativa.
ABANDONO
¿De qué remota lengua desasida
proviene este resabio de abandono?
En cavilosa soledad corono
una imagen de niña estremecida.
¿De qué lejano olvido, que se anida
en las letales naves del encono,
desembarca esta queja con su tono
de brisa a la intemperie amanecida?
¿De qué brazos amantes del despego
zarpó el velamen de mi tierna mano,
la brújula extraviada en el abrazo
confinado a la orilla? ¿Qué hay del riego
de besos en que, cándida, me ufano,
si hurté la dirección de su regazo.
PORFÍA
Esta torpeza de jugarle a la vida
es mala pasada de no poder vencerme;
esta terca manera de quererte,
a punto de ingresar
o ya saliendo del último intento;
este modo obstinado
de reavivar la llama
donde encontrarme un día,
mendiga de tu cuerpo.
COMPAÑÍA
Las voces queridas
participan del silencio
tras las puertas.
Un pájaro tritura
por un instante la oscuridad
con
el martillo de su garganta.
En el interior de mi misma
converso con la que soy:
esa soledad me acompaña.
BRINDIS
Toma la copa de mi corazón
y bebe.
De su cuenco de sombra
paladea
las centellas airosas que me cruzan,
desde el rojo voltaje de sus nervios,
el sabor de mi centro.
Toma mi corazón,
y sorbe
su resentimiento en las rocas,
la espumosa alegría de la mañana,
el dulzor sentencioso de las despedidas,
al atardecer.
Entre tus labios
toma el borde de mi corazón
y saborea
el astringente bouquet de mi secreto.
Si tan siquiera hubiese algo que beber
yo te diría:
toma la copa de mi corazón,
y bebe.
SABOR
Sobre la lengua
la memoria salada de tus ojos
y los zumos del beso.
Sobre los pliegues de la lengua
el desolado gusto de la ausencia,
la candente sazón de nuestro aliento.
Sobre la penumbra de la lengua
no tanto la dulzura entrelazada
sino el ácido febril del mordisqueo.
Sobre mi lengua alfarera
la posta de tus ojos insomnes,
el largo itinerario de tu cuerpo.
Sobre la lengua
el metálico sabor de tu deseo.
BOTELLA AL MAR
Frente al oleaje que muere
en un ruedo de espuma sobre la playa
y el sonido constante de las aguas
arengando el piar de las gaviotas
que asedian con sus alas
la contemplación del firmamento
desde la costa;
de pie y sin rótulos que te definan,
conociéndote a ti misma
o quizás, solamente,
ignorándote un poco menos;
con los ojos siguiendo la curva del planeta
desvanecida en los extremos del atardecer,
sola y sin objeciones,
salvo la obstinada ilusión
o el desmemoriado inventario de altibajos
y momentos dichosos;
prendida al mástil de un velero
que se aleja cual banderín que se entrega
a la liberalidad del viento,
arrojo una botella al mar repleta de mi voz,
sabiendo que un día arribará a algún puerto,
a cierta playa resplandeciente,
donde alguien la recoja,,
beba en ella y,
tal vez, me responda.
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