Satoko subida al Poetamóbil (foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca se complace en publicar los poemas leído en Nicaragua por Satoko Tamura (Wakayama, 1947), poeta, traductora, ensayista y compiladora. Cursó Literatura Hispanoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Teoría de Expresión Poética en la Universidad Complutense de Madrid. Obtuvo su doctorado con la TesisEstudio sobre los Sonetos de la Muerte de Gabriela Mistral, en la Universidad Nacional Ochanomizu. Actualmente es catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad de Teikyo, en Tokio. Ha publicado cuatro poemarios: Mapa Profundo, Otoño de Iberia, Salamandra y Raggi di luna falciati. También ha publicado los ensayos Al sur y Caminar por Cien años de soledad. Un cuarto siglo con Gabriel García Márquez. Su obra como poeta y traductora ha merecido varios premios: Premio de Poesía Contemporánea; Premio Cultural de Traducción y Premio de la Cultura; Premio del Centenario Azul Rubén Darío (Chile); Premio Pablo Neruda (Presidencia de Chile) y el Gran Premio Internacional de Poesía (Rumania). Ha traducido a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Nicanor Parra, Enrique Lihn, César Vallejo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges o Gabriel García Márquez, entre otros.
EL PAÍS DE ISTMO
A Roque Dalton
El país vomitado por el mar.
Los habitantes mueren muy jóvenes
idóneos para estatuas de carne y hueso.
En el bosque de la juventud
oculta su “adiós” en la espalda,
escupe a los dioses tiernos
y tuvo que hundir la vida en el lodo del oprobio.
¿Dónde fueron dejados
sus pasos sigilosos?
De las raíces
las hierbas largas alzan córelas.
En el camino olvidado,
¿acaso arde en llamas el dedo índice?
La piedra en la esquina
se moja bajo la llovizna.
Por la piel de corazón debilitado
se escuece la sequedad.
Las noches hambrientas de
los tránsfugas y de los abandonados
tosen
La luz ilustra las fotos numerosas de negra y blanca
Los rostros con sonrisa o con tiesa
desgastadas por dedos suaves.
Los pájaros escapados del sueño
incuban en los árboles.
Un pájaro en su rama
te llama por tu nombre:
el dueño de sueño,
¿ves?
Traducido por Satoko Tamura
Obra de Dennis Cerrato
Pintura de Miguel Elías
PUEBLO NATAL
La adivina responde cualquier consulta
¿Dónde está la cartera? ¿Y el recuerdo extraviado?
También la suerte corrida por el cazador,
fue por unos jabalíes y jamás regresa.
Ella señala la cresta de monte espeso
Le dice a su familia que tal vez esté muerto.
Realmente había muerto el cazador
junto a una barrera defensiva para jabalíes
donde el dedo prolongado.
Junto a los espíritus de los muertos,
sanguijuelas, el tsuchinoko, los dioses,
al fondo de las montañas profundas
la adivina da la espalda al desfiladero
donde la niebla hierve como un dragón,
Y reúne el mar bajo sus pies.
Por eso la tierra y la gente tiene que estar de puntillas
En el campo de batata cómo dónde no se puede estar sino de puntillas
La vieja hace su tarea todo el tiempo encorvada,
Por esa cadera torcida nunca pudo ser bailarina
pero fue bendecida con hijos, uno tras otro, como batatas.
Al final del día
la vieja arranca un hoja de camelia
y cubre los tabacos, fuma a gusto.
Los humos difuminan la frontera de terrazas.
Pronto vuelven los barcos de bonito con luz
lentamente
y van demoliendo el horizonte curvado
igual que su cadera.
(*) Tsuchinoko (Animal imaginario que se dice en el pueblo)
Traducido por Satoko Tamura
Germain Droogenbroodt, Satoko Tamura, A. P. Alencart, Humberto Avilés y Álvaro Rivas (foto de Jacqueline Alencar)
Fotografía de José Amador Martín
LLUVIA
Gota a gota caen
y aglutinan corazones desnudos
los corazones no guardados en sus granos
derraman y hunden la cara
en los cabellos y en los hombros
Los vivientes:
abrazan las cadenas suaves
del agua dulce que llora
atormentada del amor
entregado a ti
Toda la lluvia es junco
Al soplar el viento
todo se curva según él
Los vivientes:
aman a la lluvia
ahora mismo sin achicarse
Traducido por Satoko Tamura y Jorge Boccanera
Tamura saludando a la poeta costarricense Julieta Dobles (foto de Jacqueline Alencar)
Fotografía de José Amador Martín
LA ESTACIÓN DE LAS HIERBAS
Me detengo en el cruce.
Ninguna figura humana
en el paisaje cotidiano.
Sólo claridad de un rayo de sol
y desde las chimeneas de pie
con unos dedos de cadáveres quemados
no oscila el humo.
No se percibe lo que mueve.
Me apresuré por la calle acostumbrada
hacia mi casa
pero encontré una desconocida vivienda
donde debería estar mi casa.
Si todos me olvidasen,
¿se desatarían los vínculos con mi vida
y desaparecerían todas las figuras de mis ojos?
Quise retroceder
pero no encontré el camino.
Subí por la escalera del edificio
apenas reconocido.
Al abrir la puerta encontré
la habitación donde mi padre y yo
nos hospedamos en un viaje
de días lejanos.
Era una huesa repleta de pasado
donde los polvorientos, marchitos y pobres
pero los únicos verdes vivos
brotaban como los cabellos enroscados en un cráneo.
En algunos huecos al lado muchos conocidos
vivían su última y definitiva residencia.
La realidad llegó hasta mi visión.
Cuando el llanto y el estremecimiento me sacudieron del fondo
y me cubrieron totalmente,
me uní cabizbaja
con la multitud muerta.
Traducido por Satoko Tamura
Pintura de Miguel Elías
Satoko Tamura con otros poetas del XIV Festival(foto de Jacqueline Alencar)
Satoko Tamura durante el Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Salamanca 2013(foto de Ángel Almeida)
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