La poeta Carmen Nozal
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar siete poemas de Carmen Nozal (Gijón, 1964). Reside en Ciudad de México desde 1986. Tiene también la nacionalidad mexicana. Es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México y egresada de la Escuela de Escritores de la Sogem. Es autora de diversos libros de poesía, entre los que se cuentan ‘Visiones de piedra’ (Premio de Poesía UNAM, 1991), ‘Vagaluz’ (Premio Nacional de Poesía Elías Nandino, 1992), ‘Hacia los flecos del frío’ (Premio Nacional de Poesía Salvador Gallardo Dávalos, 1993), ‘El espejo de Luzbel ‘(premiado por la Universidad Veracruzana, 1994) y ‘En el reino de la luz y otros poemas’ (finalista en el premio internacional del Ateneo Jovellanos, 1999). Está incluida en la Enciclopedia de Escritores Asturianos. Es autora del cortometraje para animación ‘Cuando Mister Cronos perdió el tiempo’, premiado por el IMCINE, de la obra de teatro para niños ‘El dinosaurio y la estrella fugaz’ y de ‘Zona Cero: 286’ (Premiado por DEMAC, en 2018). Recientemente, Parentalia Ediciones publicó su plaquette de poesía ‘República’. Becaria del Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Actualmente trabaja como Coordinadora de Prensa en la Casa del Poeta “Ramón López Velarde”.
Fotografía de José Amador Martín
SED
Tan sólo vaivén,
el mar se rompe en la rutina.
Deja su brazo de aluminio
extendido entre puntos cardinales;
quiere dejar de ser mar,
de ser definitivo.
Tiene cortadas las venas
y un muñón que sangra jade;
es una tinaja de heridas frescas:
nadie lo bebe.
Fotografía de José Amador Martín
CLAROSCURO
El deseo me invoca,
pelea con tu nombre;
lanza imanes y flechas
desde sus sienes de luz.
Crecen mis manos,
mas cuando toco la llama
rueda una noche por ella.
Todo me brota cristal,
todo huye transparente:
el deseo es un pez de azabache
que se ahoga en la oscuridad.
Fotografía de José Amador Martín
ESPEJO
Se buscan
Pelean en distintas soledades
Arañan la distancia
Desangran brazos
Piden la misma luz para sus sexos
Nadie los oye
Son un sudor sellado en el silencio
Mas no lo saben.
(Del libro Vagaluz. Instituto Nacional de Bellas Artes, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Verdehalago, México,1994. Segunda Edición, Proyecto Literal para su colección Instante Fecundo, México, 2018)
Fotografía de José Amador Martín
QUIÉN SI NO LAS MOSCAS PUEDEN
MOSTRARNOS EL CAMINO
Ahí están, dicen las moscas,
absortas en su danza prehispánica.
Ahí están, insisten murmurando
con un zumbido incesante.
Ahí están, apuntan las moscas como plañideras:
adentro del espanto de esa noche,
adentro del monte arriba
por el que algún día corrieron
cuando eran niños.
Ahí están: los sueños torturados, los pantalones rotos,
un tenis, cuatro plumas, dos carcajadas,
los vestidos desgarrados, una libreta.
Las novias que siguen esperando se preguntan: ¿dónde están?
Ahí están, responden las moscas
sobrevolando los huesos, el hedor penetrante de los días,
la esperanza mutilada, el silencio que gime como un viento desollado.
Ahí están, todos revueltos, abrazados,
con la juventud brillando bajo los párpados.
Ahí están, ¡vengan por ellos!, dicen las moscas
unidas, haciendo guardia al amanecer.
Ahí están, dicen inquietas, ambiguas, impotentes,
respirando el olor dulzón de la carne amarga.
Ahí están, presentes, los cuerpos
que brillan como pequeñas luciérnagas.
Ahí están, las moscas nacidas de la compasión,
las moscas de la misericordia.
Ahí están, contando lo que pasó
con sus alas turbias y su color azul.
Ahí están, los ojos más tiernos, los más transparentes
ojos por los que brotan los árboles luminosos.
Ahí están, los rostros llenos de lodo, con el corazón intacto,
las huellas de sus pasos sobre esta oscura piel llamada patria.
Ahí están, sus lenguas besables, sus labios agrietados,
sus cálidas gargantas, su afónica oración.
Ahí están, las frentes inclinadas, bendecidas por sus madres
antes de salir de casa.
Ahí están los que nunca más volvieron,
calcinados, molidos, dispersados,
Aguardando, aguardando.
Ahí están, dispuestos, extenuados,
con relojes de arena y voces invencibles
Ahí están, con la mirada profunda
y las pestañas llenas de polvo y aves.
Ahí están: los emilianos, los panchos, los chaparritos,
los que sabían leer, los que serían distintos.
Ahí están: las lupes, las citlalis, las juanas y marías,
las artesanas, las costureras, las enamoradas eternas.
Ahí están las moscas que sobrevuelan la verdad.
Y ahí están todos, con el polvo en los huaraches y los puños apretados,
los padres, las madres, los hermanos, los abuelos.
Ahí están los maestros, los albañiles, los campesinos,
las amas de casa con su olla humeante de frijoles heridos.
Ahí están, los mataron, los quemaron, los aventaron
como quien tira un saco de piedras en la orilla del mundo.
Ahí están, dicen las moscas con su rumor de letanía,
recitando los nombres, los apellidos,
la inmensa lista de los que nunca vuelven,
la obstinada legión de los despiertos.
(Del libro Los 43. Antología literaria, compilada por Eusebio Ruvalcaba, México, 2015)
Fotografía de José Amador Martín
GALLINAS
Una ráfaga,
polvo de cal
y granizada de tejas.
A la prima Soli
la dejaron sin casa.
Salió huyendo a través de las paredes
y encontró a un campesino
de guerrera militar
cargando un saco.
No sabía si era rojo o era azul.
“¿Qué llevas ahí?”, le dijo Soli.
El campo cacareaba.
“Salvo gallinas sobrevivientes.
No quiero que las coman los fascistas”.
“Eso es amor”, pensó la prima.
Y el hombre le respondió:
“Sin amor no se puede ir a la guerra”.
Fotografía de José Amador Martín
MALA SOMBRA
A Carmen
la fueron a buscar a la Plaza del Sur
como quien busca
un nombre o un piojo
y la encontraron
con sus manos pringadas de manteca.
La fueron a buscar
como quien busca
una piedra dorada.
La tarde se llenó de peces.
“Tu hijo no volverá”,
dijeron los militares:
“se quedó en el Monte de los Pinos”.
Rompió a llorar
y se limpió las manos.
No sabía escribir.
Dijeron: “¡Firma!”
Frotó su pulgar con el mandil.
Le dieron un papel,
un puñado de letras
y una bandera.
Puso su huella como una lápida.
Fotografía de José Amador Martín
REPÚBLICA
Y volví a las claras dunas,
a los laberintos de la mente,
a la noche de la página.
Sospecho que un movimiento
viene bajando del alma.
Trato de escuchar lo que alguien
necesitó decir y no fue dicho.
Pienso, entonces, en la fosa común
a espaldas de mi casa
donde mi tío sigue
sin poder olvidar.
De República Parentalia Ediciones, México, 2018.
Fotografía de José Amador Martín
Fotografía de José Amador Martín
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