La poeta española Raquel Lanseros
Crear en Salamanca se complace en publicar cinco textos de Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, España, 1973). Poeta y traductora. Autora de cinco libros de poesía en España, ha publicado asimismo ocho libros de poesía en Francia, Estados Unidos, Colombia, Argentina, Italia, México, Portugal y Puerto Rico, respectivamente. Su obra poética ha sido reunida íntegramente en el volumen Esta momentánea eternidad. Poesía (2005-2016). Como traductora, destacan sus versiones de la poesía de Edgar Allan Poe, Lewis Carroll y Louis Aragon. Ha recibido prestigiosos galardones como el Premio Unicaja de Poesía, un Accésit del Premio Adonáis, el Premio Antonio Machado en Baeza o el Premio de Poesía Jaén. Doctora en Didáctica de la Lengua y la Literatura, realiza su labor de investigación en el ámbito de la poesía y la traducción. Su obra poética ha sido traducida a numerosas lenguas e incluida en antologías y publicaciones literarias de todo el mundo.
Raquel Lanseros es una de las poetas invitadas al XX Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebrará en Salamanca el 25 y 26 de octubre próximo. Estos poemas, salvo el dedicado a Aníbal Núñez, no saldrán editados en la Antología “Explicación de la derrota”, que coordina el poeta A. P. Alencart.
Aníbal Núñez (Archivo de la familia Núñez)
A QUIEN CONCIERNA
Para Aníbal Núñez
Recóndita en su hosquedad amable
enigma de piedra vieja
llueve con orden dentro de la Plaza Mayor.
Su único habitante, paseo ensimismado
por primera vez miro lo mil veces mirado.
¿Dónde estás, tiempo,
que tensas la uniformidad de las ventanas,
te clavas en mi espalda
me echas un pulso sin prisa entre las vértebras?
No sé qué va a alterar
si callo o grito.
Los oídos no se prestan
para escuchar el canto siempre inoportuno de los desterrados.
Hermana poesía, déjame
darte un último abrazo.
Amémonos tan sólo, a pecho abierto
y dejémoslo dicho
a quien concierna.
CONTIGO
Porque no vive el alma entre las cosas
sino en la acción audaz de descifrarlas,
yo amo la luz hermana que alienta mis sentidos.
Mil veces he deseado averiguar quién soy.
Después de tantos nombres,
de tanta travesía hacia mi propia brújula,
podría abrazar la arena durante varios siglos.
Ver pasar el silencio y seguir abrazándola.
No está en mí la verdad, cada segundo
es un fugaz intento de atrapar lo inasible.
La verdad no está en nadie, y aún más lejos
yace del rey que de cualquier mendigo.
Si alguien está pensando en perseguirla
no debe olvidar esto:
el fuego ha sido siempre presagio de declive
como la intensidad antesala de olvido.
Cuando mis ojos vuelvan al origen,
pido un último don.
Nada más os reclamo.
Poned en mi sepulcro las palabras.
Las que dije mil veces
y las que habría deseado decir al menos una.
Guardad en mi costado las palabras.
Las que usé para amar,
las que aprendí a lo largo del camino,
las primeras que oí de labios de mi madre.
Envolvedme entre ellas sin reparo,
no temáis por su peso.
Pero cuidad con mimo la palabra contigo.
Tratadla con respeto.
Colocadla
sobre mi corazón.
La verdad no está en nadie, pero acaso
las palabras pudieran engendrarla.
Quizá entonces aquel a quien dije contigo
y para quien contigo fue toda su costumbre,
se acostará a mi lado con ternura,
juntos en el vacío más sagrado,
cuando la eternidad toma nuestra medida,
cuando la eternidad se pronuncia contigo.
LA MUJER HERIDA
Solamente si alguna vez amaste
con uñas y con dientes
sin red
sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño.
Ella creyó encontrar la fuente del principio
cuando lo conoció, en medio de la tierra,
sin más escudo que su piel de hombre
bruñida por el sol igual que el oro viejo.
Lo amó sin precipicios ni preguntas
tiernamente, en silencio
con esa gratitud voluptuosa
que provoca la lluvia.
Todo era tan sencillo.
Los versos inflamados de poetas infinitos
parecían seguirla a todas partes
como si el corazón se hubiera convertido
en un fiel animal domesticado.
Porque no existe nada que perdure
una noche aprendió, como tantos lo hicieran
antes y después de ella,
que el amor es un río con cataratas propias
y remansos ajenos
que siempre desemboca en el océano.
Míralo de este modo: la vida te ha enseñado
siguiendo su costumbre de incansable maestra
cómo el alma dibuja
serenas cicatrices sobre viejas heridas.
Angel sobre libro
BEATRIZ ORIETA
Maestra nacional
(1919-1945)
Los niños corren y saltan a la comba.
Beatriz Orieta pasea junto a Dante
sorteando los pupitres
en medio del camino de la vida…
Tiene litros de frío mojándole la espalda.
Apenas pueden nada contra él
los míseros tizones del brasero oxidado.
Entran al aula los gritos infantiles,
huelen a tos y a hambre.
Algunas veces,
Beatriz Orieta casi no contiene
las ganas de llorar
y mira las caritas sucias afanándose
en recordar las tildes de las palabras llanas.
Prosigue Dante todo el día musitando
en el oído de Beatriz Orieta
…amor que mueve el sol y las estrellas.
Ella siente de veras
que otro mundo la mira
al lado de este mundo gris y parco.
Contra el lejano sol
del lejano crepúsculo
dos amantes se miran a los ojos.
Beatriz Orieta está
apoyada en su hombro.
Los álamos susurran las palabras de Dante.
Los amantes son túneles de luz
a través de la niebla.
Los besos, amapolas
de un cuadro de Van Gogh.
Pasa el invierno lento como pasa un poema.
Pasan el frío andrajoso, la fiebre y el esputo
y toman posesión del blanco cuerpo
igual que las hormigas invadiendo
esas migas de pan abandonadas.
Sesenta años después, entre las ruinas verdes
leo un descanse en paz envejecido
sobre la tumba de Beatriz Orieta.
El silencio es de mármol.
El silencio
es la respuesta de todas las preguntas.
Unos metros más lejos, hace sólo dos años
yace también el hombre
que, apoyado en el hombro de Beatriz Orieta,
dibujó un corazón sobre un tiempo de hiel.
¿Qué más puedo decir?
Que la vida separa a los amantes
ya lo dijo Prévert.
Pero a veces la muerte
vuelve a acercar los labios
de los que un día se amaron.
A LAS ÓRDENES DEL VIENTO
Para todos los que sienten que no están al mando
Me habría gustado ser discípula de Ícaro.
Hubiera sido hermoso festejar
las bodas de Calixto y Melibea.
Me habría gustado ser
un hitita ante la reina Nefertari
el joven Werther en Río de Janeiro
la deslumbrante dama sevillana
por la que Don José rechazó a Carmen.
Yo quisiera haber sido el huerto del poeta
con su verde árbol y su pozo blanco
el inspector fiscal
con el que conversara Maiakovski.
Me habría gustado amarte. Te lo juro.
Sólo que muchas veces la voluntad no basta.
octubre 15, 2017
Los poemas de Raquel son tan hermosos que te invaden sin permiso y ahí se quedan. No te los pierdas.