POEMAS DE LA ECUATORIANA IVONNE GORDON

 

 

 

1 La poeta Ivonne Gordon

La poeta Ivonne Gordon

 

 

 

Crear en Salamanca tiene el placer de publicar tres poemas de la poeta ecuatoriana Ivonne Gordon Carrera Andrade (Quito, Ecuador), doctora en Filología Hispánica y Teoría Literaria. Ejerce como catedrática de Literatura Latinoamericana en Estados Unidos. Es poeta, ensayista, crítica literaria y traductora. Ha publicado un libro de ensayos sobre la obra de Gabriela Mistral, La femineidad como máscara (1991);también ha publicado los poemarios, Nuestrario (Editorial Imprentei; México, 1987); Colibríes en el exilio (Editorial El Conejo; Ecuador, 1997) por el cual fue finalista del Premio Extraordinario, Casa de las Américas; Manzanilla del insomnio (Editorial El Conejo; Ecuador, 2003) por el cual obtuvo el Premio Jorge Carrera Andrade; Barro blasfemo (Editorial Torremozas, España; 2010); Meditar de sirenas (Simon Editor; Suecia 2013, segunda edición, Editorial La Trastienda; Chile, 2014); Danza inoportuna, El Ángel Editor; 2016); Diosas prestadas (Editorial Torremozas; por salir 2019) por el cual fue finalista del Premio Internacional Francisco de Aldana; El tórax de tus ojos (Amargord Ediciones; Madrid, 2018); Ocurrencias del porvenir (Ediciones Hespérides; Argentina, 2018) Premio Internacional de Poesía Hespérides 2018.

 

Poemas han sido seleccionados de ‘El tórax de tus ojos’ (Amargord, Madrid, 2018).

 

 

 

 

2

 

 

 

 

 

3

Foto de José Amador Martín

 

 

LLEGAS A LA AUSENCIA…

 

Llegas a la ausencia

a través del orégano y el tomillo

por bosques densos de barro y eucalipto

por barrancos de azucenas y siemprevivas

fue por ahí que entraste a las sombras de la ausencia

y te embarras de soledad para seguir al encuentro

de la soledad que sólo existe

después de fraguar geologías y mapas

que son apenas líneas en la palma de la mano

y te dejas llevar

a la puerta que retumba más fuerte que el eco de tu ausencia

y topas lo que descubres al cerrar los ojos

y menguas en ninguna parte

como hija ilegítima del apego.

4

Foto de José Amador Martín

 

 

 

5

Foto de José Amador Martín

 

 

 

NUNCA ESCRIBÍ ESA CARTA SIN BUZÓN…

 

Nunca escribí esa carta sin buzón

cigarras inquietas crujían dentro de mi piel

 

nunca pensé en lo que no debía pensar

nunca me quejé de lo que debía quejarme

y nunca envié esa carta

 

aunque me hubiera gustado ser

la que te enviaba esas cartas

que con tantas ansias esperabas

te aferrabas por horas y horas

vertías tus lágrimas en las sábanas blancas

y se volvían lagunas de dolor

 

yo te miraba

y envidiaba esas cartas

me sentía abandonada por las magulladuras

de tus lágrimas

me hubiera gustado que lloraras por mí

pero no podía evitar mi buen comportamiento

no me gustaba llamar la atención

pero sí añoraba secretamente tus galopes hacia mí

 

pero no podía evitar mi buen comportamiento

 

así que escribí una carta que nunca llegó

no fue a ninguna parte

 

porque ahora comprendo tu dolor

 

fue una alteración a tu herida

no te dejaron escoger tus pasos

ni te dieron tiempo para dejar reposar la madurez

 

todo se vino encima

 

y nunca tuviste el mismo buzón

que yo tengo

que se ahueca por el peso de los pájaros

que espera el canto de las cigarras

que se untan de milagros en el fondo de los centinelas

que se pasean en la madrugada

 

y me traen un café hirviendo de cielos

y colores de alcachofa

ahora en el sofá de mi propia madurez

 

ya no me duelen tus lágrimas

es lo que la madurez nos concede

la piedra del sol poniente y la ternura

de la cercanía de una luz perpetua

 

me hace falta tu presencia y me duele tu memoria

aplaco todo aquello

cuando te nombro

 

en la espina dorsal de mi cuerpo.

 

 

6

Foto de José Amador Martín

 

7

Foto de José Amador Martín

 

 

TE FUISTE ANTES QUE PUDIERA ABRIR LOS OJOS…

 

Te fuiste antes que pudiera abrir los ojos

te paraste al lado de mi cama

cuando el sol recién comenzaba a salir

y me miraste fijamente como alguien que quiere decir adiós

pero no pudiste porque los alfileres fueron más fuertes

 

cerré los ojos aferrándome al polvo que volaba

entre las semanas de aire

esperé a que te fueras

nunca me imaginé que esa no despedida sería la última vez

 

y que desde ese momento las escaleras se derrumbarían

en la nostalgia de una sombra.

 

Nuestra casa dejó de ser nuestra casa

nuestros almuerzos de mediodía se estancaron

en el fango de mis abismos

 

tu partida

fue el inicio de una grieta desbordada de llagas

en los detalles de la resistencia sin aliento

en la continuidad de los cuchillos

en el dolor, en el llanto

 

nuestra familia dejó de ser nuestra familia

nunca imaginé que tan sólo un día

pudiera marcar para siempre los zaguanes de mis gestos

de dar todo por perdido hasta la usura de tu ausencia

nunca pude imaginar

que la lluvia pudiera sólo mojar la mitad de mi cuerpo.

 

Todo dejó de ser nuestro.

 

Todo.

Todo desapareció hasta la geografía de nuestros encuentros

mi madre perdió

su mesa de comedor, mis dientes de leche guardados en un cofre

su casa, su rutina y sus armarios.

Todo tenía bajo llave

y todo se perdió no importaron las llaves

porque los armarios dejaron de ser armarios

y dejaron de abrirse para siempre.

 

Perdí la novata sensación de la inocencia

y la ingenuidad del territorio

desaprendí de las cerraduras

y de todo aquello que un día imaginé

me pertenecía

 

fui tan torpe en mi caída

que me amoraté las rodillas de un color impalpable

derramé tantas lágrimas de lluvia

que fueron mucho más que cualquier huracán caribeño

 

las huellas de mis sentidos se fueron acallando

como campanas que han perdido el metal de su resonancia

me refugié por días enteros en el horno de leña

tratando de juntar todo el rompecabezas que se dispersó

tratando de abrigarme en el fuego, el frío desolado que sentí

al cerrarse por última vez la puerta de mi casa.

 

Cuando por fin pude salir con las llaves invisibles

de tanta lágrima caída

pasé por los umbrales de otros mapas de nostalgia

 

ahora me tocaba enfrentarme al miedo de las esquinas

a las miradas sospechosas ante mi orfandad no deseada

perdida en la memoria hueca

debía buscar mis zapatos sin ningún deseo de camino

 

y dejar atrás los bordes prolongados debajo de la guardilla

mis huellas en el pasamanos

el capulí que marcaba el mapa del patio

y las puertas que jamás se volvieron a abrir.

 

Las puertas sin saberlo pueden ser crueles

ante un abandono tan repentino.

 

Así empezó el camino de la dureza de las suelas

y todo principió a cerrarse

perdimos todo sin ningún analgésico

que placara evocaciones fútiles.

 

Lo único rescatable, mis primas hermanas

me dieron su cama, sus pantuflas

hasta la caída rítmica de la lluvia.

Me rescataron de la tormenta y la muerte.

 

Nunca me imaginé el doblez de un nuevo día

ni el implacable dolor del cristal.

 

En las noches de insomnio divagaba

si era feliz o no

mi cuerpo era una herencia de llaves y candados

 

pude recaudar la visión de ver detrás de las paredes

y tomé el humo entre mis manos

las alas de los pájaros y la entrada del tragaluz

arreglé los adoquines

para no dejar que la tormenta

me azotara de impurezas

y con cierta agobiante esperanza

perdí las noches estupefactas

y fui cruzando calles de nombres desconocidos

rostros sin rostros

tiempo sin tiempo

piedra sin piedra

 

y fui cruzando fronteras de países carentes de la lengua materna

cruzando mares

cascadas puentes

y poco a poco fui acumulando fechas, días, horas memorias,

pruebas de fuego

y fui aprendiendo a resistir
los recuerdos de una chirimoya clarividente

 

y sin darme cuenta

me acostumbré a vivir en el borde

de las cuencas de las mano del exilio.

 

 

8

Foto de José Amador Martín

 

9 Ivone Gordon

Ivone Gordon

Aún no hay ningún comentario.

Deja un comentario