La poeta croata Lana Derkač
Lana Derkač (Požega, 1969) se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras en Zagreb. Escribe poesía, prosa, dramas y ensayos. Recibió varios premios; sus obras han sido incluidas en antologías, panoramas y anuarios en Croacia y en el extranjero. Ha participado en diferentes festivales poéticos – El Festival Internacional de Poesía (Croacia), El Verso en la Región (Croacia), Las Noches Poéticas de Struga (Macedonia), Curtea de Arges Poetry Nights (Rumania), Kuala Lumpur World Poetry Reading (Malesia), Kritya (India), La Feria del Libro de Guadalajara (México), Lirikonfest (Eslovenia), International Poetry Meeting (Chipre), Festival International et Marche de Poesie Wallonie – Bruselas (Bélgica), Encuentro Poético en Mdiqu (Marruecos), Stockholm International Poetry Festival (Suecia), Festival Internacional de la Poesía Esclava (Rusia), Las Noches Poéticas de Ratković (Montenegro)…Sus textos han sido traducidos a 18 lenguas (inglés, español, francés, árabe, sueco, alemán, italiano, ruso, polaco, húngaro, checo, albanés, macedonio, oriya, malayo, rumano, búlgaro y esloveno). Ha publicado los siguientes libros de poesía: Usputna raspela (Crucifijos incidentales, 1995); Utočište lučonoša (El refugio de los porta-antorchas, 1996); Eva iz poštanskog sandučića (Eva del buzón, 1997); Škrabica za sjene (Cajita para las sombras, 1999); Osjećam melankoliju (Siento la melancolía, con R. Jarak i T. Ribić, 2002); Šuma nam šalje stablo e-mailom (El bosque nos envía el árbol por el correo electrónico, 2004); Striptiz šutnje (El desnudarse del silencio, 2006); Tko je postrojio nebodere (¿Quién puso en fila los rascacielos?, 2006); Murmullo sobre el asfalto, con Davor Šalat, 2008); Qui a mis en rang les gratte-ciels? et autres poèmes, 2010); Šah sa snijegom ( (Ajedrez con la nieve, 2011); من صفة ناطحات أصحاب.. قصيده أخرى (poesía, Túnez, 2014); Posvajanje neba (La adopción del cielo, 2015) y Ugovor s prašinom (Contrato con el polvo, antología, 2017). Como antóloga ha publicado Kairos en Zagreb (Kairos u Zagrebu, selección de poesía del Festival Poético Internacional, junto a Davor Šalat, Zagreb, 2006) y de Third Word, Post-Socialist Poetry (selección de poesía de los países post socialistas; junto al escritor indio Thachom Poyil Rajeevan, Calcuta, 2007). Ha obtenido los siguientes premios: Premio literario croata „Zdravko Pucak“, 1999; Premio para el mejor libro de poemas de un autor de Eslavonia „Duhovno hrašće“ (Robles espirituales), 2000; y Premio „Risto Ratković“ por la mejor colección de poemas en la región, o sea, en el territorio de Montenegro, Bosnia y Hercegovina, Serbia y Croacia por el libro La adopción del cielo, 2016 (Montenegro).
Salamanca. Fotografía de José Amador Martín
Lana Derkač está invitadA a participar en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebrará en Salamanca del 14 al 16 de octubre.
Fotografía de José Amador Martín
ANTES DEL LIBRO
(Prije knjige)
Antes del libro la serpiente dejó su piel
y el árbol engruesó. La copa desabrochó
su sostén sin preguntar cómo reaccionaría
San Leonardo mientras se empina hacia el sol
del fresco en la capilla forestal.
Habría que traer el agua y poner fuentes
en la cascada, antes del libro.
El río educó el cañón y hasta su embocadura,
antes del libro, miles de veces enderezó su carácter.
Y el cañón, amainaba el movimiento al inquieto río.
Pero la creación del libro incluía y el Mediterráneo.
Se bajó de los Alpes al olivar.
Y ya antes del libro los pies de los árboles
tenían artrosis y se hicieron más inertes
de lo que son.
Antes del libro Dios en el Adriático prendió la radio
y el mar fue el altavoz.
Antes del libro, en Crikvenica la sopa preparada
por mi madre hierve tan gentil y silenciosamente
que ella ni siquiera la nota.
Fotografía de José Amador Martín
SE ACERCA EL FIN DEL MUNDO
(Svijet se bliži kraju)
Se acerca el fin del mundo y el muchacho en camiseta
y en pantalones cortos, trata
de domesticar el trigo. Espía sus ceremonias
relacionadas con nacimientos y entierros.
El árbol del jardín es un negro. De origen europeo
y con corteza de color africano.
La vecina encendió un cigarrillo y mueve la mano,
corta el humo. Dice: Eduqué mis árboles
para que fueran delgados, y ellos engordaron
como amas de casa indiferentes.
Para que se parezcan bosque, ellos también tomaron
mis características.
El mundo se acerca a su fin.
Cada vez cuando la montaña eructa,
en algún lugar se activa un volcán.
La Tierra dormida alza el párpado
y se abre un cráter.
En el sendero desde el jardín hasta la montaña
acechan muchas sorpresas.
En ella está la gruta,
El khmer rojo y la revolución,
el marine estadounidense.
Mientras ellos se sostienen con las armas,
la Tierra no deja de girar.
La ira cambia a Dios
la sostiene sobre la palma de la mano
como a un globo que Él de vez en cuando sacude
sólo debido a la nieve.
Fotografía de José Amador Martín
ALAMBRE
(Žica)
Trato de contar cuántos propósitos tiene el alambre.
En Auschwitz lo he visto puesto en cercados demoníacos y largos.
Un coffee to go, oigo la madre cuya voz está colgada
del alambre con la llave de la puerta de la casa.
Ella sabe que hay que tener las cosas bajo control
y no está bien cuando se dispersan.
Miré a mi padre como corta la hierba.
Se movía lentamente y de vez en cuando bebía
el café que mi madre le ha traído del centro comercial.
Le tuve envidia a la hierba por su independencia.
Desde su origen se negó a ser socia del alambre.
Las familias son diferentes.
Todas ellas compran alambre.
Mientras entran con él a los patios cercados,
sin notarlo lo siguen y creen en él.
Pero, a veces pienso que las mujeres que cultivan el huerto
en realidad, no ven las hortalizas.
Me parece que extienden el alambre para la esperanza
como sí esta fuera una planta trepadora.
Y no arveja.
El alambre me baja hasta los senos,
en verdad, fino y plateado y la gacela que cuelga de él, soñé,
se multiplica.
Y todo su rebaño en la noche salta la literatura mundial,
asimétricamente dispersa por la alcoba.
Durante el día pienso, qué actitud tiene Dios hacia el alambre.
¿Lo usa Él también
mientras en su mano de mecánico
sostiene una comunidad o un paisaje desajustado?
Fotografía de José Amador Martín
LA VIDA DE LAS LETRAS
(Život slova)
El poeta denuncia a las letras y su carácter triple.
El carácter de los animales, mientras los domestican todavía es salvaje.
El carácter de la planta cuando se trasplanta al papel y ella deja en él tenues raíces
con las que hasta hace poco agarraba el cielo, las montañas,
hierbas, el olor a curry, el sabor a pimienta, el eco.
Algunas letras echan raíces en las mandíbulas de la historia,
como la muela.
Si ya no ajustan cuentas, contaría
cuántos dientes en general tiene la historia.
Las letras crecen en el papel,
a veces bastante calmadas, de vez en cuando salvajes y de rostro colérico,
agarran el globo terrestre.
Si no hacen un movimiento erróneo,
rastreando entran al hombre y
rastreando sale de él
como un pensamiento del que él se apropia.
Así que a él le pertenece su carácter.
Empiezan a mover las cosas hacia la metáfora
en vez de piezas,
hablar sobre las rebeliones alegóricas de los pájaros,
de la suavidad de la nieve.
De la flexibilidad del río que dobla la columna y vuelve
su cauce, siguiendo fielmente la personificación.
El poeta quien demostró que las letras se parecen a los seres vivos,
ya no las puede observar bien porque lo han ocupado totalmente.
Hablan desde él:
En el jardín crecido de hierba han dejado las escaleras que llevan al cielo.
Cuando me escondo detrás de los setos y espero lo suficiente,
veo como por ellas salen Todos los santos
a un supermercado abandonado con frutas, insectos y pájaros.
Las ramas de los árboles reemplazan los estantes.
Subo a las escaleras y observo el monótono cielo azul.
Me interesa si Dios
hará que en los picos de los pájaros
las letras se hagan sonoras.
Fotografía de José Amador Martín
LOS HUESOS DEL SILENCIO
(Kosti tišine)
El silencio también tiene huesos.
Me interesa ¿qué sonido tienen?
y ¿cuánto reuma pueden acumular?
Cuando encuentro una fosa común
en el campo,
alabo la bondad de los pájaros
que con su canto
revisten los huesos encontrados
como un nuevo tejido.
Fotografía de José Amador Martín
EL BUEN VERDUGO
(Dobri dželat)
Soy el servicio de la casa de la melancolía.
Me preocupo de que coma, de que tenga la ropa de cama planchada,
las mantas lavadas.
Refresco y limpio su espacio,
hasta le canto.
Me alivia cuando alguna película o pradera me atraen
y alejan la melancolía,
mi amante promiscua.
O cuando me seduce la somnolencia y su anestesia.
La mañana soleada que del Este trae las caravanas.
Cuando la abundante luz cae por el patio como polvo,
la realidad ya no es aguda.
La mañana es un buen verdugo.
Mutila la melancolía,
pero ella revive como super héroe.
La melancolía es la emulsión con que está envuelto el día.
La manta que bajaron los demonios drogados.
La mañana soleada es la caja de primeros auxilios.
Quiere quitarle a la melancolía los botones del ascensor
tirarlos del subterráneo, del subcutáneo.
Pero, no sé cuál de ellos me
ha escondido las flores de algodón en la almohada.
Por un momento observo la mañana soleada.
Y luego la melancolía.
Hela aquí, va a pie.
A través del cielo
deja la larga sombra de sus pies.
Fotografía de José Amador Martín
TRIBUS
(Plemena)
Crikvenica* hoy tomó tres poses
para fotografiarse. Pero, Davor y yo queremos
pasear por el pequeño continente de Rab.*
Si ya hubiese atardecido y ya brillara del mar,
yo diría: un planeta diminuto en una galaxia
espumosa y oscura.
Pero, al mediodía Rab es un panal del que resaltan
cuatro campanarios.
Noto surcos celestiales, salvación de los agricultores
para que no se aburran cuando lleguen al cielo.
Para que holgazanear no sea lo único que hagan en su jubilación celestial.
Por la tarde la bahía de la isla es la almohada soleada
del diminutivo de Sahara. Solamente más tarde en la pantalla
de la máquina fotográfica se repetirá el verano
como si se tratase de fijar el querido trabajo.
Y unos meses más tarde parecerá que la máquina fotográfica
ha hospitalizado el verano. Le prolonga
la existencia para lo que hace pequeños pactos.
Como el pacto entre la playa y las esteras para tomar el sol,
El traje de baño y los granos de arena.
O el pacto entre la ola y la orilla; sólo el ojo inexperto
puede notar que los aliados se oponen
el uno al otro.
Como el verdadero Sahara ofrece escasa vida a sus
tribus, así y el diminutivo de Sahara
hace tribus de los recuerdos.
Estamos en el trayecto cuando ya oscurece.
Davor con mucha gana enviaría al gordito Lucero de la tarde
a hacer ejercicios.
En Crikvenica comemos mermelada de manzana
y lavanda.
Para que las polillas no nos coman por dentro.
*Crikvenica pequeña ciudad de la Costa Adriática (n. de t.)
*Rab – isla del Mar Adriático (n. de t.)
Fotografía de José Amador Martín
EL SAHARA AL QUE NO PREOCUPA EL COMPÁS
(Sahara koja ne mari za kompas)
No sé delimitar dónde en la palma de la mano
empieza exactamente el Sahara,
se notan muy bien
los arrumes de arena que forman las dunas.
Pero, en este Sahara nunca hubo
cuarenta y nueve grados
cuantos los hubo cuando el guía
con el grupo anterior visitaba
las dunas al sur de Zafrane.
En el Sahara de mi piel no hay
ni vida, salvo que de vez en cuando
mis fatamorganas se mueven en él
como camellos.
En él, la lluvia a menudo duda
en caer o no caer; no tiene carácter
tan fuerte y tan austero como
en el desierto original. Simplemente
se olvida del compás.
En mi Sahara, sin embargo, es posible
acampar y levantar la carpa hasta de la sal de Pag*,
y no sólo de aquella de Chott El Jerida
del color rosa suave: porque en él
las distancias geográficas no significan nada.
Él devora saludos y contactos
como el Sahara original devoró
las rosas desérticas así que ya hace años
las consiguen los comerciantes; por una
en este momento regateo.
Pero no puedo encontrar la respuesta
¿cómo algo como es el Sahara se puede
de manera tan fácil trasplantar al tejido humano?
Ni ¿quién y por qué lo trasladaría justamente ahí?
* Isla croata. (n. de t.)
Fotografía de José Amador Martín
LA COPA DEL ÁRBOL
(Krošnja)
El cielo es una copa de árbol gigante que cuelga sobre nuestras cabezas.
Parece que todas las estaciones climáticas en ella tienen
la misma raíz, sólo que está vuelta al revés,
igual que el azul que aquí sirve en vez del verde.
Por el momento la sostiene el antiguo Dios eslavo Perún,
por el momento Mitra, el Dios del Sol persa
y con ella tan revuelta
como si fuera un ramo de pensamientos,
despreocupadamente está parada la antigua diosa greca de la lluvia Diona.
Si los Dioses son como los gigantes,
pueden sostenerlo con una mano,
apoyado en la cadera.
Pero, a diferencia de la decoración floral,
desde el vasto ramo azul se precipitan los pájaros.
Cuando alguno vuela, parece un broche
que se descuelga.
El cielo de diciembre
de vez en cuando cubre las novias
que roban la blancura a la nieve.
Una de ellas justo ahora sale de la casa
y entra al horizonte; desaparece,
falsificando la nieve en su vestido.
Fotografía de José Amador Martín
EL CRECIMIENTO DEL PAISAJE
(Odrastanje krajobraza)
Las cuencas pueden servir como un fiel reemplazo
del ojo de aguja cuando las lluvias pasan entre ellas,
el río como hilo.
Cuando lo hacen por primera vez, pensaría
que han hecho una invención. ¡Un hilo efervescente!
Pero, no es así; todavía no existía el hilo corriente,
sólo sí se toma en cuenta el hilo del cuento,
el hilo de la existencia.
El antiguo paisaje es ejemplo obvio del engaño.
En la edad de un recién nacido, a causa de un fuerte chubasco,
parecía canoso.
Mientras el vapor de la cocina de vez en cuando
se añade a la evaporación invisible en la naturaleza,
a la evaporación invisible del río que prudentemente sale
del raro y largo ojo de aguja
mi madre se queja de que duerme cada segunda noche.
No sabe por qué.
Mientras ella habla, menciona los días pares e impares,
el vapor caliente toma el papel de la madre
y en vez de ella invita a la cena.
Fotografía de José Amador Martín
COPY, PASTE
Según mi filósofo casero Davor, la mujer es
la encarnación de la queja.
Y Dios descansa el domingo y yo no debería,
dice Davor.
Bajo el ciruelo día tras día
forma su sueño como si alguien en la computadora
repitiera: copy, paste.
En la penumbra soñé como se pregunta:
¿Señala la sombra presencia o ausencia?
Esta tarde yo también duermo bajo el árbol
porque él puede al mismo tiempo, con su copa y con su raíz,
crecer hacia dos rumbos opuestos
sin perturbar la paz del huerto.
Y llamo a Davor a la cocina.
Pero, él no come las albóndigas de ciruelas del año pasado
antes de sentir su gusto
mezclado con la canela en mi cara.
El viento lleva las aromas por el llano.
El viento comercia con especias.
Fotografía de José Amador Martín
Zeljka Lovrencic (Foto de Jacqueline Alencar)
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