La poeta Paola Valverde
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar una muestra poética de Paola Valverde Alier (San José, Costa Rica, 1984), poeta, gestora cultural y buscadora de visión. Por 4 años dictó el taller literario del centro penal C.A.I. La Reforma (2002-2006). A finales de 2010 Editorial La Cartonera Tuanis de Costa Rica publicó su libro de poesía La quinta esquina del cuadrilátero, reeditado por Editorial ARLEKIN (Costa Rica, 2013) y Editorial Lápices de Luna (España, 2016). En 2014, su libro Bartender fue finalista en el premio Jaime Gil de Biedma; en 2015 Bartender fue publicado por Editorial Perro Azul y obtuvo la Mención de Honor en el Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría de Costa Rica. En 2017 publicó Las Direcciones Estelares (Amargord, España), Nocaut (Trabalis, Puerto Rico), De qué color es el verde (Poe, Guatemala). En 2018, su libro El Entrenador de Palomas fue finalista en el Premio Jaime Gil de Biedma; publicado en 2019 por la EUNED, Costa Rica. En 2019 publicó Cuando florecen los cactus (Amargord, España).
Perfil de Salamanca. Foto de José Amador Martín
Paola Valverde está invitada a participar en el XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que se celebrará en Salamanca del 14 al 16 de octubre
Foto de José Amador Martín
EL AMOR ES DE BAMBÚ
No existe nada más fuerte que este amor.
Su cuerpo se dobla
y no se quiebra.
Sus costillas forjan la caña
para alimentarnos;
surcan la sal
los dientes asesinos.
El viento sopla hasta la médula.
Trae arena en los ojos
para cegar
a los videntes.
Trae espuma en la boca
y flota.
Se ha caído
y flota.
Flota con la punta erguida.
Dibuja un anillo en el agua,
un eco.
Muerdo esta caña,
su raíz convulsa
el hilo de saliva
que sostiene el anzuelo.
Muerdo las peras cuando maduran.
Mi boca empapada en tu oído.
La piedra del silencio
tropieza con este bambú.
Tomo tu ala para cruzar la calzada.
Tomo tu ala y miro el tiempo.
Lloro en un podio
ante la realidad cobriza.
Lloro y me esfumo
como el vapor sobre los lagos.
Soy la mujer que creyó en una estampida
y vio en los ojos de su amante
el origen de un fuego.
Foto de José Amador Martín
BARTENDER
Intercambio un pulso con el cansancio
mientras la vida baraja
el inventario de los hombres solitarios
y mujeres en busca de otra historia.
Recojo botellas, pongo cenizas en su lugar.
Limpio la barra
y ese chico repite teorías incongruentes.
Las madrugadas son largas
la poesía no existe
todos perdieron su hemisferio.
A veces dejan propina
otras, una amarga sensación de torpeza.
Soy su bartender
mucho más
que una sonrisa
amable
que vende.
Foto de José Amador Martín
PALOMAS MENSAJERAS
Entreno palomas mensajeras.
En su ojo derecho
la brújula
guía el vuelo de retorno
hacia su palomar.
Sé muy bien dónde se oculta el sol,
unas alas agitan el horizonte
y los pichones viajan
con las miradas abatidas.
Abro las compuertas de sus jaulas.
Pronto romperán la inocencia
y yo refugiaré mi silbido
en la dilatación del tiempo.
Volarán en círculos
hasta convertirse en lluvia.
Son tan distintas a mí,
yo viajé desde otro continente
y aprendí a volar hacia una latitud desconocida.
Por eso
sigo el corazón de las palomas.
Siempre regresan al lugar donde probaron el alpiste
y vieron por primera vez un amanecer.
Foto de José Amador Martín
Foto de José Amador Martín
ALGUIEN AFINA EL SAX
En la estrecha memoria de una lágrima
ato mis botas.
Levanto la cabeza,
persigo el violín.
Porque yo transité Venecia
sola.
Porque fui yo la que soñó con un extraño.
Y quise profesar el amor.
Y quise estrellarme contra un muro.
Sin saber que el muro
era la historia de los hombres,
la imposibilidad de amar
sus cicatrices.
Cientos de ojos cayeron sobre mí.
Y salí corriendo.
Y transité Venecia sola.
Y del dolor
brotaron vástagos
como esperma de luz.
Corrompí la ciudad
que fue sembrada en el agua:
sumergí los pies
en su belleza tóxica.
Hubo marineros
que lloraron sus despedidas.
Ninguno imaginó
la virtud de la permanencia.
Hubo maremotos.
Hubo suicidas.
El sol reflejado en las acequias
desdobló su radiación.
Fue entonces cuando choqué con esta plaza
y caminé en círculos
hasta llegar a la música:
ellos tocaban Strangers in the Night,
tenían un traje blanco,
la mirada difusa.
Estoy dispuesta
a caminar en círculos;
siempre y cuando
alguien afine el sax
o exponga la estridencia
de una multitud.
Detesto la apatía
de los cobardes,
el amor fingido
de los marineros.
Sigo creyendo
en la redención de la música
y las cosas inútiles
como la permanencia.
En el turbio remolino
de una gárgola
vi mi futuro.
Deposité en su ojo
mi lágrima en llamas.
Foto de José Amador Martín
ACTO DE MAGIA
Ocultas en las gabardinas de los magos
conviven con conejos y bufandas de color.
Ilusionistas del espacio desaparecen frente al fuego.
Los niños piden el truco de ave viva.
Se les eriza la piel cuando imaginan
compartimentos secretos en los sombreros.
¿Adónde van cuando abandonan el acto?
En el cielo de los teatros
las vigas son árboles de hierro.
Sus lámparas quebradas sirven de camerino
para aquellas que confunden
los aplausos con las sombras.
Foto de José Amador Martín
LA MUJER IMPAR
Porque soy una mujer impar
calzo el número
de las cerraduras prohibidas
desato mi cabello en plena lluvia
y odio el azúcar en el café
Me maquillo a solas para bailar conmigo
detengo las horas y los caminos
canto el silencio de las concubinas
soy su placer
Reconozco la desnudez en las palabras
orgasmo con ellas
me postro ante ellas
con la ansiedad de las sillas vacías
en las esquinas
Soy impar cuando amanezco
o lloro
el orden sería distinto
si no supiera ignorar las reglas
Por eso revivo la memoria de los hundidos
soy ese barco
no exijo salvación
mucho menos naufragios
Prefiero el agua caliente
para culminar con frío
y así sentirlo todo
en la corta eternidad de los peces
que andan de un lado a otro
como si a la primera
viajaran por última vez
Foto de José Amador Martín
EN UN PEQUEÑO MOTEL
Terminaste cuando regresó la lluvia
ese cuerpo diluido
en el champan.
Mis senos blancos
cubiertos con pétalos blancos
la boca abierta para recibir
la humedad
una y otra vez
mientras corría el reloj.
El maquillaje transitó el silencio
con la paciencia de los dragones
y las mariposas púrpura.
Descansamos
dibujando olas en la oscuridad.
Yo no nací para seguir el polvo, dijiste
aplastando fresas contra el pavimento.
Luego la sal para detener el hierro
y otra vez el ritual de pétalos
burlaba el tiempo de la habitación.
Foto de José Amador Martín
HAY QUE SABER LLORAR ANTE UN POEMA
A la campeona mundial de boxeo, Hanna Gabriels
Un pétalo se desprende del ámbar
transita la piel morena
los poros de la sangre
el sudor
y la victoria
Es Hanna que lanza un jab
Hanna que rompe las cadenas
y destila su coraje
con la frente en alto
Se detiene ante un poema
y llora
Es la aurora de un país
tan verde
como el espíritu
de aquellas que cruzan
la línea del fuego
Baja los puños
para abrazar a su hija
Alza los puños
para elevar la bandera
por todas las mujeres que han sido golpeadas
por toda la toxicidad que corroe
el bozal
Hay que saber llorar ante un poema
ser valiente
como una tortuga
que surca los océanos
ser estoica
como una marca de metal
y volver
como lo hace Hanna
con los omoplatos contraídos
con el cuello colmado de cristales
dispuesta a derrocar a los depredadores
dispuesta a atravesar la basura
aunque le digan que la dirección es otra
aunque tenga que nadar contra corriente
sabe que debe morder el encierro
para comerse al mar
Es la mujer que se incorporó
como esa lágrima que hierve
y se incrusta en la memoria
de quienes no tienen voz
Un día lo creyó todo perdido
Años más tarde
se convirtió
en la campeona del mundo
Hay que saber llorar ante un poema
ante el ámbar fragmentado
con lumbre en los pétalos
Son el trono
que nadie podrá arrebatarle
Foto de José Amador Martín
LA VIDA ANTES DE LA VIDA
Los ríos perpetraban la corteza de los árboles
la voz de la selva
permanecía campante
¡Fuerte como el jaguar
valiente como la anaconda!
Antes de nacer
fui un diminuto botón de luz
Tomé forma de cordillera
exploté en tonos turquesa
y de la sangre
almacenada en mi sexo
brotó
una estampida de colibríes
El Fuego
era un hilo costurado al sol
El verde
no domaba la llama
La mujer que custodiaba la tormenta
dejó caer los rayos
y se convirtió en pájaro
Foto de José Amador Martín
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