Lectura de Juan Carlos Martín (foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar tres textos escritos por Martín Cobano para el XIV Encuentro Los Poetas y Dios, celebrado en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanez. Este encuentro viene siendo organizado por la Asociación Cultural Evangélica ‘Eduardo Turrall’ y está promovido por el Ayuntamiento de Toral de los Guzmanes. También cuenta con el apoyo de la Diputación de León, de la Junta de Castilla y León, de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos y de la Red Iberoamericana de Poetas Cristianos. Juan Carlos Martín Cobano (Carmona, 1967) se define como un filólogo, editor, librero y misionero (no necesariamente en ese orden) de origen andaluz y formación catalanoaragonesa. Ha impartido talleres y dictado conferencias en distintos países con la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), es asiduo de los encuentros Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León) y organiza eventos literarios dondequiera que duerma más de dos noches seguidas. Fundó una librería y una pequeña editorial, Setelee, pero se gana la vida como traductor freelance para distintas editoriales estadounidenses. Es el actual secretario general de Alianza de escritores y Comunicadores Evangélicos de España (ADECE).
El XIV Encuentro se celebró los días 12 y 13 de enero.
Niño con la Cruz, de Miguel Elías
NANA DEL CRUCIFICADO
(con Miguel Hernández)
Por el suelo con clavos
mi niño juega
entre tablas y escuadras
ea la ea.
Inhala, niño,
sorbe el aire de agujas,
siente su frío.
El serrín es arena,
madera inerte,
la harina de sus gachas
cruje los dientes.
Come, hijo mío,
hay un mundo en el plato
rogando alivio.
De la teta del vino
mi niño mama
su boquita se llena
del agua grana.
Traga, chaval,
la mañana está clara
tras el umbral.
Gotas de sangre y agua
mi niño llora
por cien pupitas vivas
de carne rosa.
Por mil heridas,
por dos costados rotos
que dan la vida.
En la noche más negra
mi niño yace,
una manta infinita
quiere asfixiarle.
Niño, levanta,
que nazca el nuevo día
a tu palabra.
En un trono de incienso
mi niño reina.
Icthus, de Miguel Elías
SUMÉRGEME, SEÑOR, EN TU MISTERIO
Reivindico el fracaso,
la gloria de los cartones extendidos en palacios de fango,
los belenes de las aceras, al nivel de las suelas,
los establos de carritos abarrotados,
los horizontes de zapatos.
Bautízanos, Señor, en tu fracaso.
Aborrezco las medallas,
la miseria de las palmaditas en la espalda,
los besos con aliento de plata,
los treinta apretones de manos,
el oro sin mirra, el incienso sin llama.
Líbranos, Señor, de los fantasmas.
Me enardecen las derrotas,
la verdad que no habita en las espadas,
desesconder las mentiras de los podios,
las guirnaldas del desfallecido,
las lágrimas de su redoma.
Muéstrame, Señor, tu salón de la fama.
Acompaño a los caídos,
a los que aran la tierra con sus rodillas,
los que no regalan al suelo un beso condescendiente,
sino que lo muerden,
lo mastican y lo digieren para dar vida.
Derríbame, Señor, para mirarte a los ojos.
Reivindico al Carpintero tenaz,
soplos de serrín y Espíritu Santo,
cicatrices de astillas y clavos
estigmas de mi terco estrabismo.
No escatimes, Señor, tu cincel sacro.
Reivindico al que conoce
el valor de darse,
de vaciarse,
vaciarse
vaciarse
vaciarse
hasta vaciar su tumba.
Aunque no entiendo nada.
Sumérgeme, Señor, en tu misterio.
Jesús entre los doctores, apunte de Miguel Elías siguiendo a Durero
VAHÍDO RANCIO
Un bufido tibio recorre los campos de Dios.
La halitosis antigua de los fariseos
esparce semillas de cartón
forradas de orillo.
Sabios de onánica sabiduría
Regalan nuevas estampitas
de santos con gafas, librotes,
etiquetas de juguete
y halos verde bilis.
Ante su espejito mágico, cuentan pulgares alzados
y ensayan el propio hacia abajo,
se peinan sus mitras
y lustran los capirotes.
“¡Qué listo soy, por Dios, y qué santo!”.
Se prueban su Armagedón con chorreras,
revisan que esté a punto la picota
y vuelven a la carga, taconeando con yemas garbosas
sobre las almas de los incautos,
sobre el nombre de los soldados,
sobre la matriz de la mies.
Mientras tanto, lejos,
donde aún reina, clandestino,
el papel,
los analfabetos clamamos
tristes, pero confiados:
“Guárdanos, Señor, de tus guardianes”.
Juan Carlos Martín, Tere Cortés y Antonio Colinas (foto de Jacqueline Alencar)
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