POEMAS DE JOSÉ LUIS NAJENSON (ARGENTINA-ISRAEL). XIX ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

 

 

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 Salamanca óleo de Miguel Elías

 

Crear en Salamanca tiene el auténtico privilegio de publicar algunos de los poemas que en Salamanca leerá  José Luis Najenson (Córdoba, Argentina, 1938). Reside en Israel desde 1983. Ha obtenido varios premios literarios y publicado libros de cuento, poesía y novela; entre ellos: “Tiempo de arrojar piedras” (cuentos, México,1981); “Pardés-Sefarad” (poesía, Premio Villa de Martorell, España,1995); “Memorias de un erotómano” (cuentos, Caracas, 1991); “Diario de un Voyeur” (novela, Vigo, 2002); “Periplo Judeo-Andaluz”, poemas; en “El suspiro del moro” (Zaragoza, España, 2003); “Licantropía y otros cuentos sublunares” (Buenos Aires, 2003, Primer Premio, Ed. Los Cuatro Vientos); “El juego ha terminado” (novela corta para jóvenes, Quito, 2007). E-Books: “Cuentos con el Otro Borges y Otros Escritos” (Buenos Aires, 2010); “El Secreto del General” (novela, Madrid, 2010) y “Aquí hay gato encerrado” (cuentos, Madeira, 2011). D. Phil. Univ. Cambridge, 1980. Ha sido Director Literario del Instituto Cultural Israel-Iberoamérica, de Jerusalén, y es Miembro Correspondiente en Israel de la ANLE (Academia Norteamericana de la Lengua Española, desde 2000).

 

 

PINTURAS DE MIGUEL ELÍAS

 

 

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Miguel de Cervantes, por Miguel Elías

 

 

A DON MIGUEL DE CERVANTES,

SOL DE LA LENGUA HISPANA

 

 

                                          “… una olla de algo más vaca que carnero, salpicón

                                          las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas

                                          los  viernes y algún palomino de añadidura los domingos

                                         consumían las tres partes de su hacienda.”

 

                                                            (Primera página del Quijote)

 

 

-Decidme Madre, Madre mía,

¿qué son los duelos y quebrantos?

-Pues…Huevos revueltos con torreznos,

hijo mío, ¿a qué se debe tu interés por ellos?

-¿Y por qué Don Miguel de Cervantes,

en el inicio de su libro eterno,

los menciona? ¿Y por qué los sábados?

-Mejor pregúntele a su Abuela, ella sabe

muchas cosas de antaño, los secretos

que nosotros ya hemos olvidado.

La Abuela frunce el ceño

y al cabo de un buen rato

le dice, bajando la voz como en sus cuentos:

-Ahora que has cumplido trece años

te puedo revelar ese misterio.

 

Nuestros antepasados,

que cambiaron de fe para salvarse

y que amaban esta tierra con denuedo,

no quisieron dejarla, y por eso

debían mostrar que eran buenos cristianos

comiendo la prohibida carne de cerdo

justamente los sábados

para que los viese el pueblo,

y con las puertas abiertas,

lo que fue para ellos un quebranto.

 

-¿Y el duelo?

-Era por muchos otros de sus hermanos

que por no pecar perecieron

o fueron desterrados de su patria,

Sefarad, al exilio incierto.

-¿Acaso Don Miguel y el Caballero Andante

no eran buenos cristianos?

-No lo sé, pero por algo

escrito está y para siempre.

 ¡Dios sea loado!

 

En ese instante entró el Abuelo,

que había estado escuchando

detrás de las cortinas tutelares,

y le dijo: -Ya eres lo bastante

mayor, para oír el resto del legado.

Si lees entre líneas ese párrafo

verás lo que no ha visto casi nadie:

en la mesa de Don Alonso Quijano,

el resto de los días, del primero al sexto

reinaba el más puro kasher*, y ¡Dios mediante!

 

 

* Kasher: acorde con la dieta ritual hebrea. Aparte del cerdo, los demás alimentos mencionados en el texto del Quijote  están dentro de dicha dieta, que no mezclaba, tampoco, los lácteos con las carnes.

 

Este poema se inspira en una anécdota transmitida oralmente de generación en generación, como un tesoro, por una familia de estirpe sefardí que me la ha confiado. (N. del A.)

 

 

 

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Obra de Miguel Elías

 

CON EÑE

(Contribución a la “guerra por la eñe”)

 

Si no he de escribir sueño ni cariño

ni mañana, ni antaño, ni retoño

si no puedo nombrar a todo niño

ni  restañar las tardes del otoño;

 

si ni siquiera he de añadir a España

donde el mapa de Europa se despeña

en colombino mar, ninguna hazaña

podré contar con la debida seña.

 

Si algún tacaño oidor, de puro ñoño

ha querido ensañarse con la eñe,

ceñuda y señorial, de cinta y moño,

le diré que es al ñudo* que se empeñe

pues nadie que escriba en español, ¡coño!

Puede abjurar de la pequeña eñe.

 

 

* al ñudo: en vano

 

 

 

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 Cantar de los Cantares, de Miguel Elías

 

ROMANCE  DEL REY SALOMÓN Y LA REINA DE SABA

 

 

                                          “Morena  soy, oh hijas de Jerusalén, pero

                                          codiciable, como las tiendas de Cedar, como

                                          las cortinas de Salomón…»   

                                    

                                                        (Cantar de los Cantares I-5)

 

 

 

De día, la Reina brilla

como el cobre en las espadas,

de  noche se vuelve sombra

entre  las sombras hurtada.

El Rey la busca, sereno

sin  prisa pero sin pausa,

como la noche anterior

como las noches que pasan,

entre las horas furtivas

sobre su lecho de acacia,

porque la Reina es la noche

y como la noche aguarda.

 

No es sólo su piel, el roce

de su nocturna mirada,

la oscuridad de su vientre,

la negra luz de sus nalgas,

el suave vello que esconde

entre sus piernas delgadas,

el  rocío de su cuello

o su voz, grave y alada,

sino  el encanto que ronda

la magia de su palabra,

una sapiencia profunda

que  trae en su sangre brava.

 

El Rey la mira, admirado

la escucha, aun si calla,

espera por sus preguntas

que son como perlas raras,

ofrendas de medianoche

manjares de madrugada,

que  alegran el entrevero

de  los cuerpos en la cama.

Y cuando el Rey le responde

con su magnífica calma,

brilla en sus ojos el fuego

de las panteras de Saba.

 

No hay amor como el amor

que en el ingenio se ampara,

la inteligencia es un sexo

que en el sexo se derrama.

Cuando ella partió, por fin

a su tierra, tan lejana,

el Rey extrañó esas noches

de  juegos y adivinanzas,

mezclados con los fervores

de  la alcoba soberana.

Siempre soñó el Rey con ella,

y que ella con él soñaba.

 

 

 

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 León Felipe, por Miguel Elías

 

 

 

EL ÁNGEL EMBARRADO

 

(A León Felipe, gran poeta exiliado, boticario de todos

los niños, de todos los pueblos. In Memoriam)

 

 

                             I

 

En Saturnino María Laspiur* 

Cayó el ángel. Lo rastrearon de cerca

Por el laberinto de la cañada,

Con sus alas plegadas en la siesta

 

Y en los ojos, incandescentes lágrimas.

Entre plumas encostradas de tierra

Se le escapaba, sin cesar, el aura.

 

Era un nueve de julio, dos jinetes

Que corrían sortijas en las chacras,

Lo alzaron en vilo, siendo tan leve

Con la mera punta de sus tacuaras.

Y asido a ellas retomó su vuelo

Como ave estrafalaria, o barrilete

De papel transparente y cola blanca.

 

 

 

II

 

 

Ya por encima del Quebracho Herrado**

Y sus osamentas  mal  enterradas

De guerreros caídos, derrotados

Que el tiempo convirtiera  en “luces malas”,

 

“Fuegos de San Telmo”, o “almas en fuga”,***

El ángel zigzagueó, perdiendo altura

Y se quedó enredado entre las ramas.

 

Al verlo con sus alas lastimadas,

Los niños todos fueron en su auxilio

Y después lo levantaron en vilo

Para que el boticario lo curara.

 

Y León Felipe puso en las heridas

Cristales de oro y una de las lágrimas

Del ángel mismo, siesta derramada.

 

 

 

 

*Saturnino María Laspiur: pueblo natal del autor de estos versos, en la Provincia de Córdoba, Argentina.   

** Quebracho Herrado: Paraje de dicha provincia, cercano a Laspiur, donde hubo una gran batalla en el siglo XIX, alrededor de un bosquecillo de quebrachos. En ella fueron vencidos el bravo General Lavalle y sus fieles soldados.

** Términos que aluden a la creencia campesina en que los huesos humanos a la intemperie se convierten en “almas en pena”.

 

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Retrato de José Luis Najenson

 

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