POEMAS DE HÉCTOR ÑAUPARI, J. M. LUCÍA MEGÍAS, CHEMA RUBIO Y L. CERVANTES-ORTIZ. XIX ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

 

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Retrato de Cervantes, de Miguel Elías

 

 

Crear en Salamanca tiene  el privilegio de publicar los poemas de Héctor Ñaupari (Perú)), José Manuel Lucía Megías (España), Chema Rubio (España) y Leopoldo Cervantes-Ortiz (México). Son textos inéditos y aparecerán publicados en la antología AL HIDALGO QUIJOTE, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart como parte del XIX Encuentro de Poetas Iberoamericanos que esta XIX Edición rinde homenaje a Miguel de Cervantes, poeta.

 

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Héctor Ñaupari, por Miguel Elías

 

 

 

HÉCTOR ÑAUPARI

(Perú)

 

 

 

 

CERVANTES EN LIMA

 

 

Un día de niebla metálica y melancólica

llegó Miguel de Cervantes a Lima, para no regresar jamás.

 

Y alcanzó el puerto amurallado de El Callao, invadido de corsarios y escombros,

sin un duro, a punto de quedarle inmovilizada la otra mano por los acreedores

y con la imaginación, amante caprichosa e histérica como la muerte,

soplándole en la nuca.

 

Atravesó los sembríos que siglos más tarde quedarían cercados de barrancones y sicarios,

los imaginó ejércitos de moros que combatiría con ardor su caballero enloquecido

y de triste figura. 

 

Lo cogió un temblor que lo hizo enmudecer de miedo. Un gigante ha pisado fuerte, evocó, Arcángel San Miguel, protégeme de este huracanar de la tierra, dijo, santiguándose.

 

Acercándose a los extramuros vio a las mozas entrar y las vislumbró Dulcineas, damas imaginadas y sin diálogos de sus novelas, invento de su inventado personaje, sin que sus lectores conozcamos nunca el color de su cabello, el verdadero rojo de su boca, la profundidad de sus ojos.

 

Llegó al damero que pizarristas y almagristas tintaron de sangre.

Buscó una taberna donde beber lo de Castilla, leer un poema, un cuento, o promover un entremés.

 

Y un tercio que le admiraba por su bravura en Lepanto lo llevó a un lugar que quinientos años después sería conocido como El Cordano.

 

Concolcorvo, Felipe Santiago Salaverry, Ricardo Palma, Abelardo Gamarra el Tunante, César Vallejo, Martín Adán y Antonio Cisneros, entre otros fantasmas del futuro, le esperaban.

 

Y todos le pidieron leyeran la novela de su héroe.

 

Y el Príncipe de los Ingenios empezó: “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”.

 

Y entonces, despertó, para recitar:

 

Puesto ya el pie en el estribo,

con ansias de la muerte,

gran señor, esta te escribo.

 

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Don Quijote (boceto), de Miguel Elías

 

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José Manuel Lucía Megías, por Miguel Elías

 

 

 

JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS

(España)

 

 

YO SÉ QUIEN SOY

(Inventario de una utopía cervantina)

 

 

Dos caras que se retan en una mirada

en el horizonte ansioso de una aventura.

Una mano que empuña una lanza

con la destreza de ser herida de futuro.

Una venta que abre sus puertas de madera

a los pozos nocturnos de las gargantas sedientas.

Un camino que imagina gestos y caricias

en la cuadriculada lectura caballaresca.

Y una sonrisa imaginada bajo la celada,

una sonrisa velada que todo lo ilumina.

Y un golpe tras otro golpe, tras otro golpe

sobre una espalda anónima y envejecida.

Y un grito, un grito que es una esperanza

por más que surja sin dientes de la boca.

Unas manos temblorosas que limpian

el rostro amenazante de victorias perdidas.

Unas manos que se convierten en ojos temblorosos

cuando descubren al amigo tras la sangre.

Unas manos que se vuelven puños como verdades

para así socavar los muros de la vergüenza.

Dos caras que se encuentran en el camino

abierto por los saludos invisibles de todos los días.

Dos labios que terminan siendo un espejo,

reflejos de infancias casi olvidadas.

“Yo sé quién soy”, dice uno de los labios.

“Yo sé quien puedo llegar a ser”, susurra el otro.

Dos susurros que terminan siendo un grito

en el amanecer que justo ahora empieza,

por más que hace siglos que sea de noche.

 

 

 

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 Chema Rubio

 

CHEMA RUBIO

(España)

 

 

 

EL QUIJOTE DE GEORGE TOWN

(En otras palabras)

 

I

 

Lo privado debe airearse cuanto antes, y cuándo mejor que en la fiesta de Don Alonso,

un éxito en la hora onírica aun en lucha con el despertar.

 

La hora del arte no existe. Existe el arte que ocupa la visión del tiempo.

Imagínate la primera vez que se le perdieron los ojos dentro de las pupilas de Aldonza 

El tiempo se entretuvo dando paso al arte que abrió la puerta al amor.

Y es que nadie es nadie sin ellos dos.

 

 

II

 

Cansado estoy de llevar siempre sobre mí los pesados herrajes del sueño.

Relucientes brillos bajo el sol, y solo quién los lleva sabe del sabor agridulce.

El hombre que solo practica lo moderno y se olvida de su base infantil,

como cortadas las bridas de la memoria, me toma por loco

e intenta humillar mi pensamiento, vacilante, eterna duda del cuerdo.

 

 

 

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Don Quijote (Boceto), de Miguel Elías

 

III

 

Aunque ellos no hablen de nosotras, no importa. He llegado tarde  pero muy a tiempo. Mi nombre es Dulcinea. El nombre del amor de un caballero. Soy lo contrario a las guerras,  donde nunca iría mi viejo loco cansado ya de ellas. La guerra es la mejor ocasión que tienen los cuervos para enriquecerse dejando un rastro de cadáveres a su paso. Ellos nutren su cuerpo de sangre vencida y llenan sus bolsillos sin pena.
Son como cuervos sin vuelo, cuya frustración cae sobre los más bellos cuerpos, sobre las más débiles pieles. Gobernantes así no nos merecemos las mujeres, ni tampoco los hombres que son capaces de entender a mi Don Quijote.                                            

Desde los palacios llega el hedor, intentando contaminar  las almas puras que aun quedan, para desgracia nuestra.

Y a vosotras: hembras o niñas móviles, mujeres o viejas sin mancha, os convengo ahora a que vengáis, sin miedo, rápido, venid, y disfrutad, de este Don Quijote que firmara cuantos deseos le propongáis. Solo debéis estar dispuestas para el aprendizaje, abiertas a su mundo tan desconocido como pletórico de sueños.

 

 

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Leopoldo Cervantes-Ortiz

 

 

 

LEOPOLDO CERVANTES-ORTIZ

(México)

 

 

 

Yo sé quién soy […] y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia…

 

 

Saber quién se es,

Don Alonso Quijano,
define la vida con creces.

 

Afrontar un mundo

de molinos de viento

transfigurados,

más aún.

 

Creer en una causa
y llevarla por los caminos,
hace de lo quijotesco
una utopía real,

una bella anomalía.

 

Tomar la justicia como consigna
ante oídos sordos 
es la verdadera novela:
una sociedad acostumbrada

a lo contrario

viéndose en el espejo

de una cuerda locura.

 

Deshacer entuertos,
superar agravios:
tarea inacabable,

siempre,

sobre todo ante la indiferencia mortal
de casi todos.

 

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Don Quijote, de Miguel Elías

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