Crear en Salamanca publica con especial aprecio tres poemas dedicados a Gastón Baquero, extraídos del volumen titulado Palabras del Inocente, antología del XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, coordinada por Alfredo Pérez Alencart, poeta, profesor de la Usal y director del Encuentro.
Cintio y Fina en Salamanca (foto de A. P. Alencart)
Fina García Marruz (La Habana, 1923). Publicó sus primeros poemas en la década de los años cuarenta haciendo parte del grupo «Orígenes» al que también pertenecía su esposo Cintio Vitier, Lezama Lima y Gastón Baquero, entre otros. En 1961 obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales dedicándose desde entonces a la investigación literaria, colaborando con distintos medios en el campo de la poesía, el ensayo y la críticas literaria. Su poesía ha sido traducida a diferentes idiomas obteniendo varios galardones entre los que se destacan: «La Orden Alejo Carpentier, la medalla «30 Aniversario de la Academia de Ciencias de Cuba», la «Medalla Fernando Ortiz», «El Premio de Poesía Pablo Neruda» en 2007, el XX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011, y el Premio Federico García Lorca en 2011.Entre sus publicaciones figuran: «Visitaciones» en 1970, «Viaje a Nicaragua» en 1987 y «Créditos de Charlot» en 1990 con el que obtuvo el Premio Nacional de la Crítica.
EL DISTINTO
También tú eres el huésped y
serás la Alegría.
GASTÓN BAQUERO
1
Mientras pasa este día irreparable,
la joya de su adiós fiero entregando,
qué extraño que esté aquí solo pensando,
un perfume, un color no memorable.
La sala desvaída fue quedando
posada como un pájaro. Insaciable
ausculté el suave pulso indescifrable.
Me convencía, noche, tu hondo canto.
Galopes, suave lluvia, desvaídas
risas. En medio de su luz te sonreías
prestigioso y distante. No podría decir
la pena que me daba tu serena alegría.
Entre nosotros solo tú realmente vivías,
eras el único que podía morir.
2
A dónde fue aquel rostro que tenías,
tu modo de callarte entre las gentes,
la sala hoy tan remota, que lucía
con su brillo y su sombra, su presente.
A dónde aquella luz de tu alegría
que ordenaba al mirar súbitamente
el mundo de otro modo diferente
donando sus secretas jerarquías.
Tu vida oculta en Dios, para su gracia,
en mi vivir sonámbulo dejaba
comparaciones mudas de secreta eficacia.
Hoy se extiende el olvido de lunar parlamento,
mientras me vuelvo al tiempo que fracasa
como un actor no retirado a tiempo.
Firmando un libro (Foto de A. P. Alencart)
3
Tú estabas sentado en un sillón de mimbre
que hace tiempo que debe haberse roto,
recogido en tu dicha seria estabas,
niño pobre entre fiesta de marchitos oros.
Tú hablabas con aquel muchacho delgado y vivaz
que encontraba al mundo tan interesante.
Entre el piano y la mesa en desorden,
sus palabras caían como una mala música,
hacían sonar las teclas apagadas
y ordenar tristemente los papeles.
Tú estabas sentado en un sillón de mimbre,
de un mimbre aconteciendo en otra parte
más segura, más casta. Ya debe haberse roto.
El sillón se mecía en otro pueblo.
Cuando el muchacho delgado y vivaz se levantó,
tropezó con el balaustre totalmente neutral
y delicados oros temblaron en lo negro
en reflejo fugaz, irónico, y otra vez quieto.
El periódico de ayer apareció entonces
vagamente locuaz bajo la oscura lámpara.
El mar golpeaba el piano, el baile ausente, mágico.
Mientras tú estabas sentado en tu sillón
un radiante alejaba su oveja preferida,
ya te has perdido y todo se ha perdido
pero te llamas aún del mismo modo.
¡Qué extraños ojos se apropian la mirada!
¿Quién me vio allí, te vio, a quién veíamos?
Pero el muchacho delgado y vivaz sueña otra música.
Mientras tú estabas sentado en tu sillón
la sala se puso eterna como un idioma súbito,
yo te pensé leyendo en otro sitio
porque me daba mucha lástima todo,
tú agradecías la vida como si no fuera la muerte.
Pero yo solo estoy aquí, abriendo la puerta con dedos
lejanísimos.
Sergio Macías (Gorbea, Chile, 1938). Es Premio «Gabriela Mistral» (1971), Premio «Pablo Neruda» (1984), Premio «Ciudad de Tetuán» (1986) y Premio «América V Centenario» (1991), entre otros. Ha sido, durante 20 años y hasta su jubilación, asesor cultural de la Emba¬jada de Chile en España. Obra poética: Las manos del leñador (1969), La sangre en el bosque (1974), En el tiempo de las cosas (1977), Mecklemburgo, canción de un desterrado (1978), Nos busca la esperanza (1979), El jardinero del viento (1980), Memoria del exilio (1985), Crónicas de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados (1988), Noche de nadie (1988), El libro del tiempo (1988), Tetuán en los sueños de un andino (1989), La región de los últimos prodigios (1992), El manuscrito de los sueños (1994), El paraíso oculto (2000), El hechizo de Ibn Zay-dún (2001), Ziryab. El mágico cantor de Oriente (2010) y Cantos para Altazor (2012).
TODO HOMBRE NECESITA…
A Gastón Baquero
Todo hombre necesita una patria.
No vivir errando por el mundo.
Abrazarse a la luz de su cielo infinito.
Y que no se le caiga una lágrima,
en el silencio del destierro y la nostalgia.
Cada país tiene un aroma,
un paisaje de agua y tierra
donde se anidan los astros.
Un tono de voz que vibra alegre
con su música y los bailes.
El hombre pertenece a la historia de su pueblo.
A la lucha por la libertad que cultiva el alma.
Aquí vivió Gastón Baquero. Diana Aradas
Diana Aradas Blanco (A Coruña, España, 1977). Es licenciada en Filología Hispánica y Gallega (1999 y 2002, A Coruña), en Filología Románica (2010, Santiago de Compostela), en Teoría de la Literatura y literatura comparada (2007, Valladolid) y Doctora en Filología Hispánica (2014, Salamanca). Desde 2007 es profesora de Lengua Castellana y literatura de Enseñanza Secundaria. En la actualidad en el IES Moncho Valcarce de As Pontes de García Rodríguez (A Coruña). Ha publicado sus poemas en algunas revistas literarias como Dorna, A Xanela o Xistral. Su tesis doctoral, recientemente leída en la Universidad de Salamanca, se ha centrado en la poesía de Gastón Baquero.
EQUIDISTANTE AL CIELO
(para Gastón Baquero)
Volverás del lugar donde reposas
Como vuelve la rosa en primavera,
Siempre nueva al borde de la vida,
Y siempre renaciendo.
Conversas ya con todos
En la muerte
Tus palabras inocentes,
Bebes a sorbos la paz con Dylan Thomas,
O paseas en barca junto a Marcel Proust
Por la bahía de tu Corinto habanero.
Eres el auténtico testigo,
Que lleva puesto sombrero
Y nadie lo ve,
El ya para siempre visible en lo invisible
Volverás a todas y de todas partes,
A igual distancia de las mismas estrellas.
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