POEMAS DE CARMELO CHILLIDA. XIX ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS

 

 

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El poeta Carmelo Chillida, por Miguel Elías

Crear en Salamanca publica algunos de los poemas que en Salamanca leerá el poeta Carmelo Chillida (Caracas, Venezuela, 1964). Ha publicado El sonido y el sentido (1997), Versos caseros (2005), ¿Un poema de amor? (2011) y Desde el balcón (2013), así como ensayos, crónicas, notas sobre libros y traducciones del inglés en diversas revistas y periódicos. Fue coordinador editorial del suplemento cultural Literales, publicado en el diario TalCual (2010-2015). Estudió en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde ha ejercido la docencia desde 1995.

 

 

 

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Medallón de Cervantes, de Miguel Elías

 

A MIGUEL DE CERVANTES

 

 

Ay, ingenioso hidalgo, qué mal

te hemos entendido.

Como si la “locura” no hubiese sido siempre

una manera de decir

lo que los “cuerdos” no pueden decir.

Molido y quebrantado

ponías tus suspiros en el cielo.

Más claro no podías hablar

para el que quisiera entender:

“Yo sé quién soy

y sé quién puedo ser”.

Pero este tiempo confunde

sabiduría con locura.

Tras poner el punto final,

te hubieran conducido amablemente

de la mano al doctor.

Y después de escucharte,

y examinar con cuidado tu caso,

te habrían atiborrado de pastillas.

 

 

 

 

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Paisaje, de Miguel Elías

 

DESDE EL BALCÓN

(Fragmentos)

 

***

 

 

Vivimos en el reino de las máscaras,

nunca salimos sin nuestro disfraz.

Así andan mejor las cosas,

sin tantos altibajos (pero al fondo

del agua, redondas por la luna, más

allá de ningún charlatán,

yacen las piedras, bajo el vaivén

de las mareas). Además

el escenario es realmente grande,

al mismo tiempo engañoso

y seductor, peligroso y acogedor.

La obra es breve, dura poco,

eso también habría que decirlo.

Por eso al público llano

se le hace tan deleitoso el espectáculo.

Por eso aplaude con entusiasmo

a los actores en los que se reconoce,

en los que reconoce

como la huella de sus propios pasos

a lo largo del día.

 

 

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Espera, de Miguel Elías

 

***

 

 

Sombras amables, la casa es suya,

recorran cada cuarto, no se preocupen

demasiado por nosotros. Vivimos

de día en día, con nuestra ineludible

dosis de sufrimiento y

«la rara chispa de la alegría».

Vamos y venimos a una velocidad

impensable para ustedes, eternos muertos,

vivos en la memoria. Ya alguien dijo

que un hombre no muere sino hasta

que lo hace el último que lo conocía.

Desde la flexible silla verde

(otra casualidad) en el balcón

contemplamos lo que nuestra mirada abarca.

¿Y lo que no abarca quién lo ve?

Las luces de la ciudad brillan

sobre las calles, desde el balcón.

Detrás de la montaña las olas baten

contra las piedras en la oscuridad.

¿Ese sonido quién lo oye?

¿Ese paisaje quién lo ve?

 

 

***

 

 

Desde el balcón te miro, Ávila,

desde el mismo balcón

que te miraron mis abuelos,

hace ya tanto, antes

de que ellos partieran, antes

de que llegara yo. El balcón

del apartamento donde ellos

vivieron por años y ahora

vivimos Mari, yo y los niños,

que van y vienen. El lugar

donde me refugiaba de niño,

de zagaletón, de seudoadulto.

Una silueta negra en la noche.

Un juego infinito de verdes

a la luz del día. Tengo deberes

que dejo para más tarde,

que pospongo para estar contigo.

Te miro, respiro tu aire, te contemplo.

Ávila, por favor,

libérame de mis pensamientos,

libérame de lo que otros esperan de mí,

libérame de mí mismo.

 

 

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Pareja, de Miguel Elías

 

 

***

 

 

Despertador, beso entrecortado,

murmullos, ducha, café y cigarro,

el resto y a la calle, a trabajar.

Malditas colas, en Caracas hay

demasiados carros, en Caracas

no cabe un carro más.

Prendes la computadora

y allí haces esto y haces lo otro,

y sin computadora también.

Tan rápido llegó el mediodía,

casi sin levantar la cabeza

de pantalla y teclado. Comes algo,

tratas de echar, aunque breve,

una improductiva siesta y luego a clases.

En la noche, algo de pasta,

con salsa de tomate, queso y vino.

Prender la TV, esa otra pantalla,

con la esperanza de que haya

un buen juego de beisbol.

Luego a dormir.

Luego suena el despertador.

 

 

 

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Copa, de Miguel Elías

 

***

 

 

La memoria profunda y la superficial,

la imaginación que hace las cosas nítidas

o difumina los hechos.

Los objetos concretos, las fantasías,

los sueños misteriosos y, más resbaladizos aún,

los que no tienen apariencia de misterio.

La mujer desnuda, callada,

con esa no sonrisa,

sino apariencia de sonrisa, siempre ahí, detrás.

Esas son mis musas. Los ojos y memoria

con los que debe contar un testigo,

mis instrumentos de trabajo.

 

 

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Maleta, de Miguel Elías

 

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