Antonio Colinas leyendo eln el XVIII Ecnuentro (2015, Jacqueline Alencar)
Crear en salamanca tiene el privilegio de publicar una atractiva muestra de la poesía de Antonio Colinas, siempre vinculado con los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, desde el primero celebrado en 1998, hasta el último, dedicado a León Felipe y Juan Ruiz Peña, celebra en octubre Pasado. Va nuestra mejor enhorabuena por el merecido Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana que acaba de obtener. Colinas nació en La Bañeza, León en1946. Premio Nacional de Literatura, Premio Nacional de la Crítica, Premio Castilla y León de las Letras y Premio Internacional Carlo Betocchi (Italia). Ha escrito, además de Poesía, libros de otros géneros literarios, como la novela, el cuento, los estudios biográficos, los libros de viaje, la crítica periodística, la traducción o el ensayo. Hasta sumar más de sesenta obras propias. Desde 1998 vive en Salamanca.
Desde estas piedras, sabe decir:
Cerrar los ojos en el silencio del aroma
para que el corazón –¡al fin!– pueda ver.
Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí.
Dejadme compartiendo el silencio
y la soledad de los porches,
la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme
con el plenilunio de los ruiseñores de junio,
que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes.
Dejadme con la libertad que se pierde
en los labios de una mujer.
Lectura de Antonio Colinas en la Cumbre Poética Iberoamericana (Salamanca, 2005)
POEMAS LEÍDOS EN LA CUMBRE POÉTICA IBEROAMERICANA
(Salamanca, 2005)
LA PLEGARIA DEL QUE REGRESA
Si alguna vez el tiempo se detuvo
fue en esas líneas malvas de vuestros versos
y en las cicatrices verdes de los chopos
que sombrean en el canal aguas humildes.
Recordaré este instante como luz sin herida,
como mundo sin muerte.
Y quizá sea de piedra la luz de aquel ciprés
de piedra verde como verde era
allá en el encinar la tumba del ocaso.
Aún traía conmigo la nieve de la infancia
en la mirada, que iba a fundirse
en la lumbre antigua de vuestros versos nuevos.
¿Han pasado los años? ¿Pasará este día?
Creo que hoy el instante permanece,
tiembla lleno de vida y muy hermoso
como mimbral helado contra soles de invierno.
Nunca olvidéis esa llamada honda
del corazón que es manantial,
la que hoy y ayer os hizo verdaderos.
De la tierra dormida y perseguida
aún asciende la savia
que os salva en la luz.
Entre astro y labio el verso que redime.
Y ese ser en la luz de Castilla,
y ese ser de la luz.
César Antonio Molina, Antonio Colinas y Alfredo Pérez Alencart Alencart
(Foto de Daniel Mordzinsk)
ZAMIRA AMA LOS LOBOS
Zamira ama los lobos.
Yo quisiera ir con ella a buscarlos
a las tierras más altas,
donde los robledales rojos de Sotillo
han perdido sus hojas en las fuentes,
allá donde los caballos
beben el agua helada de las cascadas
y se espera la nieve
como una bendición.
Tú y yo estamos en este hospital
esperando a la muerte.
No la muerte tuya ni la muerte mía,
sino la de aquellos que nos dieron la vida.
Y éstos, ¿a quiénes pasarán,
cuando mueran, sus muertes?
Tú y yo esperando el final,
el vacío del límite,
mientras la vida brilla y tiembla entre nosotros
como un cuchillo inocente.
Y es que, esperando la muerte de los otros,
esperamos un poco la muerte nuestra.
Quizá, por ello, Zamira ama los lobos.
Quizá, por ello, yo deseo también
salir a buscarlos con ella este mes de diciembre
a los páramos altos, a los prados remotos.
Y podríamos ver los espinos,
y las brasas de sangre del sol
en mimbrales morados.
Puesta ya en nuestros ojos
la venda de la nieve,
que no pensemos más, que ya no nos deslumbre
el acre resplandor de los quirófanos.
Zamira ama los lobos,
quiere escapar del laberinto de piedra y cristal
del dolor.
Zamira: partamos y no regresemos.
Colinas en el estudio del pintor Miguel Elías (J. Alencar)
EN LOS PÁRAMOS NEGROS
Gracias por la muerte de estos montes
y por la de estos pueblos, en los que sólo las piedras
se mantienen con vida;
gracias por estos negros páramos del invierno
en los que la tierra asciende a los cielos
y las nubes descienden hasta tocar la tierra;
gracias por esta hora de todos los vacíos
en la que se intuye un final.
De tanta pureza y soledad, de tanta muerte
sólo puede brotar una vida más cierta.
Gracias por la noche, que a punto está de llegar
con la bondad de sus nieves,
y por ese perro vagabundo
que prueba a calentar con su hocico
el estanque helado
para extraer un poco de agua;
gracias porque no nos hemos cruzado
con ningún ser humano
para pulsar el dolor,
y por la pana remendada de parcelas y prados,
que conservan como un tesoro las heridas de los disparos,
los tizones de los últimos incendios;
gracias por los frutales grises de los mínimos huertos
y por las colmenas adormecidas,
y por la casa cerrada desde hace muchos años
de la que no se conoce su dueño.
Y, sin embargo, en este anochecer,
yo quisiera ofrecer lo mejor de mi vida
a toda esta muerte;
yo quisiera cambiar todo el gozo y el oro
que hubo en mi vida
por la contemplación (desde estos páramos negros)
de las montañas últimas.
Porque aquí empezó todo para mí,
porque cuanto he sido, y soy, y digo,
nada sería sin las raíces de las luces frías,
sin esos senderos impenetrables
que sólo han recibido la visita
de los rayos amargos.
Por eso, quiero ser esa lastra ferrosa
bajo la que duerme la víbora,
o la yerba tan fuerte, o su escarcha,
que el sol no logró deshacer a lo largo del día.
Quisiera arrodillarme como tapia abatida,
como pinar abrasado.
No deseo ni puedo volver hacia atrás la mirada,
desandar el camino (¡tan largo!) recorrido,
pues ya sé que, vacío,
en la hora en que todo ya parece morir
a punto está todo de nacer.
La mirada vuela sobre la fosa del valle
(sobre la fosa de la vida),
hacia la gran mole coronada de silencio,
hacia la cima que alberga los misterios.
Gracias por este anochecer
en el que me he quedado entre las manos
con las pobres, escasas semillas
de las que habrá de germinar luz perpetua.
En el anochecer de los páramos negros
estoy solo y profundamente en paz.
Luyego, 10-XII-1999
NOCHE MÁS ALLÁ DE LA NOCHE
CANTO XXXV
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la savia de los troncos talados,
y como roca voy respirando el silencio,
y como las raíces negras respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspirando la luz va espirando la sombra,
que nos anuncia el día y desprende la noche,
que inspirando la vida va espirando la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia y verse derrotado
en un mundo visible por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: “Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido”.
Álvaro Alves de Faria y Antonio Colinas (XVIII Encuentro 2015, foto de J. Alencar)
LA PRUEBA
Mira: a punto estás de penetrar en el bosque.
Vas a dejar la casa blanca de la cima,
tan plácida, tan llena de música y sosiego,
y ahí te espera el bosque impenetrable.
Irremediablemente deberás cruzarlo:
el bosque que desciende por ladera escabrosa,
el bosque en que no hay nadie
y el bosque en el que puede haber de todo,
el bosque de humedades venenosas,
morada de lo negro,
y de una luz que enturbia la mirada.
Entra en él con cuidado y sal sin prisas,
mas nunca se te ocurra abandonar la senda
que desciende y desciende y desciende.
Mira mucho hacia arriba y no te olvides
de que este tiempo nuestro va pasando
como la hoz por el trigo.
Allá arriba, en las ramas,
no hay luces que te ciegan, si es de día.
Y si fuese de noche,
la negrura más honda la siembran faros ciertos.
Todo lo que está arriba guía siempre.
Mira: te espera el bosque impenetrable.
Recuerda que la senda que lo cruza
–la senda como río que te lleva–,
debe ser dulce cauce y no boa untuosa
que repta y extravía en la maraña.
Que te guíe la música que dejas
–la música que es número y medida–
y que más alta música te saque
al fin, tras dura prueba, a mar de luz.
Primer homenaje salmantino, 1999, coordinado por A. P. Alencart
LETANÍA DEL CIEGO QUE VE
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.
Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.
Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semilla mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.
Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu carne ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.
Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.
Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego
me vaya deshaciendo como llama
de vela: con dulzura, despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas.
Antología del I Encuentro de Poetas Iberoamericanos (1998)
PARA OLVIDAR EL ODIO
(11 de marzo de 2004)
Acaso lo más duro y lo más cruel
no sea el abrir violentamente
lo negro en lo blanco:
en la armonía el caos,
en ojos inocentes un cuchillo de ira,
en los labios más tiernos de juventud
la muerte.
Acaso lo más duro sea el odio:
ese odio que establece diferencias,
ese odio que se mama en pecho de odio,
ese odio que se enseña y que se aprende,
que enarbola banderas como pústulas
y que niega brutalmente el amor.
¿Hasta cuándo en el mundo la dualidad más cruel,
la ausencia de armonía?
Nuestra patria es el mundo
y, en él, nuestros pulmones
inspiran armonía y espiran honda paz,
inspiran honda paz y espiran armonía.
Por eso, hoy sabemos ya muy bien
que, como primavera temprana,
como ojo inocente, como labio muy tierno,
nunca cesa esperanza de germinar: lo hace
con mayor rapidez que las mareas de sangre.
Este jueves de marzo no llovía
lluvia de odio:
llovían manos mansas,
que a todo y hacia todos se tendían,
suavemente,
como marea de música,
sólo para sanar, para sanarnos.
Por nada cambiaremos esa lluvia de manos bondadosas.
Son las manos de un fuego que es amor,
un fuego que no quema.
Son esas manos que siempre se entregan
y que nunca reniegan de palabras, ideas, sentimientos.
Marea del amor, más poderosa
que el odio que se mama y que se escupe,
que la sangre violada.
Muchacha muerta que en la fotografía
levantas dulcemente tu rostro hacia el cielo,
muchacho muerto que pones tu oído en la tierra
como para escuchar sólo música:
estáis, en realidad, durmiendo, durmiendo, durmiendo.
No turbéis más su sueño.
No turbéis más sus sueños.
(Inédito entonces)
Alfredo Pérez Alencart y Antonio Colinas en el Café di Roma (2001)
¿CONOCÉIS EL LUGAR?
¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Creo que es aquí, en este espacio
donde se inventa la infinitud de los amarillos;
un espacio en el centro del centro de Castilla
en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre
si tus ojos y mis ojos
mirasen estos páramos
con piedad absoluta
y en donde hasta el espíritu suele arrodillarse
para hacernos su ofrenda
en rosales de sangre.
En este espacio hay un fuego blanco
en el que viene a expirar esa música
que nos llega de lejos, ¡de tan lejos!
¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Está aquí, en una tierra con más cielo que tierra,
donde los ruiseñores serenan la alameda
y la alameda serena a los ruiseñores,
y con la emanación
húmeda del tomillo más nocturno,
acude un enjambre de estrellas
a venerar la última espina de Cristo.
Es el lugar donde la luz
llora luz,
y la catedral de los cardos
alza su grito de silencio,
y están solas, muy solas, las vírgenes anunciadas,
y el pueblo amurallado y muerto
asciende vivo sobre un horizonte de lágrimas,
no sé si como un salmo
o como una corona de piedras inciertas.
¿Conocéis el lugar donde van a morir
las arias de Händel?
Está aquí, en el centro del centro de Castilla,
donde por los linderos morados
se tensa, como un arco, la luz;
es un espacio en que la nada es todo
y el todo es la nada,
y en el que junio joven viene por los montes
vertiendo de su copa oro líquido.
Es un lugar en el que el espacio y el tiempo
sólo son una hoguera
que arde y que mantiene su combustión
gracias a nuestras vidas (quiero decir:
gracias a nuestras muertes).
La música que más amáis
aquí tiene su tumba.
Es la música que, a través de la respiración de las espigas,
viene a morir en la luz que respiran nuestros pechos.
(Inédito entonces)
Jesús Losada y Antonio Colinas (XIV Encuentro, J. Alencar)
SIMONETTA VESPUCCI
Il vostro passo di velluto
E il vostro sguardo di vergine
Violata.
(DINO CAMPANA)
Simonetta:
por tu delicadeza
la tarde se hace lágrima,
funeral oración,
música detenida.
Simonetta Vespucci:
tienes el alma frágil
de virgen o de amante.
Ya Judith despeinada
o Venus húmeda
tienes el alma fina del mimbre
y la asustada inocencia
del soto de olivos.
Simonetta Vespucci:
por tus dos ojos verdes
Sandro Botticelli
te ha sacado del mar,
y por tus trenzas largas,
y por tus largos muslos.
Simonetta Vespucci,
que has nacido en Florencia.
Lectura de Antonio Colinas en el Teatro Liceo, duante el XVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos (foto de Jacqueline Alencar)
POEMAS LEÍDOS EN EL XVIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS
(Salamanca, 2015)
Colinas, Alencart, Fernández Labrador y Fonseca (J. Alencar)
TÁBARA
(Recordando a León Felipe)
Siempre que avanzo hacia el sol
me extravía
el aroma del pino,
el río de los álamos,
la luz de la sangre
de los atardeceres del noroeste.
Antes, me he detenido a posar
mi mano en la piedra de tu estatua.
León Felipe: yo soy de los que aún vagan
extraviados por la luz,
aquellos que todavía
no han logrado encontrar
esa piedra humilde
que tú encontraste
en los caminos:
la de la sencillez que concede
sabiduría.
Tú mismo eres ahora esa piedra-estatua
que hallaste como un don
y que yo todavía no he encontrado;
piedra que al recogerla
del polvo del camino, al descender,
te elevó, te salvó para siempre,
pues se te ofrecía como pan
a peregrino pobre.
(Nadie sabe que tú, el rebelde, hallaste esa piedra
un día de tu infancia, precisamente aquí,
junto a la senda del muro de los monjes,
y que luego, a lo largo de tu vida,
quisiste traspasarla
a palabras-poemas imposibles.)
Seguiré mi camino.
Atrás queda tu torre, y tu pueblo, y tu estatua,
memoria eterna
contra el olvido de los hombres.
Yo sólo soy olvido
mientras siga vagando por caminos perdidos,
en busca de esa piedra
humilde que me sane.
Me acerco a los montes y ya avanza la noche.
Dios me ampara
con la desnudez de sus estrellas rotas.
En la oscuridad,
(en mi oscuridad)
veo sin ver
y encuentro
sin hallar.
Carnicero, Chari Silva, Salvado, Muñoz Quirós, Fernández Labrador, María José, Tundidor y Colinas (XVIII Encuentro. Foto J. Alencar)
UNA FOTOGRAFÍA
Mediodía en la Plaza Mayor
de Salamanca.
¿O era en la Plaza Mayor
del mundo?
No era el acento propio de esta tierra
con el que dialogaban los dos hombres
muy lejos de la suya,
guiados por la amistad, convocados
por la poesía.
El tercero es un joven
que calla, y que escucha, y que aprende,
aunque le hayan traído a hablar
en el “Aula Unamuno”.
Juan Ruiz y José Luis
Cano hablan con naturalidad
de andaluces y enseñan
en la Plaza Mayor,
que ya es todas las plazas.
Salamanca, verano de 1976.
¿Salamanca o el mundo?
Estío pleno de amistad generosa,
cuando la poesía es vida
y no intriga o desprecio.
Una joven mujer embarazada
calla también, y escucha, y contempla
cómo la luz va huyendo por las torres.
Germina el diálogo y germina
vida nueva en su vientre.
Serenidad completa, atardecer
con fiebre en el oro de los muros.
No había llegado todavía
silencio y olvido a la noche
de sus vidas.
Sin embargo, aún perdura otro oro
que no es el de la vana
fama del poderoso:
el alto ejemplo y la amistad vividos,
no soñados.
Colinas, Alencart y Elías (2011)
POEMA LEÍDO EN EL XVI ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS
(Salamanca, 2013)
Luis Frayle, Pío E. Serrano y Antonio Colinasi
DE FRAY LUIS DE LEÓN A ANA DE JESÚS
No me esperes ya más.
No volveré a la Corte.
Ya nunca más verán
mi caballo atado a la puerta
de tu convento,
mientras dentro las almas,
(separadas por rejas)
dialogaban de amor.
Huye muy pronto, cruza
la frontera.
Y no olvides llevar
contigo aquella copia del Cantar
de los Cantares que en secreto te di.
O hazla arder despacio, muy despacio,
con la llama de la vela
de tu celda asediada.
No podré regresar, pues hay un monte
que me espera,
que por siempre adormece mis sentidos
en la noche más noche
y un rumor de fuente en la umbría
de la que mana la serenidad
que el mundo no me dio
con sus espinos.
Y si ahora he perdido
hasta el amor de ti y el de todos,
creo haber encontrado,
en esta soledad y no en los libros,
definitivamente
a Dios
No me esperes ya más, atraviesa
la frontera.
Huye pronto, que yo
me quedo en esta paz
silenciosa, aguardando
a la Señora Muerte.
Ni a tu huída
ni a mi quietud
les podrá ya dar caza
la jauría.
Antonio Colinas y José Hierro en Salamanca, 2001 (foto de A. P. Alencart)
POEMA LEÍDO EN EL VII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS
(Salamanca, 2004)
EL ÚLTIMO DIBUJO DE LA NOCHE: Al fin, se han ido todos/ y decides hacer un último dibujo para ti./ Habías visto esta tarde/ estallar el otoño por los montes/ de Jaizubía (plata de los tilos,/ oros del abedul, los bermellones/ de los helechos en umbrías húmedas),/ pero de noche, en este bar vacío/ de una ciudad con las calles sin alma,/ nada te queda ya sino ese poso/ de negrura en la punta de tu lápiz/ para esbozar un último dibujo.// Miras alrededor, te desesperas/ buscando una alguna flor por el local/ que no sea de plástico,/ para encender ese dibujo oscuro/ esta noche con lluvia y sin jardines./ Hay también en la noche (¿o lo sientes en ti?)/ un dolor muy agudo/ que deseas borrar con los trazos del lápiz. / Te desesperas, buscas en ti y fuera de ti/ colores de otros días: esmeraldas/ del Septentrión, aquellos que te trajo/ la musa melancólica/ o, esta tarde, los bosques de Jaizubía en llamas.// Pero, como en la vida,/ en el dolor final ya todo es noche./ En el orujo claro de tu vaso/ vas mojando un dedo/ y lo pasas despacio por las líneas/ para difuminar más su negrura;/ quieres sacar del negro lo más blanco,/ pero la luz (el alba) se resiste:/ no llegará detrás del aguacero.// Con alcohol y con lluvia,/ lentamente, suavizas/ las formas del dibujo, la noche y el dolor,/ a la espera del alba/ que, no tardando, llegará./ José/ Hierro se ha quedado sin colores/ con que encender la luz de un nuevo día,/ pero se salvará en el trazo, en ese rayo/ de energía inspirada/ que salta de sus dedos.
Antología del III Encuentro (Homenaje a Claudio Rodríguez)
POEMA LEÍDO EN EL III ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS
(Salamanca, 2000)
Asunción Escribano,María José, Jacqueline , Alfredo y Antonio
RAZÓN DE LA PALABRA
Perdonad si no he dado a las palabras
ese sentido que me reprocháis;
disculpadme si sólo
he ido recogiendo palabras en mi vida
como piedras de los caminos,
como leña en los montes;
disculpad si ofrecí mis sentimientos sin máscaras
y fui mucho más fiel
a las palabras vivas que a las muertas,
si no puse coronas a lejanos difuntos,
si no desmenucé, sajé, sangré
sus palabras, cuando ellos eran ya
cadáveres gloriosos.
Me arriesgué a encontrar los tesoros nocturnos
marchando sobre el borde de los acantilados
por senderos musgosos,
penetrando en malezas que ocultaban
los cepos oxidados de la envidia
y los antiguos pozos abismales
en cuyo fondo aúllan corrompiéndose
los animales del odio.
Vivo estoy aún y vivo estaré
en las palabras claras
que he hallado como piedras de un camino,
como leña en los montes.
Yo sólo he tenido que encontrarlas
entre zarzas y espinos.
Con ellas pude dar sentido a mi vida.
Eso es, eso ha sido lo importante.
No tuve por misión utilizar palabras
como piezas de museo, como medallas que rinden,
como navajas que hieren.
Perdonadme si, milagrosamente,
me encontré esas palabras
con las que un día habré de dar vida a los otros,
muerte y vida a mí mismo.
(Inédito entonces)
Colinas, Jacqueline, Pepe Carralero, Alencart y Pepe Isla
Enrique Cabero, entre Colinas y Alencart (Ángel Almeida)
El cielo de salamanca, primavera de 2000. Primer homenaje a Colinas en Salamanca
Antonio Colinas, reciente retrato hecho por el pintor de los poetas, Miguel Elías
mayo 21, 2016
Si el poeta está siempre buscando la ARMONÍA DEL MUNDO, el lector, o sea, yo en este momento, he encontrado algo parecido a la armonía al leer estos poemas. Tal vez, la armonía no sea sino la conjunción emocionada entre un poema y el lector que lo liba. Gracias por tu ayuda para ascender las «Colinas» de la vida.
mayo 25, 2016
Me alegra y enorgullece el galardón recibido por el poeta, paisano y amigo Antonio Colinas . Me alegra y emociona la trayectoria del poeta sin fronteras y más que amigo Alfredo Pérez Alencar