Salamanca, Espadaña de la Plaza Mayor, de José Amador Martín
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar textos de tres poemas latinoamericanos. En el caso de Alfredo Cardona Peña, ya fallecido, es un recuerdo a su memorable obra. Completan la nómina el mexicano Juan Ángel Torres Rechy, quien acaba de obtener el doctorado en Filología por la Universidad de Salamanca y prepara las maletas para el retorno. Y se han seleccionado dos poemas del primer libro del chileno Mauricio Invernizzi.
Alfredo Cardona Peña
ALFREDO CARDONA PEÑA
(San José, Costa Rica, 1917 – México D. F., 1995)
Ensayista, narrador y poeta. Radicó en México desde 1938. Realizó estudios de ciencias y letras en Costa Rica. Fue reportero, editorialista, reseñista y entrevistador de Novedades; catedrático de la Escuela de Verano de la UNAM y de la Escuela Normal de Maestros; perteneció a la generación de Tierra Nueva. Recibió las siguientes distinciones: Premio Centroamericano de Poesía 1948, Guatemala. Premio Continental de Poesía 1951, Washington; Premio Nacional de Poesía 1961, Costa Rica; Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría 1962, Costa Rica; Premio Nacional de Poesía de Campeche 1984; Presea Sor Juana Inés de la Cruz 1984.
Entre sus libros de poesía destacan: Poemas numerales (1944–1948) (Guatemala, Ministerio de Educación Pública, Col. Contemporáneos, núm. 17, 1950); Los jardines amantes (Cuadernos Americanos, núm. 23, 1952; CONACULTA, Col. Lecturas Mexicanas, 1992); Poema nuevo (sobretiro de Cuadernos Americanos, 1955); Confín de llamas (FCE, Col. Tezontle, 1969). Está considerado como uno de los poetas centroamericanos más relevantes del siglo XX.
El poema que publicamos apareció en ‘Alfredo Cardona Peña, Viñetas terminales’. LXXXII, Joaquín Mortiz. México, 1987, Edición al cuidado de Joaquín Diez-Canedo de 250 ejemplares fuera de comercio. Ejemplar 150 con firma del autor, p. 92. Transcripción de Adolfo Castañón.
Estatua de Montaigne
OBSERVEMOS A MONTAIGNE
Observemos a Montaigne : está escribiendo
como si dibujara : de pronto se detiene,
nos observa, sonríe, y continúa
escribiendo despacio o tachando
con rapidez, como hacen los pintores
a las sombras. Pero avanza impetuoso
al describir países, sus costumbres.
Pasan las guerras, caen las edades,
surgen otros atuendos. Y callado,
metido en sí, vigente, llegará a nuevos siglos
trabajando. Mirad, ahora ha levantado
la vista, nos observa, sonríe. Luego
sigue siendo quien es. Y los Ensayos
forman ideas, citan, nos estudian, y conversan.
El poeta Juan Ángel Torres Rechy, en el Liceo de Salamanca (foto de José Amador Martín)
JUAN ÁNGEL TORRES RECHY
(Xalapa-Equez., Veracruz, México, 1983)
Doctor en Filología por la Universidad de Salamanca y Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana. Poemas suyos están incluidos en las antologías Neblinenses (Xalapa, 2005); Poesía para un existir (Homenaje a Santiago Castelo, Badajoz: Unión de Bibliófilos Extremeños, 2010); O Divino. Sílabas do Oeste (Sirgo, Castelo Branco, Portugal, 2011); Di tú que he sido (Homenaje a Miguel de Unamuno, Salamanca, 2012) y en la revista Crear en Salamanca. Ha participado en Lecturas poéticas en la Universidad de Salamanca (2008), en el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, 2012); en el Encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León, 2009-2015), en el Encuentro Cristiano de Literatura y Premio Jorge Borrow de Difusión Bíblica (Salamanca, 2011-2016), en el Homenaje Internacional a San Juan de la Cruz (Ávila, 2013) y otros. En su país fue profesor de Español y Literatura en Secundaria y Bachillerato. Forma parte del Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas (SEMYR) de la Universidad de Salamanca.
Pintura de la danesa Gro Johnsen
TRISTE POEMA DE AMOR
Me apetece sentarme a su sombra,
su fruto me endulza la boca.
CANTAR DE LOS CANTARES 2, 3.
No quiero volver a olvidarte cuando el viento sople a oriente,
pero no seré yo quien estará a tu sombra mañana.
Andaré extraviada, como antes. En tus brazos…
no había espacio para la voz. Tus palabras
eran las piedras de unas aguas que empapaban mis cabellos
dorados. Ahí llegabas con las palomas de tus ojos
al silencio de mi labio y yo no decía nada.
Escuchaba tu nombre y no entendía por qué
no todas las doncellas no te conocieron antes:
me lastimaba no saciar tu sed. Cuando te alejaste y yo te busqué
en las calles los hombres me raptaron sin que yo apenas me resistiera.
Después recordé el olor de tus perfumes porque pasaste junto a mí
y se me rompió tu nombre en un llanto quedo.
El poeta y músico Mauricio Invernizzi
MAURICIO INVERNIZZI
(Valparaíso, Chile, 1963)
Cantautor y poeta chileno, médico psiquiatra. Fundador e integrante del desaparecido Grupo Átrio, de música de raíz latinoamericana, ha continuado como solista, desarrollando la poesía y la composición de canciones. La mayor parte de su obra musical y poética está disponible de modo gratuito en medios digitales. Vive y trabaja en Valparaíso.
Los dos poemas seleccionados forman parte del poemario ‘Desierto os digo’ (Hebel, Santiago de Chile, 2016), publicado bajo la dirección del poeta y téólogo Luis Cruz-Villalobos.
Desierto os digo (Portada)
XIII
Noche de luna, redondo espejo,
plateada lámpara, noche iluminada.
En el desierto, azules, las sombras
aparecen, dibujando caminos.
Silencio de voces, ruido de luz.
Luna mensajera, presagio de sentido.
El firmamento diccionario
de las palabras que no escucho,
de las frases que no escribo,
dispuestas, enlunada lectura,
por el escritor siempre eterno.
En el desierto, la sombra ante mis pies,
de este punto en este punto;
en lo infinito, ni un segundo,
ante lo eterno, se es o no es.
Si no miro mis pies, en esta noche,
no veo mi sombra, que no es oscuridad,
sino lo que menos veo de la luz.
Noche de luna, redondo espejo,
plateada linterna,
la luz que reflejas
¿de dónde proviene?
Desierto de Atacama
XIX
¡Al desierto, dije un día, no iré!
pero fui y siempre volveré.
En silencio te buscaré,
en la noche aprenderé,
en tu luz me regocijaré,
en tus aguas me saciaré:
paz
en el silbido de tu viento,
fortaleza
en el trueno de tu voz,
reposo
en la presencia de tu ser.
Desierto, de Max Slevogt
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