POEMAS DE ‘AL CALOR DE TUS MANOS’, DE ELENA DÍAZ SANTANA (POETA ANTE LA CRUZ 2020)

 

Elena Díaz Santana durante su lectura en la Catedral de Salamanca

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar siete poemas de la poeta canaria-salmantina Elena Díaz Santana (Las Palmas – Gran Canaria, 1964), licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. Forma parte de la Junta Directiva de la Asociación Amigos de Unamuno de Salamanca. Poemas suyos aparecen en diferentes antologías, como las de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, Decíamos ayer dedicada a Fray Luis de León, en el 2013; Explicación de la derrota a Aníbal Núñez, en 2017 o Por ocho centurias, dedicada al octavo centenario de la Universidad de Salamanca y a Diego de Torres Villarroel, en 2018. También en la Antología bilingüe Un extenso continente dedicada al poeta portugués Antonio Salvado; en Travesías del alma (doce escritoras con Teresa) en 2015; en Invitación al hombre Poetas contra la droga, en No resignación dedicada al maltrato en la mujer, en las antologías correspondientes al IV y V Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, en Poetas con el Sur Volumen para el grito, 2017 y en el libro de poemas oracionales, La sombra de la Cruz entre palabras en 2017. Participo en el II Encuentro dedicado a Fray Luis de León, celebrado en Salamanca y en la Antología publicada para la ocasión: Ab ipso ferro en 2018. Poemas suyos aparecen en la revista El Cobaya, dedicadas a Rubén Darío y a Gloria Fuertes; también en la revista Pasión de Salamanca y en Papeles del martes. Ha tenido el honor de participar en la II Proclama por la Paz, organizada por la Hermandad Franciscana del Santísimo Cristo de la Humildad de Salamanca.

 

Con relación a estas ofrendas líricas, escritas a petición de la Real Cofradía de Cristo Yacente de la Misericordia y de la Agonía Redentora, la poeta destaca: “La poesía, para cualquier poeta, es una forma de estar en el mundo, de dialogar con uno mismo y con los demás por medio de temas universales. De un poeta a otro solo cambia la mirada, la forma de ver y de entender el mundo y sus misterios. Estos poemas que os dejo en Al calor de tus manos nacen inspirados en mi propia vida, donde Dios se entreteje con los elementos más míos, como la familia, la isla, la muerte o las palabras, como única herramienta de que disponemos los poetas para crear, configurando así mi voz poética, mi voz sencilla, pero no por ello menos profunda y sentida en el decir”.

 

 

Portada del poemario, con ilustración de Andrés Alén

 

EN ESTE AHORA

 

Señor,                 

me presento ante ti

para echar a volar

los versos que nacieron

de mi sentir más profundo.

He dejado mi alma a la intemperie

para honrarte,

y que fueras tú,                       

mi inspiración, mi luz, mi guía

y tu voz,

la única música

que poblara el ansiado silencio.

Quiero darte mi mano

en este ahora,

en que duele tanto contemplarte,

apresar lo que mana de ti

para que no olvide

este acto de amor mi corazón.

Me he aferrado al calor de tus manos,

para recorrer juntos el camino;

paso a paso,

has avivado la llama

que en mi interior dormía,

pensando en ti,

sintiendo en ti,

muriendo contigo

y resucitando en tu luz

a la luz de la esperanza.

Otra imagen del acto celebrado en la Catedral de Salamanca

Foto de Miguel N. Sánchez

 

 

EN TU LUMINOSA SOMBRA

 

A la sombra de la cruz,

abriéndose paso entre grietas y heridas,

crecieron estos versos.

Señor,

te apoderaste de mi sentir,

como lo hace el musgo

de las cicatrices de las piedras.

Enraizada en ti,

me alejé del engañoso fragor

en que no estás,

para que habitases el espacio

donde solo tu cuerpo

llena la tan ansiada soledad.

Para vivir en ti,

quise que fueran las aves,

canto, alas, vuelo,

las que poblaran el territorio sagrado. 

Siempre en ascenso mantuve la mirada,

buscando tu soplo en el cotidiano latir.

Yo soy el pequeño gorrión posado en la rama.

tú, su fruto y su alimento.

 

 

Cristo de la Agonía Redentora, imagen que preside el Acto

Foto José Amador Martín

 

 

LA LUZ MÁS CIERTA

 

   Y que nos va quedando poca leña,

 entre las manos, para alimentar,

la mínima hoguera del espíritu.

Antonio Colinas

 

Señor, tú tan cerca de mí ahora,

en íntimo diálogo,

escucha,

cuanto se hace súplica

en mi interior.

Pon levedad

en cada una de las cruces

que arrastro en el caminar,

cargas que pesan,

por unir mi dolor al del ser humano.

El calvario en el sufrimiento nos iguala,

compartimos lágrimas, sed y miedo

ante la incertidumbre.

Tú, el Hijo de Dios,

te abajaste a nuestra insignificante medida,

escarnecido, humillado,

y fuiste a morir,

en la soledad de la cruz,

junto al ladrón.

Creíamos que todo había terminado,

mas en el supremo instante,

nos abriste la puerta a la luz más cierta.

El sepulcro vacío nos desveló el misterio:

tu cuerpo santo en sacrificio,

por nuestra redención. 

Atrás queda la cruz del sufrimiento,

para hallarte en la claridad

donde el amor respira y se acrecienta la fe.

 

 

HORIZONTES DE LUZ

 

Seis lustros hace

que me acoge tu cielo, Salamanca,

entretejiéndose en mí

dos espacios primordiales:

los horizontes azules de mi infancia,

y la dorada inmensidad de Castilla.

Traía lo justo en la maleta

y lo esencial en el corazón:

Tú, Señor, junto al amor de los míos,

como baluarte que habría de salvarme,

atenuando la soledad y el desasosiego.

Traía también la semilla de la palabra,

de incipiente poeta,

a cuyo cobijo confié mis intemperies.

En cada lugar, llenas mi alma

de diferente manera.

Ya no me reconozco sin esta ciudad

que me completa tanto como aquella,

donde nací.

Habrías de ser tú,

quien me esperara con los brazos abiertos,                                       

a ti te ofrezco cuanto soy:

ave de doble cielo y un único destino.

En mi sentir ahora,

en la misma rama,

canta el torcal junto al pinzón

y me alimenta la dehesa cereal

como el oxígeno del mar y sus orillas.

Despojada de todo

deseo cuidar los dones con que me has bendecido,

pues allí donde tu luz respira,

halla contento mi ser.

 

 

ARROPAR LA DESNUDEZ

 

Os aseguro que lo que hayáis hecho a uno solo

de estos mis hermanos menores

me lo hicisteis a mí.

Mateo 25,40

Ayer en la calle,

se cruzaron mis ojos con tus ojos. 

Te reconocí,

en el rostro de un vagabundo,

que yacía olvidado

en una acera.

Era un estorbo

que dormía a ras de suelo

su hambre y su sed.

Alguien sintió compasión

del pobre hombre,

y, arrodillándose ante él,

quiso aliviar el peso de su cruz

expuesta al mundo.

¡Qué fríos los caminos que transitan!

son, como un río,

donde han olvidado hacer noche

las luciérnagas,

o una casa cuyo lar,

ya no convoca ni caldea.

¡Qué fracaso, Señor, y qué tristeza,

mientras haya uno solo

de los nuestros,

necesitado de una mano compasiva

que lo alce de la hondura del pozo,

donde la luz no llega!

Ojalá que en la desnudez del hermano,

abriguemos, tu cuerpo sin túnica, Señor.

Elena Díaz Santana, durante el acto

 

 

TRIGO TU CUERPO

Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y,

pronunciando la bendición, lo partió y dándoselo

a sus discípulos dijo: ”Tomad y comed, este es mi cuerpo”.

Mateo 26, 26-29

En la inmensidad sagrada de estos campos,

necesito soñarte, Señor.

Bajo el añil del cielo,

donde pacen las enjalbegadas nubes,

crece el trigal,

en el que, al ritmo lento de las estaciones,

se esponjan las espigas. 

Danos de comer,

del pan candeal de tu palabra y tu consuelo,

danos de beber,

ya ha madurado la uva

en la vid frondosa

y sacia nuestra sed,

con el vino de tu sangre

o con el agua salvífica,

que, junto al pozo,

prometiste a la mujer de Samaría.

Que no nos falte el oro de estos campos,

tu cuerpo-hogaza colmando,

nuestra alacena vacía.

Arropada,

por la calidez cereal que

a esta ciudad circunda y abraza,

eres tú, el único alimento, Señor.

 

 

 

Cristo de la Agonía Redentora, Imagen ante la que se celebra  el Acto del «Poeta ante la Cruz»

Foto José Amador Martin

 

 

LA MEDIDA DE TU AMOR

 

Nadie sale indemne

de ningún cara a cara

librado contigo, Señor.

Mírame al abrigo de la Cruz,

queriendo sustentar mi mirada sola

en tu mirada herida

y no salir derrotada.

Deseosa de saber,

si compensaron las afrentas,

si merecieron la pena

los latigazos que rasgaron,

tu recia piel.

Contemplo el misterio

que guarda tu dolor

y asoman a mis ojos lágrimas

que no sacian la sed de comprender,

en las que corazón y razón,

buscan en la balanza su equilibrio.

Hacia lo divino se inclina el fiel

de tu misericordia infinita,

nada supera el peso de tu amor,

ahí la respuesta a todas las dudas.

Tras esta batalla librada contigo,

me siento, Señor,

felizmente enredada a ti,

atada cual madreselva

a los latidos de tu pecho,

donde fulge, la luz guía de tu faro divino,

en la incertidumbre.

 

 

Lectura de Elena Díaz Santana

 

 

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