Retrato de Federico García Lorca, de Alejandro Cabeza
Crear en Salamanca se complace en publicar estos poemas escritos por el poeta catalán Santiago Montobbio (Barcelona, 1966), recordando al notable poeta Federico García Lorca. Es licenciado en Derecho y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Profesor de Teoría de la Literatura y Crítica Literaria en la UNED. Tiene publicados numerosos libros de poesía.
***
POEMAS CON GRANADA Y FEDERICO
Recibí con verdadera ilusión la invitación a participar en el XVII Festival Internacional de Poesía de Granada 2020, y esta ilusión a ir a Granada y participar en él la escribí en un poema. Un poema es testimonio de ella y la refleja. Me hubiera gustado leerlo como sorpresa para despedirme en la lectura que iba a realizar allí el día 7 de mayo y que no podrá ser, como nada durante un tiempo.
Este poema que escribí une Granada a la poesía, y recuerda también la presencia de Federico García Lorca en mis poemas. “Gerona, la lluvia y Federico” es un poema escrito el año 2009 y es el que cierra el primero de los libros que se publicó con los poemas escritos ese año, titulado La poesía es un fondo de agua marina. Son poemas que por lo común no tienen título, pero éste lo tiene, y en él Gerona, la lluvia y Federico. En otro poema de ese año 2009 vuelven a aparecer y estar juntos Gerona y Federico. Se incluyó en el cuarto libro de la tetralogía en que se reunieron los 942 poemas escritos ese año 2009, y que es el titulado Sobre el cielo imposible. Federico García Lorca unido a Gerona, y en Gerona lo recuerdo otra vez, en un poema escrito el 2 de junio de 2018, y allí, en Gerona, pienso y recuerdo también su vinculación con Barcelona -y en realidad, con Cataluña toda. Por esto está Federico García Lorca en mis poemas, y así lo dice el poema que escribí al saber que iba a Granada para participar en su Festival de Poesía y me hubiera gustado leer allí. Esos días leía, de manera casual y sin haberlo planeado, a Federico. Y escribí alguna prosa o poema en prosa que acompaña la lectura de sus poemas. También la lectura, unos días previos, de los poemas arábigo-andaluces, lectura también espontanea y no programada o planificada de antemano. Me hacen estos libros y su poesía tener presentes a Andalucía y su poesía y más aún a Granada y Federico. Granada aparece en ellos como emblema e imagen inagotable -siempre aún por conquistar, dice el poema que quería allí leer- de la poesía. Si Federico García Lorca va unido en algunos de mis poemas de otros años a Gerona, ahora aparece en mis poemas unido a su ciudad, a Granada, que es también la ciudad en que iba a tener y volverá a tener lugar este Festival Internacional de Poesía.
La poesía tiene conciencia de sí misma, al menos cierta conciencia, y así a veces he señalado sucede y se da en la mía. Estos mismos poemas tienen conciencia -y la expresan- de esta unión entre Granada y la poesía, y también de la presencia de Federico en poemas míos previos. Pienso que sería, es bonito reunir estos poemas y formar con ellos un conjunto. Hay una unión íntima entre ellos que así permite que se haga, pienso. Pero lo hago a la vez con una intención, y es la de que reunir estos poemas y darles este título –Poemas con Granada y Federico- me ayuda a sentir y pensar que esta edición del Festival de algún modo se ha realizado y no se ha perdido. Lo ha hecho en las ilusiones, en las intenciones y en los pensamientos de quienes la organizaban y de quienes íbamos a participar en ella. Estos poemas que se escriben sabiéndola segura y cierta me ayudan a sentirlo de esta manera. Y es por esto que los reúno.
Porque los poemas acreditan, pese a todo, su existencia y su realidad. Esta edición del Festival está en algunos de estos poemas que reúno y de algún modo por ello podemos sentir que ha sido. Ha sido y es verdad. Si está en los poemas, lo es. Porque, como asegura el verso final de otro poema escrito también el año 2009, e incluido igualmente en el libro La poesía es un fondo de agua marina, como el primero que abre este conjunto: “Los poemas están,/ no engañan”. Y, si en ellos algo está, es real, soñado y a la vez real, verdadero y ciertísimo, como siento esta edición del XVII Festival Internacional de Poesía de Granada 2020 a la que estaba invitado a participar y no ha podido ser -como nada- y siento también será indefectiblemente la edición próxima del Festival. Con este deseo, con la intención de que sea un buen augurio, reúno aquí estos poemas.
S.M.
Barcelona, 25 de marzo de 2020
Estatua de García Lorca en Granada. Foto de Luke Peters
GERONA, LA LLUVIA Y FEDERICO
Mañana quiero ir a Gerona, aunque sea un día
de lluvia, como dicen
que será. A Gerona
le sienta bien la lluvia, no sé cuántas veces
me he visto allí envuelto en ella, y la recorta
y la perfila sobre sí misma, le da ligereza
y a la vez profundidad, peso, y es más que nunca
ella misma sobre esa agua y esa cortina.
Recuerdo ahora una ocasión, otoño o invierno,
y llegar y caer una lluvia densa, plomiza,
aparecer mientras subíamos la Rambla (que tiene
el precioso nombre de Rambla de la Llibertat,
pero que los gerundenses desconocen, y es para ellos
sólo la Rambla) y llegábamos
al Pont de Pedra, girar e ir a refugiarnos detrás,
en una chocolatería, frente al Teatro Municipal y al Ayuntamiento,
para verla caer y dejar que sucediera. Y comprender
y aprehender en ese instante, sentir por un momento
que Gerona era así ella misma, en ese cielo negro
que se desploma, en esa imagen velada y llena
de lluvia plomiza, con grises y negros que la limpian
y la purifican. Esos días había leído en una prosa poco conocida
de Federico García Lorca una frase preciosa (“La lluvia pone a la ciudad
un birrete de doctor en Letras”), y la sentí precisa y como nacida
para esa ciudad y ese momento, para esa Gerona en que llueve
fuerte, arrecia, y hay que ir a refugiarse en una chocolatería,
Gerona y su imagen de ese momento, en la que se encarnan de modo perfecto
la frase o el hallazgo de Federico. Gerona, la lluvia y Federico,
en cuyo epistolario leo que con los Dalí va a los oficios a Gerona,
es una Semana Santa antigua, se lo comento a mi padre y dice
que hemos de ir también nosotros, que hace tiempo que allí no vamos,
a esta Gerona en la que (como decía de sí también mi padre)
yo me siento bien, y siento en ese momento la lluvia
que la devuelve a sí misma, la hace más ella,
la vuelve gris, la purifica y limpia, como ya dije, y quizá por aquello
que según mi padre dice Galdós en sus Episodios Nacionales
de Gerona, tres veces inmortal y cuatro veces sucia, y que a veces
recordaba y yo nunca he leído ni he podido comprobar si es cierto
o es exacto, esa Gerona sucia y rincón de provincias,
perdido y viejo, que se ha limpiado y ha restituido su lugar
y es ya sólo historia que con orgulloso esplendor camina,
historia secreta y bella, raíz de culturas, un antiguo trozo de Roma
que en una escalinata parece que asoma, y la Cataluña
sabia y vieja. Gerona, Federico, Galdós, mi padre y la lluvia
a los que enlazo de pronto
porque espontáneamente pienso que mañana
quiero ir a Gerona, aunque sea día de lluvia, como los días todos
de esta Semana Santa salvo éste, en que ha lucido un sol espléndido
y del que hemos disfrutado como hemos podido. Ampurias
y su sabor a perdido paraíso, las playas, las ruinas y los pinos,
la iglesia de San Martín, las hojas de acanto en una de sus calles,
tan griegas como la isla que estas tierras fueron, L’Escala,
Torroella, el Montgrí que siempre nos ve
y acaso nos vigila, Peratallada, Canapost, el poblado ibérico
de Ullastret, en el que además de la gravitación de la historia
se siente y goza la panorámica del Ampurdán verde,
de los campos allí dibujados para el goce de la vista,
de su planicie espléndida, que ensancha y da
libertad al aire, la naturaleza con belleza tanta
como el peso vibrante de la historia, y el cuidado
con que está dispuesto todo, olivos y cipreses que acompañan
a las casas, templos, calles, cisternas e íberos silos,
con los lirios morados que esplenden entre el verde.
Y vuelta a casa, Sant Jordi Desvalls, para nosotros sólo Sant Jordi, el campo, un paseo,
aquí donde estuvo enfermo dos semanas, reponiéndose,
Fernando el Católico con su madre, antes de serlo,
y paseo por las calles, por las preciosas arcadas que veo dos puertas más allá y son
el raro y poco sabor que del Renacimiento en Cataluña queda, ventanas del castillo
en sus calles viejas, 1563, 1605, el año en que se publicó
El Quijote, pienso, 1620, alguna casa con alguna leyenda, miram i no’m tocs
perche estic feta d’albarchocs, la iglesia tan cerca, las tórtolas,
las palomas, la ermita, más allá, en un veïnat,
del año mil, paseos tan breves estos días de lluvia y viento frío
y que hoy se ha ensanchado con el campo y sol espléndidos.
Pero mañana Gerona y más lluvia, la lluvia justa
en que encontrar y abrazar otra vez a Federico
en la imagen misma de su brillo, mientras entro en la ciudad
y exactamente siento que la lluvia
le pone un birrete de doctor en Letras
y que eso ha sido escrito para ese sitio y ese momento,
para Gerona en esa lluvia en la que vuelve
a estar vivo Federico
mientras en su frase yo le encuentro y le abrazo
como imagen que es también recuerdo
y a la vez revelación y final cierto.
Sant Jordi Desvalls, 9 de abril de 2009
De La poesía es un fondo de agua marina (2011)
Manuel Ángeles Ortiz y Federico García Lorca
CUÁNTO HE IDO A GERONA, CUÁNTAS TARDES
aquí he pasado: así lo pienso hoy que vuelvo,
y desde el Pont de Pedra aparezco en la chocolatería
en que en otro otoño un día de lluvia de hace años
tuvimos que refugiarnos, ciudad y lluvia que se unieron
dentro mío y me hicieron en el corazón recordar
una bella frase de Lorca. Lo conté en Pascua
en un poema, y hoy que vuelvo y allí
mis pasos
se encuentran
lo recuerdo, y veo a mi padre exclamando,
contento o exultante casi: Yo me siento bien
en Gerona, antes de cruzar el río, al lado
de la plaza de la Independencia. Plaza
de la Independencia y Rambla de la Libertad,
nombres preciosos, que el espíritu refuerzan,
y ensanchan, y que no sé si las gentes de aquí
usan. Cuánto entré por aquí en Gerona.
Un tiempo miraba en el bar de Sant Jordi en la prensa local
los precios de los pisos de aquí, un gran piso
en la plaza de la Independencia, por ejemplo,
a precios mucho más asequibles que los de Barcelona,
increíblemente más barato, y pensaba
en el sueño que sería poder tener uno.
Pero, aunque baratos, tenía juventud
y no dinero, y ahora juventud ya no tengo tanta
y dinero sigo sin tener ninguno. Un sueño
que como tantos sólo como sueños nos figuramos.
Pero cuánto he ido a Gerona, desde Sant Jordi,
que está tan cerca. Un paseo. Con mi padre,
como el día que recuerdo, y que comentaba a veces
cómo un personaje de Los cipreses creen en Dios,
que no he leído, pescaba en directa desde la ventana
de su casa del río el pescado, esas casas
tan deterioradas y que tan bien han recuperado,
y llenan a la ciudad de encanto. Recordé en aquel
poema de Pascua también
a mi padre en Gerona, y aquello de Gerona, tres veces inmortal
y cuatro veces sucia que aseguraba decía Galdós
en sus Episodios nacionales y yo no he comprobado.
Así que este poema es casi el mismo poema,
o es que acaso es un mismo sentimiento el que continúa
hoy, al volver aquí, al pensarlo y escribirlo, al salir
a la chocolatería de la lluvia y Federico, bajo los soportales
enfrente del Ayuntamiento. Encanto y poesía.
Historia que anda. El call, las murallas,
la catedral, esa otra preciosa catedral que es Sant Feliu,
Sant Pere de Galligans, los baños árabes, la Rambla,
carrer dels Calderers, lo que es la universidad ahora,
calles y escalinatas y paseos por los que ando
y me pierdo, por los que sueño y me encuentro.
Está Italia o más exactamente Roma
en alguna esquina. Nos parece que asoma.
Tiempo, poesía e historia. Tantas tardes.
Porque cuánto he ido a Gerona, sí,
con mi padre, y más generalmente solo,
tantas veces, en años de soledad
las tardes en Gerona han sido
para el corazón los compases
de una secreta música
que con ellos aliviaban. Hoy
estoy con mi madre, como en Pascua,
y qué bonito es Gerona, dice, mientras
tomamos algo viendo la catedral,
en un alto del paseo y mientras
yo siento esto. Siento otra vez
el mismo poema, u otro poema que es el mismo
y canta a Gerona, y años de soledad
recuerdan. No he traído libreta para escribirlo
y así se lo digo. Pero intentaré, aunque en mí
sea del todo inhabitual, recomponerlo
o volver a sentirlo en casa. Porque quiero escribir
un poema que es otro y es el mismo,
un poema que cante a Gerona, a su belleza y su misterio,
en el que Gerona esté, como ha estado,
como compañía y música en mi vida, que es como
puede estar en nosotros
ese lugar del espíritu y estado de ánimo que a veces es una ciudad.
Y Gerona así lo es, así en mí está. Y por esto
este nuevo poema que quizá para nadie ya
interés tenga, por exacto al otro, pero en el que quiero
simplemente decir a Gerona, al corazón y al poema
de nuevo traerla y hacerlo -y así acabo- de un modo
que enlaza otra vez con Federico porque es
exactamente de la manera que precisa el título
del segundo poema que a su memoria le dedicó
su amigo Luis Cernuda, es decir, otra vez, con sentimiento.
Aquí y así también Gerona en este poema.
Sin más anécdota ni historia que la música
que al volver a caminarla resuena en mis adentros.
Sant Jordi Desvalls, 11 de octubre de 2009
De Sobre el cielo imposible (2016)
Serigrafía de José Caballero
GERONA, LAS FLORES Y FEDERICO
Gerona. En los jardines de la Francesa.
Habíamos quedado en comer algo ligero
y como si fuéramos chicos -bocadillos,
fruta- en los jardines de los alemanes,
pero el amigo que organiza el día de hoy
ve que se va encontrando a la gente
en la plaza de la Catedral y decide
que comamos en estos otros jardines,
que están más cerca. Es un rincón
precioso. De arte, de belleza en
sus flores, su naturaleza. Recogido,
íntimo. También la perspectiva
que desde aquí tienen el corazón
y la mirada del ábside. El ángel
que corona la catedral de Gerona
parece que vuela. Así a veces
lo parece, y así han
de hacer los ángeles. Gerona.
Una comida con amigos en estos jardines,
como si fuéramos unos chicos. No lo somos,
ya lo sabemos. Pero aún podemos
y sabemos estar en un jardín. Turistas
que pasan un momento y se van. Nosotros,
barceloneses en Gerona, no somos turistas.
Somos otra cosa. No sé qué es, de un
modo genérico, un barcelonés en Gerona,
pero yo sí sé que en Gerona estoy
en casa. Así lo sé y vuelvo
a saberlo, esta mañana de sábado
en los jardines de la Francesa. Que
están preciosos. Las hojas
de los acantos, espléndidos. Miro
las rosas. Ofrezco la fruta
que llevo -albaricoques,
cerezas. Son muy buenas
las dos frutas, compradas
ayer en Sant Jordi. Pienso
que tendría que haber cogido
más, para poder también
más ofrecer. Los albaricoques,
tan carnosos, tan magníficos,
tan plenos, me recuerdan
los que tomaba por las calles
de Venecia y me ayudaban
a aguantar las caminatas
de las mañanas. Así los
que compré ayer en Sant Jordi
y tomo hoy en Gerona, en sus
jardines de la Francesa, mientras
la catedral parece que nos vigila.
Un café ante la vista de sus
escaleras. Un café con y entre
amigos. La poesía de esta ciudad.
su poesía secreta -siempre mejor
que la policía, además de otra
cosa. Poesía secreta la de esta ciudad antigua
y en la que me siento en casa. Gerona. El fresco
estupendo que sentimos al entrar en su catedral,
que además de recibirnos y darnos la bienvenida
con este fresco en su belleza es maravillosa. Estaré
un rato. Mi madre está en casa, en Sant Jordi,
y ya a media tarde he de estar allí y dar
una vuelta con ella por el pueblo y por el campo.
Flores en la Catedral. Flores de Corpus, para
Corpus. Para la alfombra de flores que mañana
se verá. Ahora la hacemos. La hacemos
con nuestras manos, manos en las flores.
Pétalos. Colores de las flores. El lenguaje
de las flores, las flores -recuerdo- que las
floristas de las Ramblas, de mi ciudad,
de Barcelona, renovaban en cada función
de Doña Rosita la soltera o el lenguaje
de las flores de Federico García Lorca
cuando se representaba en Barcelona. Lo hacían
por cariño a Federico, y él correspondió
con un bello gesto: cerró un día el teatro
e hizo una función sólo para ellas. No sé
por qué me acuerdo y lo cuento. Quizá porque
estoy entre flores, con las manos entre
flores, yo y todos. Y por esto digo: Os voy
a contar una cosa de las flores. Y la cuento.
En la Catedral de Gerona, donde estuvo Lorca.
Quizá por esto lo cuento. Quizá también,
ahora que pienso, porque Federico García Lorca
aparece siempre en mis poemas a Gerona
y no podía dejar de hacerlo ni faltar
a la cita que en este sentido es, vuelve
a ser éste. Gerona entre las flores,
Federico entre las flores, flores
sus poemas ya a pesar
de la muerte. El lenguaje
de las flores. El lenguaje
de los recuerdos, de los
sueños. El poema. Flores.
Sueños y recuerdos y flores y un poema
con el con que convocarlos, para decirlos.
Flores entre los dedos esta tarde
a la sombra amiga del fresco
de la Catedral de Gerona. Flores
y sueños en la memoria, flores
también de Corpus cuando veníamos
ayer por la carretera y los caminos,
la retama preciosa que es entonces
cuando florece y que tanto le gusta
a mi madre, gusto que compartimos.
Recuerdo, cuando niños, cómo se paraba
a veces en la carretera y llenaba
el coche, para llevarla a casa. Retama.
Retama y su amarillo dulce y delicado
en mis recuerdos, en la memoria más
íntima de mi afecto
por esto. Retama. Flores.
Flores y color amarillo
por Corpus, sueños
y recuerdos, la memoria
de un poeta
al que regalaron flores
las floristas de mi ciudad
y hoy recuerdo en Gerona
entre flores. La sombra
de su recuerdo, la sombra
de las flores y la sombra
entre ellas de esta tarde
otra vez te digan, Gerona,
en tu belleza y tu misterio,
y a mí me acompañen.
Sant Jordi Desvalls, 2 de junio de 2018
Homenaje a Federico García Lorca, de Susana Pannullo
GACELAS Y CASIDAS DE FEDERICO EN UN JARDÍN
Vamos a ir al jardín, y al buscar algo de poesía que me acompañe, además de Los amores tardíos de Baroja que no he empezado, veo un viejo volumen de Austral en que está el Diván del Tamarit de Federico García Lorca. Mi memoria y mi sentimiento me dice que es uno de los libros suyos que prefiero, y bebe de las fuentes de la poesía arábigo-andaluza que volvió a estar viva en su generación gracias a Emilio García Gómez y que leía estos días.
Abro el volumen por este libro, Diván del Tamarit. En él, primero, las Gacelas. La “Gacela de la terrible presencia” acaba: “Déjame en un ansia de oscuros planetas,/ pero no me enseñes tu cintura fresca”. Luego, en la “Gacela del niño muerto”, un verso que leí comentaba Luis Rosales al recordar a Federico: “Todas las tardes el agua se sienta/ a conversar con sus amigos”. Y “Los muertos llevan alas de musgo”. En Granada, la Granada a la que quiero ir y espero ir, si me invitan de su Festival de Poesía. En la “Gacela de la raíz amarga”: “Ni la mano más pequeña/ quiebra la puerta del agua”. Son versos subrayados por mí, cuando los leí por primera vez hace muchos años. Me fijo también ahora en la conminación con que acaba este poema: “¡Amor, enemigo mío,/ muerde tu raíz amarga!”. A continuación, en la “Gacela del recuerdo de amor”: “Me separa de los muertos/ un muro de malos sueños.// Doy pena de lirio fresco/ para un corazón de yeso”. El corazón que lee, el corazón mío y también los ojos míos se fijan de nuevo en los mismos versos. Pienso que mejor no sigo leyendo. Que me detengo aquí y siento la belleza delicada y profunda de esta poesía como un perfume. Ligero además de hondo. Así pienso que debería hacerlo y merecería y pide la belleza de esta poesía, y su misterio. Pero me tienta también seguir leyendo, e ir encontrándome así tesoros y hallazgos conforme avance en los poemas. Y así lo hago. Hay poemas que me conmueven y también que ganan en elaboración y complejidad. Las Casidas en que encuentro poemas preciosos y en ellos la belleza y el desespero. Otra vez sabida como en verdad es y en ellos, estos poemas, está dicha y descubierta en esa misteriosa verdad. La “Casida del llanto”, que parece un poema infinito y que no ha de acabar nunca. Temores, amores, deseos. La vida, la tierra. En la “Casida de la mano imposible” sus versos primeros: “Yo no quiero más que una mano,/ una mando herida, si es posible”. Así es la mano del que ama de veras y de quien escribe poemas. Voy a dejar descansar esta mano herida que es la mía y sentir en este jardín el perfume y la belleza de las gacelas y las casidas de Federico como si hubieran quedado en mi corazón y en él tal perfume y brisa ligera. Y así han quedado.
García Lorca, de Juan Pablo Solimano Ratinoff
LA MANO, LA ROSA
Descansa un momento la mano, pero al instante vuelve al libro y ve que el poema siguiente es la “Casida de la rosa”, y sabe que también este poema es infinito en su anhelo y en su búsqueda, tal esta él así también dice. La mano, la rosa. Mis manos en el libro permiten a mis ojos leer este poema. Así empieza: “La rosa/ no buscaba la aurora;/ casi eterna en su ramo,/ buscaba otra cosa”. Así la búsqueda del amor y la poesía. Así, tal lo dice el poema y yo sé cierto del todo mientras lo vuelvo a leer y vivir en un jardín, y corre en él un aire ligero.
Barcelona, 27 de febrero de 2020
El poeta y su madre, en enero de 1936.
GRANADA. LA GRANADA A LA QUE QUIERO IR Y A LA QUE SÉ ANOCHE
que voy a ir, pues me llega una invitación para participar en su Festival de Poesía.
Granada de España. Granada de Federico y de los árabes, Granada
de Andalucía. La Granada que falta en el escudo de los Reyes Católicos
en el Monasterio de San Jerónimo de la Murtra, en estos campos
cercanos a Barcelona en los que pasé mi infancia.
La Granada de los sueños, Granada siempre aún por conquistar.
Granada escondida. Granada de la poesía. Leía el Diván del Tamarit
anteayer en un jardín, cerca de casa, y leía los días previos
los poemas arábigo-andaluces traducidos por Emilio García Gómez,
y algo fui escribiendo de ellos. Poemas. Vivir en poemas.
En los poemas, para los poemas. Le comentaba a mi madre
estos preciosos poemas de Federico y quiere leerlos. Están
en ese volumen el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
y Poeta en Nueva York, que quiero releer, hoy si
puedo, ya no sé por qué vez. Tengo también
a la vista las Canciones, y tenía para con
ellas la misma intención. Federico, así,
estos días. Y ahora me llega la invitación
para ir a su ciudad, a Granada, y el motivo
es la poesía. Pienso y siento cómo Federico
García Lorca aparece de vez en cuando en mis poemas,
y por la ligazón íntima que tuvo con Cataluña.
Aparece unido a Gerona, como en el poema que cierra el libro
La poesía es un fondo de agua marina y se ha podido leer
estos días de nuevo desde una revista de Francia. Aparece en el título
de ese poema, cosa insólita, y aparece a veces ligado también
a Barcelona. Aparece como una presencia, una memoria,
un fantasma cálido y cierto que está en nosotros
y nos acompaña, casi como un sueño. De sueño y sombra
pienso además de triste y desgarrada también dulce su memoria,
de sueño y sombra su ciudad, Granada, ciudad de la poesía
y como ella siempre escondida, siempre aún por conquistar.
García Maroto y García Lorca, de Rafael Barradas
LLANTO. DIVÁN
Escribo un poema a Granada en casa. Al sueño de Granada, a la presencia de Granada, la búsqueda de Granada. Como memoria y sueño me han acompañado de modo especial algunos versos de Federico García Lorca, y han vuelto por ello en mis poemas, he casi jugado con ellos, pero un juego muy serio, de verdad, memoria y sueño, y en el que sientes que te va la vida, como la dicen y se la juegan ellos. Anteayer escribo en un jardín, comento algo mi lectura en él de los poemas del Diván del Tamarit. Escribo deprisa y no como un estudioso, escribo además de modo incómodo a lápiz, pues se me ha acabado la tinta del bolígrafo. Por esto ayer por la tarde compro varios -cuatro, uno es con el que ahora escribo. Ahora, junto a un café en la Rambla Cataluña, y tras leer el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Aire de Roma andaluza allí, y tanta Roma en Andalucía, sí. Y España en Roma. Lo sé, y lo saben y lo dicen mis poemas. Llegaré con los de Vuelta a Roma a Granada. Leo este poema y hay en él versos que han aparecido en mis poemas, y los encuentro, También se muere el mar. Y un verso que recuerdo pone en un epígrafe Guillen, Oh blanco muro de España!, y está en un poema de los leídos anteayer en el jardín, en uno de los del Diván del Tamarit. Ahora pienso que me olvidé de señalarlo y comentarlo, como así quería hacer. Lo recuerdo y lo busco tras leer el Llanto. Es, podemos adivinarlo y saberlo ahora cuando lo transcriba, “Lo demás es lo otro; viento triste,/ mientras las hojas huyen en bandadas”. El viento triste se ha hecho mío y en mí y en mis poemas viento último, y estas hojas secas han sido poemas de hojas secas que se consumen y pasan con el viento. Estos versos han sido y los he sentido míos, como cuenta, por ejemplo, le pasó a Chillida con el verso “Lo profundo es el aire” de Guillén y a veces lo he comentado. Me fijé el otro día en estos versos, al encontrármelos. Y pensaba señalarlos y llamar la atención sobre ellos al escribir en un jardín. No lo hice y lo hago ahora. No siempre se escribe todo. Siempre queda algo por escribir. Por esto podemos seguir escribiendo. Sabemos que es así, por otra parte, la poesía. Siempre queda en parte por decir. Permanece escondida y aún por conquistar. Así siento y sentimos a Granada, así sentimos y sabemos a la poesía. Por esto Granada está llena de ella y pocas ciudades pueden como ella ser su imagen y decírnosla.
Federico García Lorca
CANCIONES
La luna, la sombra. El viento. La tierra. La canción del juego y de la infancia, la canción que en su ritmo secreto guarda una verdad antigua y como dormida en el tiempo y que en ese ritmo y al leerlas la sentimos de nuevo viva y verdadera. ¡Atención! Estoy leyendo las canciones de Federico García Lorca esta mañana en la Rambla Cataluña de Barcelona y puedo asegurar que sucede así. Y que en ese ritmo y su verdad secreta han de seguir cantando, y hacerlo hasta el fin, como hace en su misterio -y es también un misterio que lo haga- lo que es de verdad poesía.
Barcelona, 29 de febrero de 2020
Lorca, de Xulio Formoso
Santiago Montobbio
Monumento a Lorca en Madrid . Plaza de Santa Ana (Foto José Amador Martín)
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