Pompeyo del Valle leyendo sus poemas en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)
Crear en Salamanca se suma a los múltiples recuerdos que se vienen haciendo en torno a la figura de Pompeyo del valle, fallecido en Comayagua el pasado 24 de agosto. Y lo hace porque fue uno de los invitados especiales del Encuentro de Poetas Iberoamericanos de 2005. Del Valle nació en Tegucigalpa en 1928. Poeta, periodista, narrador y ensayista. Entre otros muchos galardones, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, concedido por el gobierno de Honduras en 1981. Entre sus libros de poesía están: La ruta fulgurante (1956); El fugitivo (1963); Cifra y rumbo de abril (1964); Nostalgia y belleza del amor (1970); Monólogo de un condenado a muerte (1978); Ciudad con dragones (1988); Duración de lo eterno (1988); Poemas escogidos (1989); El encantado vino del otoño (2002). Sus poemas han sido traducidos al inglés, ruso, francés y chino, entre otros idiomas.
En 2005 participó en la Cumbre Poética Iberoamericana, celebrada en Salamanca, y organizada por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes, del 6 al 8 de octubre. Aquí reproducimos sus poemas, publicados en la antología titulada Cumbre Poética Iberoamericana, coordinada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca.
Foto de José Amador Martín
Como un pájaro
sobre una colina,
como la sombra de un pájaro
sobre la sombra de una colina,
descendió la caricia
del hombre
sobre el dulcísimo regalo
de la mujer
tendida ––temblorosa––
en el lecho.
La mano, el pájaro, extendió su plumaje
invisible, abrió y cerró sus alas.
El mar meció las barcas de la noche.
El hombre y la mujer se quedaron dormidos.
- V.
LA RUTA FULGURANTE
No hay vida sin canto,
como no hay vida sin sol
JULIO FUCIK
Comprendo que esto
tiene que ser así. No debemos olvidarnos
de la alegría. A pesar de todo
y sobre todo
tenemos que ser fuertes para reír
y para creer en la dulzura.
Y sobre todo ser sencillos,
ser como deben ser los hombres limpios:
ser claros y luminosos
como la lluvia que trabaja alegremente
y hace palpitar la tierra
como un gran corazón enamorado.
Ahora lo proclamo. La esperanza
es una bella posibilidad futura.
Ella te hace levantar la cabeza y soñar.
Ella te infunde fe y te anima
a seguir adelante. Ella te hace crecer
y sonreír frente al universo.
Ella abona el terreno debajo de tus pies.
Ella traza tu ruta y la rodea de fulgores.
Es como un pájaro de grandes alas.
Tú puedes tener errores pero ella jamás
se equivoca
porque consigue mantenerte firme.
No somos ratas. Somos hombres.
Tenemos el deber de cantar y edificar
haciendo honor al género humano.
Ahora descubro jubilosamente
que puedo cantar a las más humildes flores
sin temor a parecer ridículo.
Y me complazco en llamarme a mí mismo
el cantor de la vida
con una sencillez radiosa que sólo pueden,
con sus pétalos,
disputar las margaritas.
No se puede vivir sin canto,
como no se puede vivir sin sol.
Foto de José Amador Martín
ESTUDIO DE MI MADRE
Mi madre tenía la piel blanca y los ojos
castaños. Su vida fue corta y nada fácil.
Le gustaba vivir y soñar en cosas imposibles.
A veces se ponía una flor en los cabellos
y cantaba. La espuma del jabón corría en tanto
––olorosa, inocente–– por sus manos.
Mi madre tenía los dedos finos, tiernos
y hábiles.
De sus manos salían flores, frutos y pájaros
de hilo.
Amaba la belleza y vivió poco.
El sol brillaba sobre su frente de muchacha.
Pompeyo del Valle (foto enviada a Salamanca en junio de 2005)
ODISEO
En las litografías de principios de siglo
con doncellas reclinadas sobre puentes
de piedra
o perezosamente tendidas
sobre grandes lechos flotantes
adornados con flores y largas plumas de pavo real
entreví el misterio de la mujer
con su glú-glú de aguas salidas
de las profundidades de la tierra.
En los envoltorios de las latas de sardinas
de católico rigor en las temporadas de Semana Santa
tuve un anticipo de los mares de la Odisea
y la primera visión de las sirenas.
Entonces era yo apenas un niño
que volvía a ver repentinamente hacia atrás
con el ingenuo propósito
de sorprender a su ángel guardián.
Años más tarde leí a Homero.
Escuché
la traicionera voz
de las suripantas del abismo.
Conocí a las harpías
(me refiero a ciertas terribles comadres
escandalosas y piafantes como el olor del pescado).
Salí en busca del horizonte
y caí en las redes de Calipso y de Cirse.
Fui prisionero del gigante Polifemo
a quien logré vencer al cabo de los días
con la complicidad del rojo vino
que fabriqué mezclando el zumo de las uvas
con mi propio sudor
y con mis sueños borrascosos como el mar.
Un día
tendido de espaldas sobre una roca
no lejos del palacio de Poseidón y de su cólera
pensé en la posible inutilidad del esfuerzo
por dar un orden
o un sentido inteligente
a nuestras vidas
sujetas durante tanto tiempo al capricho de los hados.
Escuché la anúteba de las viejas trompetas
percibí el olor y la excitación de los caballos
y por unos instantes me cegó
el brillo de las armas enloquecidas y hambrientas.
¿Qué puede justificar me dije tanto frenesí en los hombres
tanta voluntad para el triste luto?
¿Merecerán unos cuántos metros de hilo orgulloso
flameando en la vanguardia de los ejércitos enemigos
una sola de las comunes existencias
aniquiladas en el polvo?
Ahora navego hacia mi patria
(de la que falto hace veinte años)
los marineros del Alcinoo (rey de los feacios)
reman con ánimo excelente y yo duermo en cubierta.
Como descreo de los guiones de cine
porque estos pueden ser modificados
en cualquier momento (y de hecho lo son)
la duda me asalta.
El libreto indica que con conocimiento de mi hijo
Telémaco y el porquerizo Eumeo
logro derrotar a los malditos pretendientes
que consumen mi hacienda
mientras cortejan a mi esposa
que la película termina
cuando mi mujer
la hermosa Penélope
leal como ninguna
me echa los brazos al cuello con cuatro lustros
de deseo acumulado.
Pero estos son tiempos difíciles y no hay nada seguro.
No sé siquiera si podré arribar finalmente a las costas de Itaca.
Foto de José Amador Martín
OCTAVIO PAZ ESCRIBE Y CON RAZÓN
Octavio Paz escribe y con razón
que el pecado mortal del poeta
es transformarse en su propia sirena
poner el oído demasiado en sí mismo.
Conviene en consecuencia
construir con gesto humilde
una vía hacia la duda
desconfiar
de las voces que oscuramente susurran
debajo de la almohada
Lo inteligente
es abrir el corazón y las ventanas
mientras el viento y la noche discurren
Es torpe no interesarse
por lo que sucede allá fuera
La poesía puede andar por ahí
paseándose desnuda.
Eugenio Montejo, Jacqueline Alencar, Alfredo Pérez Alencart, Pompeyo del Valle y Raúl Zurita (Salamanca, 2005)
ESPEJOS FRENTE A FRENTE
Cuando te vi
en la mañana original,
y nos hablamos, y nos sonreímos
como dos espejos frente a frente
(copiándose el uno en el otro),
cantó el ruiseñor en mi álabe.
Tu nombre
pudo ser el comienzo
de una página antigua,
pero entonces no tendrías
ese prodigio que es un cuerpo animado,
y sólo aceptaríamos
otro engaño del arte.
Por fortuna eres tú; simplemente
la criatura mortal
con que hablo,
a la que sonrío y me sonríe
y en cuyo espejo me reconozco.
La misma por quien una mañana
cantó el ruiseñor en mi álabe.
Foto de José Amador Martín
HOJAS AMARILLAS
Olvidado como un lienzo
sobre una vieja mesa de costurera,
en esa hora crepuscular en que las oficinas
quedan desiertas,
abandonadas al vigilante nocturno
y a las mujeres de la limpieza,
así me encontraba cuando apareció tu rostro,
flotando en la niebla,
a modo de una luz alta venida de muy lejos
(tal vez de una galaxia sin nombre)
y que asoma detrás de una negra cornisa.
Bello rostro, inesperado como un canto
en la multitud de las sombras.
Rostro bello que desde entonces habitas y gobiernas
en mí
––árbol desdibujado––
haciendo que el viento del amor susurre y perdure en las hojas amarillas.
Foto de José Amador Martín
MEDITACIÓN AL BORDE DE UN CIELO
QUE SE DESPLOMA
Sentado en un sillón
(en la penumbra de la tarde
inclinada hacia la noche que aguarda)
un hombre piensa
en la suma de sus días, descabalados
como las hojas de un viejo volumen
de historias inverosímiles.
Una brisa sin luz mueve la cortina
de la ventana enrejada
como la mano invisible de una mujer
que no quiere mostrarse.
El hombre vacila
en el naufragio de la hora
empapada de silencio.
Luego, en las sombras,
fluye el adiós del tiempo pasajero
como una corriente submarina
(fugit irreparabile tempus).
Las sienes del hombre blanquean dolorosas
mientras sus ojos destellan
en la habitación apagada;
pero no buscan hacia afuera, sino hacia
adentro, no escrutan hacia adelante ni tampoco
hacia atrás,
sino hacia un aquí y ahora,
no edificado en el orden, sino en el caos
que es el tejido de que está hecha su existencia.
Piensa en un pobre niño solitario,
sorprendido de pronto por el olor de la poesía
y el alma de las maderas preciosas,
un niño tímido, temeroso de los fantasmas
y aun de los paraguas que al llegar las lluvias
gotean malévolos.
Luego, viene a su memoria ese aún más tímido
y aún más solitario adolescente
que buscaba en los cines
el olvido de cuanto le agredía
como el cuchillo de un carnicero.
Más tarde, siente el llamado de la Justicia.
Oye el lamento de los humildes.
No se hace esperar la agitación de las banderas.
La marea indómita de la esperanza.
Después, la persecución. La ira. La
cárcel. Las evasiones en la noche. El mundo
bajo sus pies errantes.
Inesperadamente, la desilusión. El desengaño.
Pero hay que seguir viviendo.
No cierres al amor tu corazón, poeta.
Pero ¿cuánto puedes tú saber del amor?
Lo suficiente. También aquí la entrega total
lo mismo que a una causa.
Son tan breves los días y las noches
de gozo y de fiesta de la humana existencia.
No importa que des más de lo que recibes.
En eso consiste el arte de amar.
Siempre alguien ofrece una cuota mayor.
Un bello rostro frente a ti. Una botella
de vino. Unos labios que recuerdan
la perfección de la rosa. El universo entero
en una sonrisa. Eso es el amor.
El hombre abandona el sillón y enciende
una lámpara.
Por cierto, dice, también está la muerte,
dentro de ti trabaja.
Pero ella es nada si puedes salvar el poema.
Foto de José Amador Martín
EN ALABANZA DE UNOS SENOS DESNUDOS
- Deslumbramiento
La palabra se pone de pie para danzar.
Ensaya un paso. Gira en el aire azul.
Luego resbala. Se mira, confundida, en un espejo
(la sombra de la música en la frente)
y se deshace en llanto, fracasada.
¿Cómo cantar la clara majestad
de unos senos desnudos,
islas mágicas flotando a la deriva
de los días y las noches?
Pero no. No a la deriva. ¡No!.
Unidas al concierto del cielo
y al sueño de los peces.
¿Cuál de los dos es réplica del otro?
¿El de la derecha o el de la izquierda?
¿El de la izquierda o el de la derecha?
¡Oh unánime hermosura,
tautológica gracia,
paraíso binario,
declive predilecto de mis ávidas yemas,
ladera preferida,
embriaguez de mi tacto,
balcón donde el universo se resume
y se levanta en luz
en sí misma deslumbrada!
- Invocación
Materia pródiga,
substancia innumerable:
bárbara en la roca,
roja en los colmillos del tigre,
suave en la brisa,
aterradora en el silencio del abismo,
dócil cristal en la velocidad de la ola,
interminable sucesión de vida
que sólo cambia y no claudica.
Madre anchurosa: alabo cuanto eres.
En tu homenaje alzo mi copa rebosante
y bebo el viejo vino de las celebraciones.
Después,
Madre vasta de las estrellas y los hombres,
inclinado ante ti, como ante un cesto
de frutas, te hago este ruego:
Confiere largos años a esta duple belleza,
y permite que mis ojos se cierren
llevándose la imagen levantada
de estas islas insignes,
de este dual plenilunio
que no pude ensalzar con la palabra.
Foto de José Amador Martín
PETITE AMIE
Le gusta Vivaldi.
Está loca por Las cuatro estaciones
y también por la poesía.
Sueña despierta.
Pinta de azul cobalto sus vigilias.
Cuando mueve los brazos
alzan el vuelo de pronto las aves marinas
y giran veloces hélices de cristal
en las tardes dormidas.
De noche
se transfigura en una íntima
brevedad de paraíso
y me regala, como nadie, la alegría.
Lectura de Pompeyo del Valle en la Cumbre Poética Iberoamericana (Foto de J. Alencar, 2005)
OTROS DATOS SOBRE POMPEYO DEL VALLE
Comenzó como periodista en los periódicos políticos El chilío, Voz Obrera, Alianza de la Juventud Democrática. Luego pasó a la redacción de grandes diarios nacionales como El Cronista y El Día. Fue Director de la revista de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y su boletín. En 1950 vivió cerca de dos años la experiencia revolucionaria guatemalteca. En 1956 publicó su primer libro de poemas La Ruta Fulgurante bajo el seudónimo de Adán Marino. Cuando estalló la gran huelga de los trabajadores bananeros en la costa norte hondureña, en mayo de 1954, del Valle estuvo allí, escribiendo en verso y en prosa, al lado de los «Condenados de la tierra». En 1957 viajó a la Unión Soviética, con motivo del VI Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes por la Paz y la Amistad entre los Pueblos, celebrado en la ciudad de Moscú del 28 de julio al 11 de agosto. Se entrevistó con el poeta turco Nazim Hikmet, uno de sus escritores favoritos. En 1960 trabajó como encargado de la Biblioteca Popular Camilo Cienfuegos, fundada y sostenida por la Embajada de Cuba en Honduras. Viajó a La Habana, donde el poeta Nicolás Guillén le dedicó una edición de la página literaria a su cargo en el diario Hoy. El 9 de agosto pronunció una conferencia sobre el tema «La poesía y el camino de la vida», en el salón de actos de la Imprenta Nacional Cubana. El 31 de octubre de 1962 la policía política allana el hogar del poeta, como parte de la acción represiva del gobierno de Villeda Morales a raíz del bloqueo norteamericano contra la isla. En esos mismos días escribió y publicó su poemario El fugitivo. Mientras se movía en la clandestinidad divulgó un manifiesto dirigido a los estudiantes y escritores jóvenes. En 1963 fue detenido por la policía política y luego desterrado a México y Europa. Repatriado en 1970, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras publicó su libro Nostalgia y belleza del amor, en cuyas páginas se encuentran textos definitivos para la literatura hondureña en desarrollo. En 1981 asistió, como invitado especial, a la Feria del libro para niños, en Bolonia, Italia.
Foto de José Amador Martín
Otros premios obtenidos son:
1978: Premio Ramón Amaya Amador conferido por la Alcaldía Municipal de Tegucigalpa.
1978: Premio IV Centenario de la Fundación de Tegucigalpa, conferido por el Consejo Metropolitano del Distrito Central por su poemario Ciudad con dragones.
1978: Premio Iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa.
1980: Premio de narrativa por su libro Los Hombres verdes de Ula conferido por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras
1988 Premio Juan Ramón Molina con su libro Duración de lo eterno
1989: Hoja de laurel de oro conferido por el Ministerio de Cultura, Artes y Deportes.
Premio de Literatura José Trinidad Reyes conferido por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Foto de José Amador Martín
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