POEMAS ANA CECILIA BLUM (ECUADOR). XXIII ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS.

 

 

La poeta Ana Cecilia Blum en Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar unos textos de Ana Cecilia Blum (Ecuador, 1972). Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Laica de Guayaquil. Post-Grado en Lengua Española, Universidad Estatal de Colorado, USA. Maestría en Escritura Creativa (Universidad de Salamanca, España). Es autora de seis libros de poesía, compiladora de varias antologías, profesora de español y editora de la gaceta literaria Metaforología.

 

 

Estos poemas serán leídos durante el XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, organizado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y que se celebrará en Salamanca del 14 al 20 de octubre de 2020, dedicado a José María Gabriel y Galán. Habrá actos presenciales y virtuales. La lectura de la poeta ecuatoriana será en una sesión online y saldrán publicados en la segunda antología del encuentro, titulada “Mundo Aquí”, también coordinada por el poeta peruano-salmantino Alfredo Pérez Alencart, director de estos encuentros desde su primera edición.

 

 

 

EXACTO ES EL INICIO

 

Voces brotan de mis péndulos.

 

Las que fueron,

las que son,

las que vendrán.

 

Recibo el permiso del sol en la mirada,

la furia por decir traspasa el pecho,

me desgajo en arias sobre el aire,

muestro un esqueleto marcado con grafías,

crecen de mis pies los sonidos, se dispersan,

 

invitación a esta ceremonia mínima

calada de infinitos…

 

 

 

ESCRIBIR ES UN OFICIO

DE TRASTORNOS INVISIBLES

 

La tinta no olvida, tampoco perdona,

y la memoria será siempre

un vientre sin entrañas

cuando todo se ha dejado en el poema.

 

Versos que exigen hacerse con la furia

de las olas altas,

urgen golpear acantilados,

a cambio prometen salvarme de los bordes.

 

La imagen es carrusel de tempestades.

La imagen es Vía Láctea inconquistable.

 

Cuestionarse hasta el disgusto.

Chuparse hasta quedar seco.

 

La dicción crece en su nido

de dulces picaduras.

 

Los verbos son pájaros enojados

en una isla sembrada con puñales.

 

Cae un diluvio de aguardiente

sobre el rostro

intoxica de abandono los vasos capilares,

y la resaca es ese cortometraje que dura

más de mil años.

 

¿Es esta la única forma de habitar la tierra?

¿Es este el único prisma para descifrarla?

 

Aunque los vendavales-voces estrangulen,

se alcanza la plenitud en el acto:

esto soy, esto somos

desde las iluminadas vísceras.

 

 

Ana Cecilia Blum leyendo en el Teatro en el Liceo de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

CREO SER YO LA QUE EXISTE

 

Mientras la puntería del azar revienta

una ola en el espacio.

 

Dejo atrás

el muerto a mis espaldas.

Obro

para no temer a los cíclicos retornos.

Quemo

los altares del corazón.

Bajo

inédita de la montaña.

 

Ficciones ancestrales se repiten

(me repiten)

y la raíz cruel de mi naturaleza

hace de estos pasos

solo

otra mancha de delirios

sobre el verso.

 

 

LA CAÍDA ABRE SUS PÉTALOS PICUDOS

 

En el centro del estigma anidan:

el aprendiz del arrecife,

la piedra temblando en el barranco,

el animal que se lleva la avalancha.

 

Invadimos el mundo

con pertinaces actos de reflejo,

el dominio de sí mismo, un espejismo.

 

Desde el instinto

la visión de los corales apunta

el cantar de cada interrogante.

 

Aguas urgentes

sobre una memoria

untada de espejos.

 

Sabrás que mi historia -la de todos-

será, siempre,

una historia de naufragios.

 

 

EL SOL SE MONTA EN MI PIERNA

 

Me arranca de la cama

me lleva hasta la estación del tren,

el mismo golpe de todos los días.

 

Ritual de remordimientos,

ritual de extracciones,

ritual de desagües.

 

Debería estar frente a la máquina,

abandonar el cubil de los automatismos,

pero es necesario buscar el pan que soporte

un oficio de entregas divididas.

 

El reloj en esta orilla

determina el reloj en la otra,

hasta la vuelta,

hasta que la luz vencida

te devuelve

a tu escritorio.

 

Ya cansada…

 

Ana Cecilia Blum en el Aula Magna de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

BUSCANDO EL PASADO ENTRE PAPELES

 

Levantan su voz

las fotografías tomadas

con la vieja Canon del abuelo.

 

Atestiguan sobre ese rencor que tiene el olvido.

Recitan los boleros en la exhalación de la añoranza.

Reclaman un lugar donde puedan azotar cada mañana.

 

Desde el blanco y el negro de sus relatos

insisten en punciones intermitentes

para exhibir la pasión de un cuerpo que

fue una vez lluvia, fue una vez trueno

y, ahora, nube incapaz de gotear

sobre la pampa.

 

 

 

EL ACETATO SUELE SER UNA INTERROGACIÓN

CON FILOS TRISTES.

 

Qué será de aquel cronógrafo erguido

en la vitrina de la escuela,

la radio de Edison, la Smith Corona.

 

Y los pedazos de ciudad que miraron

a los seres pequeños  hacerla

con la obra de la ronda y la rayuela.

 

Alguna vez volví; en su lugar residía

la trompa sucia de los shoppings

que se van tragando el testimonio

de las calles viejas.

 

Veintidós niñas conté en el marco oxidado

y me pregunto, en qué estancia ahora,

cuánto hicimos de bueno,

acaso hubo siembra,

acaso hubo huella.

 

El pasado, un puñado de polvo

sobre una estampa frágil,

un muerto deshecho entre los dedos.

 

Ana Cecilia Blum en EE. UU.

 

SABES

 

La lluvia interroga las tristezas,

la soledad crece con raíces aéreas,

el miedo persiste en la luz.

 

Y tu mezcla indescifrable

de pulpa, de lexía,

es filamento en el vacío,

jardín de lilas secas,

estación que se inventa la ceniza.

 

 

Ana Cecilia Blum leyendo en la Casa de América (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

TENTADOS A PERSISTIR POR LA MAÑANA

 

Dejamos que el sol se coagule en el aliento,

se talla la semblanza con los troncos del poniente,

se insiste en perder la memoria y sus ritos infecciosos.

 

Una cura de hierbas para arrancar

los cuadernos repetidos,

incendiar los destierros adoptados,

unirse al buen rostro de las horas.

 

Al final del día

no hay tope para esta rueda moscovita,

el insomnio espera cada noche

con su erupción  de viñetas dislocadas.

Ana C. Blum

 

Panorámica de Guayaquil

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