PABLO GARCÍA BAENA O LA LÍRICA SENCILLEZ. COMENTARIO DE MANUEL QUIROGA CLÉRIGO.

 

 

1 Pablo García Baena en el Aula Dorado Montero del edificio histórico de la Usal

Pablo García Baena en el Aula Dorado Montero del edificio histórico de la Usal

 

 

Crear en Salamanca publica este comentario que, a modo de despedida del poeta Pablo García Baena, ha escrito Manuel Quiroga Clérigo (Madrid, 1945), es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con una tesis titulada La crítica literaria como fenómeno sociológico. Narrador, autor de teatro, crítico literario y periodista de la cultura, ha centrado su actividad en la labor poética y sus versos figuran en diversas antologías, revistas y trabajos colectivos, habiendo editado hasta la fecha dieciocho libros de poesía, entre los que están  Homenaje a Neruda(1973);  Fuimos pájaros rotos (1980); Vigía (1997); De Morelia callada (1997); Los jardines latinos(1998); Versos de amanecer y acabamiento (1998); Íntima frontera (1999); Desolaciones tardías. Aristas de Cobre (2000); Las batallas de octubre (2002); Mudo mudo (la aventura de Manila),  (2004); Leve historia sin trenes (2006); Crónica de aves. El viaje a Chile (2007); Páginas de un diario (2010) o Volver a Guanajuato (2012). Actualmente es secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE). 

 

 

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PABLO GARCÍA BAENA O LA LÍRICA SENCILLEZ

 

 

Nacido en la calle de las Parras 11 de Córdoba el 29 de junio de 1921 y fallecido el 14 de enero de 2018 a causa de una complicación respiratoria, Pablo García Baena deja un importante semillero de poesía y de palpitante humanidad. Fundador con otros interesantes poetas y con el magnífico pintor, poeta y artista gráfico de Torredonjimeno Ginés Liébana su trayectoria personal ha sido la de una lírica sencillez,  de lo cual dan fe las múltiples publicaciones de sus versos, los galardones que le han sido concedidos a lo largo de su vida y, sobre, su cuidada manera de escribir esos versos limpios que han permitido seguir considerándole un creador importante en el ámbito un tanto nebuloso de la poesía española de los último tiempos. Nos fijamos en un libro muy del gusto de su compañero Liébana, que es “Fieles guirnaldas fugitivas”, bella edición de la Universidad Popular “José Hierro” de San Sebastián de los Reyes preparada por Guadalupe Grande y Luz Pichel con biografía preparada por Manolo Romero.

 

“Resplandor aún de día”, dedicado a Vicente Aleixandre nos inyecta esa dosis de memoria que, a veces, los poetas guardan entrelíneas de sus versos, ese universo de tensiones y afectos que suelen vibrar en medio de la inspiración y la vitalidad: “¿Quién mira/ la lápida y su gloria?. Como en  hoguera fétida/arde la podredumbre, el sexo se insinúa/bajo el dril, perseguidos por ojos ya sin brillo”. Después vienen unas gotas de soledad al lado de César Vallejo. (“Color de ropa antigua, antiguo olor/heroico de soldado sangra el nudo/rubí de la madera, pino fúnebre/que la hija de lágrimas alisa”). Y así, sucesivamente, Mª Victoria Atencia: “Sonreís, joven dama…”, Blecua, Lord Byron o ese “Vaso griego. Para José Díaz Pardo”.”Quedó la casa a oscuras”. Dar a paso a ese “Excelso muro” con definición y resonancias de Luis Góngora y Argote y dedicatoria a Dámaso Alonso que es luz y clarifica el valor del verso (“Vístame aves su verdor en siesta”) para aterrizar en un territorio de la memoria en “Tres voces del verano”, para Luis Antonio de Villena, eso sí, y un recuerdo, a lo mejor, de fábula: “No era el amor y se llamaba Antonio”.

3 García Baena y González Iglesias, antes de la ceremonia de investidura del Honoris Causa

García Baena y González Iglesias, antes de la ceremonia de investidura del Honoris Causa

 

Total que seguimos el viaje por los espacios idílicos y etéreos de la ensoñación cuando el poeta cordobés se visita a sí mismo y redacta una “Guía del turista” penetrando no tan fugazmente en esa Mezquita-Catedral que los perspicaces obispos han inscrito a nombre de la Iglesia en el Registro Civil, ¡qué divinidad penetrar en esa “Ruzafa de los mármoles…”. Un aviso a Jesús Aguirre con Manuel y Antonio Machado en el horizonte aparece en ese “Patio de las dueñas”, (oh los patios de Córdoba, que están presentes en California y en Manila al mismo tiempo). Es como despertar de la eternidad en “La fuente, el limonero, galerías/de la tarde en que la enredadera/casta corrompe mármoles desnudos”.

 

Pero también el idilio con la palabra se traslada a esa “Tormenta en León” dedicada a Antonio Colinas: “¿Tu fuerza es la tormenta o es tu nube la música/que vierten desde el órgano de los emplomados caños,/ el clarín de batalla, los nasardos grotescos,/hinchando como velas el bajel de las cúpulas?”. En tropel aparecen las intuiciones del “Ceremonial” que el poeta envía a Guillermo Carnero, esa hermandad de los mundos líricos que no aparecen en otras profesiones: un poema denominado  “Monte Athos”, de versos intensos, musicales, pletóricos, nos traslada a esa geografía de espiritualidad y concesión, casi divina o más que divina. “Sentados en la tabla como en cátedras de tristeza/los popes canos, rígidos de luto/distraen entre los dedos el ámbar de las sartas”.

 

4 Pablo García Baena durante su discurso de investidura en la Universidad de Salamanca

Pablo García Baena durante su discurso de investidura en la Universidad de Salamanca

 

A más de la mitad del poemario nos sorprende esa “Plaza del Potro”, gloria y suceso de una Córdoba siempre entusiasta y con el olor a azahar y hierbabuena de las Tendillas, de los rincones opacos por donde crece la alegría, igual que al final nos sorprende una escueta y significativa grafía del autor, aún joven y de mirada firma, de Antonio Povedano, 1957. ¿Y qué decir de esas “Tres violas del cielo” donde el mundo se hace cortesía “Y queda aún olor a jara y pólvora,/en el veraz relato, entre tus manos,/hace ya tiempo”. Hay un poema en el apartado “Ciudad no en la tierra”, monumento a la insistencia en la límpida belleza; es el dedicado a Ángel Caffarena: “Yedras por el carmín capitular que inicia/la errata de una tarde arrastrando el olvido/el rasgo de la eñe como hoja de otoño./A claridad naciendo la carne del poema”.

 

Llegamos a “Los apócrifos” con Manuel Alvar delante y esa “Quinta angustia”, verdadero testimonio del dolor que la muerte y todos los abandonos causan en el poeta, en el ser humilde inerme ante la muerte:”Unja sólo mi llanto las arterias en ascuas/y los besos sean lienzo que empape tus heridas”. Cuando, en “De amicitia”, aparece el poeta Juan Bernier, el amigo de historias y ensueños el aire se torna se torna mágico, casi delicioso (“…y amabas en los dioses a los hombres/con su destino áspero y hermoso”). En “Molino de los ciegos” dedicado a Rafael León, lo dice el propio poeta, “Vivaldi vuela como un pájaro brillante sobre alamedas cortesanas”.

 

5 El rector de Salamanca, Daniel Hernández Ruipérez imponiendo la medalla del Honoris Causa a García Baena

El rector de Salamanca, Daniel Hernández Ruipérez imponiendo la medalla del Honoris Causa a García Baena

 

Y esa “Rama fiel. Para Bernabé” se convierte, poema largo y clamoroso, en un fin de trayecto, o en un punto y seguido de la obra de Pablo García Baena, y con él da cumplida cuenta de su poesía nítida, prevista, abierta toda vivencia, volando por encima de la diafanidad de los tiempos ido y, por ello, citándonos en el futuro. Leamos con paciencia, con detenimiento, todos y cada uno de estos poemas y tendremos una idea, aproximada, de la postura del poeta ante la vida, ante la adversidad y, ¿por qué no?, ante la primavera. “Está la puerta abierta. Llega hasta la terraza/la música del mar, sus flabelos lejanos,/y éntrelos balaustres y el jarrón de las pérgolas/la tarde ofrenda fieles guirnaldas fugitivas”. La tarde entonces deja a un lado las nubes, la amenaza de la noche, el oblicuo mundo de los ruidos y la polución y, triunfante, se reclina en las fuentes cerca de esas guirnaldas que, seguramente, irán alejándose y haciéndose melodía para acompañarnos.

 

 

Majadahonda, 18 de enero de 2018.

 

 

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