Navil José Naime
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar unos poemas de Navil José Naime, (Venezuela, 1961), médico pediatra y poeta ganador de la Mención Honorífica “Premio Nacional de Literatura “Rafael María Baralt” 2012 con “Viejos Sonetos y otros poemas”; Mención Poesía en el IX Concurso Literario Internacional Bonaventuriano 2013, Colombia, con “Mil Palabras para la Tristeza” ; Segundo Lugar Poesía mención ‘DÉCIMAS” la I Bienal de Literatura Lydda Franco Farías 2014 con “Décimas de un Caminante”; Segundo lugar Poesía IV Concurso “Por una Venezuela Literaria “ 2014, con “ESCARCHA Y CENIZAS”; Ganador de la IV Bienal “Julián Padrón”, 2015 con “LA MISMA SED”; Ganador de la II Bienal “Manuel Felipe Rugeles”, 2016 con “REGRESOS”; Finalista “V Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”, España 2018 con “Retratos del Silencio”. Actualmente reside en El Líbano.
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DE “La Misma Sed”
NOSTALGIA
La memoria no encuentra su lugar.
Herimos la casa
persiguiendo un recuerdo.
Alguien perdió la llave
del último momento,
el tiempo va horadando
nostalgias movedizas.
Madre zurce el abismo
de sus sueños.
Padre vuelve otra vez
de su sonrisa.
OLVIDO
Elijo este lugar para olvidarte.
No hay desechos de adiós
sobre el pasto vacío.
Cruje una hoguera
de pequeñas cosas
y en su loma de cenizas
algo de ti
se ríe de mi olvido.
MUDEZ
La voz que intenta
lo que digo,
trabada en el camino
de mi sangre
atrapada en el dolor que ostento.
No fue posible urdirla
con palabras.
Esto que callo
es todo lo que tengo.
DE “REGRESOS”
EL PAN
¿Quién puso el hambre en la mesa?
voy desbridando su enojo
acojo su oscuridad
abro surcos para ungirla de intemperie
la abrazo desde mis huesos
cuelgo de mis parpados
su mentira
pido a Dios que me conceda
una velada de indulgencia
el pan que me recuerde
hacia dónde existir.
LA CASA
Las manos no caben
en los escondrijos
de los primeros miedos
tuve que recobrar la puerta
desempolvar las aldabas
en los orificios del techo
había restos de la última lluvia
y en los pucheros brillaba el fluido
de nuestra escasez
las camas desechas
contenían el límite de los cansancios
la ventana aún vislumbraba una promesa
de volver
¿Quién comió en nuestra mesa
el pan del abandono?
¿Quién recogió los platos para iniciar la ausencia?
¿Cómo extinguir el polvo
y rencontrar los nombres?
¿Dónde guardaste
padre
la vida que perdimos?
DE “TODAS MIS MUERTES”
VALLEJO
Cada vez que espanto
esta niebla
muere un triste.
Cuando resurjo
con el dolor de ser
y me guardo el hambre
donde Dios no la quiera
encontrar
o recito la sangre que me falta
para volver a ser hombre.
Cada vez que destruyo
el muro en donde estoy
y mastico el humor
de mis patatas muertas
o me arropo el coraje
con el miedo que me asombra.
Cuando mis intestinos
me encaran
y agitan el estiércol
que me inflama la consciencia
y dudo
blasfemo
y me trago las lluvias
que se quedaron azotando
los abriles.
O me ufano de que duela tanto
mi obstinación de enfermo.
Cada vez que un insomne señala
mi vocación de ciego
y los pálidos erigen soledades
con mi nombre.
Cuando el pan ya no tiene la forma
de mi angustia
ni el agua sostiene
mi modo de borrarme.
Cada vez que sorbo la hiel
de mi epitafio
muere un triste.
TOMÁS DE AQUINO
El límite de la espera
ensancha su celaje.
Lo que tiembla en el pecho
resguarda las incógnitas
y bajo el sol acontece.
Es de agua el reflejo
la voz con que se piensa.
¿Cómo estrechar las manos
sin herirlas con dudas?
¿Con quién dirimir las incongruencias del alma,
el peso en que se existe?
Si solo pudiera ver lo que declina.
Lo que amaina y se extingue
como un acto de fe.
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