‘NÓSIDE DE LOCRIS’ Y OTROS POEMAS DE ESTHER M. GARCÍA. II ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS (SEDE CIUDAD DE MEXICO)

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar una muestra de la poeta Esther M. García (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1987). Radica en Saltillo, Coahuila. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México (SNCA). Licenciada en Letras Españolas. Poeta, escritora y gestora cultural mexicana.

Autora de los libros La Doncella Negra (La Regia Cartonera, 2010), Sicarii (El Quirófano Ediciones, Ecuador, 2013), (Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, 2014); La Demoiselle Noire (Babel Cartonera, Francia-Bolivia, 2013), (Kodama Cartonera, Canadá, 2015), Bitácora de mujeres extrañas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2014), (Nueva York Poetry Press, Estados Unidos, 2020), Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas (UAEMEX, 2017), La destrucción del padre (El periódico de las señoras, 2019), Arco de histeria, el libro negro (CONARTE 2020), Dead Woman’s City (FlowerSong Press, Estados Unidos, 2021); el libro de cuentos Las tijeras de Átropos (UA de C, 2011) y la novela juvenil Confesiones de una booktuber (Norma, 2018, 1a edición México, 2a edición, 2020; 1a edición en Colombia, 2021). El dios delirante (Amazon, 2022) y El jinete y la Fusta (Universidad del Azuay y El ángel Editor, Ecuador, 2023).

Premio Nacional de Cuento “Criaturas de la noche” (2008), Premio Estatal de Cuento “Zócalo” (2012); Premio Municipal de la Juventud (2012); Premio Nacional de Poesía Joven “Francisco Cervantes Vidal” (2014); Premio Internacional de Poesía “Gilberto Owen Estrada” (2017); Premio Estatal de Cuento Chihuahua (2018); Premio Nacional de Literatura para Jóvenes FENAL-NORMA (2018) Premio Nacional de Poesía Carmen Alardín (2020). Premio Internacional de Poesía Ana María Iza (2023), 3er Premio Iberoamericano de Cuento y Novela Ventosa- Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. (2023), II Premio de Poesía Iberoamericana Konesh, Arte y Cultura (2024)

Finalista del V Premio Internacional de Literatura Aura Estrada, 2017.

Becaria del PECDA Coahuila y del FONCA Jóvenes Creadores.

Antologada en México, Perú, Estados Unidos, España, Ecuador.

Traducida al inglés, francés, portugués e italiano.

Fundadora y directora del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas, proyecto tecnológico y cultural en pro de la equidad de género, hecho a través de Google Maps.

 

 

 

NÓSIDE DE LOCRIS,

Locria, Siglo III a.C.

 

 

La ciudad es una madre que devora a sus hijas,

doncellas rojas,

cuyos cuerpos se arrastran entre las piedras

como ballenas varadas en océanos de sal.

 

Las niñas no deberían oler a soledad o vacío

pero sus cabellos huelen a guerra,

y sus menudos cuerpos

brillan en la oscuridad de las calles vacías.

 

Los hombres de la noche esperan

agazapados entre las rocas

para raptarnos como tesoros de guerra.

 

Sabes que son ellos porque al mirarte

sus ojos son dos cuencos llenos de arena,

y tu cuerpo se convierte en un pueblo fantasma

en donde ellos rezan una fúnebre oración.

 

Camino al templo

calcinaron mi alma.

 

Separaron las fronteras de mis muslos,

y derribaron a punta de martillazo mis muros.

 

Los hombres de la noche quemaron su nombre

en los pliegues de mi oscura piel.

Olían a perfume barato y carne moribunda.

 

Mis pechos magullados por la succión

semejaban orquídeas secas

que dentadas bocas querían desprender.

 

De pronto un grito

y la oscuridad se enroscó en mi cuello,

como una soga que me tensaba azul.

 

Creyéndome muerta

tiraron mi cuerpo desnudo en una cuneta

para que me pudriera bajo la sonrisa del sol,

como una muñeca de bilis negra

Pero soy la que ha sobrevivido

y el hacha de mi lengua

reclama venganza

en la oración de mis palabras.

 

 

***

 

 

Acortar, suprimir

 

Acortar es un verbo que transita hasta llegar a su objetivo. Una vez ahí hace más pequeño al objeto, el camino. Hace un corte. Un antes y un después. Tiene el prefijo verbal a / sobre.

¿Sobre quién va el corte en este poema?

¿Sobre qué carne penetrará el cuchillo?

A las mujeres siempre se les enseñó a hacerse más pequeñas.

Acortarse en longitud para que el espacio sobrante, existente, lo ocupara un hombre.

Acortar el espacio, delimitar un lugar para que lo pequeño, quepa: Gineceo, hogar, hijos.

Un establo mental para el animal empequeñecido.

 

Suprimir es otro verbo que transita hasta borrar el objetivo. No achica, no corta: elimina.

La cosa desaparece. El objeto se elimina del conjunto al que pertenece, o del lugar en donde está.

¿Qué ha sucedido con las mujeres a lo largo de la historia? Cesura: corte: borrado.

¿Un animal troceado en muchos gajos sigue siendo un animal?

Y si sigue siendo animal,

¿esos gajos ocupan el mismo espacio que un entero?

 

 

 

***

 

 

 

A otra la hizo Dios de la perversa zorra,

una mujer que lo sabe todo. No se le escapa inadvertido

nada de lo malo, ni de lo bueno.

 

Me llaman zorra,

me comparan con Dios

porque dicen que mi ojo

está en todas partes.

Me llaman “conocedora

de todas las cosas”,

pero no soy hombre.

Castrada, y a medio hacer,

sólo puedo contener al mal

dentro de mí.

 

 

***

 

 

Otra, de la perra salió; gruñona e impulsiva,

pretende oírlo todo, sabérselo todo,

y va por todas partes fisgando y vagando.

No la puede contener su marido, por más que la amenace,

ni aunque irritado, le parte los dientes a pedradas,

ni tampoco hablándole con ternura

 

Hay constelaciones de perras familiares

en nuestras vidas.

Mi madre mordiendo a mi padre

cuando intentó golpearla para enseñarle

lo que es ser una buena ama de casa.

Mi abuela aullando de dolor al parir a su octavo hijo

que murió azul bajo las mantas blancas.

Mi bisabuela de cánidos y veloces pasos

tratando de huir de mi bisabuelo

que la había raptado a los catorce

para hacerla su mujer.

 

Pienso en mi vida de perra,

la perra que soy, que fui, la que seré.

La perra que le enseña a sobrevivir a sus dos hijos.

La perra que le enseña el oficio de hembra

a su hija más pequeña.

 

Una perra que enseña a otra a ladrar

a enseñar los dientes,

dónde dar la mejor mordida al verdugo

para escapar y ser libre.

 

 

***

 

 

NOTA FINAL:

EL OJO ESCALPELO

 

 

Si escribir ensayísticamente es escribir experimentando

¿es posible que un poema sea tan crítico como un ensayo?

 

Marília García

 

 

 

Montalbetti menciona:

El lenguaje es ciego por más alianzas que quiera establecer con la luz.

¿Cómo es la ceguera de un poema? ¿A qué se debe?

Un poema generalmente mira hacia afuera: el lector pero ignora sus propias vísceras, el tejido de la otra piel (llamémosle autor, poeta, sacerdote, mago, vidente, carnicero, et al) con que fue construido. Muchas veces esa piel no le pertenece al “creador” del poema sino a otro. Esa otredad puede ser cualquier cosa: una nube, la torre, el llanto, el árbol y sus raíces, la piedra, el fango y puede pertenecer a un animal: perro o gato; araña o una mujer.

El poema es ciego porque mira hacia adentro y para mirar hacia adentro se debe pagar el costo de peaje hacia la oscuridad. Omero lo sabía, más éste que éste: el Homero de la H perdida, muda, una ceguera hecha por el corte de la traducción. También lo sabía Borges que comenzó a ver las líneas del tigre y, como el Dios Odín, pagó lo acordado por la lucidez de su obra. El poema mira hacia afuera y en esa mirada siente la pesadez de un nuevo otro: el lector, el ojo escalpelo. La mirada que corta cabezas. Una mirada que avanza y corta: separa algo en partes, amputa o atraviesa.

El poema es ciego porque está hecho de lenguaje, ¿lo es el lector? ¿Lo fue el poeta cuando lo creaba de la misma manera en que el rabí Judah León creaba al golem y, no supo, si suprimió una letra o agregó una de más, que el simulacro que creó jamás pudo hablar?

Un poema golem, la roja arcilla que escurre de un ojo que todo lo mira.

¿Qué mira el lector cuándo lee? ¿Qué el poeta?

Dicen que de tanto mirar hacia sí mismo el aedo tracio Tamiris llegó a creerse mejor que las musas. Superándolas en habilidades musicales, según su propia lectura de sus habilidades como músico y cantante de epopeyas, Tamiris se vanagloriaba ante todos. En castigo, las irritadas musas lo dejaron ciego, mudo e, incluso, hicieron que olvidara cómo tañer la cítara. Ceguera personal. Mal de ojo contra uno mismo, contra los otros. La mirada como cuchillo y envés de escudo. Mirada petrificadora, petrificante, ¿de qué o de quién?

¿Qué mirada usaba Semónides de Amorgos cuando escribió su famoso yambo contra las mujeres? ¿Qué miramos al leer su obra? ¿Para qué miramos?  ¿Qué es la mirada?

Dice la RAE: Nombre femenino. Acción y efecto de mirar.  Vistazo, ojeada: modo de mirar, expresión de ojos. Lacan describe la mirada como el estado de ansiedad presentado por el conocimiento de que se está siendo observado. El efecto psicológico, según Lacan, es la pérdida de autonomía del sujeto al darse cuenta de que es un objeto visible; ergo, dejar las tinieblas de la noche para ser. Estar oculto en el lenguaje, en su ceguera, su balbucir de sombras. Un ojo colmado de oscuridad. La noche oscura del ojo, ¿qué es un ojo? Órgano casi esférico lleno de humores. Un globo hueco lleno de vista: zambullirse en la nada del ojo hasta despertar a causa de demasiada luz: enceguecer: desaparecer. De nuevo, el ser vuelve a las sombras, a lo oculto del ciego lenguaje. Paradoja de las antípodas: Sí luz u oscuridad igualmente serás ciego.

Dice Shakespeare:

Looking on darkness, which the blind do see.

Mirar, ver, conocer. ¿Qué es el conocimiento? Discernir: distinguir: ver y comprender lo diferente, lo distinto, lo otro.

¿Cómo se obtiene conocimiento de entidades no observables; por ejemplo, el lenguaje; por ejemplo, un agujero negro? Por medio de la simulación: hacer visible lo invisible. Algo así como crear un poema. Algo así como un simulacro al que el físico, el rabí, el poeta o el traductor, ha olvidado ponerle la h, ¿o era la t?

Correr por las estepas del lenguaje y sus ecuaciones: observar y conocer: hacer un objeto visible: poner a la luz su oscuridad y luego mirarlo: devanarlo, desollarlo, cortarlo.

Quitarle la piel a una imagen parte por parte hasta discernir; distinguir; ver y comprender aquello tan lejano y desconocido pero donde siempre hay una porción de ruido, de realidad y murmullo.

Demócrito de Abdera se arrancó los ojos en un jardín para que el espectáculo de la realidad no lo distrajera. Ser ciego para poder ver.

Un agujero negro como un ojo sideral que todo lo observa. Una estrella masiva que hace un agujero y altera el espacio y tiempo. Un objeto que altera todo a su alrededor: esa es la labor del poema pero el poema no es un ente físico sino verbal. Desde su creación el poema es un agujero en el lenguaje. Un punto, un ojo colmado de sentido pero no de visibilidad. Esa propiedad se la da la mirada: formulación inaugural: el objeto se hace visible, sale a la luz. Flora Alejandra Pizarnik lo sabía en El sueño de la muerte o el lugar de los cuerpos poéticos:

el objeto sin nombre que nace y se pulveriza en el lugar en el que el silencio pesa como barras de oro y el tiempo es un viento afilado que atraviesa una grieta y es esa su sola declaración.

¿Dónde nacen los cuerpos poéticos?

¿Dónde lo verbal se convierte en un objeto físico?

En la luz, en el ojo que todo lo mira pero tiene un límite, así como en el agujero negro es el horizonte de sucesos, en el poema es el lenguaje. El lenguaje no limita con lo que no se puede decir; sino con lo que sólo se puede ver. ¿Y qué tiene que ver la física y la ceguera con Semónides de Amorgos? Para llegar a un punto en el espacio hay que atravesar, hacer hueco, cavar un hoyo, horadar un agujero y eso es lo que hace un cuerpo supermasivo pero también un poema. Vuelvo a Montalbetti:

El poema debe hacer un agujero en el lenguaje. No se trata de trascenderlo sino horadarlo por dentro (…) El valor de un poema no reside en lo que dice / sino en lo que le hace al lenguaje.

Volvamos al Yambo: un fragmento de la obra de Semónides de Amorgos. De ella sólo se conservaron veintinueve fragmentos. El único extenso es el fragmento siete con ciento dieciocho versos: El catálogo de las mujeres o Yambo de las mujeres.

La poesía yámbica no se conoce por su ceguera sino por provocarla a base del corte por medio del ataque: El poema abre el párpado. La imagen atraviesa el globo ocular que ante el fulgor, se abre. La poesía posará sus afilados labios y, como el carnicero con un cuchillo o el cazador con el arco y la flecha, dejará ciego a quien lo lea. Eso hacían los yámbicos por medio de la invectiva, como los perros que muerden y se les vence la quijada y no sueltan a la presa. Como la flecha que atraviesa pero, aunque se intente sacar sigue horadando el cuerpo herido.

Pero aquí ni perra, ni arco, ni flecha.Aquí sólo hay insistencia. ¿De qué? …

Nadie sabe lo que sucede cuando atraviesas el horizonte de sucesos de un agujero negro. ¿Sabemos como poetas lo que pasa en cada lector que lee nuestros poemas? Hay un espacio en blanco, un corte, una línea que divide el antes (creación) con el después (lectura). Parecieran cercanos pero no lo son.

Decía Goethe:

Alles nähe werde fern

Todo lo cercano se aleja.

Cuando caes en un agujero negro y logras pasar el horizonte de sucesos, crees que vas acercándote pero la realidad es que el tiempo y el espacio se han distorcionado y nunca dejas de caer. El que mira cree observar un objeto que cae y se pierde en el infinito. Está haciendo un nuevo hueco, con su interpretación de los sucesos, pero donde todo parece ser lineal (caer, desaparecer), en realidad es simultáneo, como el lenguaje. Pero el lenguaje, como el poema, es ciego. Camina hacia todas direcciones en la oscuridad. No sabe a dónde va… ¿o sí?

Hablemos de la segunda paradoja de Zenón. Hablemos de la flecha que sale del arco, hacia el blanco, pero nunca se mueve. Según explica Aristóteles, el movimiento de la flecha consistiría  en la producción de una serie de instantes. En cada uno de ellos, la flecha llenaría por completo el tiempo y el espacio de ese instante y esto demuestra su inmovilidad. Lo mismo sucede con un poema que es vuelto a leer una y otra, y otra vez, en el tiempo. El poema como flecha suspendida a través de los instantes en que se ha leído.

Una dicotomía. Un agujero supermasivo visto a la distancia. Un corte, herida que se abre y cierra continuamente: superposición de los cuerpos poéticos. Pero aquí no hay arco, ni flecha, sólo insistencia.

Dice Chantal Maillard:

Entre una imagen tuya / y otra imagen de ti / el mundo queda detenido // En suspenso // Y mi vida / es ese pájaro pegado al cable / de alta tensión / después de la descarga //

En su paradoja, Schrödinger menciona que dos estados opuestos pueden existir simultáneamente. Borges lo menciona en El jardín de los senderos que se bifurcan. En este experimento mental, de la física cuántica, hay un gato vivo y muerto al mismo tiempo.

Cuando leemos un poema, ¿somos el lector o el poeta, autor, creador, carnicero, del mismo? He escrito el poema más misógino para hablar de todas las variaciones de mí misma y, continuamente por más de dos mil quinientos años, he estado leyéndolo y escribiéndolo una y otra vez. Multiplicidad de los estados que se superponen.

Misoginia interiorizada: aprendí el arte de los cuchillos para horadarme a mí misma por ser mujer, por ser aprendiz: yambógrafa de mí misma. Yambi que corre por la estepa del lenguaje sin arco,ni flecha, sólo insistencia.

Dice Verónica Gerber Bicecci:

He leído muchas veces el Catálogo de las mujeres de Semónides de Amorgos (…) y en cada lectura me parece que a su taxonomía le hacen falta algunos especímenes. Las mujeres polilla, por ejemplo: aquellas que sufren del síndrome del nido y devoran la materia que habitan. Es decir, aquellas cuyo conocimiento se ciñe a destruir.

Una mujer que corta cabezas, que horada el espacio y tiempo que habita. Perforar el poema y habitar la ceguera del lenguaje. Ser el poema. Ser el agujero, un hueco que llaga el poema produciendo la escritura. Dejar fragmentos, ser el fragmento, el corte y la disección del animal sacrificado.

Dice Octavio Paz:

La poesía pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser original: lo vuelve a sí. El hombre es su imagen: él mismo y aquel otro.

Pero yo no soy hombre. Como Hécate tengo tres formas: la que escribe, la que lee y la que es sacrificada en el nombre del poema. Cada animal soy yo misma, una máscara que al quitar devela la ceguera del lenguaje, del poema. Una máscara tras otra de la persona yámbica.

Pienso en los tipos de mujeres que Semónides nombró en su catálogo: animalización y cosificación de la mujer. Pienso en las grandes obras escritas por grandes hombres en donde una mujer es el animal a sacrificar, violar, desaparecer, para que el arco del personaje principal, interpretado por un hombre, pueda desarrollarse. Pienso que las cosas no han cambiado. Que el Yambo sigue tan vigente como hace dos mil quinientos años. La flecha invisible que lanza un arco invisible hacia un blanco invisible: la insistencia.

 

 

(Poemas de Yambi, libro ganador del II Premio de Poesía Iberoamericana “Konesh, Arte y Cultura” 2024).

 

 

 

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