El poeta chileno Nicanor Parra
Crear en Salamanca se complace en publicar este ensayo, que sobre el el poeta Nicanor Parra, ha escrito Sergio Macías (Gorbea, Chile, 1938), es Premio “Gabriela Mistral” (1971), Premio “Pablo Neruda” (1984), Premio “Ciudad de Tetuán” (1986), Premio “América V Centenario” (1991), IX Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero (2016), entre otros. Ha sido, durante 20 años y hasta su jubilación, asesor cultural de la Embajada de Chile en España. Entre sus poemarios publicados están: Las manos del leñador (1969), La sangre en el bosque (1974), En el tiempo de las cosas (1977), Mecklemburgo, canción de un desterrado (1978), Nos busca la esperanza (1979), El jardinero del viento (1980), Memoria del exilio (1985), Crónicas de un latinoamericano sobre Bagdad y otros lugares encantados (1988), Noche de nadie (1988), El libro del tiempo (1988), Tetuán en los sueños de un andino (1989), La región de los últimos prodigios (1992), El manuscrito de los sueños (1994), El paraíso oculto (2000), El hechizo de Ibn Zay-dún (2001), Ziryab. El mágico cantor de Oriente (2010), Cantos para Altazor (2012), El Viajero Inhóspito (2014) y Haykus de la transparencia (2017).
NICANOR PARRA O LA TRAVESÍA
DE UN POETA SIN LÍMITES
Nicanor Parra en Iberoamérica es como la cordillera de los Andes por su apego a las raíces, su inclinación a lo popular, al sarcasmo, al juego de los artefactos, al mejor sentido de la pulla que sorprende, gusta, destroza, recompone y construye. Es el verbo que afirma o niega con su dialéctica poética: “Nunca diga nunca”. Es la travesura poética, el humor y el cinismo: “Cambio lola de 30 / x 2 viejas de 15”. Pero en el fondo de su poesía está lo serio, lo profundo y dramático. El dolor, el llanto, la desesperación por un mundo que se lo carga la humanidad sin contemplaciones: “Buenas noticias / La tierra se recupera en un millón de años”. Es un poeta agresivo y crítico que molesta a muchos, pero que seduce a multitudes.
Este vate chileno que ha sido postulado durante años al Premio Nobel de Literatura, se ríe cuestionando la sociedad a través de su antipoesía para decirnos que “el poeta se lanza al vacío / colgando de un paraguas”, haciéndonos recordar a Vicente Huidobro en Altazor, y también cuando el poeta del Creacionismo expresa: “Aquí yace Vicente antipoeta y mago”. Pero Huidobro no trabajó su poesía como artefacto, ni su estilo fue subversivo como el de Parra. A sus ciento tres años es uno de los bardos más atrevidos de la lengua española: innovador, inusitado y ladino en el uso de terminologías populares que inserta en su verbo. Con más de un siglo sobre sus espaldas es actual y visionario.
Rompe el equilibrio de los versos que utilizaban sus antecesores teniendo en cuenta el movimiento dialéctico de la sociedad. Por ejemplo, en el poema que leemos a continuación está la simplicidad de la vida, el cuestionamiento del ser, la profundidad existencial, la ironía, el humor, lo controvertido y dramático: “QUE GANA UN VIEJO CON HACER GIMNASIA / que ganará con hablar por teléfono / qué ganará con hacerse famoso / qué gana un viejo con mirarse al espejo / Nada / hundirse cada vez más en el fango / Ya son las tres o cuatro de la madrugada / por qué no trata de quedarse dormido / “. Nos plantea el problema de la edad de manera ofensiva y dramática. Ya no es la vitalidad de la juventud, es la decrepitud. El ser que va hundiéndose cada vez más y que no sirve para nada. Esto produce un llamado de atención existencial en el lector y, hasta, quizá, una angustia. A la afirmación-negación suma en apariencia el deseo de aferrarse a la vida: “Pero no –déle con hacer gimnasia / déle con los llamaditos de larga distancia / déle con Bach / con Beethoven / con Tschaikovsky / déle con las miradas al espejo / déle con la obsesión de seguir respirando / lamentable –mejor apagara la luz / Viejo ridículo le dice su madre / eres exactamente igual a tu padre / Él tampoco quería morir /”. Y luego, en el último verso nos desconcierta sorprendiendo con un triste final: “Dios te dé vida para andar en auto / Dios te dé vida para hablar por teléfono / Dios te dé vida para respirar / Dios te dé vida para enterrar a tu madre / ¡Te quedaste dormido viejo ridículo! Pero el anciano no piensa dormir / no confundir llorar con dormir.”
Abrazo entre Sergio Macías y Nicanor Parra
Este gran poeta chileno, Premio Cervantes de Literatura, nace en el sur de Chile, cerca de la ciudad de Chillán, nutriéndose de la sabiduría campesina. Es la fecha de la Primera Guerra Mundial y de cuando era Presidente de la República Ramón Barros Luco. Son los años en que se da comienzo a la construcción de la Biblioteca Nacional, que hoy guarda la obra espléndida de este autor vigoroso, controvertido, incómodo, punzante, destrozador. En resumen, se trata de un chillanejo popular y culto. Vive el paso de presidentes que se preocupaban especialmente de problemas limítrofes. Aunque uno de ellos dictó la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, y otro más encandilado promulgó por presión de los trabajadores gran cantidad de leyes de beneficio social y la Constitución del 25 que separó a la Iglesia del Estado. En este periodo de conflictos sociales y hasta de anarquía política se llegó, no obstante, a instaurar el gobierno del Frente Popular. Son muchos los autores que publicaron en ese tiempo. Se les denominará de la Generación del 38 o del Centenario.
Este grupo se dividió entre los surrealistas que fundaron el grupo Mandrágora, el 12 de julio de 1938, y que se congregaron alrededor de la revista del mismo nombre: Jorge Cáceres, Teófilo Cid, Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Gonzalo Rojas, recibiendo la influencia de Vicente Huidobro y de los creadores franceses, aunque con los años Rojas tomará un camino más visceral, luego otro de compromiso social influido por una sociedad en crisis económica y por los comprometidos políticamente: Nicomedes Guzmán, Andrés Sabella, Gonzalo Drago, Volodia Teitelboim., donde también aparecen los inclinados a lo espiritual y casi religioso como Eduardo Anguita y Miguel Serrano. Rojas (con quien compartí el exilio en la RDA y labores en la misma universidad) sigue configurando un imaginario más personal (a veces mistraliano) con diferentes textos rigurosos en el lenguaje y algunos tan intensos como irreverentes. En el último tiempo, el peso de los años no fue óbice para crear aquellos textos que conocemos como más que sensuales, eróticos.
Hasta entonces el movimiento literario estaba dominado por cuatro puntos cardinales que mantienen su vigencia: al norte con Gabriela Mistral; al centro con Vicente Huidobro; al este marino y al oeste cordillerano con Pablo de Rokha, y al sur lluvioso y telúrico, con Pablo Neruda. A los que se agregan desde el extranjero Federico García Lorca y César Vallejo. Creadores que impactan enormemente en la poesía chilena de esa época y de ese grupo al que pertenece Nicanor Parra.
Nicanor Parra
Nosotros – los de entonces (generación dispersa a causa de la dictadura de Pinochet) que ya no somos los mismos -, vibrábamos con los poemas de amor de Neruda que, a veces, nos servían para enamorar a las muchachas como si hubiésemos sido los autores. Nos angustiábamos con los de Residencia en la tierra, pero también nos exaltábamos con Los Gemidos de Pablo de Rokha, o entrábamos emocionados en los espacios siderales con Altazor de Huidobro, que nos deslumbraba con sus imágenes, tipografía caprichosa, libertaria y experimental. Los menos se sumían en la poesía dolida, en las canciones de cunas, en textos que se inspiraban en lo religioso y en la tierra humilde de Chile y Latinoamérica leyendo a la gran maestra y formidable Gabriela Mistral. De pronto, aparece Nicanor Parra rompiendo la poesía tradicional y las corrientes literarias que nos asombraban. Y lo hace con su propio nombre, no como los ya mencionados que utilizaron seudónimos, que era una especie de moda: “Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa”. También se forma el clan Parra integrado por el poeta, su hermana, la folclorista Violeta, Roberto, el de las cuecas choras, Lalo, Hilda, Ángel e Isabel y otros que siguieron la senda de sus padres, tíos y abuelos.
Las generaciones del 50 y 60 sintieron un tremendo impacto con el efecto literario parreano: antipoético. Se sintió el contenido de su poesía como un poderoso torrente, hundiendo el navío del surrealismo. Un alud de palabras directas cayó estrepitosamente sobre estos creadores chilenos. Ironizaba los sucesos cotidianos, sea de manera dramática como hilarante, utilizando la picardía y, muchas veces, lo negativo hacia lo positivo. Penetra en lo narrativo para producir un efecto que sorprende. La expresión lingüística es concluyente, acusadora y auto-aniquilante.
Creo que esto es lo que percibimos con la poesía de Parra. Un avasallamiento con sus pensamientos desmedidos y hasta con imprecaciones populares. Así, muchos abandonaron la simbología, las metáforas, el recurso de las imágenes y renunciaron a aprender de memoria aquellos otros versos que deslumbraban por su romanticismo o ensoñaciones oníricas. Parra hizo escuela literaria con su estilo. Muchos latinoamericanos se adhirieron a esta vanguardia poética, en la que con unos cuantos versos aparecía el mundo con sus virtudes y defectos, a veces hasta con ritmo de guitarra. Los que hacíamos bohemia: Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Jaime Quezada, Salvattori Coppola, Jorge Aravena, etc., en El Bosco, en la Unión Chica, en la Clínica, en el Manchao y otros, discutíamos y celebrábamos los atinados y chispeantes cantos de Parra. Sin embargo, algunos se mantuvieron fieles a su propio estilo como Teillier con el larismo y, otros como en mi caso con el imaginario de la realidad.
Cancionero sin nombre fue su primera obra publicada en 1937, que obtuvo el Premio Municipal de Poesía de ese año. En sus otros libros seguirá de manera más manifiesta una búsqueda de la chilenidad, que también lo hizo antes Carlos Pezoa Véliz, pero desde diferente enfoque. Para una mayor ambientación, Parra introduce lo folclórico. Lo popular es inseparable en sus textos. También otros escritores se preocuparon de este aspecto, como Oreste Plath. Pero en la poesía será único en cuanto a cómo lo mezcla con los asuntos habituales. Es un devoto de las coplas populares que le sirven para configurar sus antipoemas.
Cuando Parra nace en 1914, Huidobro lanza al mundo su teoría que denominó Creacionismo. Y después de varias publicaciones sorprende nuevamente a los lectores de Chile, Francia y España con su famoso Altazor, publicado en Madrid, en 1931. Pocos años más tarde Parra da a conocer su Cancionero sin nombre. De Rokha ya había editado Los Gemidos, en 1922, fecha en que a Gabriela Mistral le publican Desolación, luego Ternura editado en Madrid, en 1924, y un año después de la edición de Parra, la obra Lagar. En cuanto a Neruda, nos encontramos con sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la Tierra, España en el corazón. Posteriormente, en 1950, Neruda escribe su trascendental Canto General. Obras que ejercen un gran peso en el ambiente literario chileno y latinoamericano.
Sin embargo, el poeta Parra produce un terremoto lírico con sus Poemas y antipoemas, en 1954. Después vienen La cueca larga, en 1958; Versos de salón, 1962; Canciones rusas, 1967; Obra gruesa, 1969 y Hojas de Parra, en 1996. Se le considera un poeta vanguardista por romper la lírica tradicional, por utilizar un ritmo que lo apropia al tema creado, con todo ello y luego con sus artefactos como breves sentencias o axiomas potencia su antipoesía. Incorpora, incluso, el chiste y la burla que alcanza hasta al mismo poeta para convertirse en personaje, como en el poema “algo por el estilo”: “Parra se ríe como condenado”, al final nos dice: “ahora se pone a llorar / olvidando que es antipoeta”. Muchos de sus poemas los engarza en base a oponer un concepto a otro, una imagen a otra. Para lograr el propósito del absurdo, de la decepción, de un humor cruel, desmiente una afirmación con el fin de que el lector se quede con lo último, que es lo negativo. A veces la expresión ofende y es como un desafío, o más bien un duelo verbal. En sus textos también se expresa discurseando, como si le gustara mantener así una relación con el público.
Otro asunto interesante es su preocupación por la religión concreta, no volátil, y lo hace a través de críticas como en Desorden en el cielo, en “San Antonio” (de Obra Gruesa), en Siegmund Freud y otros. Se refiere al Papa, a los curas con una posición anticlerical. Como escéptico afirma: “Las catedrales me dan en los cocos”. Si miramos más allá de una simpleza cotidiana podríamos ver una cierta relación con el existencialismo europeo, en cuanto al absurdo de considerar la existencia, sin que ésta se proyecte.
En una introducción de Cristina Díez, Carlos Durá, Amparo Rico y Sonia Mattalía de la Universidad de Valencia, en Hojas de Parra se asevera que “el uso del habla tan cotidiano y tan al alcance de todos, conecta a Parra con lo que se ha dado en llamar poesía conversacional, aunque esta relación se aprecie mucho mejor en la anti-poesía”. Esta afirmación da en el clavo, pues el poeta con esta fórmula creativa se desprende de la ornamentación poética. Y, aún más, es preciso e incisivo. La palabra corresponde a la evolución del hombre y, por ende, de la sociedad.
Los chilenos estábamos acostumbrados a otro lenguaje poético en una época en que nos encontrábamos centrados en las polémicas y diatribas de Huidobro, de Rokha y Neruda. Parra con una gran visión desmitifica para renovar todo lo convencional. El concepto mismo de poesía cambia, ya que modifica el lenguaje poético. Por de pronto, no se deja guiar por la concepción academicista, sino por el flujo del idioma de la calle. Afirma: “Tengo orden de liquidar la poesía”, cita que hemos extractado de la introducción de la poeta y profesora María Ángeles Pérez a la selección poética de Parra: Páginas en blanco, que en realidad no la termina, sino que la convierte en un volcán en permanente erupción Sus poemas tienen otra connotación, por ejemplo en Cartas del poeta que duerme en una silla, dice: “En poesía se permite todo”. Su Manifiesto, escrito en 1968, expresa: “Nada más. Compañeros / nosotros condenamos / – y esto sí que lo digo con respeto- / la poesía de pequeño dios /. La poesía de vaca sagrada / la poesía de toro furioso.” ¿A quiénes se refiere al decir “pequeño dios”, “vaca sagrada” y “toro furioso”? Creo que todos sabemos que representan a los tres ya mencionados.
La catedrática de la Univeresidad de Alicante Carmen Alemany, que conoce personal y literariamente al poeta, afirma en la Antipoesía en la encrucijada de la poesía de la comunicación que éste busca «contrariar lo establecido», con una característica demoledora por medio de sus wsátiras. Y ello, porque Parra se dió cuenta «de que la utopia vivida en aquellos años no era más que una ilusión transitoria que daría paso a la degradación del individuo y de la sociedad; pero también ha tenido la agudeza de saber que la poesía no podía ni debía estar encerrada en los moldes de los carcomidos cánones» (Artículo publicado en Centro Virtual Cervantes).
También es importante su reflexión en Telegramas: “Que para qué demonios escribo? / Para que me respeten y me quieran / Para cumplir con dios y con el diablo / Para dejar constancia de todo”. Tampoco obvia las referencias a autores clásicos, aunque sea con sorna, así en Obra Gruesa se refiere a Aristófanes, a su confusión de Platón con Aristóteles. Surge la aparente burla. Disfraza el sentimiento, sin embargo en el fondo está la tragedia del ser. El diccionario Oxford de Literatura Española e Hispanoamericana apunta: “mientras otros escriben en francés (comenta, para mostrar que son refinados) él lo hace en araucano y en latín textualmente (¿) “Versos ásperos” que son (al menos) originales. Para Parra un “antipoeta” es una personan non grata, que se reserva el derecho de decir lo que se le antoja; pero con todo, él no es un revolucionario político (aunque su famoso poema El pequeño burgués es un ataque a la pretenciosa clase media), tan sólo reclama su condición de individuo”. Su Yo está en todas partes, por eso es difícil definirlo, quizá la versión más apegada a la verdad podría ser su Autorretrato. En otro poema complementa: “Yo no soy derechista ni izquierdista / Yo simplemente rompo los moldes.”
El hombre está determinado por el medio, en su caso por las circunstancias que le acompañan. Por ejemplo, en su creación aflora su profesión de profesor de altas matemáticas, pero siempre utilizando el método de la contradicción: “Qué es el hombre / se pregunta Pascal: / Una potencia de exponente cero. / Nada / si se compara con el todo / Todo / si se compara con la nada: / Nacimiento más muerte /Ruido multiplicado por silencio: / Medio aritmético en el todo y la nada.”
Sergio Macías y Nicanor Parra
Entre este ir y venir dialéctico, el hombre y la sociedad aparecen en sus textos de manera insignificante, pero también sublime. Habla de lo sagrado y de lo descomedido, del amor y de lo erótico, de la muerte que le produce carcajadas, del inocente y del culpable, de la belleza y la fealdad. Y así como estructura el verso para poemas ajenos a lo retórico, también construye canciones con ritmos populares. En muchos de sus textos refleja la mentalidad del chileno, la malicia como picaresca, el escepticismo, la desconfianza, el oportunismo. Es un poeta que escribe racionalmente. Estudia las posibilidades del texto para sacarle partido al tema que ha elegido, y de esta manera ironizar, bromear, dramatizar y desconcertar, como cuando nos dice “qué es un antipoeta”, después de poner un Test a disposición del lector, a quien le pide que marque con una cruz la definición correcta. Para mayor abundamiento, al leer su poema Manifiesto, comprendemos aún más su andar poético: “Contra la poesía de las nubes / Nosotros oponemos /La poesía de la tierra firme.”
El poeta y catedrático de literatura hispánica Joaquín Marco rastrea en el amplio abanico de la poesía un parecido que pudiera darse en España. Tipifica una cierta similitud que la expone en Literatura hispanoamericana: del modernismo a nuestros días: “Si buscamos un paralelo en la poesía de Nicanor Parra en España es evidente que debemos encontrarlo, por un lado, en Carlos Edmundo de Ory, por otro, y menos paradójicamente de lo que pudiera parecer a primera vista, en Gabriel Celaya… Pero lo que parece exigir un esfuerzo en Celaya, se da en Parra naturalmente. Su prosaísmo, su deliberado juego de frases hechas, con los modismo, calcos idiomáticos, referencias literarias, son utilizados como factor distanciador, deliberadamente, en el juego de la ironía poética corrosiva que disimula la carga sentimental.”
Nada mejor que terminemos este breve texto con un poema de Parra, que nos presenta su humor y desparpajo. Su antipoesía es la historia de la vida misma, la antificción que forja el ser humano en su fugaz existencia: “El Premio Nobel de Lectura / me lo debieran dar a mí / que soy el lector ideal / y leo todo lo que pillo: / leo los nombres de las calles / y los letreros luminosos / y las murallas de los baños / y las nuevas listas de precios / y las noticias policiales / y los pronósticos del Derby / y las patentes de los autos / para un sujeto como yo / la palabra es algo sagrado.
A continuación le argumenta al jurado jugando con la contradicción: “señores miembros del jurado / qué ganaría con mentirles / soy un lector empedernido / me leo todo – no me salto / ni los avisos económicos / claro que ahora leo poco / no dispongo de mucho tiempo / pero caramba que he leído / por eso pido que me den / el Premio Nobel de Lectura / a la brevedad imposible.”
ALGUNOS TEXTOS CONSULTADOS
Nicanor Parra y la guerrilla literaria, por Niall Binns. Cuadernos Hispanoamericanos, nº537, ICI, España, 1995.
Susana y los Viejos, nº1-2. Poesía chilena contemporánea, por Selena Millares, ed. Sial, Madrid, 1997, ps.237-254.
La Literatura Chilena Contemporánea, por Fernando Alegría. Centro editor de América Latina, Argentina, 1968.
Hojas de Parra, por Nicanor Parra, prólogo de Mario Rodríguez Fernández, y otro texto titulado: “Justificación teórica”, por Cristina Díez, Carlos Durá, Amparo Rico y Sonia Mattalía. Ed. Cesoc, Chile, 1994.
Obra Gruesa, por Nicanor Parra. Introducción de Efraín Smulewicz. Ed. Andrés Bello, Chile.
Antipoemas, por Nicanor Parra. Ed. Seix Barral, España, 1972.
Nicanor Parra tiene la palabra, por Jaime Quezada. Ed. Alfaguara, Chile, 1999.
Poesía y situación de Nicanor Parra, por Antonio Campaña. Ediciones del Instituto de Estudios Poéticos, Chile, 1995.
Literatura Hispanoamericana-Anderson Imbert- Florit Holt, Rinhart and Winston. Inc. New York, 1960.
Literatura hispanoamericana – Del Modernismo a nuestros días. Collec. Austral Espasa-Calpe, Madrid, 1987.
Poemas para combatir la calvicie, antología, prólogo de Julio Ortega, 7ª ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
Nicanor Parra y la poesía de lo cotidiano, por Hugo Montes y Mario Rodríguez. Ed. Del Pacífico, 2ª ed., Chile, 1974.
Historia de la Literatura Hispanoamericana, por Giuseppe Bellini, ed. Castalia, España, 1985.
La poesía de Nicanor Parra, por José Miguel Ibáñez – Langlois. “Antipoemas”, ed. Seix Barral, Barcelona, 1972.
Nicanor Parra – Páginas en Blanco-, Selección de Nial Binns e Introducción de Mª Ángeles Pérez López, ediciones Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, España, 2001.
Nicanor Parra, Obras Completas & algo +. Tomo I, por Nialls Binns e Ignacio Echevarría. Barcelona, 2006. Tomo II, por Nialls Binns, Ignacio Echeverría y colaboración de Adán Méndez. Círculo de Lectores. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2011.
enero 29, 2018
No entiendo como en un país tan apartado y aislado del resto del mundo, por
un lado un muro de cordilleras y al otro lado el gran océano frio, al norte un gran desierto y al sur los lagos y volcanes nacen tan buenos poetas a la altura
de los más grandes, será que el aislamiento les hace escribir para no enloquecer.
Que grandes Nicanor y la Violeta, que sólo se queda el continente sin ellos…..,
los chilenos ya no tienen poetas de los antipoemas, y un gracias a la vida de la Violeta……