La música constituye un arte del tiempo y la arquitectura un arte del espacio, pero la música se toca en un espacio y por supuesto no suena igual en cualquier espacio. Más aún: algunas obras (más allá de la ocasional toma en consideración por parte del compositor de las propiedades acústicas de la sala) fueron escritas para formar simbiosis expresiva con arquitecturas muy concretas.
La tangencia de la música y de la arquitectura existe en el hecho de que la arquitectura, como señaló Goethe, es “música helada”. Además, las relaciones entre la música y la arquitectura han existido siempre, pues ambas tienen nexos a niveles profundos basados en el concepto de geometría. Así, “una obra moral, política o retórica será tanto más bella si ha sido concebida con espíritu geométrico”. De este orden y de estas proporciones nos habla también la música. Además, la geometría aún tiene otra aplicación con respecto al arte, pues era una formulación de la antigua “teoría de la armonía”, que fue considerada en la Antigüedad, desde Pitágoras en adelante, como “el orden por el que se rige el cosmos; es un orden dinámico: el universo está en movimiento y es el movimiento de sus astros y de las fuerzas que los mueven el que se ajusta en un todo armónico” y, por lo tanto, ordenado.
Existen bases comunes, paralelas y semejantes en el tiempo, en su composición y organización de carácter matemático al objeto de producir armonía y belleza, empleando como símbolo los aforismos de La arquitectura es música congelada y La música es arquitectura derretida
La unidad de las Artes, como argumento y justificación para apreciar esa tan buscada asociación entre la Música, prototipo del arte acústico e inmaterial {metafísico), y la Arquitectura, arquetipo del arte visual y material (físico). Ambas disciplinas artísticas se articulan siguiendo un
preciso orden compositivo, que recurre a la Matemática para su aplicación práctica (representación sensible de la Belleza absoluta); ya sea bajo la apariencia de la Armonía o de la Proporción Canónica, pero siempre numérica (de fundamento pitagórico o platónico), que nos remite, en última instancia, al Orden Universal o a la Música de las Esferas; es decir, al Creador, bajo cualquiera de sus apariencias más recurrentes y «sugerentes»; o sea, como Gran Geómetra, Músico o Arquitecto del Universo.
Los hombres del Renacimiento fueron muy conscientes de la identificación contenida en la geometría mística platónica.
Pitágoras, primero, y Platón, después, elaboraron una compleja filosofía en la que los números ocupaban una posición central, es decir, en la que el universo en su conjunto respondía a una estructura matemática y armónica.
“hacer música o arquitectura es crear, engendrar ambientes que envuelven sonora o visualmente, poemas”
La música y la arquitectura surgen como organizaciones de intervalos sonoros o de elementos métricos en el tiempo y el espacio, y comparten, a un nivel abstracto, un nexo común, “la música es tiempo y espacio, como la arquitectura. La música y la arquitectura dependen de la medida” de hecho este es un concepto básico dentro de las artes del número y la proporción. “no sólo por el nombre de sus obras sino por su acercamiento al pitagorismo dentro de su racionalismo humanístico, en su inquebrantable certidumbre de los fundamentos numéricos del universo, del dominio de la ciencia sobre el caos, de la vocación de la música en ser forma de conocimiento en cuanto mímesis de los procesos lógicos en los que se identifican los criterios del conocimiento”.
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