El poeta Hugo Francisco Rivella
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar unos poemas del destacado autor argentino Hugo Francisco Rivella (Rosario de la Frontera, Salta, 1948), quien reside desde hace años en Córdoba. Sus libros son, entre otros: Poemas en la lengua del sonámbulo (2016), Endentro de mí y el poema posible (2016), La hora del relámpago y cuadernos del dolido (Bolivia, 2016), Las yeguas y las rosas (Ecuador, 2016), La sombra en el espejo (México, 2014), Espinas en los ojos & siete poemas de barro (Ecuador, 2014), Ojo astillado (2013), Putas (La cacería del ángel) (2011), Piedra del Ángel (México, 2011), Centro de tormentas (2010), De fuego y sombras (2010), Yo, el toro (2008), Zona de otros días (2007), Caballos en la lluvia, La Carretera y otros poemas (2003), Cristales en el río (cancionero, 1999), Agua de mis manos (1995), La memoria del fuego (1982) y Algo de mi muerte (1981). Participó de diversas antologías en el mundo. Rivella ha obtenido numerosos galardones, entre los que figuran el primer premio de poesía en el tercer certamen literario de la UNC (1977); el primer premio en el tercer certamen hispanoamericano Juegos Florales Centroamericanos de Quetzaltenango (1985); el primer premio en el octavo certamen internacional Jaime Gil de Viedma y Alba (España, 2010); el primer premio en el concurso internacional de poesía Gilberto Owen Estrada (México, 2011), el primer Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero (Ecuador, 2015), el primer Premio Literario Provincia de Córdoba 2015 (poesía), el primer Premio Internacional Rubén Darío (Nicaragua, 2016) o el Premio Leonor de Poesía (Espala, 2018), entre otros.
Estos poemas se han extraído del libro ‘El caleidoscopio del sufriente’ (El Ángel editor, Quito, Ecuador, 2018).
No resignación, de Miguel Elías
MUJERES, TERRITORIO LIBRE
a las luchadoras sociales
Machi Francisca Lincolao Huircapan está presa,
los menokos arrullan pájaros, manantiales,
el agua que zozobra entre los humedales quitan la sed del hombre,
del niño y del venado, de la mujer que cubre con su cuerpo la tierra.
Milagro Sala espera que el macriavélico sangre en su costado.
Emmeline Pankhurts suelta sus cabellos frente al Palacio de Buckinghan,
su sombra es seda envuelta en remolinos,
es blanco el pañuelo que lucen las Madres de la Plaza de Mayo,
las calles de Nueva Delhi tajeada en sus mujeres, Liberia, Afganistán.
Malala ha puesto a temblar Pakistán o en Kiev
los espejos se llevan el ritual del verdugo.
Las Mujeres de Negro son el eco de cada cosa que le pasa el mundo,
la guerra, los desmanes, la flor que se desguaza,
la luz pulverizada por el odio y el hambre,
la oración silabeada del mendigo.
Respiran en Jerusalén, Palestina, Belgrado, Roma, Bogotá
El cuerpo de las mujeres es un territorio donde se libran las últimas batallas.
La derrota invisible de la muerte.
FEMINICIDIO
a Kuky Leonardi
El cementerio San Antonio de Padua está cubierto de margaritas blancas,
narcisos, golondrinas y un ramo de claveles rojos.
Rojo fue el último suspiro de Edith Andrea Vera
cuando el puñal del asesino buscaba su garganta,
buscaba su niñez entre las latas,
la casa de madera de la noche,
su corazón de alondra entumecido.
¿El asesino es ese hombre tatuado con barcos y serpientes?
¿El que asesta los golpes con furia sobre Edith?
O es la violencia machista silenciada, como dice Evelina Giberti,
lo que ha cuesta llevamos y consume los huesos, el ojo, la mirada?
El puñal interroga con su lengua demente.
MARÍA TABARES SUEÑA COLIBRÍES
Como si la ternura fuera una niña de azúcar sucede lo que digo,
llegan los benteveos a comer bananos,
chirimoyas,
granos de maíz.
Una garza, con su cuello de espuma, asoma distraída
entre el cocorocó de las gallinas y el ladrido distante de los perros.
Ríosucio es una brasa que enciende lo que vivo.
El pueblo duerme con los ojos vidriosos,
el Carnaval baja desde la madrugada y es un delirio
por sus calles y en mi alma
Me tironean los diablos que rondan las iglesias
Cuando todo está quieto y el espejo la sueña,
María Tabares vuelve a ser la muchacha que le roba colibríes a la tristeza.
VIOLENCIA
“Cuando pedimos por cargos nos dicen liberales,
cuando pedimos por ejercer nuestra sexualidad nos dicen putas”
grita a voz en cuello Aracelli Ferreyra,
Su cuerpo es una línea que sube por mis ojos.
Mucho antes, a mediados del siglo XIX, Flora Tristán arde:
“Los hombres no me quieren porque busco la liberación de las mujeres.
Los poderosos porque busco la liberación del hombre”
Ni una menos recorre Buenos Aires hasta cruzar el mar y ser
la voz mujer violada en el corazón de Massachusetts,
en el Castillo de Eramprunyá,
en las oficinas del Juez Bonadío, en la mansión del emir Haibatulah.
Yo puedo amar tu pie, la esquina del crepúsculo,
la sed con que mi lengua destraba soledades,
esperar hasta el alba con los ojos mojados,
y amasar en la lluvia un trueno de cigarras.
Abnegada paciente soledosa callada
caracola y sonido metáfora cuchillo
puedo ser lo que otros callan cuando me desmoronan
pero nunca Palabra.
EL VUELO
Alice Toklas toma de la mano a Gertrude Stein y el pueblo se conmociona
hasta la infamia,
cuando de las casas sube un hedor que aplasta.
Nadie sabe que sabe.
Nadie sabe que sí
pero hay serpientes y llagas y adoquines y polvo y malaespina y aguaceros
y hay heridos y credos y hay abismos y hay palabras que dañan la ternura.
El amor vuela en el columpio de una seda de asombro.
Ellas se besan.
Tensamente sostienen la cuerda de la vida.
Han roto la muralla, el precipicio reflejado en la luna.
Vuelan.
Vuelan.
El aire se ha encogido para no molestarlas.
Iba mi corazón con la suerte a los tumbos
Retrato del poeta Rivella
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