La poeta Ángela Reyes
Crear en Salamanca se complace en publicar la reseña que ha escrito Manuel Quiroga Clérigo en torno al último poemario de Ángela Reyes (Jimena de la Frontera. Cádiz, 1946), residente en Madrid desde los doce años, es cofundadora de la Asociación Prometeo de Poesía, de la que ha sido secretaria general desde 1980Entre sus poemarios publicados están: Amaranta (1981), Lázaro dudaba (1987), Cartas a Ulises de una mujer que vive sola, (1992), Breviario para un recuerdo (1997), No llores, Poseidón (2008) y Fantasmas de mi infancia (20119, entre otros.
“QUÉ HARÍAS TÚ SIN LOS RECUERDOS”
HUERGA@FIERRO, MADRID, 2017
En el mundo revuelto de la poesía, de las mujeres y hombres que escriben versos, hay de todo. Ángela Reyes es una fémina que ha publicado 14 poemarios y a la es razonable tenerla en cuenta como creadora lírica elegante, cuidadosa y preocupada por la belleza de la palabra. Lo ha demostrado en títulos diversos pero a algunos nos llamó la atención “Carméndula” un libro del año 2000 que, además, fue galardonado con el Premio “Blas de Otero” que convoca el Ayuntamiento de Majadahonda y publicó la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, en su Colección Julo Nombela. En uno de los poemas de este poemario leemos: “Sólo te pido que después de amarme/toques el piano lentamente/y que tu música me llueva/ muy dentro de la piel mientras me peino”. En unión de su esposo Juan Manuel Ruíz de Torres, y como Secretaria General de la Asociación Prometeo, realiza desde 1980 una importante labor cultural y sigue dirigiendo las Tardes de Prometeo, ya en sesión nº 1881, habiendo, además publicado 5 novelas y 3 colecciones de cuentos. Otras mujeres como Luzmaría Jiménez Faro han sido y son importantes activistas en pro de la poesía escrita por ellas, sin aludir ningún demérito a la capacidad creativa de los varones.
En este caso intentamos comentar el nuevo poemario de Ángela Reyes titulado “Mujer en la penumbra”, editado por Huerga@Fierro y con una sugestiva portada de Qi Chengxiang que refleja perfectamente la intención del título. “Es hora que te diga que el beso masculino,/por pequeño que sea, puede hacerse paloma”. El libro habla de la soledad de la mujer en determinados momentos y situaciones, de cierta desesperación ante injusticias como las guerras y el abandono o de la posibilidad de que los hombres olviden la vieja tradición de menospreciar a sus compañeras de existencia. “Laila” contiene los poemas de la primera parte: “Despereza tu vuelo, no me seas cobarde/ y baja a defenderla”. Tal vez sea preciso evitar que esa “red de sombras” oculte la belleza de las mujeres jóvenes vivan donde vivan, en el sur o en el norte, bajo una religión o cerca de una guerra.
Ángela Reyes ensarta la historia en el ámbito de los sentimientos, incluso, de la indefensión: “El sol dejó de levantarse por sus ojos/el día que llegó un rudo camellero/y atravesó la ruta de su vientre/dejándole un rastro de dolor y almizcle”. Es la mujer, siempre, protagonista de un mundo desigual, apocado ante la injusticia, escasamente severo frente a la persistencia del abuso como leemos cada día en los periódicos, aunque se pueden recordar otras figuras del pasado capaces de haber comprendido o limitado lo irracional de algunos momentos de la relación del varón con quienes viven tal vez alejadas del amor, de la comprensión, de la cómoda existencia. Leemos: “Saulo de Tarso, tú partías con tu caballo negro/, mientras ella ensartaba cada lágrima/como si fueran cuentas del collar”. Transcurren por los versos féminas llamadas Rosa, Ágata a quien “le cortaron los pechos/porque Quintianus los quería…”, “Eva, hermosa sierpe del manzano” o Laila. (“…mirándote no ceso de decirme/cómo se da el pecho al niño/y se le arrulla y se le mece…”. También aparecen figuras de cierta dignidad como ese “Ángel del azogue” y otros ángeles o ese “San Sebastián saeteado” que puede estar cerca de la mujer en momentos de ignominia.
Otra imagen de Ángela Reyes
Estamos ante una poesía limpia, honesta, terminante, capaz de denunciar un atropello (“He aquí a la mujer que ha muerto lapidada/por vender su candor…). La segunda parte, titulada “Tu hermano pudo ser feliz”, trata de crear un ambiente de cierta serenidad, un espacio suficientemente seguro para acoger a quienes están al borde todos los peligros. “La metralla ha matado/al vendedor de miel y a siete golondrinas”, escribe Ángela para traernos el recuerdo de los países asediados por el odio, por la política mercenaria, por el fanatismo religioso.
¿Los nombramos? No, simplemente abramos ahora mismo cualquier periódico y tendremos datos suficientes para comprender el dolor de la mujer, de los niños, de los ancianos, de los creyentes perseguidos por sus vecinos mientras se descubren cada cinco minutos paraísos fiscales, políticos corruptos, banqueros criminales. En la página 51 hay un poema delicado, terminante, denunciador de tantas tropelías: “Tu hermano, Laila, pudo ser feliz/ junto a la hija del amolador/ y de su boca granate,/pero se fue a hacer la Guerra Santa,/ a vencer el dragón de cien lenguas de fuego/llegado de Occidente”. (Sigamos con el periódico).
Aquí continúa la última parte del excelente poemario de nuestra autora “La lumbre del alfarero”, no sin recordar la figura de una mujer que luchó contra la injusticia llamada Ángela Figuera Aymerich que escribía “Canto a la madre de familia/cuando se duerme tan cansada/que un ángel blanco y bondadoso/baja en secreto y la conforta” y a una profesora de Educación Primaria, María Marrodán Gironés: “Así que vivir era esto:/sábanas de hormigón/arropándonos los pechos/y serpentinas de olvido/en la suite nupcial del alma”.
Los 17 siguientes poemas de “Mujer en penumbra” son un verdadero relato en torno a la pasión donde Laila se ve transitando por un mundo de algodón y los espacios se llenan de lunas, ilusión, cercanías. Leemos: “Lo mejor de la vida es el asombro” como si en cualquier momento fuera posible desterrar el dolor, la incomprensión, la simpleza de la brutalidad nunca consentida. “¡Cuidado con las ascuas de tu pubis!/ ¡Por Dios! Que no se apaguen/ y la ceniza no se expanda!” ¿Final feliz? No, búsqueda de maneras para la mujer salga de la penumbra y la luz del día reine a su alrededor. Tal vez estemos ante una reconciliación con los mundos de la concordia a los cuales, con frecuencia, acuden autoras como Ángela Reyes de manera firme y delicada para soñar con hacerles realidad: “Es hora que te diga que el beso masculino,/ por pequeño que sea, puede hacerse paloma”.
Majadahonda, 8 de Noviembre de 2017
Libro de la autora
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