León Trotsky
Crear en Salamanca recuerda el prólogo que Trotsky escribiera, desde Constantinopla, para la edición española de sus escritos de viaje. Expulsado de Francia por germanófilo, León Trotski vino a España en 1916. Espíritu complejo, en quien rivalizan el hombre de acción y el temperamento literario, Trotski no se resignó a sufrir pasivamente su pintoresca odisea en España: tomó notas de su accidentado viaje por nuestro país. El resultado es este libro, traducido por primera vez del ruso a otra lengua europea. Ahí está, en estas páginas escuetas y sin pretensiones, como él dice en el prólogo que él escribiera para la primera edición al castellano (1929), la España que él vio entre el 30 de octubre y el 28 de diciembre de 1916.
PRÓLOGO DE LEÓN TROTSKI
Este libro debe su origen a la casualidad. No tenía proyectado en absoluto mi viaje a España a fines de 1916. Aún menos había concebido, para mí, el estudio del interior de la Cárcel Modelo de Madrid. El nombre de Cádiz sonaba en mis oídos como algo casi exótico. En mi imaginación lo asociaba con los árabes, con el mar y con las palmeras. Hasta el otoño de 1916 nunca había pensado si el hermoso Cádiz meridional estaba dotado de policía. Sin embargo, tuve que pasar algunas semanas bajo su vigilancia. Todo en esta aventura fue para mí fortuito y parecía, a ratos, un sueño gracioso. Pero no era fantasía ni tampoco sueño. Los sueños no suelen dejar huellas dactilares. Y, no obstante, en la oficina de la Cárcel Modelo de Madrid se puede hallar la impresión de todos los dedos de mis manos derecha e izquierda. Mayor prueba de la realidad de lo sucedido no la puede dar ningún filósofo.
En la cárcel de Madrid, en el tren, en el hotel de Cádiz apuntaba mis impresiones sin un fin determinado. Mis cuadernos de apuntes hicieron luego el viaje conmigo a través del Atlántico; se quedaron entre mi equipaje durante las semanas en que disfruté de la hospitalidad del rey de Inglaterra, en el campo de concentración del Canadá, y volvieron a atravesar conmigo el océano y la Península escandinava, hasta Petrogrado. En el torbellino de los acontecimientos de la revolución y de la guerra civil olvidé su existencia.
Retrato de Trotsky, de Frida Khalo
En 1924, hablando con mi amigo Voronski, mencioné de pasada mis impresiones y mis apuntes españoles. Voronski dirigía entonces la mejor revista literaria mensual de la República soviética, y, con su energía de periodista nato, se aprovechó inmediatamente de mi indiscreción para no dejarme marchar sino después de haberme comprometido solemnemente a buscar mis cuadernos de notas, a darlos a copiar y a ponerlos en cierto orden. Así surgió este librito. Otro de mis amigos, Andrés Nin, decidió traducirlo al español. Tenía grandes dudas sobre la sensatez de esta empresa. Pero Nin mostró gran insistencia. Por tanto, la responsabilidad de la aparición de este libro en español pesa sobre él.
Mis conocimientos de la lengua española quedaron en un grado muy rudimentario: el Gobierno español no me dejó perfeccionarme en el idioma de Cervantes. Esta sola circunstancia basta para explicar el carácter, harto superficial y ligero, de mis observaciones. Sería inútil buscar en un libro cuadros más o menos amplios de las costumbres o de la vida política y cultural de España. Lo dicho anteriormente demuestra cuan lejos está el autor de semejantes pretensiones. No viví en España como investigador u observador, ni siquiera como un turista en libertad. Entré en este país como expulsado de Francia y residí en él como detenido en Madrid y como vigilado en Cádiz, en espera de una nueva expulsión.
Estas circunstancias restringieron el radio de mis observaciones, al mismo tiempo que condicionaban de antemano mi modo de afrontar los aspectos de la vida española con los cuales me puse en contacto. Sin un buen adobo de ironía, la serie de mis aventuras en España seria, incluso para mí, un manjar completamente indigestible. El tono general del libro expresa, en toda su espontaneidad, las sensaciones con que efectué el viaje por Irún, San Sebastián, Madrid hasta Cádiz, y de allí otra vez a Madrid y Barcelona, para desembarcar luego, despegando de la costa europea, al otro lado del Atlántico.
Pero si este librito puede despertar el interés del lector español e inducirle a penetrar en la psicología de un revolucionario ruso, no lamentaré el trabajo que ha hecho mi amigo Nin para traducir estas páginas escuetas y sin pretensiones.
León Trotski
Constantinopla, junio de 1929
Leon Trotsky, por Luiz Fernando Reis
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