Jaime García Maffla en su casa de Guymaral
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar estas reflexiones lírico-filosóficas inéditoas, escritas por Jaime García Maffla (Cali, Colombia, 1944), poeta, filósofo, ensayista y catedrático jubilado de la Universidad de Los Andes. Realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y un Máster en Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Considerado un experto en la obra de Cervantes, es uno de los poetas más relevantes de Colombia y Latinoamérica. En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. García Maffla está estrechamente vinculado con Salamanca mediante su admiración por Unamuno y por su estrecha amistad con el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca.
Foto de José Amador Martín
MATERIA POR CAMBIARSE
¿Qué entonces hacer, si ser no le es posible, pues antes no le fuera ni otorgado en don, ni dado en gracia? Deja que el tiempo caiga sobre él como la lluvia cae sobre el alféizar y que las horas canten al venir como las gotas al danzar sobre el agua…Y en ese alféizar la sombra instantánea del paso de unas alas, que en su ondulación dicen de un ser y de un destino, de un abrazo y de un abismo…
Acogida y anhelo de una razón, de un signo que escape al haberse dejado y a un esperar en vano, en blanco, en desmedro de sí, aunque por la contemplación podrá en algo rehacerse. Pero también es una niebla que oculta a los árboles del tiempo, los instantes, si sólo en ellos puede iluminarse la entrega a la vida en torno y dentro. Paso de los instantes, pero no ya en el tiempo sino en la conciencia, en la certeza pura de que se es, o se está en el Ser.
Escenarios. Espacio, lo abierto que se cierra sobre sí. Pero no el firmamento: las interiores landas y sus despojos; son las heridas, otras depredaciones desde un afuera extraño. Destino que es un ir y un haberse abandonado, duelo entonces por la cifra del viaje hacia alguna forma de desaparición o de entrega, de oblación y de ofrecimiento para seguir, seguir más todavía. Y lo dejado, para seguir así, en el despojamiento.
Foto de José Amador Martín
Sí, el despertar es desalada cámara por la que apenas el aliento se siente; estación de otros ángeles o de los ángeles de otros, fragua durante el sueño su fracaso, su desorientación y pobreza…Pero toda flaqueza podría dibujar un firmamento si es entrega, trazar un surco para un nuevo germinar en la misma quietud, que así podría volver al movimiento.
Vuelo del tiempo, de mío lo digo al dejar de estar, en quien yo fuera. Nada más este arcoíris de algún ajeno, distinto nada más…Duelo, dolor, pasión y compasión…Es que hay un vértigo, el mismo de la inmovilidad y el del no alcanzar a hacer lo diseñado por la misma mano que dibuja los actos en las horas, su flaqueza y fuerza inconsciente, el milagro de aquello que se da…
Pétalo abierto de una flor blanca, casi transparente, pétalo al cual el aire roza, se deja acariciar por un aroma que únicamente en el atardecer se entrega. ¿Qué es ahora, si aquel quien y que era ha dejado de ser, rama que fuera insensiblemente deshojándose, aunque la predicción él por sí mismo la hiciera?
Foto de José Amador Martín
Aire y tacto y nostalgia. Será en el no-saber, en el no-ser, en el nada poseer, también el haber sido desde otra figura, y dejado en algún secreto palpitar escrito su aguardar a que todo pase al fin, como aquel vuelo, pero sin las alas, sin su aire ni cielo ni horizonte…
¿Qué más, o cuál sentido que el solo sentir por ser consuelo? Lo cerrado se abre, aunque lejos, casi inalcanzable. Ser que a la vez se hace otro dejar de ser por otra vez dejar para poder saberse, pero la imposibilidad también es una landa sembrada de los despojos de una antigua lid. Sombra de un vuelo cuyo destino es sólo un dibujo para los ojos del contemplador. Pero no lo sabía, nunca lo supo, no lo podía saber si de otra materia fuera su materia. Dibujo que es una línea, horizontal a veces, vertical para hacer y siempre circular.
Y el contemplador nada sabe de sí, pues su entraña íntima ha desaparecido ante la transparencia del aire de ese vuelo que hicieron ala y figura y designio a solas, no bajo el firmamento sino en la extrañeza del espacio al lado e inalcanzable, suyo y de nadie, nada por, para un Todo indecible.
Debe dejar, no obstante, que cada cosa suceda en él, o hacer en cada cosa de escenario, pleno y vacío, porque en su natural están la entrega, el vencimiento y el abandono vueltos así confianza en gracia del cristal que ha reflejado el iris al abrirse ante lo ilimitado. Vuelo que es tiempo y alféizar que es naturaleza por de las manos que lo hicieran para solaz de todas las presencias con su callado hablar…Hay un latido al lado, cerca de su latir en el desvelo.
Foto de José Amador Martín
Espera, sí; estar allí, así, sintiéndose a un tiempo cerca y lejos, tangible e intangible, cerca y lejos de sí, para sí mismo, en sí mismo también con todo cuanto en él no ha germinado. Se mira cuando cierra los ojos, se desconoce si los abre al cristal con azogue así espejo, puerta, mirada que al mirarse busca lo inalcanzable, lo invisible y por tanto lo cierto, lo único verdadero para él, para su no-poder al no-saber, que ahora sí, éste último, es, fue, era la nube que descendió cuando el vuelo ya había pasado.
En fin, que duelos los suyos eran y suya la pasión, la senda por su enseña, los aposentos, posesiones doradas y reconciliaciones, amores y temores que en su suntuosidad amigables se hacían. Así, mejor el corazón, la noche en despoblado, en bosque ameno al lado de las aguas y al rocío de la aurora, que en soledad está y abrigo, es decir en la paz, si paz existe; sin voz ni luz, sin eco ni llamado y sin oído, que la agonía así habrá de ser…
No parece haber senda, y así regresa en el tiempo hacia lo intemporal que le habitó un día y hoy lo sostiene. Pero es que ¡Ay! No lo va a alcanzar, que va a ser alcanzado, va a dárselo al cansado, que desmaya: ¡No desmayes, no, no te dejes caer ni del vuelo te alejes, que allí está tu aire.
Abraza lo que es y está a tu lado…
Foto de José Amador Martín
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