La poeta Mariana Bernárdez. Fotografía de Rogelio Cuellar
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar unos textos de Mariana Bernárdez (México DF, 1964). Realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en Filosofía. Entre sus libros de ensayo se encuentran Todo está en la línea: conversaciones con Raúl Renán y 15 poemas inéditos (2008); Ramón Xirau: hacia el sentido de la presencia (2010); Dolores Castro: crecer entre ruinas (2015. En poesía ha publicado Tiempo detenido (1987), Rictus (1990), Nostalgia de vuelo (1991), Luz derramada (1993), El agua del exilio (1994), Incunable (1996), Liturgia de águilas (2000), Alba de danza (2000), Sombras del fuego (2000), Simetría del silencio (2009.), Alguna vez el ciervo (2010), Trazos de esgrima (2011), Escríbeme en los ojos ( 2013. traducido al portugués por Nuno Júdice, Lisboa, Glaciar, Casa da América Latina y Ecochoice, 2015), Nervadura del relámpago (2013), En el pozo de mis ojos (2015) y Aliento (2017. Hay edición portuguesa, de 2018). Su poesía ha sido traducida al inglés, italiano, portugués y catalán.
Estos poemas serán leídos durante el XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, organizado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y que se celebrará en Salamanca del 14 al 20 de octubre de 2020, dedicado a José María Gabriel y Galán. Habrá actos presenciales y virtuales. La lectura de la Poeta mexicana será en una sesión online y saldrán publicados en la segunda antología del encuentro, titulada “Mundo Aquí”, también coordinada por el poeta peruano-salmantino Alfredo Pérez Alencart, director de estos encuentros desde su primera edición.
Poemas de “Del Padre: Antes del antes o del mar en sus ojos”,
en Nervadura del relámpago. Estado de México:
CEAPE/FOEM, Segunda edición, 2019
Las naranjas sobre la mesa exoneran lo perdido
y tu enojo ante tanta fractura
Era desmedida la encomienda
lograr un espacio
para que el devenir siguiera su curso
y a la par
conservaras tu destreza.
No quisiste mirar lo escrito
y era la única forma, Padre,
que conocía para salvarte del tiempo.
Tus ojos aturdidos, ante sombras que ninguno logramos ver, mantienen un diálogo inconexo con aquellos que ciñen tu destiempo, ¿desamparo ante lo vivido?
De nuevo tu padre te sostiene niño, su barba crecida huele a coñac y a tabaco, y presientes su abrazo envolviéndote para siempre, tú, su niño, herido, frágil, con el pelo rizado…
cardenal que habría de seguirte por los días.
Moriría fusilado
Y tú como Eneas saldrías cargando sus palabras.
Mi Padre y su padre, y el padre de su padre, moran en mí, no en el mero gesto que imprime una herencia cromosómica sino en los sueños que asaltan mi insomnio, en las visiones que acompasan mi escritura como si ellos se guardaran para sí la verdad contenida en los enigmas.
Mi madre y su madre, y la madre de su madre, conservaron la historia, la repasaron, la fijaron al acariciar el dentro de los ojos; destronadas erigieron un reino de otro mundo, el de la entraña, el del beso, el de la elocuencia.
—Éste es tu Padre—y él me tomó entre sus manos cuando mi cabeza coronaba los pilares de su entrepierna.
Isquemia cerebral transitoria
Supongo que las neuronas se desleían
para volverse constelaciones dentro de ti
Fumabas
solo
tan solo
porque ahí donde ibas
no había manera de estar contigo
Bocanada tras bocanada
contemplabas el humo adivinando signos y letras
tuyas sólo tuyas
y la tensión se acumulaba en mí
y el enojo
Llevabas años adquiriendo facultades incomprensibles
¿hablabas con ángeles insurrectos?
¿preparabas una cartografía de lo inmenso?
¿O tu afonía sobrevino
cuando se te dio a ver la sombra
que habría de guiarte a tu muerte?
Padre tiene la cabeza llena de estrellas
poco dice en enigmas de su visión oracular
pero mide el pálpito del día
al seguir los caprichos de la luz
trazando el contorno de la niebla
Despacio bebe a sorbos el elixir del olvido
como si en sus aguas bautismales encontrara al fin
la clave para desvelar el misterio
como si importara certeza alguna
cuando sus labios faltan a la promesa de ser
Y ya siendo silencio
lejana debe parecerle
esta otra orilla
desde la cual
lo miro alejarse
en resplandor.
Y recuerdo tanto, desde la lluvia hasta el sol, desde e calor de los veranos junto al mar, hasta tu deambular por novelas de Agatha Christie.
tu gusto al comer jitomate y pescado, y tus silencios insondables mirando quién sabe qué vastedad en ti
o el murmullo al repasar tus cirugías, o el discutir con los hermanos procedimientos y precisiones que rebasaban mi entender
Tu emoción al pujar en las subastas y tu pelo rizado
¿Dónde amparar lo vivido?
¿Habrá de perderse al igual que se me confunden fechas y lugares?
Yo sé Padre
que nos hemos querido entrañablemente.
Lectura de Mariana Bernárdez
¿Quedará algo de ese brillo que se perfila en la entrelínea de tus facciones, asomo en la memoria de lo fugitivo: la palabra dicha, los amigos y el dominó, el cigarro en la mano esperando el nacimiento de los que habrías de alumbrar, o de las tardes adormilado por esa lluvia que aún bate en los cristales?
Algo habrá de persistir, de lo contrario abriríamos las compuertas del delirio, y ciegos y sordos, lapidaríamos el rastro que nos nombra.
Padre, en el cruce de los caminos, donde la Esfinge pronunció el último acertijo, encontré el nudo donde habita un centro. Poco sé cómo recorrer su periferia y poco habré de lograr al girar en torno de sus muros.
¿De qué sirve encontrar cuando la condición de desamparo es el inicio de cualquier acorde?
Padre, llévame al mar, a sentir la marisma y los cristales de sal en mi piel, que quiero desconocer el mundo y este inmisericorde abandono, quiero borrar mi lastimadura y la tuya, porque sé que en algún recoveco tú sigues siendo tú y en cualquier momento volverás a decirme:
—No te apures y desesperes
que aquí está tu Padre
para lo que te haga falta
Sangre de mi Sangre.
Mariana Bernárdez por Gabriela Bautista
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