MADRID Y ENRIQUE GRACIA TRINIDAD Y MADRID. ENSAYO DE ENRIQUE VILORIA VERA Y PINTURAS DEL ABULENSE EUGENIO LÓPEZ BERRÓN

 

1 El poeta Enrique Gracia Trinidad (foto de Sinhá da Costa)El poeta Enrique Gracia Trinidad (foto de Sinhá da Costa)

 

 

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, en absoluta primicia, otro de los capítulos del nuevo libro del polígrafo venezolano Enrique Viloria Vera, especialmente vinculado con Salamanca a través del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos de Salamanca (CEIAS). El libro tiene por título “Villas, pueblas y ciudades” y entre los capítulos que contendrá están los siguientes escritores y sus ciudades reales o imaginarias: Canoabo y Vicente Gerbasi; Iquitos y Mario Vargas Llosa; Caracas y Rafael Arráiz Lucca; Carora y Guillermo Morón; Comala y Juan Rulfo; Cumaná y José Tomás Angola; Ferrara y Giogio Bassani; Macondo y Gabriel García Márquez; Puerto Maldonado y Alfredo Pérez Alencart; San Juan y Carmen Alicia Morales; Valparaíso y Juan Cameron y, finalmente, Barcelona y Begoña García Carteron. Aquí publicamos el dedicado a Madrid y Enrique Gracia Trinidad.

 

 

2 Del viejo al nuevo Madrid Del viejo al nuevo Madrid

Enrique Gracia Trinidad (Madrid, 1950), reciente Accésit del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, fallado en Salamanca el pasado 31 de enero. Es poeta, divulgador cultural y actor. Sus libros de poesía son -1972 a 2013-: Encuentros, Canto del último profeta, Crónicas del laberinto; A quemarropa; Restos de almanaque; Tiempo de Apocalipsis; Historias para tiempos raros; La pintura de Xu-Zonghui (bilingüe chino-español); Siempre tiempo; Contrafábula. Poesía reunida 1972-2004; Todo es papel; Sin noticias de Gato de Ursaria; La poética del vértigo (Antología, estudio y selección de Enrique Vitoria); Pentimento (2009); Hazversidades poéticas (miniantología); Butaca de entresuelo (2011), Mentidero de Madrid y Ver para vivir. Además ha publicado libros de prosa, artículos y dibujos. Le han concedido, entre otros, los siguientes premios: Vicente Gerbasi, por el conjunto de su obra (Venezuela), Accésit de Adonais, Premio Feria del Libro de Madrid, Accésit Rafael Morales, Premio Blas de Otero, Premio Bahía, Premio Juan Alcaide, Accésit Ciudad de Torrevieja, Premio Emilio Alarcos, Premio Juan Van-Halen. Parte de su obra se ha traducido a varios idiomas y figura en antologías y publicaciones de catorce países.

 

 

 

4 Metro Puerta de SolMetro Puerta de Sol

 

 

 

MADRID Y ENRIQUE GRACIA TRINIDAD

Ya he dicho que Madrid ha tardado mucho en modernizarse. Tiene esta Villa y Corte (aunque sea una ciudad no ostenta dicho título) una personalidad muy acusada,
pese a que los usos sin carácter de estos tiempos que vienen corriendo
desde las últimas décadas del siglo XX le den a veces la apariencia
de una ciudad que quisiera ser otra y, por lo tanto, traicionarse a sí misma.

* * *
Nada te debo a ti, ciudad amarga y fiera, y todo te lo debo (…)
Y cuanto más te pago más te debo.

* * *
Es oficio de vértigo este asunto / de acuchillar palabras al papel, / juego de locos, / inútil alboroto de campanas, / pretencioso ejercicio que no sabe / si vive sueños o si arrastra vida. // La verdadera profesión / de los poetas / debería ser el silencio.

Enrique Gracia Trinidad

 

 
Un mentidero – DRAE dixit – es un “sitio o lugar donde se junta la gente ociosa para conversar”. Luis Alberto de Cuenca, amigo fraterno, estricto coetáneo de Gracia Trinidad y prologuista del libro Mentidero de Madrid – verdadera exploración arqueológica, urbana, histórica y afectiva de la irrenunciable ciudad del madrileño – , trae a colación el recuerdo de un ancestral mentidero físico del que ciertamente es tributario el mentidero afectivo de nuestro bardo castellano, Rememora Luis Alberto de Cuenca:

“El mentidero de Madrid por excelencia estaba ubicado, allá por nuestros siglos áureos, en las gradas de la iglesia de San Felipe Neri, que se elevaba entonces en el lugar donde hoy confluyen la Puerta del Sol y la calle Mayor. Se atribuye a Luis de Góngora una décima que no puedo dejar de evocar aquí, pues siempre que pronuncio esas tres palabras mentidero de Madrid, me brotan del recuerdo los versos que la componen, dedicados a la memoria de don Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana, a quien asesinaron el 21 de agosto de 1662, a poco más de cien metros de las gradas de San Felipe (desde el 21 de agosto de 2011 hay una placa en la esquina de Mayor con Coloreros que rinde homenaje a don Juan en el sitio donde fue muerto):

 

Mentidero de Madrid,
decidme, ¿quién mató al conde?
Ni se sabe, ni se esconde.
Sin discurso discurrid:
dicen que lo mató el Cid
por ser el conde Lozano.
¡Disparate chabacano!
La verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano”.

 

Un abundamiento sobre el tema de los mentideros madrileños añade al de marras, otros dos, a saber: el de los representantes, situado en un ensanchamiento que tenía la calle del León, en pleno barrio de las letras, y que respondía al nombre de plazuela del León. Allí se reunían las gentes del teatro (los representantes o actores) y los literatos y quienes aspiraban a serlo, y el de Losas de Palacio, sito en la parte delantera del Real Alcázar o Alcázar de los Austrias que era como popularmente se conocía. Dada su concepción de centro de gobierno, los alrededores del Alcázar se poblaban de personas en procura de favores o concesiones gubernativas. Igualmente, en las ocasiones que la Realeza salía a la calle el pueblo copaba el lugar por ver a los Reyes al pasar.

 
El poeta, gallardo, gentil y sin melindres ni alfeñiques, reconoce incontestablemente la influencia que sobre su mentidero poético tuvo aquél de cemento y gradas, el de San Felipe – lejano en el tiempo pero cercano en el recuerdo -, el situado para entonces, como ya sabemos, en la Calle Mayor, esquina a la Puerta del Sol. Comenta Gracia Trinidad, confirmando lo señalado por Luis Alberto de Cuenca: “Por aquí hubo una vez un mentidero, / el notorio lugar donde las gentes / se contaban los últimos asuntos, / mentiras y verdades, sucedidos / – lo sé de buena tinta…no me digas -, / historias de la guerra y de la corte. // Asuntos importantes o triviales / con la misma pasión e indiferencia, / con igual saña o burla semejante / con la que siempre se contó la vida, // Corrió de boca en boca el rey, el clero, / la comadre, el ejército, el alcalde, / la puta del palacio y del burdel, / los precios, las vecinas, los amantes, / el frío de la noche o el calor / que nos hará sudar al mediodía. // Ahora el mentidero…”

Sin ambages, ni ambigüedades, alejado de perífrasis, rodeos o circunloquios, el propio Gracia Trinidad, a objeto de que no exista ningún asomo de duda sobre su motivación más recóndita al momento de escribir su personal e intransferible mentidero de Madrid – más afectivo que urbano, aunque ambas dimensiones no se excluyan en su poemario simbiótico – expresa palmariamente y desprovisto de tapujos:

“Este libro es un homenaje a mi ciudad natal. También un abuso porque utilizo sus calles y rincones para intentar hablar al mismo tiempo que de ella, de otras cosas.
Se suceden en este libro poemas con nombre de distintas vías y lugares madrileños, a veces con un subtítulo añadido.
Calles que existen o desaparecieron, plazas, parques, rincones, los personajes que vivieron y los que viven, la historia y la leyenda… todo es a veces causa y las más, excusa para escribir poesía”.

Los pretextos, los efugios, las excusas, los subterfugios, a los que recurre el escritor para apadrinar y servir de detonante de sus largas y pertinaces faenas de poeta, son muchos y disímiles: calles, túneles, puentes, plazas, gentes, pasajes, cuestas, bocacalles, callejones y avenidas, le permiten urbanizar ahora sus sempiternos temas poéticos: la soledad, la tristeza, la libertad, Dios, la nostalgia, la justicia, el amor cortesano y al prójimo, y el agradecimiento. Acompañemos al poeta en su travesía urbana para compartir con él sus emociones, afectos, prejuicios, angustias y esperanzas.

 

 

5 Río ManzanaresRío Manzanares

Madrid – como toda gran ciudad – es más de lo que está a la vista del turista, es también la realidad que – dramática y conmovedora – discurre anónima y distante de los recorridos rutinarios que, en autobuses de lujo, ofrecen las agencias de turismo a fin que los visitantes, confortables en sus asientos ergonómicos y munidos de sus cámaras digitales, sus celulares de última generación y sus aparatos de video de incalculables pixeles, puedan tener las mejores vistas de una villa que muestra orgullosa sus mejores galas urbanas. Los bidonvilles, las favelas, los pueblos nuevos, las callampas, las barriadas populares, los cerros plagados de ranchos, de casas precarias, las villas miseria, las chabolas en las que habitan – en el límite de la subsistencia – los anónimos, los obreros, los prescindibles, los carne de cañón, los hiposuficientes, los orilleros, los marginados, en fin, los condenados de la tierra, sirven también al poeta para expresar su solidaridad con los más necesitados y sus aspiraciones de verdadera justicia social: “Aquí se deshilacha la ciudad / como un muñeco antiguo, / como un perro muy viejo de peluche, / como un perro muy viejo. / Aquí la ciudad pierde sus esquinas, / toda reloj de arena y juego peligroso, / cinturón que no es carne / apenas hueso, / trampa en el mapa y corazón de nube / bebedora del vino turbulento de la noche. // Aquí es frío Madrid, cualquier otra ciudad / también es frío, / porque toda ciudad tiembla en su orilla, / porque los extrarradios siempre acaban de más, / siempre huelen a escombro, alambre, arroyo, / perfume de ferrocarril, olvido, / cáscara del mundo. // Aquí, mis ojos de burgués han visto / todos los mandamientos de la ley del hambre / y ningún mandamiento de la ley de Dios.”

 

6 Gran Vía en azulesGran Vía en azules

 

 

La antigua Calle del Lobo, hoy de Echegaray, en bandeja de plata mal habida le sirve al escritor un motivo para reiterar su solidaridad con los desheredados y denunciar la lenidad, la avaricia y la impunidad de los que usan el poder de cualquier índole para tener más y más en detrimento de otros que poco tienen y cada día son menos dignos. Denuncia el poeta: “Nadie debería soportar más peso / del que tiene su propia dignidad. // Impedid que los lobos acumulen / la conciencia y la vendan como suya. / Son lobos mercaderes, ya sabéis, / mercachifles del mundo, poderosos / ahítos de soberbia, tomadores / del dos, del tres, de todo, con permiso / de otros que más que lobos son raposas. / Disfrazados de honor y de justicia, / revestidos de leyes a su altura. / Su dignidad es sólo su poder, / no pesa nada, es pluma, polvo y aire; / los aligera y los encumbra siempre / por encima de todo lo que es justo, // (Los lobos aullarían por la comparación)”. Reitera además Gracia Trinidad que la miseria es un verdadero infierno y los callejones que cotidiana, reiterada e incesantemente la ven pasar, no serán lo suficientemente anchos para desterrarla por siempre y para siempre: “Haced más ancho el callejón angosto / y que circule toda la miseria / pero no dejará de pasar nunca”.

 

Los característicos e intransferibles temas que caracterizan la rotunda poesía de Gracia Trinidad se hacen también presentes en su conmovedor, apasionado y emotivo mentidero. En efecto, la soledad, la nostalgia, el desengaño, la libertad, la vanidad, la tristeza, entre otros temas personales y reiterados del poeta del vértigo, transitan las rutas, rotondas y plazas del callejero lírico del escritor. Leamos y recorramos con Gracia Trinidad las calles, plazas y callejas que disparan su emoción y transmutarla en rotundos versos que le otorgan alma y espíritu a los adoquines, al asfalto y al betún, al pavimento de macadán del mentidero material de su Madrid natal:

 

 

7 Puerta del Sol de noche Puerta del Sol de noche

• La Vanidad:

 

Duro y contundente reclamo contra una sociedad que todo lo convierte en vitrina, en talk show, en mall, en centro comercial, en show Business, en imagen prefabricada, en cirugía plástica, en publicidad machacona, en maquillaje, coreografía y escenografía, en metrosexualidad, en palabras semejantes, en vanidad, engreimiento y apariencia, el poeta advierte: “Aquel espejo fue para la luz, para avisar del / riesgo, para decir de lejos que acecha el enemigo, / para contar la vida y la sorpresa. Pero ya no hay espejos de esa clase // Ahora todo es imagen y artificio, sensación de costumbre, gesto inútil, desgastado mirar, reclamo, misteriosa apariencia. / Ahora todo es espejo y disparate, manera de obligar a ser distinto, profesión del engaño, tiempo muerto. // Si vienen a atacarnos no servirá de nada ni el bruñido metal ni el vidrio con su azogue. / los bárbaros vendrán y no estaremos a su altura, nos hallarán mirando escaparates, sorprendiendo a la nube en la fachada, tercamente instalados en el baño colocando la mueca o la corbata, afeitando el mentón o dando el rimel. // Y va a ser imposible defendernos”.
• La Libertad:

 

Si de algo se precia el poeta – a viva voz y letra – es de su espíritu libertario, de su genuina escritura sin condicionantes ni ataduras, en su rechazo a los ismos que tanto daño le han hecho al planeta y a la humanidad, en fin, de su amor, su pertinaz defensa de la intrínseca y fundamental libertad del hombre. “la libertad llegó por la mañana dispuesta a devorar todas las cosas (…) La libertad llegó y resulta gozoso ser su esclavo”. El escritor expresa contundente y sin remilgos: “Es inútil que alcéis vuestras banderas en mi nombre. Solidario con todos, solidaria mi mano derecha con la izquierda, mi ojo derecho con el otro; los pies y las costillas solidarios…/ Mi boca no lo es. // Hicieron tanto daño las banderas, que esta boca creció de indiferencia y se alzó impenitente contra la mayoría de bocas mentirosas, contra las telas de color que esgrimen sus razones para acabar en grito y en cuchillo. // Con el negro me basta, con su mueca sin luz y sin color: Pirata de la vida, bucanero en ausencia y soledad, filibustero de pálida esperanza; corsario nunca. // Agitada la oscura bandera todo es claro”. Y en otro poema autobiográfico, Gracia Trinidad no deja espacio para la duda acerca de sus intenciones vitales: “A veces dices la verdad, / la gritas a los cuatro vientos, / insistes, / te sale de la boca, implacable y redonda, / pero nadie te cree, / ¿No será entonces tu verdad mentira?”.
• La Soledad:

 

En anteriores análisis hemos sostenido que la poesía de nuestro vertiginoso poeta se sustenta, se nutre, abreva en la soledad. En este sentido, anotábamos: “Intensa e inmensa es la imponente soledad de Gracia Trinidad, lo custodia a todo evento, lo acecha; sigilosa, a todas partes lo persigue; ubicua, exigente, hostigadora, no lo abandona, no desea redimirlo, no quiere desprenderse de él, dejarlo a sus anchas: se le encima, lo envuelve y busca aislarlo, destruirlo, ensimismarlo. Frenéticamente lo abraza, lo circunda, lo toma por el cuello hasta el ahogo…”. En su mentidero confesional, en homenaje a Lope de Vega y Ramón de Campoamor, convoca de nuevo a la soledad para que comparta sus solitarias páginas e invita: “Vamos a repartirlas: / Tú con tus soledades, / yo con las mías; / que no es mejor, / da igual lo que te digan, / la soledad de dos / en compañía”. Más enfático, reiterativo y machacón, el poeta advierte: “Pero nadie se engañe a estas alturas: / El árbol genealógico de todos / es un árbol tan sólo y solitario, / la miserable rama de la vida. / Común, lejana, turbia, inmensa, triste”.
Y esa soledad terca, celosa, consustancial a la poesía y al alma de nuestro escritor, como un bumerán perfectamente preciso y sagaz, regresa siempre dispuesta a no abandonar al poeta: “La soledad es una piedra blanca / que nos cabe en la mano, / que se arroja al vacío / y nuevamente sin saber por qué, aparece temblando entre los dedos. / He tirado esta piedra muchas veces, / pero por su costumbre de volver, / como si un perro juguetón / me la trajese una y otra vez, / aún la tengo. / Y cada vez son menos las ganas de soltarla”. Y para distinguir a quien lo define, el poeta versa: “La soledad, es la que eleva el árbol, / lo hace crecer, lo empuja, lo distingue. / En medio de la jungla o de los bosques / un árbol es como una piedra erguida / en el oscuro pedregal del tiempo. / Insolidario y vanidoso, torpe, / alimentado de su propia sombra, / el árbol solitario se distingue, / se aparta silencioso y puede verse / en el perfil del horizonte / su silueta desnuda, altiva, sola. / Eso le basta”.
• La Tristeza:

 

En su oportunidad afirmamos: “la íngrima soledad del poeta vive acompañada de su indeleble tristeza. Un solo, intenso y desgarrador calificativo bastaría para definirlo, identificarlo, delimitarlo, catalogarlo, describirlo, ponerlo en su epitafio y transmitirlo para la siempre escurridiza eternidad: triste”. Ahora es el escritor quien ratifica lo por nosotros escrito: “La tristeza es la uña que persigue los sueños en el dibujo de una mesa (…) Viene de soledad y de extrañeza, se derrama en silencio, / tiene el miedo cogido por los brazos. / No sabe, no se atreve, no encuentra la respuesta. / Todo es espalda. Adiós. Todo es cansancio. / ¿Adónde vas? ¿Porqué me dejas solo? ¿Cómo sabré quién soy? / ¿De quién es hijo este dolor? / ¿Porqué?”.
• La Duda, el Desaliento, la Nostalgia, el Olvido:

 

En un poema síntesis dedicado al desparecido Callejón de la Duda, el escritor revive tres de sus recónditas emociones – la duda. el desaliento, la nostalgia – para expresar, indefenso y temeroso, su notorio y palpable miedo por el porvenir. Sentencia el bardo: “Cuando se hace inventario de la vida, / uno se ve tentado al abandono. / Ignoro si a vosotros os ocurre, / pero a mí me hace daño el desaliento, / la nostalgia, / la sospecha de un tiempo por venir, / confundido con el que se marchó. / desalentado, ciego, impredecible. / Hoy, ayer…¿Y cuál es la diferencia? / Me duele lo que miro con los ojos, / me temo que culpables por ser míos, / lo que siento crecer / como un miedo confuso entre las uñas. // Viene todo en el mismo paquete con sorpresa, / el envoltorio lleno de color, el lazo, la sonrisa…/ Y no sé si es regalo o amenaza, / y no sé si aceptarlo o preocuparme / y no sé si quedarme o escapar, / y no sé si fiarme, / y no sé”. En cuanto al olvido se refiere, Gracia Trinidad confirma. “Vivir es una forma de alejarse, / siempre”.

 

 

8 Primavera en MadridPrimavera en Madrid

 

 

Dios ha estado también presente en los caviles poéticos del escritor. En esta ocasión – entre creyente y agnóstico -, retorna al tema de la religación que tanto ocuparon sus años mozos de seminarista, cuando buscaba – entre cánticos, homilías, sacramentos y oraciones, y una que otra penitencia- una razón para trascender y un púlpito para celebrar al prójimo, que hoy, justiciera y equitativamente, le ofrece la poesía., como lo expresa y asienta: “Cuerpo a cuerpo, lector, / codo con codo, / cómplices que subvierten / la cordura del mundo. / Ni yo sin ti, ni tú sin mí, / paso a paso, / espalda con espalda, / protegidos el uno por el otro, / tebanos dos a dos / de un batallón sagrado. / Escribo para ti, no creas / que hablo tan sólo de mis cosas; / y aunque no lo parezca, / algo, sin mí / te falta. // Si dejas de escuchar, / dejaré las palabras / aunque a nadie le importe. // Tal vez ni a ti ni a mí”.

 

Y como certeramente decía Virginia Wolf sólo existe lo que se nombra, Adán el padre primero, instado por el Padre Verdadero, le puso nombre a nuestras cosas y nos enseñó a nombrarlas, inaugurando en la Tierra el nominativo oficio de los poetas, Gracia Trinidad lo testifica: “Poner nombre a las cosas / es el mejor oficio de la vida, // Lo hizo el Padre Adán cuando su Dios / se lo ordenó en el Paraíso. / Y así nacieron árbol, pájaro, río, piedra, / hormiga, pájaro, gacela, viento…/ Nada quedó sin nombre. // Pero luego ocurrió lo que ocurrió / la expulsión amplió los horizontes. / Ni Dios habría imaginado / que Adán siguiera su costumbre / y aún le quedasen nombres que asignar. / Así nacieron risa, amor o llanto, / dolor, tristeza, ausencia o esperanza”.

 

Afortunadamente, como “Dios se dedica a otros asuntos”, Gracia Trinidad y los poetas – que no son tantos (unos cuatro mil) como los calculados en su tiempo por Lope de Vega, sino, al decir de nuestro poeta “unos mil quinientos como mucho” – han hecho y continuarán haciendo el trabajo iniciado por Adán para nombrar lo innombrable.

 

9 AtochaAtocha

 

 

El insondable y solidario amor que Enrique siente por Soledad, es recogido en su mentidero amatorio como muy valedera excusa para loar la Calle Peña de la Miel y Callejón de Jesús Méndez en un poema pleno de ternura, afección, apego e incontestable devoción, que merece estar en la Antología Universal del amor: “Estos mapas no me dijeron nunca / dónde estabas, qué era de ti, qué calles / recorrías, cuál era tu escondite. / esos mapas inútiles que tuve en mis manos, qué estudié con gozo, / no me enseñaron nunca la manera / de llegar hasta ti, de aproximarnos. / Tú siempre en las reuniones que marcaban / el camino a seguir, la ruta, el norte; / y yo siempre al final de ese camino / llevado por mis mapas al extremo, / Cuando al final las cartas se oxidaron, / y las reuniones se volvieron turbias, / nos unió la palabra, otra palabra, / el espacio que habita entre dos versos / y que no se pronuncia ni se escribe. / Ni mi fatiga ni tu desconsuelo, / ni tu cansancio, ni mi desvarío / nos dijeron el punto de encuentro, / tan solo las palabras nos llevaron / a este lugar donde el amor nos crece”.

 

Finalmente, para despedirnos de Madrid, de sus plazas, rotondas, glorietas, callejones, túneles, pasajes, cuestas, esquinas, iglesias, y de los mentideros de aquí y ahora, de allá y entonces, nada mejor que el poema Ursaria del gato madrileño:

 

“Hay un canto feliz pero se esconde / tras la basura, la nostalgia, el crimen, / tras las horas que no saben ser tiempo / sino premura, escándalo, sofoco. / Si recorres sus calles, si la escuchas, / verás que hay corazón pero que el ritmo / con que alienta la vida es la locura; / que donde fue doncella es cortesana, / que donde fue muchacho es resabiado / truhán, provocador y pendenciero, / que donde fue paciente labrador, / dama de merecer, vecino amable, / acogedor y amable diplomático, / es hoy torpe corsario oficinista, / pretencioso bribón de escaparate, / puta descabellada, visitante / de aceleradas mañas y mirada, // Pero a pesar de todo y de mí mismo, / hay un canto feliz, estoy seguro. / Y lo voy a encontrar aunque me deje / la vida entera entre sus viejas calles”.

10 Plaza de CallaoPlaza de Callao

 

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