El escritor Félix Anesio
Crear en Salamanca se complace en difundir estos textos de Félix Anesio (Guantánamo, 1950), poeta cubano e ingeniero de profesión. Radica en la ciudad de Miami y ha publicado el libro de relatos Crónicas aldeanas (2009 y 2011) y su versión en inglés A Tale of Two Villages (2012). También los poemarios El ojo de la gaviota (2015) y Los cuervos y la infamia (2018). Su poesía fue seleccionada en Bojeo de la isla infinita. Antología de 6 poetas cubanos (2013), introducción y selección del poeta cubano Arístides Vega Chapú. Dirige el blog Crónicas aldeanas.
Estos poemas forman parte del poemario recientemente publicado por la madrileña Editorial Betania, dirigida por el poeta Felipe Lázaro. Tiene prólogo-entrevista de Lilliam Moro y epílogo de Félix Luis Viera. Se presentó el pasado 9 de marzo en la Librería Altamira de Coral Gables, Miami, con una concurrida asistencia. Las pinturas de portada e interior son obra del cubano Juan José Miranda Hernández, residente en Argentina.
FOTOGRAFÍAS DE JOSÉ AMADOR MARTÍN
MALABARES
Camino al filo de la sombra
haciendo malabares
para beber el agua de la noche.
Saciada mi sed
cargado de palabras
regreso en la mañana luminosa.
SUCESIÓN Y LÍMITE
Para Alejandro Fonseca
In memoriam
Las flores de la primavera
visten las nieves del último invierno.
La fiel convergencia del día hacia el ocaso
y todas las fases de la encantada luna
anuncian la epifanía del próximo sol.
Una mujer gime su dolor.
El regocijo de la vendimia y el vino de la celebración.
Una nueva arruga que se asoma al espejo de tu rostro.
Las fotos que cuentan, otra vez, una historia de ancestros.
La extraña felicidad de un poeta que yace en una cama de hospital,
rodeado de amigos, ante el umbral de una muerte insospechada.
Un libro que se cierra como un golpe en la sombra
otro que se abre
y esta finita sucesión de versos.
Todo acontece en la esfera de un reloj sin números.
BAJO UN SOL DE OTOÑO
No ha de perderse en mí
todo el sabor del vino.
No ha de perderse en mí
todo el aroma del sexo,
ni el color de las flores,
ni la gracia del canto.
Yacen, aún latentes,
bajo la hojarasca,
como las setas de otoño.
CANTO PROFANO
Mateo 1, 23-25
La húmeda fragancia
de la vulva,
en sazón de recibir
el hálito divino
o la humana simiente,
preconiza la esperanza gozosa
de la epifanía del Verbo.
Un momento de la presentación del libro en Miami
LOS CUERVOS DE LA INFAMIA
¿En qué esquina el niño pálido y rubio,
está llorando?
M. Alabau
Nueve lunas de su tiempo expiran
y la criatura debe renunciar ahora
a la húmeda calidez
de la penumbra
de su cofre de cinabrio y terciopelo.
Desterrada del paraíso por la fuerza,
vulnerada su inocencia,
ha de cruzar errante
el vasto desierto
donde hiere la luz
entre los cuervos de la infamia.
¡Oh, tábula rasa, que has de consumirte
como un cirio en el altar de nadie!
EN LAS ALTAS HORAS
El refugio de la noche es pródigo en sucesos.
Bajo la luz de una lámpara se agrupan
los medicamentos y numerosas cuentas.
Una cortina roja, unos libros y un reloj
como salidos de una película de Bergman
son la escenografía de un viaje,
de un laberinto sin regreso.
En las altas horas de la noche se escribe el verso.
DESPEDIDA DEL POETA MALDITO
Toda luna es atroz y todo sol amargo.
A Rimbaud
He visitado catedrales imponentes
donde la luz traspasa al sesgo los vitrales
y me he visto envuelto en esa magia
como ángel o demonio.
He visto el mar y conozco sus misterios.
he conocido espléndidas criaturas
que exploraron mi piel hasta el espanto
y me dieron amor; no les di nada.
He sentido el sudor en mis zapatos
viajeros y el gentil aroma de un jazmín;
el sabor del café en la madrugada
mientras el gallo canta siete veces.
El rumor ancestral de la muerte me corteja:
de ahora en lo adelante vagaré azaroso
sin brújula, ni mapa, ni destino propio;
los vientos seguiré, leve como una nube.
¡Vengase cuando quiera la parca!
Félix Anesio y Llilliam Moro, durante la presentación
LOS CUERVOS Y LA INFAMIA
Presentación de Lilliam Moro
Este nuevo poemario de Félix Anesio, Los cuervos y la infamia, se asienta en el concepto del símbolo, ya utilizado en su anterior libro, El ojo de la gaviota. Así que para hablar de su poética nos gusta utilizar la frase: “En el principio fue el símbolo”, en este caso como complemento del bíblico Verbo.
Más que una metáfora, el símbolo alcanza el grado de imagen, es decir, logra la imagen poética superando cualitativamente la metáfora, como un salto pictórico o verbal en el vacío.
Cuando el sustento del hombre primitivo dependía de la caza, dibujaba bisontes y venados en las paredes de las cuevas de Altamira y Lascaux, es decir, expresaba su necesidad básica representándola pictóricamente. Pero este acto encerraba también una especie de magia propiciatoria pues lo representado constituía un símbolo, lo mismo que los poetas, desde los albores de la civilización, utilizamos el símbolo como un discurso retórico, como si cristalizáramos una metáfora para convertirla en imagen, síntesis del verbo creador.
Pero por su carácter sintético, el símbolo también posee las limitaciones de la dualidad. Así vemos la dicotomía de los colores negro y blanco en el ying y el yang de las culturas orientales, pero que no implica aspectos negativos ni positivos: son las dos caras de la vida. Parece ser que somos occidentales los que atribuímos cualidades al color, de ahí que el luto se represente con vestimentas negras y la pureza con el color blanco; la Paz y el Espíritu Santo se simbolizan con una paloma blanca, mientras que la maldad y los malos presagios con el cuervo, ave que popularizó Edgar Allan Poe en su poema y la terrible realidad de la película Los pájaros, de Alfred Hitchcock, aunque debemos señalar que Poe trasciende el símbolo primario del cuervo cuando dice que esta ave se posa en un busto de Palas Atenea, la diosa griega de la sabiduría, dándole así un carácter metafísico al ave.
Parece que el ser humano siente cierta fascinación por las aves cuando admira el frágil aleteo del colibrí o la belleza ostentosa del pavo real, pero yo me atrevo a creer que en el fondo hay cierta envidia por la capacidad de volar asociado con el sentimiento de la libertad plena, ya manifestada en la leyenda de Ícaro en la Antiguedad y en las ideas de Leonardo da Vinci en el Renacimiento. Los seres humanos sólo logramos construir la Torre de Babel y con ese afán soberbio de trascendencia lo único que conseguimos fue la confusión de las lenguas.
Félix Anesio recuerda a su padre al mirar el ojo de un ave en su anterior poemario El ojo de la gaviota, y ahora en este que presentamos hoy, Los cuervos y la infamia, el símbolo se hace múltiple, con variados matices, con lo que logra trascender el esquematismo; muestra el lado oscuro del ser humano pero es un símbolo de múltiples posibilidades, es decir, trasciende la obviedad.
Por ejemplo, en el primer poema del libro “Los seminaristas”, donde describe y narra el paso de los aspirantes a sacerdote por la habanera calle Obispo, no menciona el color negro de las sotanas pero la atmósfera que los envuelve al caminar bajo el sol, el olor a sudor, el sexo que se esconde bajo el pudor y la pesada vestimenta, expresan un ambiente mórbido, lo que remata con el verso final: Aún nos puede llenar de turbación la imagen que recuerdo, O sea, el lado oscuro de las pasiones no se manifiesta por el color, sino por la imagen de lo oculto, lo arcano en el ser humano.
O bien en el poema “En las altas horas” la noche es el momento del encuentro a solas del individuo consigo mismo, propicio para la poesía.
En el poema “Rara Avis” donde se detiene en los pormenores de la triste vida marginal del deforme John Merrick, el lado oscuro del corazón se manifiesta también a plena luz del día cuando las burlas y el escarnio escenifican la falta de compasión, todavía más evidente en el poema “El Callejón de los Venidos”, un amplio desfile de almas muertas que habitan cuerpos decadentes que esperan el final de los finales.
Es decir, en el poemario Los cuervos y la infamia el símbolo se amplifica porque trasciende la obviedad. Cuando Félix Anesio escribe un poema de tres versos que considero muy logrado: “Ceremonial litúrgico”: Nos consumimos/como cirios/en el altar de nadie, añade la frustración a la soledad, al desamparo, a la ausencia de compasión y a la turbulencia oculta de las pasiones en los poemas citados anteriormente. ¿Qué es, si no, esta imagen: Un hombre en una esquina del mundo/ permanence en silencio? O bien, la frustración explícita de este verso final: Esta noche no soñaré, no debo.
Todo poeta incluso el más rompedor, es un moralista. Quiere crear en sus poemas una alternativa ética, deseable, utópica, diferente a la realidad que rechaza. Y Félix Anesio nos muestra en Los cuervos y la infamia, su ética existencial: la infamia es la ausencia de la compasión, incluso hacia uno mismo cuando la contención se impone, y en esta situación el cuervo —aquel posado en el busto de la diosa griega de la sabiduría— quizás no sea la oscuridad sino la luz que ha de venir tras “la noche oscura del alma” ya expresada por San Juan de la Cruz, el patrón de los poetas.
Y que mejor final para esta presentación que el mágico verso de José Lezama Lima: Un pájaro y otro ya no tiemblan.
Miami 9 de marzo de 2018
Lilliam Moro (La Habana, 1946). Poeta, narradora y crítica literaria cubana. Estudió en la Facultad de Letras de la Universidad de La Habana. Formó parte del grupo de Ediciones El Puente. En 1970 se marchó de Cuba y vivió 42 años en España, dedicada a la edición y las artes gráficas. Poemarios publicados: La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005), Obra poética casi completa (Miami, 2013), Contracorriente (Salamanca, 2017, galardonado con el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador) y El silencio y la furia (Miami, 2017). Su novela En la boca del lobo (2004) fue Premio de Novela Corta “Villanueva del Pardillo” en Madrid. Reside en Miami desde el 2011.
abril 6, 2018
Gracias por esta reseña,
Félix Anesio