José María Muñoz Quirós en Salamanca (MGala)
Crear en Salamanca publica el comentario que Manuel Quiroga Clérigo ha escrito en torno al poemario Las alas del canto, de José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), quien tiene una larga lista de premios conseguidos, entre los que figuran el Premio Fray Luis de León de la Junta de Castilla y León (1997), el Premio Internacional de poesía Jaime Gil de Biedma (1998), el Premio internacional San Juan de la Cruz (2005) o el Premio Alfons el Magnanim (2009). Ha publicado más de treinta poemarios, los cuales se han reunido en “Tiempo y Memoria (Vitrubio, Madrid, 2016). Muñoz Quirós ha sido catedrático de Lengua y Literatura en un instituto de su ciudad natal, es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y Doctor por la Universidad de Valladolid. También es Presidente de la Academia de Artes y Letras de Ávila, Presidente de la Academia de “Juglares de Fontiveros” de poesía y Miembro de la Academia de Poesía de Castilla y León. Director de la revista de artes y letras “El Cobaya”.
Muñoz Quirós y su poemario (foto de Jacqueline Alencar)
JOSÉ MARÍA MUÑOZ QUIRÓS:
“LO PRIMERO ES LA VIDA. LUEGO ESPERAS”
Editorial Alhulia, Salobreña, 2015, 95 págs.
A nuestro alrededor cantan los pájaros, juguetean los niños, las flores nos saludan, nos visita la noche. Pero siempre está la vida, bueno, hasta el final dramático, obligado. Los poetas cantan a las aves, a la infancia, a las mujeres hermosas, a los jardines. Y todo eso, a veces se convierte en “Las alas del canto” como titula a su poemario José María Muñoz Quirós, autor de más de 20 libros de poesía, docente durante muchos años, viajero, soñador. De “Ritual de los espejos” a la recopilación de 2015 “Tiempo y memoria” han transcurrido muchos viajes, muchas indagaciones, demasiadas soledades, tal vez, y luego ese sol de Ávila, esos deliciosos inviernos de nieve en las almenas, esa capacidad de hablar con los ángeles y los viandantes de la Plaza de Santa Teresa o de las murallas testigos de siglos y de leyendas.
Este libro, que dejará paso pronto a otros, es un reconocimiento de la existencia como paño de lágrimas y como gozoso itinerario por jardines y hondonadas. Por el transitan personajes y emociones, en la primera parte dentro de la cápsula de deliciosos sonetos, y luego ya como versos libres lanzados al viento de las madrugadas y plenos habitantes de la mente, nunca ociosa, del poeta El primer poema nos recuerda a Francisca Sánchez, aquella amante, musa o compañera del gran Rubén Darío, cuyo país, Nicaragua, se encuentra en unos momentos de delicada salud.”Rubén mira a los ojos de su amada,/está ausente en la tarde y luego deja/sobre el balcón del sueño, luna vieja,/un abismo de luz en su mirada”. Son sonetos con rimas arriesgadas, repensadas, completas, en los que subyace la mejor poesía, los más nítidos recuerdos, como en “Libre”:”Quien puede sostenerse en el vacío/quien encuentra su senda y no la pierde/nunca de vista. Quien la contempla…” o en el dedicado a Miguel Delibes: “Aquí viven las cosas que se quedan/mudas cuando atraviesan los recuerdos”.
Pájaro, de Miguel Elías
Son meditaciones ávidas de alguna emoción, recuerdos íntimos de tiempos idos o de personajes olvidados como hace José Manuel Caballero Bonald en “Examen de ingenios”, el libro recién editado por Seix Barral en que nos ofrece un centenar de retratos literarios de gran interés, algunos de cuyos protagonistas lo son también de los versos de Muñoz Quirós, por ejemplo León Felipe (“La mirada de un hombre frente a nada” o Rafael Alberti: “Fue el mar, la sal blanca del mundo, fueron/las tristes gaviotas desde el Puerto,/la espuma de un clavel rojo en la sangre,/la espada de la luz en la bahía”. Luego sigue la vida fluyendo, desmenuzando esos minutos que suelen ser siglos de agonía o, Dios lo quiera, de inmensa felicidad. Leamos “Tempus fugit”: “…La vida no perdona/ni se detiene, ni te da su mano/dois veces sin vivir en el olvido,/en un ayer sin más que no regresa”.
Da algo de envidia esa perfección, ese cuidado, esa solemnidad, en la construcción del soneto, esa solución final a las figuras por las que se desliza el poema hasta llegar al remesa de país de líricas resonancias. Por ejemplo, ya en la segunda parte del libro titulada “Noción del alba” hay un poema para recordar, “En la tumba de Gil de Biedma”: “Solamente unas flores/disueltas en la piedra,/secas como esa tarde ya/dejando su luz sobre la cima/del horizonte. Y todo/ el cementerio umbrío y solitario/y unas letras oscuras, negras,/como los dientes del tiempo huido./Era la hora del silencio,/la justa hora de la fría/caída de la luz. Nada se escuchaba/en torno nuestro./Algún verso desnudo resurgía/en el rincón perdido de mi alma”.
En un viaje a Manila con los poetas Pedro J, de la Peña y Jaime B. Rosa tuvimos ocasión de comprobar que aún existe en Filipinas un recuerdo vivo de la poesía de Gil de Biedma, más incluso que en España donde, por ahora, persiste otra poesía, digamos, más brillante pero más descarnada. En este poema se emparenta la vida y el más allá como si todo formaba parte de una misma eternidad. Seguramente para eso, también, escriben los poetas como Muñoz Quirós.
Majadahonda, 12 de junio de 2017
Vuelo, de Miguel Elías
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