Crear en Salamanca se complace en publicar el texto escrito por María Vázquez Valdez, poeta, editora, periodista y traductora mexicana. Autora de once libros, entre los cuales se encuentran los poemarios: Caldero; Estancias; Kawsay. La llama de la selva (México, 2016, Nueva York, 2018), y Geómetra (2020). También es autora de Voces desdobladas / Unfolded voices (libro bilingüe de entrevistas a mujeres poetas de México y Estados Unidos, 2004), y Estaciones del albatros (ensayos, 2008). Ha recibido becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA, México), del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos y de la Secretaría de Cultura de México. Ha sido parte del equipo editorial de la Academia Mexicana de la Lengua y fundó el proyecto independiente MarEs DeCierto Ediciones. Doctora en Teoría Crítica, maestra en Diseño y Producción Editorial, y licenciada en Periodismo y Comunicación. Actualmente es directora de la Biblioteca Legislativa y de la Biblioteca General del Congreso de la Unión. Es la primera traductora de libros de poesía de Margaret Randall publicados en México.
Desde el hemisferio sur, la poeta Stella Díaz Varín (1926-2006) nos legó con valentía una consistente y lúcida obra teñida por la conciencia social de su época y su lugar de origen.
Hoy nos congratulamos por la publicación en México de la obra de esta poeta que nació en los hondos y largos paisajes escarpados de Chile, en el primer cuarto del siglo pasado, y por ello, es importante reconocer en principio a la poeta mexicana Claudia Posadas, por la importancia de la transmigración de la poesía de Stella Díaz Varín.
Valga el término “transmigrar” en este contexto, así como el aludir a la teoría de la transmigración de Pitágoras, para sostenerme de esa pauta al hablar de la virtud de que esta poesía esté ahora en nuestro país, 18 años después del fallecimiento de su autora, y nos reúna en torno a una hoguera poética del color de la cabellera de Stella Díaz Varín.
No es tampoco gratuito aludir a esta transmigración, tomando en cuenta la obra misma de Claudia Posadas, para quien una seria búsqueda del espíritu, el simbolismo y el gnosticismo, a través del lenguaje y la poesía, resultan fundamentales, así nos lo detallan sus poemarios, su trayectoria y su obra ensayística, mediante la cual también ha abrevado en la obra de muchas otras autoras, entre ellas la poeta chilena Carmen Berenguer, y por supuesto en grandes predecesoras, como Christine de Pizan, Hildegarda de Bingen, Hypatia de Alejandría o Juana de Arco.
Esta antología publicada en la importante colección Vindictas Poetas Latinoamericanas. Material de Lectura de la UNAM, se edita justo cuando estamos a dos años de conmemorar el centenario del nacimiento de Stella Díaz Varín, por lo que esta edición es aún más oportuna.
La poeta y antóloga Claudia Posadas
Como ocurre en gran parte de nuestros países latinoamericanos, durante décadas han prevalecido contextos heteropatriarcales, que se han trasminado en la difusión de poetas hacia otras latitudes, por medio de antologías donde abundan las figuras masculinas, y donde apenas logran aparecer unas poquísimas mujeres poetas, si es que aparecen. Así tenemos que de Chile, tierra de grandísimos poetas, las potentes figuras de Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Raúl Zurita, Enrique Lihn, Jorge Teillier, entre muchísimos más, han construido una consistente obra fuera de las fronteras del sur, y cuya prevalencia en cierta manera ha oscurecido la presencia de muchas mujeres de obra genial, entre quienes, afortunadamente, no se encuentra Gabriela Mistral, quien logró sobresalir en múltiples aspectos, y a quien, por cierto, en México recordamos con gran afecto y admiración por su colaboración en los planes del político y humanista mexicano José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación, respecto a la reforma educativa que impulsó, junto con la creación de bibliotecas populares. Cabe anotar que dicha colaboración fue llevada a cabo durante una estancia de la poeta en nuestro país (1922-1924) a raíz de haber sido convocada para estos fines por Vasconcelos.
Gabriela Mistral, además, puede ser considerada un importante ascendente de Stella Díaz Varín, tal como nos lo señala Posadas en su esclarecedora nota introductoria titulada Stella Díaz Varín, un canto sibilino del desenmascaramiento: “La Colorina pertenece a esa estirpe de poetas chilenas silenciadas, cuya madre poética es Gabriela Mistral y que recientemente han sido releídas, como Teresa Wilms Montt y Winett de Rokha”.
Esta introducción de Claudia Posadas es de gran valor para entender la poesía, a los poetas y el contexto histórico y social del Chile de la segunda mitad del siglo XX.
En ese sentido, me remito a una extensa entrevista realizada al poeta chileno afincado en México y por cierto, perteneciente a la Generación del 50, la de Stella, Hernán Lavín Cerda, firmada por el querido poeta mexicano José Vicente Anaya (1947-2020), quien perteneció a la generación de los poetas Infrarrealistas en México. Esta conversación fue publicada en el número XI de la revista de poesía mexicana Alforja, el número finisecular que, junto con Anaya, su director, publicamos en el invierno de 1999 al 2000, en la cual Lavín Cerda habla de numerosos poetas, y describe el contexto de la poesía en Chile en las décadas de 1950, 1960 y 1970, que son los momentos en los cuales desarrolla una destacada parte de su poesía Stella Díaz Varín. Algunas partes de esta entrevista pueden ser útiles para comprender el contexto y la forma de la poesía chilena de esa época, como cuando Lavín Cerda recuerda:
Volviendo a los años sesenta en Chile, tenemos que la poesía baja del Olimpo, ya no tiene que ser tan endiosada, es coloquial, entra la poesía como se habla, como la gente habla, eso tiene que llegar también a la poesía, fundido con los tonos de la literatura universal, pero el habla es fundamental. Otro punto es tocar todos los temas, no hay temas tabú. Se llegó a la convicción de que para ser un gran poeta ya no habría que escribir un enorme poema como “Alturas de Macchu Picchu”, ni siquiera el completo “Canto general”, sino que también tiene mucha validez un poema de cuatro o cinco líneas.
Es importante recordar que Stella Díaz Varín era marxista, con una conciencia de clase enarbolada por filósofos como Theodor W. Adorno, en torno a poner de manifiesto estructuras sociales y económicas que frenan la libertad y la autonomía. Lavín Cerda también se refiere en esta entrevista al aspecto ideológico y político, en concreto a la vida política y cultural de Chile en el periodo presidencial de Salvador Allende y la Unidad Popular, y el posterior golpe de estado que propinara Augusto Pinochet:
Eso fue un verdadero vértigo: los tres años que alcanzó a durar el gobierno de Allende. Un vértigo en el que la inmensa mayoría de los intelectuales nos sumamos a este proceso. Empezó a agarrar una dinámica en la que no nos quedaba mucho tiempo para reflexionar, tanto en nuestras propias vidas como en el mismo proceso. Todos los días había cosas nuevas, un acontecer y una dinámica que no paraba. Viví todo eso con mucha esperanza y con mucho susto, vivíamos con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, siempre con el miedo y al mismo tiempo con la sensación de que podíamos hacer algo tal vez único hasta ese momento del mundo, que era la transición a una sociedad de corte socialista pero por vía democrática, con elecciones y con parlamento y con poder judicial, etcétera, etcétera, y como ustedes ya saben, es vox populi, desgraciadamente eso no fue factible, y no lo fue por los complots internos.
Tanto el contexto poético y social, como el aspecto ideológico y político, permean la poesía de Stella Díaz Varín, y van matizando su obra. En ese sentido, las notas a pie de página de la introducción de Posadas en esta edición son una interesante conjunción de fuentes bibliográficas. Una de ellas se refiere a la antología Poesía femenina chilena del siglo XX: confiscación y silencio, de Eugenia Brito, publicada por Dolmen en 1998, en Santiago de Chile.
Eugenia Brito incluye en esa antología a Stella Díaz Varín, y a una brillante selección de mujeres, como tres poetas de la llamada neovanguardia chilena: Elvira Hernández, Nadia Prado y Malú Urriola.
En este mismo número de Alforja antes citado, la poeta Eugenia Echeverría presenta una muestra retomada de dicha antología, y un texto acerca de este grupo de mujeres poetas en el cual identifica a Stella Díaz Varín:
Sé que la condición social y la historia personal determinan el sujeto de la escritura femenina, que cambia asombrosamente, según venga de la aristocracia, la clase media o la campesina. Quizás porque nacimos en un continente que exige un nivel alto de estudios antes de conceder reconocimiento literario y acceso a los honores de la cultura oficial. Dentro de la citada antología, que reúne voces representativas de todos los estratos sociales, me interesan, por distintas, estas tres escritoras. Se instalan, con todas sus letras, en el margen contracultural. Rozando voces lumpen, emparentadas con la novelística de Diamela Eltit (Lumpérica, Por la patria, Vacas sagradas) y el grito suicida de Silvia Plath.
Eugenia Echeverría enfatiza que las mujeres poetas de esta generación “no responden a las preocupaciones tradicionales de la poesía femenina latinoamericana: el amor de la pareja, la maternidad, lo cotidiano. Todo lo contrario”. Echeverría las identifica también como “hijas del descontento. Escriben desde el desamparo, la soledad y la marginación. Su escritura incorpora los desechos idiomáticos de la sociedad urbana. Así van amontonando chilenismos, lenguas indígenas, restos del rock”.
FIL Minería 2024, María Vázquez, Alejandro Higashi, Claudia Posadas y Tania Favela
Valgan estas coordenadas para situar brevemente la vida y la obra de Stella Díaz Varín, de quien en esta edición de la UNAM publicada en la colección Vindictas Poetas Latinoamericanas, Material de Lectura, encontramos por supuesto un afortunado botón de muestra de su poesía, tan breve como prolijo: una aproximación especializada tanto a la pluma como a la figura de la poeta.
En esta selección de Posadas destella una y otra vez, parafraseando a Stella Díaz Varín, una estrella bajo su cabellera absorta, “colgando desde el tronco de la puerta como trofeo”; y con el ritmo de un latido nos va bordando su identidad en torno a un enorme “corazón de luciérnaga”, un “corazón de cultivados tallos”. También nos entrega el vínculo entre la poeta y Flor María Beltrán, “compañera arenera sin palabras”, cuyo adjetivo, vuelto sustantivo, da título al poemario de Stella Díaz Varín publicado en 1987.
Esta selección nos entrega a una poeta que se perfila solitaria, como playas, y sabemos también que el viento, con su flauta, modeló su alma que ahora transmigra entre nosotros. Sabemos también que uno de los dones previsibles de Stella Díaz Varín es el ritmo, que le pertenece, y que un hondo manantial nutre su palabra, profundamente viva.
Muchas gracias, Claudia Posadas, por incidir en una arqueología cósmica que permite hoy esta transmigración poética, que nos nutre y enaltece como lectoras y lectores.
Y así como la poeta conmina a sus muertos en el poema “Dos de noviembre”, así, parafraseándola, conminamos hoy a Stella Díaz Varín a estar presente, bien sostenida por una obra con la cual resolvió la eternidad.
(*) Texto leído durante la presentación de la antología “Stella Díaz Varín”, publicada en la colección Vindictas Poetas Latinoamericanas núm. 7. Material de Lectura. Fomento Editorial, UNAM, México, 2023, selección y nota introductoria de Claudia Posadas, en la 25 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, CDMX, 2 de marzo de 2024. Participaron los académicos y escritores: María Vázquez Valdéz, Alejandro Higashi y Tania Favela.
María Vázquez Valdez presentando la antología
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