“LA PROFUNDA SINFONÍA QUE FORJA LO SAGRADO. UNA LECTURA DE ‘PRONTUARIO DE INFINITO’, DE A. P. ALENCART”. COMENTARIO DE ANTÓNIO SALVADO

 

 

Salvado y Alencart en Castelo Branco, Portugal (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

‘Crear en Salamanca’ tiene el privilegio de publicar, por vez primera, este comentario escrito por el notable poeta portugués António Salvado, en torno al poemario ‘Prontuario de Infinito’ de Alfredo Pérez Alencart, recientemente traducido y publicado por el escritor brasileño Cláudio Aguiar. La amistad entre Salvado y Alencart se aproxima a las tres décadas y son frecuentes los diálogos, traducciones y reciprocidades entre ambos autores muy reconocidos internacionalmente.

Manuscrito de A. Salvado sobre el libro de Alencart

 

LA PROFUNDA SINFONÍA QUE FORJA LO SAGRADO.

UNA LECTURA DE ‘PRONTUARIO DE INFINITO’

 

Que una parcela de la obra de Alfredo Pérez Alencar se dimensiona, de forma amplia, por una insistente aproximación a lo Divino o por un llamado apasionado a lo Trascendente, constituye una indubitable verdad; que esa misma parte no testimonia cualquier deslumbramiento de tenor ascético y mucho menos todo desasosiego o aspiraciones de tenor místico, formaliza la afirmación que una lectura atenta de aquella parcela señalada evidencia con claridad.

 

Entonces, ¿cómo definiremos ese vasto conjunto de páginas que en lo Sagrado encontraron el contorno de su originalidad? Apresuradamente tal vez podríamos avanzar diciendo que lo Sagrado gana, en el mensaje escrito por Alfredo Pérez Alencart, la amplitud de una fidelidad a una fe concretizada mediante textos de relevante diversidad, sustentados por una actitud sentimental que tiene que ver con la confesión (no de errores cometidos…, pero sí de una meditación interior, de reflexión sobre el Misterio) y con aquello que se suele llamar oración.

 

Lo que acabamos de precisar en las últimas líneas de nuestro razonamiento se refleja, de forma persistente, en este PRONTUARIO DE INFINITO, con cuidada traducción del escritor brasileño Cláudio Aguiar y cuya lectura acabamos de terminar.

 

Alencart con el libro y Cláudio Aguiar

 

 

Los diccionarios explican que Prontuario resulta el lugar donde se guardan cosas que podemos necesitar en cualquier momento o, por otro lado, un local de impresiones útiles. Y si tuviéramos en mente que este PRONTUARIO de Alfredo Pérez Alencart se consustancia con materia que al Infinito se refiere, el haber elegido la expresión para el título de la obra (y después de un análisis a los siete fragmentos que lo contienen) fue de una felicísima opción.

 

‘Siete fragmentos’ escribimos y, en verdad, por este número se van concretando las certezas donde el corazón hace huelga para que el espíritu se asile en territorios transparentes (innecesario será explicar el sentido de la metáfora), y de que la escritura de una situación resultante no se encuentra emancipada de lo sagrado. ‘Siete fragmentos’ relativamente cortos redactados en cimentaciones reflexivas vueltas expresivamente formales, pero que patentizan un recorrido, paradas y arranques en una extensión que va de una sentimentalidad virgen al ondear de una bandera blanca desplegada a lo Divino.

 

Cristo, de Miguel Elías

 

Prolija sería la enumeración pormenorizada de los cristalinos enunciados que orquestan aquellas siete secuencias tónicas. Avancemos, mientras tanto, del fragmento jardín donde es raíz capaz de iluminar abismos, la secreta armonía de dos (almas, soledades, palabras, flores), a la aptitud para pastorear el fuego de la creencia que no se extingue jamás, la prisión que es vivencia de (en la) ciudad con la convicción del tránsito hacia otro lugar. O la profunda sinfonía que forja lo sagrado donde reside la esperanza, el vuelo angelical que conduce a la luz o al ritmo vuelto tonadas o acordes de los fervores, el llamado, en fin, a Dios, a un Dios que es Amor, que se da, que se entrega. O la atmósfera por donde vuela el corazón -todavía oscuro, pero volviéndose brillante por el canto que trasciende silencios, acompañados por el deambular del Pastor de rostro humilde que, sin desfallecimientos, mira por sus ovejas y las ayuda a atravesar el desierto. Hasta alcanzar florales primaveras; o el esplendoroso sentimiento de Él, bálsamo y plenitud, triunfador en la lucha entre ángeles y demonios que se desarrolla por sombríos paisajes… O la configuración de la órbita del hombre, por donde se mueve este, presintiendo difíciles inocencias, hecho peregrino dispuesto a redimirse, un cuerpo vigilante fundiéndose con la fe, escudriñando la luz de la transfiguración, no olvidando amoroso enlace familiar y siempre en el nivel de la infinita alegría. También, las persistentes ternuras aliadas al misterio de lo Divino, pues resulta urgente rejuvenecer el propósito de esa entrega-intención, y humildemente se guerrea, venciéndose antiguas intimidades hasta alcanzar la Gracia fecunda confiada al altar del Amor, el milagro eterno dentro del cual se perfila el ansia de mitigar la sed, la sed por Él, que nunca se cansa y que es el Prójimo envolviéndonos de compasión, en una armonía vertiginosa; porque Él se da por entero, igual que a Sí mismo en esa dádiva purificadora, Su sangre es vida y Su cuerpo un lugar ‘roto’ que se desdobla hasta el Infinito, inundando con Su ser la flor humana que, no obstante todo, continúa adorando.

 

Portada de la edición brasileña de Prontuario de infinito, con pintura de Miguel Elías

 

 

Es, también, el ondear de la bandera blanca, tejida de salmos, de la polifonía del profetismo anunciado desde tiempo atrás, de la radiante floración de la paz. Él no evitó un ‘destino’ único: y del amor estamos hablando, a pesar de ser víctima de tremendas traiciones, de latigazos; pero Él se señalaba como sembrador regando la Palabra, esperando la germinación. Su único destino, la razón de Su venida, es el Amor, un destino que recoge la mayor tristeza por el sufrimiento humano; y son nuevos odios y flechas para Él dirigidos; pero la respuesta se formula siempre de idéntica forma, ondeada nuevamente la bandera blanca y buscando el ‘armisticio’, la concordia, la paz; y Su serenidad apaga sucesivas soledades: Su único destino es, y será siempre, el Amor.

 

¿Prontuario de lo divino este libro de Alfredo Pérez Alencart? Diríamos mejor un vademécum en nuestro bolsillo, presto a ser utilizado en cada momento de mayor inquietud, de la más tremenda tristeza o de la más perturbadora herida.

 

 

Alfredo Pérez Alencart, Adelaide Neto y Antonío Salvado, en Toral de los Guzmanes,

durante uno de los encuentro Los poetas y Dios (foto de Jacqueline Alencar)

 

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