LA POESÍA DE JUAN CARLOS OLIVAS O LA TRASMUTACIÓN DE LO REAL. COMENTARIO DE CARMEN RUIZ BARRIONUEVO

 

 

 

1 El poeta Juan Carlos Olivas leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

El poeta Juan Carlos Olivas leyendo sus versos en el Teatro Liceo de Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 

Crear en Salamanca se complace en publicar el prólogo que escribiera Carmen Ruiz Barrionuevo, prestigiosa catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, recientemente jubilada, en torno al libro ‘El año de la necesidad’. Un jurado, integrado por António Salvado, Carmen Ruiz Barrionuevo, Jesús Fonseca, Alfredo Pérez Alencart, Carlos Aganzo, José María Muñoz Quirós, Julián Barrera Prieto e In­maculada Guadalupe Salas, concedió  -en Salamanca y el 29 de abril de 2018-el V Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’, al poeta costarricense Juan Carlos Olivas por su libro “El año de la necesidad”, uno de los quince trabajos seleccionados como finalistas, de los ochocientos diez presen­tados desde todos los países iberoamericanos, España, Portugal y otros. El premio, de carácter anual, lo convoca la Asociación de Mujeres en Igualdad, con la colaboración de la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca (Selih) y la Diputación Provincial de Salamanca.

 

 

2 Portada de 'El año de la necesidad', editado por la Diputación de Salamanca

 

  Portada de ‘El año de la necesidad’, editado por la Diputación de Salamanca

 

 

Juan Carlos Olivas (Turrialba, 1986) es poeta y profesor. Mereció el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía 2011, el Premio UNA-Palabra de poesía 2011, el Premio Academia Costarricense de la Lengua, el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013, otorgado por el Instituto Nicaragüense de Cultura, el Premio de Poesía Eunice Odio 2016, de la Editorial Costa Rica, el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017, de Ecuador y el Premio Internacional de Poesía ‘Pilar Fernández Labrador’, de España Ha publicado La sed que nos llama (2009), Bitácora de los hechos consumados (2011), Mientras arden las cumbres (2012), Los seres desterrados (2014), Autorretrato de un hombre invisible (antología personal), El señor Pound (2015), El Manuscrito (2016), En honor del delirio (2017), La hija del agua (2018) y El año de la necesidad (Ediciones Diputación de Salamanca, 2018).

 

 

 

3 Un momento de la entrega del premio a Juan Carlos Olivas

 Un momento de la entrega del premio a Juan Carlos Olivas

 

 

 

LA POESÍA DE JUAN CARLOS OLIVAS

O LA TRASMUTACIÓN DE LO REAL

 

Una reciente antología de la obra de Juan Carlos Olivas (Turrialba, Costa Rica, 1986), titulada Colección particular, aparecida en Nueva York, Poetry Press, 2018, nos acerca con precisión a lo esencial de su trayectoria poética, y al mismo tiempo se puede observar cómo plantea con gran coherencia la continuidad de las obsesiones temáticas que ha desarrollado durante estos años. Aunque su primer poemario data de 2009, La sed que nos llama, en esta antología se recogen poemas desde 2014, fecha de aparición de Los seres desterrados. Tan solo se incluyen seis poemas de este libro, pero es muy visible que en ellos se afianzan los temas que gravitan sobre aspectos eternos e imperecederos como los juegos temporales y la recuperación de la memoria, así sucede en  “Autorretrato” donde se retrocede a la niñez y la juventud, reviviendo momentos que son expresión del paso de la vida: “Esto que soy es lo que pasa / cuando arrastras los años, miras atrás, / escrutas un poco en las entrañas / y remueves del polvo viejas fotografías”. La vida “repta por los ojos” y ese es el acicate futuro de esta poesía. De este modo la inevitable nostalgia emana de la vida que se fue, pero también de la certeza del total acabamiento de la presente, tal y como sobrevuela en “Infancia”, e incluso en la proyección hacia el futuro, en el titulado “Montparnasse”. En este último poema da vida a un tema decisivo en el autor porque irá ganando gran espacio en el último de sus libros, El año de la necesidad, que ahora presentamos. Se trata de la figura del poeta, identificado con su propia persona, y que se desarrollará con mayor detalle en libros posteriores. Ya aquí aparece esa figura como ser al margen, que incluso se identifica con una actitud de disidencia, como cuando expresa: “Mi epitafio será siempre el incorrecto”. En este mismo libro el poema dedicado a “Sylvia Plath” viene a introducir un subtema emanado del anterior que es la evocación de los poetas admirados. Poema de imágenes que impactan y conmueven por su tono confidencial, y porque se concentran como destino y signo para todo poeta, y por tanto para el propio autor. Otra línea temática se observa en el titulado “Los cisnes de Cadaqués”, que da entrada a una actitud muy desarrollada posteriormente, y es la fijación de una realidad procesada por la sensibilidad y la imaginación, de tal modo que el poema adopta un tono narrativo en el que la vida recibe la magia que el autor le impone, y su realidad se trasmuta en algo distinto, en cuyo centro cabe la transformación que la mirada del sujeto poético le infiere.

 

 

 

 

4 Victoria Pérez, Inmaculada Salas, Pilar farnández Labrador y Juan Carlos Olivas, con 'El Quijote y Santo en oración', de Miguel Elías

Victoria Pérez, Inmaculada Salas, Pilar farnández Labrador y Juan Carlos Olivas, con ‘El Quijote y Sancho en oración’, de Miguel Elías

 

 

Juan Carlos Olivas procede de Turrialba, lugar propicio a la poesía pues allí nacieron otros poetas celebrados como Laureano Albán (1942), muy conocido en España, donde recibió el Premio Adonáis en 1979, y también Jorge Debravo (1938-1967), al que Olivas admira y confiesa haber seguido en sus comienzos. Por tanto, el autor costarricense ha nacido en un lugar especialmente propicio para el cultivo de la palabra, y ello lo demuestra en la sucesión de sus títulos, bordeados por reconocimientos varios, a los que se suma ahora el Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador 2018 por El año de la necesidad. La concatenación de sus publicaciones evidencia que es también escritor persistente, y poeta por vocación, sosteniéndose en un oficio que la sociedad valora con alguna condescendencia, incluso cuando el poeta acierta a ser reconocido en el entorno en que vive.

 

Advertíamos que su trayectoria poética gira especialmente en torno a lo cotidiano, lo que no impide la universalización de sus planteamientos. Así sucede en un libro que significó uno de sus mayores reconocimientos, El señor Pound (2015), pues recibió el premio internacional Rubén Darío. Se puede observar en este conjunto esa tendencia a la explotación de uno de sus valores poéticos más nítidos, como es la magia de las descripciones y el desarrollo imaginativo de las historias: “Porque la juventud no duró para siempre, / el señor Pound inventa en su cabeza / esas gaviotas que en el aire se alejan”; así como una obsesión espacial por ese recinto que habita el ser humano, la casa, de gran presencia en otras de sus obras:  “no tengo más casa que el polvo junto al camino” y “Hoy he soñado desde una casa ajena / con la brisa del mar, / vi nuevamente aquel estanque”. Se advierte bien que el poeta costarricense maneja unas cuantas obsesiones que desarrolla con acierto en múltiples variantes hasta ir conformando un mundo poético personal. Así sucede también en El Manuscrito (2016), Premio Eunice Odio, poemario que amplía la temática ya señalada, e incluye de nuevo la figura del poeta en “Suite para gaita e insomnio”, con la diferencia de que aquí es el superviviente, el poeta como solitario predestinado, un oficio que es condena, pero también, sensibilidad exterior, lo que le proyecta a conquistar la realidad con una imaginación desbordada. Oficio y valor metapoético se evidencian en los problemas de la escritura planteados en “Oficios”, o en “Variaciones de un poeta recién casado” donde la labor del sujeto poético choca con la realidad, porque “El poeta entonces, / que estaba a punto de decir / la metáfora que salvaría al mundo, /toma sus papeles y libros de la mesa, / los pone en su viejo maletín,/ se disculpa con el público que escucha, / y  sale de la mano de esa mujer /  hacia la vida”. Y desde luego, la vida es el gran tema del poeta en la mayor parte de sus textos, como en “Variaciones de la misma luna” donde se despliegan asociaciones insólitas de lo cotidiano, o sorpresas que surgen del contacto mismo de las palabras. Vida y muerte se armonizan en el existir y con la vida se relaciona siempre la muerte, es el caso que desarrolla en el impresionante poema “Aokigahara” o bosque de suicidas en Japón, de donde surgen visiones varias y reflexiones sorprendentes que universalizan el tema. De 2017 es otra de sus compilaciones, En honor del delirio, Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero, en Ecuador. El título alude al delirio y ese aspecto se multiplica en los poemas, porque en ellos se vuelca en lo cotidiano, en la realidad real, como en “Lepra del alma”, donde se proyectan alucinaciones que surgen próximas a lo fantástico, delirios que en realidad provienen del estado del poeta ante la realidad. Poemas como “Presencia del pan”, “La trayectoria del tornado”, “Luces en la pista de baile”, “La leyenda del volcán”. impondrían la idea de que este es un libro más volcado en lo cotidiano, en esa realidad que asedia, aun con el temor de que vida acabe: “Uno sale de casa cada mañana / con la certeza de que va a morir” (“Donde nace la niebla”). Sin duda esa observación de lo cotidiano se trasciende en un giro temporal en “Otoño en Camden” donde la evocación de la tumba de Whitman, da lugar a un excelente poema sobre el tiempo, con una serie de motivos cotidianos trascendidos. En este libro se nos vuelve a mostrar al propio poeta y su oficio en títulos como “Apuntes sobre la inutilidad de la poesía”, o “Al poeta que dejó de escribir” y como final, el poema “Arte poética”, que como suele suceder, no se desarrolla como tal arte poética, porque no se trata de cómo se hace o concibe la poesía, sino que Olivas entiende que la poesía hay que conseguirla, por lo que se vale de una forma de correlato: “cuando ve saltar entre las aguas / al gran pez de la derrota. / Nos miramos por última vez. / La tormenta se dirige hacia nosotros. / Todo poema es un naufragio”.

 

 

 

5 Sala de la Palabra. Público asistente al acto del entrega del V Premio

Sala de la Palabra. Público asistente al acto del entrega del V Premio

 

 

Casi al mismo tiempo que El año de la necesidad, aparece La hija del agua (Madrid, 2018) que se fragua de nuevo como un poemario sobre el tiempo. Por eso el poema “Canción para perderse en el camino” ejerce de pauta para presentar lo cotidiano trascendido o recordado que vuelve a ser el tema de su poesía. Otros títulos como “En medio de las cosas”, “Te imagino en los viejos pupitres”, en el que irrumpe lo amoroso, las viejas cosas, el entorno cotidiano, junto con las fabulaciones de lo real en “A su regreso de la isla”. Este poemario termina con la “Oración del autor a la Virgen del camino” que intercede por la poeta Eunice Odio (1919-1974), también de origen costarricense y concluye con su epitafio “A manera de lápida”: “Abro la cerradura de las cosas / y todas se me entregan / intactas y salvadas para siempre”, en cuyo homenaje se puede ver también una confluencia con su propia poética.

 

Creo que El año de la necesidad se inserta bien en su trayectoria poética introduciendo un factor que se anuncia desde el epígrafe inicial procedente del escritor norteamericano Raymond Carver, líneas que nos aclaran bien la orientación que emprenderá en los versos que siguen, pues dentro de la continuidad de su línea poética, aflora un matiz nuevo: “lo que puede hacerle a un hombre la frustración” y su proyección en la vida y en los sueños. Esa frustración se despliega en posibilidades varias en los poemas que vienen a continuación y que  trascurren, sin agrupación alguna, como “palabra en el tiempo”, y tras la clásica imagen del homo viator: un sujeto poético reflexivo que recorre un camino y que transita un mundo cotidiano no muy diferente al de los demás seres humanos, pero que posee una mirada especial que es la que despliega en el poema, una mirada que selecciona el mundo, lo elige y lo transforma en la página.

 

El libro presenta un impactante comienzo en el poema titulado “La bala”, que actúa como un símbolo de la vida, pero también de la responsabilidad del escritor, por lo que adquiere un progresivo carácter metapoético. La bala, y por tanto el disparo, conlleva un sentido contradictorio, por un lado, lo sumamente peligroso y contrario a la vida, porque la bala puede matar, pero también impulsa la vida, pues la defiende, y en este caso se presenta como próxima a la responsabilidad del poeta en el mismo fiel de la vida y de la muerte. La bala propicia la mirada al pasado de la infancia y atrae las frustraciones asumidas, los “besos que fueron dardos en tu infancia”. También el recuento de un presente agresivo, contrario a ese destino, en la falta de posesiones que den solidez a la vida, como una casa, un trabajo que dé para vivir, en definitiva, lo que se resume en el horizonte de los sueños no logrados. El entorno no es atractivo tampoco, “Piensa en tu país como en un nido de avispas”, mientras, las cosas mueren, los seres vivos desaparecen, los aviones despegan con algo propio que se aleja. La lectura pesimista se acrece en la reflexión sobre los que esperan y esperan siembre, los nombres borrados en un mundo que no pertenece a nadie. Enfrentado al mundo de los humanos, el entorno natural hace crecer la esperanza en forma de lluvia, o también el pensamiento religioso, Dios sentido como algo lejano e incomprensible. El poema se estructura en una persistencia de anáforas, que recaen en la apoyatura del símbolo de la bala: “para sentir aún más / esa bala entre tus labios”. Esa bala como instrumento de muerte se transforma al final del poema para emitir un mensaje verdadero que inicia la responsabilidad de la escritura: “Ha llegado la hora. / Al frente tuyo hay un espejo con forma de papel. / Escupe ahora lo que tengas que decir, / hazte fuego, / hazte herido, / no lo pienses, / dispara”.  Este condicionamiento metapoético rige el libro y se despliega en otros temas que son desarrollo de sus títulos precedentes, siempre revividos en la figura del poeta. Lo real y cotidiano es una de esas vertientes, fundamental en su poesía, pues la espacialidad es una de sus características. Este aspecto puede observarse en una serie de poemas, el primero de ellos el que lleva el título del libro, “El año de la necesidad” que despliega, tomando una cita del poeta español Antonio Gamoneda, un paisaje de máxima catástrofe y desolación con la salida del sol: el barro que cubre la casa, el río que arrastró los enseres, la desaparición de la vida. El poema progresa con la catástrofe misma que sufren los seres humanos, la falta de agua y de luz, las voces que en la noche vienen al rescate, a lo que continúa el abandono. La sucesión misma de la catástrofe en la noche, la lluvia de “agua rencorosa” y el desamparo hacen pensar en una segunda orfandad: “Aquel fue el inicio de un mal año, / arponeados por la esperanza y la escasez”. Las imágenes de los cuerpos que tiritan, la casa cayéndose a pedazos pues “un río invisible / la arrastraba de nuevo / hacia un cielo de escombros”, todo hace pensar en que “La vida sabe cumplir sus amenazas”. Ese sería el año de la necesidad y de la pérdida a la que nadie se acostumbra, este final desolador marca bien el sesgo del poemario: “y el frío sea tan solo / el bosquejo de un mal año / que pareciera no acabar”.

 

 

 

6 El cantante chileno Héctor Molina, María Sanz, Pilar Fernández Labrador y Juan Carlos Olivas

El cantante chileno Héctor Molina, María Sanz, Pilar Fernández Labrador y Juan Carlos Olivas

 

 

 

El sentido de este poema sin embargo no se constituye en pauta del resto de poemas del libro, pues lo cotidiano, aquí como en la vida, alcanza matices varios que van del humor a la violencia, pasando por la mirada ingenua o resignada.  Dentro de ese primer aspecto podríamos incluir un poema como “Historia general de las sombrillas”, cuyo uso contrario, desprestigio y fama se extiende a lo largo del año, y si se usan para el verano “era llevar una pequeña noche en las espaldas”, para concluir que “Hoy en día, solo los parias, los que no tienen casa, / las prostitutas y las libélulas / conocen el verdadero valor de una sombrilla”. Tono parecido tiene “En defensa del zapato” en el que se elogian a los zapatos gastados que no cambiará, “Juro que no enviudarán jamás estos zapatos”, pues serán buenos para el paseo y resignados compañeros del barro. Solo la muerte arrebata los zapatos, pero los hombres mueren con las botas puestas, continuando con un tono humorístico y anécdotas de lo cotidiano. Un humor parecido asoma en “Las dudas de Jonás”, que utiliza el correlato bíblico para una relación de pareja. Tono distinto presenta “Remiendos”, donde la ternura aflora en la figura de la madre ingresando en la casa de la infancia para llegar a la convicción de que ella dicta el conjuro para vencer el tiempo. El poder de la imaginación se proyecta sobre la realidad cotidiana, algo en lo que Olivas insiste en su poesía, como en “Festival de la luz”, esa niña que esgrime la idea troncal que acerca de la realidad tiene el poeta, la de la fuerza trasmutadora de lo real.  Algo similar sucede en “Ciclistas de la luna”, en la que el poder imaginativo lleva a acceder al astro mismo:  Da igual lo que pase, “Lo esencial es que sigas pedaleando / y lleves lumbre en el bolsillo / para darles de comer / a los animales de la luna”. Miradas ingenuas aparecen también en “Sepia (Día de Muertos #1)” con su ritual de difuntos; “Conversación entre catrinas” donde se refiere a la reunión  ritualizada familiar ante el altar de los muertos. O poemas que eligen determinados animales como “Tarántula” con su mágica actitud que infunde temor; o “Garzas” que huyen al caer la tarde. Pero lo cotidiano también incluye la violencia como en el titulado “Magnum 357” donde se desarrolla el tremendo escenario de ese vecino maltratador de doble personalidad que da tiros al aire desahogando su frustración.

 

 

 

7 Intervención de Juan Carlos Olivas

Intervención de Juan Carlos Olivas

 

 

 

 

Con ese ámbito de lo cotidiano está relacionado el tema central del libro que reside en el poeta y en su labor de escritura. Por eso bastantes poemas del libro presentan una lectura metapoética, es el caso de “Notas al pie de página” que tiene como centro al poeta que tantea el bosquejo de su poemario. Se desarrolla aquí la conciencia de que la poesía pervive con mismos temas de hace siglos, el amor, la muerte, el paso del tiempo, la escritura poética y el compromiso con el mundo. Lo original de Olivas es que en estos poemas no se habla de manera abstracta, sino que se imbrica con un personaje de carne y hueso que valora su obra, que sueña con conseguir un premio literario y poder arreglar la casa o comprarse una moto. Este poeta soñador aparece en plena composición de su libro, y cuando está a punto de enviárselo al editor, se ve envuelto en un desagradable suceso de linchamiento, con lo que se ve en medio de la calle, pues “La poesía también sabe tomar la justicia por sus propias manos”. Cuando el suceso se aclara, el poeta vuelve a su mesa, y piensa en su obra “y en lo mucho que diariamente mentimos los poetas /esos buitres de papel”. El poeta se replantea de nuevo su tarea, y esta vez el mundo es tan real como el miedo que se cuela en la casa, “como este temblor en las manos / al tratar de escribir sobre la vida”.  De nuevo inserta aquí su concepto poético, próximo a la vida, intentando siempre eludir la falsedad de los poetas de gabinete que no descienden a la calle, y niegan la vida real.

 

Otros poemas que incluyen esta temática, redondean la figura de ese poeta, de cierto halo romántico, que no sale de la pobreza, incluso con la intervención del humor, así “Canción del pobre”, donde dice: “Es cómico ser tan pobre” y “Es cómico nunca haberse preguntado / la diferencia entre el apetito y el hambre”. El sujeto asume todas las miserias, el desempleo, las burlas de sus amigos, las penurias familiares, “porque es muy cómico ser pobre / cuando también se ha nacido / con el signo de la belleza en la frente”. Y sin embargo triunfa el destino poético, “saber que has hecho de tripas corazón con la poesía y ponerse a cantar / pese a todo”.  Tema similar presenta “La candela” donde, el poeta que sufre esa pobreza, pierde su obra consumida por el fuego, y sin embargo persiste en su vocación: “Y él, que nada ha tenido ni tendrá, / sin verlo le responde: / Sí, todavía”. También el poeta siente en su interior una fuerza que puede parangonarse con el caballo en “Apuntes para una deidad”,  en una especie de desdoblamiento animal, “Él sabe que las sombras galopan, / que los caballos se pierden en la noche”, con un final que aclara esa duplicidad que se identifica con el impulso poético: “A mí lo que me da miedo / es que no vuelva un día mi caballo / y en mi lengua solo quede / la continuidad de su ceniza”. El poema también escapa, es el ente de lo huidizo en “Tratado de lo que es efímero y se nombra”, escapa y nombra las cosas antes de destruirlas, con ello los nombres reales se convierten en lo que el poema presenta, las ocasiones de soñarnos distintos. La referencia a la escritura aparece directamente en “Edad del temblor” donde expresa la petición a Dios para que la escritura sea un camino para nombrar las cosas. Una oración que se abre incluso al tono blasfematorio y la duda de su existencia para finalizar: “Yo no soy más que un arañazo en tu pensamiento, mi Señor. / Ten piedad de estos huesos que humillaste”.

 

 

 

8 Victoria Pérez, Julián Barrera, Pilar Fernández Labrador, Inmaculada Salas y Miguel Elías

Victoria Pérez, Julián Barrera, Pilar Fernández Labrador, Inmaculada Salas y Miguel Elías

 

 

Desplegados dentro de este tema aparecen poemas en los que se recuerda a otros poetas, como “Mientras mirábamos una fotografía de Vallejo” donde se reconoce que “el poeta es un ser de las sombras”, y el poeta peruano aparece como emblema del fracaso y la infelicidad en vida. En el fondo se trata de desmitificar la propia figura del poeta, porque los poetas son seres de sombras, pero su trabajo les lleva a ir a la noche “convertidos en una gran /antorcha humana”. En otra línea un tanto distinta entre humorística y admirativa, “Una temporada con Borges” es una fantasía con el autor que acaba con un final sorprendente.

 

Uno de los espacios más recurrentes en su poesía es el de la casa que se despliega en varios poemas, como en “Romería” donde el homo viator, que lleva la casa a cuestas, camina con dificultad, sufrirá desprecios y seguirá adelante sin poder dejar ese peso para mirar a otros hombres que también se tambalean. En “La casa edificada” se inserta ese espacio con la figura ficcionalizada del propio poeta: tengo 30 años y no tengo casa propia, solo unas piedras; ha vivido en muchos sitios y no ha podido encontrar el camino hacia la puerta de la casa, errancia y el viaje son su sino. El peso de la familia le agobia,  no puede quedarse en la intemperie, y acaba clamando a Dios: “ayúdame, Señor, / a encontrar un sitio en qué vivirme”. E imagina cómo haría esa casa “obrero de mí mismo,/ a darle forma a esa casa incorpórea / en la que habitan desde ya / todos mis muertos”. Otros poemas que hacen referencia al mismo tema son las “Llaves del delirio” donde utiliza el simbolismo de la llave o “Una voz en las afueras” donde la necesidad de la casa se traduce en la sensación de hijo pródigo, “Solo quien se fue de su casa / luchará con dolor por merecerla”.

 

 

 

9 Don Quijote y Sancho en Oración, obra para el premiado Juan carlos Olivas

Don Quijote y Sancho en Oración, obra para el premiado Juan carlos Olivas

 

 

Vemos hasta ahora que la poesía se Juan Carlos Olivas se vuelca en lo cotidiano y explora la realidad real, o al menos aspira a ella, insertando la propia figura del poeta en ese mundo, implicado en ese presente en que vive. Por eso se puede decir que su poesía  reflexiva y alcanza momentos metafísicos en poemas varios, algunos pueden enumerarse como “Dialéctica del cubo Rubik” relacionado con el  enigma de la vida; “Elegía por las fichas de ajedrez”  que identifica el juego con el desarrollo de la vida humana; Sobre la tentación”, donde se reflexiona sobre la tentación de suicidio y la transgresión en la vida. Existimos un poco mientras se acabe un contrato, una canción, “o se nos seque la tinta / de unos cuantos versos / que pretendan abarcar / el aroma fugaz de lo imposible”. También “Meditación del cuervo” en el que mide cada paso de su vida en la relación con el famoso poema de Poe. Los cuervos son como el lado perverso del ser humano: “Ahora sé que no se irá / aunque finja dormir en estas horas tan altas”, ese cuervo que ha envejecido junto a él y es hora de enterrarlo. Cierto humor dentro del mismo tema tiene “Creer en lo invisible” donde reflexiona sobre el ateísmo y su peculiar forma de referirse a la divinidad.

 

Como vemos, los poemas de Juan Carlos Olivas van trazando una línea zigzagueante sobre todos estos temas fundamentales del ser humano, no busca ordenar el mundo sino observarlo, plasmar lo real, trasmutar mediante la palabra, por eso puede ser significativo que el poema final de su libro toque el tema de la palabra, “El desván celeste”, en el que con abundante uso de la anáfora, se alude a un lenguaje propio que se inventa en el desván celeste después de la muerte. El lenguaje vuelve a vivir, aunque no nos pertenezca, se ha perdido el lenguaje terrenal para ser sustituido por otro, las palabras vuelan, e incluso no se recuerdan los nombres. Se hace preciso un monumento a las palabras caídas, que se abandonan en el desván celeste donde ya no hay muerte, ni heridas, ni Lenguaje. La más pura y perfecta trasmutación.

 

10 Inmaculada Salas, Pilar Fernández Labrador, Julián Barrera y Alfredo Pérez Alencart, en la presentación de los libros premiados (foto de jacqueline Alencar)

Inmaculada Salas, Pilar Fernández Labrador, Julián Barrera y Alfredo Pérez Alencart, en la presentación de los libros premiados

(foto de jacqueline Alencar)

11 Gastón Baquero y Carmen Ruiz Barrionuevo (Foto de A. P. Alencart, 1993)

Gastón Baquero y Carmen Ruiz Barrionuevo (Foto de A. P. Alencart, 1993)

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