Luzmaría Jiménez Faro
Crear en Salamanca se complace en publicar esta semblanza escrita por el poeta y articulista madrileño Manuel Quiroga Clérigo, haciendo memoria de la poeta madrileña Luzmaría Jiménez Faro.
LUZMARÍA JIMÉNEZ FARO
Madrid, 19 de mayo de 1937 – 12 de marzo de 2015
La amistad vino de Salamanca. El jurista-poeta José Ledesma Criado acudía, con su inseparable esposa Pilar, ataviado con su clásica capa y su alegría castellana, cada años al fallo del Premio “Adonáis” de Poesía. Todo eran abrazos, cortesías, recuerdos, recitado de versos, noticias de aquí y de allá. En el acto posterior tenían lugar agradables momentos de fraternidad. Entablé una buena relación con ellos siendo invitado varias veces al fallo del Premio Álamo” de Poesía, acudiendo a Salamanca como corresponsal de “Informaciones” gracias a la magnanimidad de Pablo Corbalán, gran defensor de la cultura escrita, hoy olvidado salvo en Yecla, su ciudad natal.
Última lectura de Pepe Ledesma (Casa de las Conchas, 2005. Foto de Jacqueline Alencar)
En 1978 recibí una carta de Antonio Porpetta, “por indicación -decía- de nuestro común y entrañable amigo Pepe Ledesma”. Se daba la circunstancia de que el segundo apellido del padre de Porpetta era Clérigo. La presentación en la Casa de Castilla-La Mancha de “Por un cálido sendero”, libro escrito por Luzmaría Jiménez Faro y su esposo, el citado Porpetta, dio comienzo a una larga amistad. Habían comenzado a escribir poesía tras “una labor callada pero plena de vocación, intentando prevalecer sobre la dramática realidad cotidiana”.
Desde esa fecha hasta hoy ha prevalecido nuestra amistad, abonada por el común cultivo de la poesía y los viajes por diversos horizontes. Uno de ellos, bien recordado, es el que hicimos al Cantábrico, pues Luzmaría en su juventud había vivido en Santander y disfrutado de la Cornisa. Ir hacia Burgos, cruzar Villarcayo, llegar a Matienzo, donde mi esposa había veraneado de adolescente y, luego, tener el mar y los prados a nuestra vista hasta llegar a nuestro modesto domicilio de San Vicente de la Barquera, fue todo un acontecimiento que guardamos gozosamente en la memoria, sin olvidar maravillosos paisajes y excelentes yantares casi junto a las olas. De ese recorrido data, también, la idea de Luzmaría de publicar, como una de las pocas excepciones en que aparecieron títulos firmados por varones, en la Colección “Los Cuadernos de Olalla” de sus Ediciones Torremozas, un librito de sonetos de amor de mi autoría: “Íntima frontera”. Lo demás ha sido participar de la idea de Luzmaría Jiménez Faro de crear una colección de poesía escrita por y dedicada a las mujeres, al advertir que este tipo de publicaciones no existían o tenían escasa relevancia en España, tema del que se hablaba en las diversas reuniones y en las de su finca Torremozas de Cotos de Monterrey, con poéticas vistas a La Cabrera y a cielos siempre azules.
Compartir reuniones con otros poetas como Rafael Soler, Encarnación Pisonero, María Antonia Ortega, Miguel Galanes, Mª Tecla Portela, Margarita Arroyo, Acacia Domínguez Uceta, Leopoldo de Luis, Rafael Soto Vergés, Jesús Hilario Tundidor, Jesús Riosalido, Carmina Casala, Leonor Barrón, Rafael Montesinos y un largo etcétera fueron clave para que la ya poeta madrileña se convirtiera en flamante editora, sin olvidar los desvelos, intranquilidades y problemas que hubo de superar hasta llegar a los escaparates los primeros libros. Comenzó a tener nuevas relaciones y poner en marcha una empresa de largo alcance que hoy mantiene su hija Marta Porpetta con algunas ayudas como la de su esposo Jesús Herrero, artífice de excelentes portadas de los últimos títulos publicados.
Ese trabajo también tuvo sus compensaciones, al menos emocionales, como es la intensa relación de Gloria Fuertes, que nombró a nuestra amiga albacea testamentaria, el haber dispuesto de la amistad de la académica Carmen Conde, a cuyo patronato perteneció Luzmaría, o el reconocimiento de personajes como Claudio Rodríguez, Dámaso Alonso, Mª Dolores de Asís, José Hierro; Luis Rosales y toda la pléyade de creadoras de poesía o relato, a muchas de las cuales incluyó en su colección, además de ayudar a la expansión de sus libros, apoyar su condición de mujeres escritoras, presentar sus obras y acunar sus trabajos, lo cual se presentaba hace 40 años, como una labor difícil y con escasos beneficios morales y empresariales, desde el renombrado título inicial, “Poemas (Primera selección de nuevas voces)” con textos de Lola Deán, Pilar Monzón, Amaranta Ortega, Mari Carmen Tobajas, al que siguió “Inevitable Océano” de Elsa López, el ensayo “Carolina Coronado (Apunte biográfico y AntologÍa)” preparado por la propia editora y Antonio Porpetta… hasta llegar al nº 887 de Audre Lorde (“El unicornio negro”), una de las escritoras esenciales del feminismo afroamericano en su lucha por los derechos civiles.
La mayor ilusión de Luzmaría Jiménez Faro consistía en ampliar la difusión de su editorial, publicar los libros de jóvenes autoras y editar las obras de mujeres olvidadas de todo el panorama de la literatura escrita en español o castellano. Además creó varios o galardones para incentivar ese trabajo de las mujeres escritoras, como es el Premio “Ana María Matute” de Narrativa de Mujeres, que ha llegado a su XXXII Edición, el Premio “Carmen Conde” de Poesía de Mujeres, (XXXVII convocatoria) Premio “Voces Nuevas” o el Premio “Gloria Fuertes” de Poesía Joven ((XXI Edición) que admite el concurso de mujeres y varones
Luzmaría Jiménez Faro en su biblioteca
Desde sus primeras publicaciones Luzmaría Jiménez Faro se comportó como una estudiosa del alma femenina, llevando a su editorial la obra de creadoras de todos los estamentos sociales, opiniones políticas o religiosas, españolas o del ámbito iberoamericano, dando a la imprenta antologías, publicaciones raras o agotadas y luchando por ver esos títulos al alcance de todos, fueran hombres o mujeres.
Como autora su trabajo también fue muy estimable, siendo una poeta delicada y una narradora exquisita. Había nacido en Madrid el 19 de mayo de 1937 y falleció en la misma ciudad el 12 de marzo de 2015. Al cumplirse el quinto aniversario de su viaje a la eternidad, queríamos recordarla con unos versos de su poemario “Amados muertos”; “Usted y yo tenemos una cita./( ) No puede imaginarse el equipaje que llevo en la memoria.( )Sólo es usted el ángel de la muerte./y usted y yo tenemos una cita”.
Ella acudió puntual a esa cita y a nosotros nos regaló el placer de haber estado a su lado y haber sabido comprender su lucha por la poesía y por las mujeres que quieren seguir renovando el mundo y los afectos a través de sus versos”.
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