José Amador Martín Sánchez (salmantino nacido en Elgoibar, Guipuzcoa, 1951). De ancestros castellanos, aquí vive desde los siete años de edad. En Salamanca cursó estudios de Química y aquí trabaja en la enseñanza y en el mundo de la imagen (destacables son sus videos “Salamanca, ciudad interior”, “José Ledesma Criado, poeta” o “Las Batuecas, literatura y mito de un nuevo mundo en Castilla”, entre otros). Su obra poética se encuentra en el poemario Ciudad XX (con José Luis Matilla y José Luis de Diego) y en numerosas revistas, como Álamo, Río Arga, Mantxa, Artesa, Zurguén… Con Aníbal Núñez, Carmen de Celis y Jaime Siles fundó la revista Base 6. Ha obtenido los premios Guadiana (Ciudad Real), Pit de Roure (Palma de Mallorca), Lodosa (Navarra) y otros.
Retrato Realizado por Miguel Elías
POEMAS
LA TARDE, LAS ACACIAS, LOS RECUERDOS…
Los aires del fogón, abierta la espesura de la duda,
la meseta exhalando olores a romero,
la casa abierta,
la puerta resultando
una larga transición hacia el olvido.
Todo dispuesto en el juego de los astros.
Para la vida infinita, aire en plenitud
de sensaciones vanas,
de platas amarillas
que arropan el crepúsculo de un gran horizonte.
La tarde de avenidas, sin fin, hacia lo oculto,
que llevan a la noche
de sombras cambiantes y cambiantes guiños,
de luces de neón, de incendios agitados…
Noche con balcones de luces encendidas,
noche sin fin,
del alma oscura y fría.
CANTO DE LA DISTANCIA
Me dicen
que has muerto las adelfas hirientes
de los jardines yertos,
y no quiero que el sueño que retiene mi pecho
se marche de esta noche,
completa cabalgada de llanto, por los bosques…
Si no existe ventana,
ni lira encadenada a los bancos de ayer,
ni a los pétalos húmedos;
si no existen arroyos sumergidos de espumas,
ni cometas de piedra
cruzando tu paisaje.
Sueños, como ausencias de crepúsculos nuevos,
redoblan en el aire
del páramo encendido.
Infinitos rumores de castillos y torres,
cataclismos guerreros y mares olvidados…
Y vienes de la sombra de mi dolor de ahora,
con sabor a la tarde
compartida en tus labios
y deshago la historia, completa,
y en tus brazos
duermo la noche como un sueño encantado.
En las torres y piedras de los claustros viejos
se levanta de la noche un vergel infinito.
EXISTES Y EN MEDIO DE TODO PERMANECES
Existes y en medio de todo permaneces,
eres
del crepúsculo, una extensión infinita de memorias;
de los bancos del otoño, la nostalgia de los árboles;
de su mutismo hermético, bajo el sol expectante,
el ser que en su viaje aporta el estío a las praderas.
Sé
que si no fueras,
azotaría el viento los paisajes,
los dominios infinitos de los astros,
su delicado matiz por la flauta del canto enamorado,
la soñada mañana,
la sutil apariencia de los parques
que acogen la esperanza de los juegos infantiles.
Existes en el alféizar que sueña,
de lo inmenso,
la llegada del cierzo, la brisa y el rocío;
las miradas de ojos profundos
en un baile
que estrena del silencio
la delicada danza de los pájaros y sus cantos pasajeros
sobre el horizonte donde somos y hacemos experiencia.
LA TARDE TIENE VENTANAS ABIERTAS A LA CIUDAD
A D. Miguel de Unamuno
La tarde tiene ventanas abiertas a la ciudad;
desde ellas nos mira el volar de las aves
y entra el sol hasta los espacios soñados.
La luz surca el cielo azul y barcos de papel
navegan con una estela de pájaros que han vuelto.
Es esta ciudad un mar de arenisca;
sus torres, atalayas de un sentir de campanas.
La palabra es el grito
y el grito
es el lamento melancólico que añora soledades.
Sus torres y sus arcos me reclaman
a un paseo dorado bajo el sol de poniente
por los laberintos de luces y sombras,
de silencios y ecos; y son los versos cantos
y los cantos
son sueños de jardines y patios.
Cuando amanece, la ciudad es luz interior;
los vencejos llenan las altas azoteas,
el alma pervive en el fluir de la ausencia.
El sol de Castilla adivina en el hombre
su destino indeleble;
la noche toma los espacios del aire con su melancolía.
En esta ciudad nos volveremos a encontrar
caminando por las plazas vacías de la memoria.
Se volverán a abrir las cancelas y tú estarás allí,
como el árbol, al pie de los palacios, junto al Tormes,
como cualquier tarde de pasados encuentros.
Testimonio es la mirada que dejaste en el espejo,
representada en la alegoría de casas de vidrio
mecidas por el viento, de un sueño en perspectiva.
Altiva y bella es la ciudad
que aparece en el papel como arquetipo de lo eterno:
luz y luces
en la pluralidad del entorno en que se justifica
seguir el sonido de tu voz en medio de las sombras.
Hoy siento la melancolía de la noche
en los muros de la ciudad hermosa,
bajo los arcos por donde el viento silente
fluye y susurra tu nombre.
Observo las ventanas encendidas
en una caminata sosegada:
una calle me enseña otra,
y en cada una
reconozco el camino
que me lleva hasta ti.
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