Desde la Ciudad de la Luz
Desde las cimas que bordean los valles, la brisa se desliza sobre los caminos dibujados en el paisaje, mientras la aurora, recién iniciada, hace olvidar la maraña de estrellas sobre las innumerables islas adornadas con los colores verde y rosa de la naturaleza.
El cielo tiende un espejo azul de eternidad sobre las aguas relucientes y se alejan, una a una, las sombras del invierno
Rosado es el bello jardín de los almendros, donde florece el paisaje neblinoso de la tarde, que es perfumado heraldo de la primavera; bello jardín de claridad, donde el silencio crece; sueño de quietud, donde las almas descansan sobre la luz del invierno que se muere.
¿Quién no retiene en la memoria un laberinto vegetal, cercano y aromado? Mientras la tarde cae en las sombras del ocaso y el frío se rinde, inminente, al aliento de sus pétalos…un jardín secreto, sin límites, infinito jardín de claridad; sueño perfecto de paz, sueño de estrellas.
¿Quién no retiene – digo – en la memoria, un cielo de nubes de algodones grises colgando del infinito azul, del espacioso cielo, mientras el perfume a tierra mojada inunda la atmósfera y un estremecimiento en sus paseos, se hace suspiro exhalado del silencio?
Porque los días, en este jardín, se parecen a las flores de los almendros -caen y se detienen apenas un instante – y siempre dejan una herida de luz, mientras huele a primavera su vuelo, a horizontes de escarcha, a savia de árboles renacidos…envueltos en el aire de cristal del horizonte.
Aquí en este jardín sobre los arroyos de luz hay puentes de sueños que rozan la altura de los cielos y hacen extrañas figuras con las nubes sobre el azul intenso que muestra el eterno florecer de los almendros, haciendo la tarde más preciosa, cubriendo con sus pétalos la deliciosa colina,cuando todo el campo es calma sobre el sereno y tibio atardecer; cuando la noche cae y las almas descansan sobre la luz del invierno que se muere, y la imagen de los campos es el aliento cálido sobre el frío que se rinde, sobre las flores rosadas, sorprendidas con la hondura de la luz.
En este Jardín de claridad donde siento tan cerca el paraíso… en el que hay tantos árboles como metáforas para ellos, los almendros en movimiento, son palabras escritas en los cielos; sus flores, son estrofas errantes llevadas por el ritmo de la brisa de la tarde…y el silencio, fácilmente hace del lugar un concierto complejo; solar de blanquecinos suaves y rosados colores de la tarde venidos a mi memoria, con sus días y sus costumbres, con sus caminos abiertos y sus paisajes tranquilos y cálidos.
Sobre estos jardines de árboles y cielos de pétalos de primavera temprana, vienen a mi memoria esos días de árboles sin hojas, ateridos por el frío del invierno, con su ramaje dormido, prometedores, con los botones que hoy son flor y serán fruto en agosto.
Con días que se parecen a las flores, que dejan igual tristeza cuando pasan, la misma oscuridad, igual silencio. Flores que veo fuera, y que son otras, no las de ayer, que ya perdimos…como ramilletes de sueños que el viento aleja en su vuelo, aleteando sobre el parque encendido en las laderas.
No es este jardín, un jardín de senderos bien delineados, abierto de hojas, como alas de sueños con cantos en su nombre; no tiene el jardín límites que la hierba se apropie, hay un juego de nubes del ocaso, en el laberinto de la tarde.
Apenas pasa la brisa por los abismales labios en los que la luz de la luna desciende sobre las olas del corazón, todo el estanque es agua de cristal y el viento en las hojas del almendro; y las flores del almendro en el agua: en este jardín de claridad, los pétalos, rosados, llueven, y de nuevo el silencio.
Fotos: José Amador Martín
marzo 2, 2014
Agradecer una vez más a Amador Martín su exquisita sdnsibilidad al mostrar este poema donde la imagen y el sentimiento priman.
Exquisito jardín adornado con fotografías que invitan a soñar con la primavera que parece no llegar.