El poeta Omar Castillo (fotografía de Patricia Cuervo)
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar en ensayo escrito por Óscar Castro García en torno a la obra poética reunida del colombiano Omar Castillo (Medellín, 1958). Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros publicados son: Obra poética 2011-1980 (2011), Huella estampida, obra poética 2012-1980, el cual se abre con el inédito Imposible poema posible, y se adentra sobre los otros libros publicados por Omar Castillo en sus más de 30 años de creación poética (2012), el libro de ensayos: En la escritura de otros, ensayos sobre poesía hispanoamericana (2014) y el libro de narraciones cortas Relatos instantáneos (2010). De 1984 a 1988 dirigió la revista de poesía, cuento y ensayo Otras palabras, de la que se publicaron 12 números. Y de 1991 a 2010, dirigió la revista de poesía Interregno, de la que se publicaron 20 números. En 1985 fundó y dirigió, hasta 2010, Ediciones otras palabras. Ha sido incluido en antologías de poesía colombiana e hispanoamericana. Poemas, ensayos, narraciones y artículos suyos son publicados en revistas y periódicos de Colombia y de otros países.
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Al leer los poemas de este libro de Omar Castillo, he tenido dudas que antes no me habían invadido con la lectura de su poesía. Porque parece que este poeta, o su poesía, tuviera muchas verdades que decirnos a los lectores. Verdades incómodas e inaceptables. Y al mencionar lectores también se me vienen dudas que pueden ser igualmente incómodas para los poetas, los lectores y las editoriales.
¿Quién lee poesía? ¿Qué poesía prefieren los lectores de hoy? ¿Cómo se lee poesía? ¿En la actualidad, hay poetas que lleguen al alma de su pueblo, como muchos lo hicieron en la antigüedad? ¿La poesía representa algo para la cultura de una ciudad, de un país?
La poesía parece como un compañero incómodo en una reunión de egresados. De esos que nadie quiere ver de nuevo. No obstante, como diría un escritor, el dinosaurio está ahí. Es decir, acá está la poesía. Y la poesía no surge de la nada sino de la mano de un poeta. Y el poeta está ahí, es el indeseable que la sociedad no puede eludir, así lo felicite y no lo lea, porque ¿la poesía para qué?
¿A qué viene todo esto en relación con el libro Huella estampida, obra poética 2012-1980 (2012), de Omar Castillo? Al leer en esta obra los libros que publicó en los últimos doce años: Abra, el libro de los amigos (2003), Poema de New York (2007), Los años iniciales en el vacío, 2001-2008 (2008), Romance de la ciudad (2011) e Imposible poema posible (2012), no me queda duda de lo inaceptable e incómodo que me ha resultado esta lectura.
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Romance de la ciudad es un gran libro, en el que la ciudad de Medellín aparece enrevesada, cotidiana, aparentemente neutra, contradictoria, llena de desigualdades, carcomida por el consumismo: y en ella el poeta queriendo encontrar su lugar, buscando asirse de algún resquicio de sensibilidad. El poeta en lucha contra el lugar común. A la vez la ciudad fluye, vibra, grita y se revuelca. Ciudad que es imagen viva y deteriorada, pero dinámica y palpitante. Ciudad de historia, supervivencia, comercio y usufructo. A la par, está el curso del planeta, la vida íntima y poco trascendente del poeta, conectado con un mundo que el poema trae. El poeta entra y sale, no puede salir, no puede entrar: “Quisiera cerrar esta ventana pero la ciudad / ociosamente me reclama y me vomita” (p. 47). Y cuyo mayor poema es el XXVI y último, el cual desnuda la verdad de la llamada civilización con sus artimañas y engaños.
Omar Castillo va en contra vía con el pensamiento general, contra la vocinglería y la rutina general, pero sobre todo, contra la rutina de la lengua, contra la rutina del idioma, contra la rutina del poema. Parece que la lengua en su estructura gramatical y en sus códigos y normas le causara no solo desánimo sino fobia. Pero esto de la lengua en el poema ya venía desde el inicio de su poesía en Garra de gorrión (1980). Incluso, deja ver y sentir el balbuceo de las palabras, de las imágenes y de las ideas que quiere expresar. Hay poemas que son la búsqueda de las palabras originales que no encuentra, que no existen. Aún así, los poemas están cruzados por el habla —diferente de la lengua, en sentido saussureano—, por las escrituras. ¿Cuáles son las palabras precisas? Como dice: “Sobre una palabra incauta / yacen los episodios de la historia, / palabra transitando el asfalto” (p. 41).
Palabra para el romance que se origina en otros y de la que este poeta se apropia. Pero el lenguaje, tal cual es convenido socialmente, oculta la realidad, la enmascara. La educación, las máximas, las frases de cajón promocionan el consumismo globalizador, la unificación y el control, la imposición de un estándar en el comportamiento, el pensamiento, el deseo y la palabra. Pero también, a pesar de lo que no dice o dice sin querer, mitifica la ciudad: “saber que en las palabras, en los giros del antiguo romance, dios caminó por estas calles, / me hace bien” (p. 66). De ahí lo que quería decir: Castillo parece incómodo con las palabras, las desecha, se va contra la lógica, contra la estructura de la frase, contra el uso normal de las palabras según sus clases; por eso sustantiva adjetivos, declina sustantivos, o adjetiva adverbios y gerundios, lo que, en mi caso, causa rechazo y, a la vez, reflexión: ¿Por qué estas rupturas me hacen incomprensible el poema? Tal vez porque Castillo sigue en la búsqueda de un lenguaje vivo, descarnado, veraz, acomodado más al sentimiento y a la visión poética del poeta que a las normas poéticas, y a las estructuras gramaticales y lexicales. No obstante, para un lector poco acostumbrado a leer poesía, este es un obstáculo mayor.
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No me detengo mucho en los otros libros. Pero tampoco los voy a abandonar, aun con las dificultades que me significaron su lectura: Poema de New York tiene similitudes con el anterior. Es otro canto desencantado a una ciudad famosa en el planeta. La ciudad del “sueño norteamericano”. Uno odia lo que quiere y quiere lo que está al lado así lo rechace o se sienta incómodo. Así es el amor-odio del poeta con su ciudad y con esta otra de su itinerario. Pero es una bella e impactante imagen del verdadero antro del consumismo, del nido de las ilusiones, del control, de la vejez, de la rutina y de la zozobra. Aparte de esto, la soledad, el otoño y el invierno, la Babel-Manhattan donde el dinero es el dios, la rueda de la fortuna. Y ahí, en sus calles y parques, en sus bajos del metro, en los recovecos de las avenidas y calles, están el frío, la noche, la inmigración, el olvido y la soledad. El invasor invadido: “Quien invade es invadido” (p. 128). Pero entre todo este tráfago, caos y frenesí, la poesía va en el metro, está en las paredes, se ve en el Central Park, en la memoria y en el deseo del poeta mientras va en el subway a su destino: “Y en el tráfico que hace esta City / Suceden versos que el inmigrante / Hubiera escrito de haber / Con el dolor y revelación que los implican” (p. 129).
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Imposible poema posible es un reto del poeta con el poema y la poesía. Es la poética de Castillo hecha poemas. Como los dos anteriores libros, este otro se ha escrito dentro de una propuesta poética coherente, sólida, a veces inescrutable, intransigente con el lugar común y la poesía de costumbre. Esto se nota desde los títulos de los poemas, los cuales llevan números romanos, sin más. Esta sucesión constituye una verdadera serie, mas no se trata de una jerarquía, sino de un orden; no, no es orden, es simplemente para que el lector sepa que pertenecen a una misma propuesta, a una misma experiencia interior, a una idea o verdad que el poeta quiere desarrollar en su libro. Esto mismo sugiere que el poeta se propuso un plan, una búsqueda y la expresión de sus certezas. Es un corto libro, cuyo verdadero nombre sería opúsculo, con un poema de iniciación o introducción, siete poemas numerados y un envío o colofón. De ahí provienen mis percepciones de que el poema está atado y desatado, convertido en cualquier habla que lo aniquila, en una anarquía que el poeta pretende en el poema: “Imposible poema posible / No fundado en una estética / No fundado en una ética / Rigiendo el laberinto de la civilidad” (p. 16). Es aquí donde encuentro que estos gerundios calificativos pueden distorsionar la idea del poema, la imagen, pues en este caso no se sabe bien qué cosa rige la civilidad, si el poema o la ética, pues el gerundio siempre va pegado de un verbo conjugado en acción simultánea. Pero eso es parte de la labor del lector porque, en este momento, scriptum scriptum est.
Es aquí donde más fácil se asocian dos elementos o metáforas —también realidades, pues en el poema y la literatura hay varias lecturas, varios campos de sentido posibles— tan reiterados por Castillo en toda su obra: la piedra o roca y los huesos. La piedra en el poema I: “Polvo es en la piedra / Piedra es en el agua / Agua es en la sílaba / Sílaba es en el verbo” (p.17), que, entre otros sentidos remite al origen de la escritura, de los signos, del lenguaje y de la poesía. Ahí está el origen cósmico del universo y acuático de nuestra especie, así como el mito del verbo antes del poeta. El aire insufla al habla su propiedad acústica y comunicativa. El aire escribe en la ciudad, el viento erosiona todo, hasta las palabras, pero a la vez escribe sobre la realidad y otras escrituras. Y en el II lo acerca más: “Erguido esperpento / Hiriendo en la piedra / El origen / Cultivando en la tierra / El grano del odio” (p. 19).
Bandera de Colombia, de Jorge Espinosa
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Con más desarrollo y amplitud, en Abra, el libro de los amigos aparece esta imagen en el poema “Cicatriz del verano”: “Piedras inmensas y perforadas / Imprimen nombres entre los ríos y los valles, / Las palabras en las mañanas las acogen / Imantándolas en sus entrañas / Hasta la noche que las exhibirá” (p. 141); y en “Abra”, donde expresa: “De mantenerse el balbuceo de palabras, / Con cuatro que consiga memorizar / Olvidaré la construcción del mundo; / Cuatro con sonoridad de huesos” (p. 142). Porque este libro es también una búsqueda de la palabra, una propuesta poética, dedicada a los amigos del poeta, entre los que predominan escritores, poetas y artistas, en los que seguramente ve su legado y lo aprecia, aunque lo pueda contradecir igualmente. Poemas que alcanzan —según mi lectura— su mayor expresión en “Obrar” (p. 160), dedicado al poeta Alberto Escobar Ángel, que debería leerse todo y por eso no lo cito, pues se podría intitular “Poetizar”, porque en el contexto de la poesía de Castillo, poetizar es hacer, obrar, transformar, elaborar…
La imagen de los huesos es recurrente también: “Huesos / Polvo / Leyenda / Superficie donde se hace / El signo de una ciudad / Que se consume” (p. 18). Así, en este primer poema del opúsculo Imposible poema posible, se reúnen las dos imágenes que se reiteran, junto con otras, claro, en el libro Huella estampida, obra poética 2012-1980. Al fin y al cabo, su título no da para imaginar otra cosa. La huella que dejan los pies, el viento, las ciudades, los hombres, el tiempo, las palabras; y la estampida que sufren las cosas y los seres cuando una explosión o un desastre o un cataclismo solo dejan huesos, polvo, leyenda.
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La frase del título del libro aparece en el poema “Incrustaciones en estampida” de Los años iniciales en el vacío, 2001-2008, en referencia a los motivos que se reiteran en el poema, en este caso la piedra: “Mientras una piedra / El silencio hace / Y sucede la flor / Igual a un impacto / Abasteciendo los ecos / Las huellas en estampida” (p. 84), versos en los que leo el origen del hombre “civilizado” que ya no será prístino ni original, ni verá otro mundo que el caótico y desenfrenado que presenta Castillo en este libro. Es un seguimiento a los orígenes de la humanidad, a esos estados de primitivismo y de confusión con la tierra, el encuentro del fuego, la creación de los utensilios. De ahí el salto en el numeral III de Imposible poema posible, a la ciudad, al consumismo, a la explotación laboral, a la domesticación, al esquematismo, al maniqueísmo y a la esclavitud, lo que desenmascara la “épica” de las ciudades, de los héroes, de los dioses y semidioses, es decir, la poesía que ha exaltado valores que este poeta no comparte, que además quiere borrar.
Omar Castillo
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Parece que la poesía necesitara una ciudad verdadera, es decir, amable, humana, sostenible. Pero, paradigma terrible en esta poesía, la “Ciudad / Ensamblada en detritus / De arquetipos migrantes / En el roer de huesos a la deriva (…) Donde cunden el escozor / Y la algarabía agazapada (…) Incuba ciudad / Trama incisiva / Exhibiendo los cotos (…) Andrajo ciudad / Energúmeno ciudad / Tautológico ciudad” (p. 23-24) de Imposible poema posible, es la ciudad del poeta y de su poesía, la ciudad de sus lectores, la que lo alienta y desanima, lo incita a la escritura y le causa náuseas. Todo esto es lo que produce el poema, lo que alimenta al poeta, lo que se vuelve poesía. Es como puede escribir la otra historia “De letras dadas en sílabas / Para nombrar lo atónito” (p. 26). La historia se escribe sobre los escombros de la historia, pero predomina lo económico y se oculta la verdad. El poema debe escribir esa verdad: “De hito en hito / Manufacturando / Frases / Donde quepan chirridos / Que revienten / Los significados / Hasta conseguir exasperante / El silencio / Sumiso el grito” (p. 27). Es una civilización fundada en la usura, la miseria y el engaño.
Imposible poema posible es, pues, un opúsculo que critica y desbarata las ideas establecidas, los criterios y las normas civilizadoras, la historia oficial, la realidad sobre la explotación, la humillación, la usura, la apariencia, la ilusión y el engaño. Hasta la poesía debe buscar otra dirección, porque “Cualquiera / Sistema o dogma / Es una cifra reguladora / Una máxima de control / Inclusive los dones / Adjudicados a la iluminación / Poética y sus advenedizos” (p. 31).
Sin embargo, la poética más explícita está en el poema “Estilo” de Los años iniciales en el vacío, en el que, por pocas veces, el poeta habla sin reticencias y sin “descuidos gramaticales”. Lo cito completo:
Las brasas esparcidas por el habla
De cuando en cuando hacen arder
La escritura de ciertos poemas
Consiguiendo para lo cotidiano
El necesario hogar desde donde
La realidad advierta su otredad (p. 104).
Lucha contra el poema clásico en relación con el poema diario que se manifiesta con más nitidez en “Contra el poema” en Los años iniciales en el vacío: “Contra el poema / Para que sea acuñado como moneda usual / En la memoria que dispara el alza e impone / Los réditos en la conciencia” (p. 93).
CODA
Queda a los lectores seguir el juego de este poemario, dejarse molestar, no abandonar la lectura porque más allá de las dificultades empiezan a aparecer las revelaciones, las verdades, las sonoridades, los ritmos, la propuesta poética de Omar Castillo, quien, en su escritura, siempre, en todo lo que le he leído, ha tenido una sola preocupación: la poesía, el poema, el poeta, la escritura, la ciudad. Y fiel a esto, sigue insistiendo, y lo hará hasta el final, porque Omar Castillo no tiene remedio.
El escritor Óscar Castro García
Óscar Castro García, Medellín, 1950. Profesor de literatura jubilado de la Universidad de Antioquia y narrador literario. Publicaciones literarias: Sola en esta nube y otros cuentos (2016), Fragmentos de un diario inconcluso (2005), No hay llamas, todo arde (cuentos, 1999), Un día en Tramontana (cuentos, 1999), Necrónicas y Oración (cuentos y poema, 1999), ¡Ah mar amargo! (novela, 1997), Señales de humo (narrativa, 1988) y Sola en esta nube (cuentos, 1984). Publicaciones académicas: Seis poetas de la academia (2008), La literatura en la universidad (2008), Un siglo de erotismo en el cuento colombiano. Antología (Selección y prólogo, 2004), Análisis literarios (coautora: Consuelo Posada G., 1995), Manual de teoría literaria (coautora: Consuelo Posada G., 1994) y Los informes escritos (1992).
Escudo de Medellín
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