‘HOMENAJE A LAZARILLO DE TORMES’ Y OTROS POEMAS DE LA CUBANO-ESPAÑOLA LILLIAM MORO. UN AÑO DESPUÉS; UN RECUERDO SALMANTINO

 

Lilliam Moro leyendo en el Teatro Liceo de Salamanca foto de Jacqueline Alencar)

 

 

“Crear en Salamanca” tiene la satisfacción de publicar una muestra poética de la cubano-española Lilliam Moro (La Habana, 1946), quien en 2017 obtuvo el prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador por ‘Contracorriente’, libro que fue publicado por la Diputación de Salamanca. En Salamanca participó en dos ediciones de los reconocidos Encuentros de Poetas Iberoamericanos que vienen celebrándose en la capital del Tormes desde hace 23 años. También en varias antologías coordinadas por A. P. Alencart.

 

Lilliam Moro salió de Cuba en 1970, vivió en España más de cuarenta años, y residió en Miami desde 2010 y donde falleció el 14 de marzo de 2020. Estudió Magisterio (Instituto Pedagógico Makarenko) y Letras y Artes (Universidad de La Habana). En España se dedicó a la edición y las artes gráficas y realizó ediciones críticas-didácticas de clásicos de la literatura como Novelas ejemplares, de Miguel de Cervantes (1977); El Lazarillo de Tormes, Anónimo (1977); La Celestina, de Fernando de Rojas; El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina (1977); La vida es sueño, de Calderón de la Barca (1977); Peribáñez y el Comendador de Ocaña, de Lope de Vega (1977); La verdad sospechosa, de Juan Ruiz de Alarcón (1977); Poema del Cid, Anónimo (1977); Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes (2002), entre otras.

 

 

Perfil de Salamanca (foto de José Amador Martín)

 

 

Poeta y narradora, su obra poética comprende La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005); Obra poética casi completa (Miami, 2013), Contracorriente (2017), El silencio y la furia (2017), Tabla de salvación (2018) y Ese olor a después (2020). También publicó dos novelas: En la boca del lobo (Madrid, 2004: Premio de Novela Villanueva del Pardillo) y ‘Las reencarnaciones de mamá Inés (2020).

 

Esta selección ha sido realizada por el poeta Alfredo Pérez Alencart, entrañable amigo suyo, quien no olvida los muchos apoyos que ella recibió de sus paisanos Pío Serrano y Felipe Lázaro, sin olvidar a la abulense Julia Peña. En breve se publicará un libro colectivo en homenaje suyo, coordinado desde Miami por Héctor Manuel Gutiérrez.

 

 

Foto de José Amador Martín

 

 

HOMENAJE A LAZARILLO DE TORMES

 

 

A Carmen Ruiz Barrionuevo

 

Fuiste lanzado antes de tiempo

contra el muro del hambre:

ese fue el “coco” de tu niñez impávida;

luego las frías calles salmantinas,

la ceguera del otro,

la mezquindad del bueno.

 

Solo esperabas el milagro de comer cada día.

 

Aprendiste enseguida unos cuantos ardides:

a recontar las uvas para engañar al ciego,

a robar unos panes con la cara de Dios.

Al final, pregonero de tus propias vilezas.

 

Todo menos sentir, una vez más,

el hambre de los justos

y tu cabeza contra un toro de piedra.

 

 

Santa Teresa, pintura de Miguel Elías

 

 

ALBA DE TORMES OBLIGÓ POR FIN A DESCANSAR

A LA QUE NUNCA DESCANSÓ

 

A Santa Teresa de Ávila

 

Préstame tu inocente desvarío,

la imposible quietud de tus quimeras,

tus incansables huellas andariegas,

tus ateridos pies besando el frío,

 

la empecinada fuerza de tu brío,

tus palabras ardientes, las primeras

dudas y certidumbres, tus maneras

de sentir el ardiente escalofrío.

 

Un Amor absoluto que libere

del cuerpo el alma que volar quisiera

y que por no morir de sí se muere

 

mientras el corazón se transverbera

por la flecha de amor que quema y hiere

y otra vida a esta vida la supera.

 

 

Reinaldo García Ramos, por Miguel Elías

 

AMIGO

 

Para Reinaldo García Ramos

 

Cuando se dice la palabra

amigo

las letras se entrelazan

y van formando un círculo de luz

que guarda con esmero la historia personal

de cada uno,

los momentos detenidos al borde del olvido,

el olor a un pan crujiente recién hecho

que compartido nuevamente

será la comunión de lealtades,

alguna melodía enroscada al oído

para ser tarareada como entonces

frente al mar de una ciudad que se derrumba.

Siempre que pronunciamos esa corta palabra

se abren de par en par las puertas

y salen las bienaventuranzas,

las sonrisas que se creían perdidas,

la mano imprescindible

que estrechamos como un ritual de iniciación

en estos tiempos tumultuosos

para que nos proteja del olvido.

 

 

Antología coordinada por A. P. Alencart, donde apareció el poema de Lilliam Moro

 

 

LA MÁS FERMOSA

 

 

Ese rostro que ves en el espejo

no es el tuyo.

Mírate bien:

búscate más allá del perfume barato

de la cara pintada,

del afán de agradar;

encuéntrate detrás de las ojeras,

del ojo hinchado, 

de la mirada opaca

envejecida antes de tiempo,

de las palabras que arrancaron a tiras

la piel del corazón.

 

Una vez que te hallas descubierto

abrázate como si fueras la madre de ti misma,

el amante soñado desde la juventud,

el dios que siempre te ve hermosa.

 

Y rompe los espejos.

Lilliam Moro leyendo ante Elías, Salas, Fernández Labrador, Pérez y Barrera (foto de José Amador Martín)

 

 

PUERTA DEL SOL, MADRID

 

Ella cantaba para mí

en la Puerta del Sol.

Con el Ave María intentaba afinar

las notas disonantes

del pentagrama de mi vida,

que no alcanzaron una octava mayor

y se volvieron abruptos sonidos estridentes

en algún párrafo de mi biografía,

en un cuerpo que se volvió un verso inacabado.

La voz de esta mujer

me dijo que el dolor

es una nota fuera de lugar

que encontrará su armonía perdida

cuando menos lo espere

porque hay un tiempo que está detrás del tiempo

en un compás de espera.

Ella cantaba para mí

en la Puerta del Sol.

 

 

(Una mañana del 30 de octubre de 2017, en Madrid, me detuve ante un grupo de músicos callejeros que interpretaban el Ave María de Schubert en la delicada voz de una soprano. Me emocioné. Al terminar le pregunté al del violoncello si eran rusos o búlgara la soprano, pues suele ser la nacionalidad de esta clase de músicos callejeros tan frecuentes en España. Para mi sorpresa me dijo que eran venezolanos. En ese momento mágico me di cuenta de que el desarraigo nos hermana bajo cualquier cielo). Lilliam Moro

 

 

Lilliam Moro (primera a la izquierda), con poetas de España, Portugal y América Latina, en la Plaza Mayor de Salamanca

(foto de Jacqueline Alencar)

 

 

LA HABANA

 

Para Glendys Cambero

 

Como el amor

te adhieres en el alma con tu susurro melancólico.

Decir amor es recordarte

abrazada por álamos suntuosos,

con raíces que escarban tenazmente la tierra

buscando un asidero contra el feroz olvido.

Ciudad enardecida

entre densos vapores de sudor y lavanda,

te aquietas, sin embargo, aletargada, soñolienta,

con la apacible dejadez del verde humedecido

de tus jardines descuidados.

Te vuelves múltiple y diversa

en las piedras estoicas de las columnas y los muros,

los muros de las casas desvencijadas, carcomidas,

de puertas siempre abiertas,

con paredes rajadas por la desesperanza,

piedras que van cayendo con discreción solemne

al compás de la ruina,

como sordos latidos de un corazón exhausto.

Sembrada en adoquines o en asfalto,

impávida ante el tráfago de almas o gorriones,

transitada por miedos vestidos de paisano,

te alzas crepuscular, magnífica, maltrecha,

con tu belleza mórbida embadurnada de consignas.

No importan la erosión del polvo y el salitre,

la sordidez de las perennes cucarachas,

las aguas pestilentes,

los amorosos perros abandonados a su sarna,

los gatos del terrible festín de los hambrientos,

los cuerpos que se compran y venden por las sobras:

ciudad de socavones como desgarraduras

de un alma que no sana,

que no puede cerrar su herida, su desastre,

cada día aumentado como un remordimiento.

Oh ciudad dibujada con volutas de humo,

movida por el son que conjura la muerte,

nacida de la cópula del sueño de unos dioses:

ángel de la bahía,

alas empegotadas de melaza y penuria,

vulgaridad y alcohol,

permaneces, no obstante, con tus muertos ilustres,

con tus medias palabras contra toda retórica,

porque lo tuyo es resistir.

Quiero decir amor, pero digo La Habana,

su metáfora.

 

Nebrija, dibujo de Miguel Elías

 

 

1492

 

 

            Domina una lengua y dominarás un imperio.

                        (Dicen que le dijo Antonio de Nebrija

                        a la reina Isabel la Católica)

 

1

 

Érase una vez una niña

de un pueblo con un nombre más largo

que el de la gélida provincia.

Y la niña fue reina.

Combinó ingenuidad y temperamento

y Aragón y Castilla fueron uno.

 

2

 

Nunca desfalleció hasta lograr

que austera como ella

fuera la tierra más sensual al sur de sus dominios.

Como no estaba para sutilezas

no reparó en los mágicos jardines,

el rumor del agua de las fuentes,

la cálida fragancia de la flor de azahar

como adormecedor incienso.

Sustituyó la media luna por la doliente cruz

y Granada dejó de ser una utopía.

Entonces toda España fue España.

 

3

 

Sefarad se convirtió en un sueño

disperso por el mundo.

Los expulsados se llevaron consigo

la llave de su casa

que se oxidó en su corazón,

y el ladino entrañable

se hizo un nudo culpable en la garganta.

 

4

 

Atrapó las palabras que como desvarío

un navegante obseso iba soltando

mirándole a los ojos.

El marino extranjero

le habló de otros andares al doblar de la esquina,

llenando el alma de la reina de fragantes especias

y colocó a sus pies la Rosa de los Vientos.

La joven reina decidió compartir su locura.

 

5

 

Muchos meses después

el persistente navegante

que regresó de más allá del mare nostrum

no traía en sus manos las especias:

le trajo un Nuevo Mundo.

 

6

 

Pero aún faltaba el Verbo

para afianzar el nuevo imperio,

y fue lo que le dijo Antonio de Nebrija,

el catedrático de Salamanca.

Pero Isabel era mujer de acción y no de palabrejas,

de victorias tangibles y no de teorías

porque las letras no ganan las batallas.

No obstante le dio un voto de confianza.

 

7

 

Al paso de los años

y al paso de Isabel,

el reino superó

los sueños de aquella reina inquieta:

dejó de ser península para volverse Imperio.

 

8

 

Cuatro siglos después se derrumbó el poder

pero la lengua siguió siendo el Imperio.

 

Lilliam Moro, Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (La Razón)

 

 

 

ACCIÓN DE GRACIAS

 

Te agradezco, Señor,

el poder disponer de mis cinco sentidos,

de no ser manco, tullido, ciego o sordo.

Perdóname si no siempre me acuerdo de estos dones.

 

Gracias por no sentir vergüenza

de pronunciar tu nombre,

escribir y decir las palabras amor, o rosa o amistad

sin el menor rubor.

Perdóname si no siempre escribo y hablo lo que debo.

 

Pero sobre todo te agradezco esta profunda certidumbre

de creer que tanto dolor

tiene un sentido para ti que yo no alcanzo a comprender

y por lo cual te doy un voto de confianza.

 

 

Carmen Ruiz Barrionuevo con los cubanos Lilliam Moro y Emilio Mozo (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

POR FAVOR

 

Un aburrido mundo de obviedades,

de dos más dos son cuatro

y lugares comunes

me hace pedir, incluso por favor,

una tarde de tenues claroscuros

con argumentos poco convincentes

frente a una taza de té y tus palabras,

mientras de vez en cuando algún silencio

aparente cierta profundidad

y tomemos en serio esas medias verdades

que nunca afirman nada

excepto la certeza de la desvanecida luz

que nos envuelve,

la tarde que se diluye sin remedio

sin más explicaciones

como todo en la vida.

 

 

Lilliam Moro, Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline Alencar (foto de José Pulido)

 

LA LUZ QUE AGUARDA

 

Para Alfredo Pérez Alencart

 

Más allá de la imagen

existe la Belleza que no se puede descifrar

ni aun cuando miramos fijamente

los ojos del cordero.

Es inasible la visión

de la luz redentora,

la que traspasa nuestra mente

que la deja escapar porque no sabe

manejar el misterio,

y se convierte en un interrogante

para toda la vida.

Únicamente el corazón

puede intuir cierto sentido

como un escalofrío.

Cuánta penumbra hasta llegar a Él.

El cordero de Dios o la Belleza

yace a los pies de cada uno

esperando.

 

 

Los cubanos León de la Hoz y Lilliam Moro, en la Plaza Mayor de Salamanca (2009, foto de Jacqueline Alencar)

 

TARDE EN EL MALECÓN

 

 

… en vísperas de un largo viaje…

JOSÉ MARTÍ

 

¿Qué haremos en este mes de marzo

que va transcurriendo sin pena ni gloria?

El tiempo es ya normal para esta época:

frescos amaneceres y tardes veraniegas.

 

No hablemos del futuro, sólo del medio mes

que nos queda pendiente, te decía,

y tú vaciaste los bolsillos repletos

de actos fallidos,

las frustraciones a tono con la edad,

y sobre todo tantos buenos propósitos

del dios irresoluto de uno mismo.

 

Volvamos al principio: ¿qué significa un mes

dentro de tantos meses

siempre de un lado para otro

para volver aquí?

¿Qué es ese ruido?, dije,

y era sólo el silencio de un corazón cansado.

 

Centellean las luces al otro lado de la tarde.

¡Qué peso abrumador sentir el cielo encima

sin un color determinado!

¡Qué tanto ir y venir de cuerpos sudorosos,

qué agobio de esperanza entre las entrepiernas,

qué tráfico de hambre, de paisaje y de ruina!

Calla, que es el atardecer. Es la agonía

de un pájaro aleteando dentro de nuestro pecho.

Algo se muere siempre cuando cae la tarde:

hablemos con un poco de respeto.

 

Retomemos el tema: ¿qué podemos hacer

en este mes de marzo

que ya se incrusta como un remordimiento?

 

La noche se avecina como la ansiada tregua.

Dejemos hoy las cosas como están:

mañana se verá todo más claro.

 

 

Manuscrito de Lilliam Moro

 

RECORDANDO A QUEVEDO

 

 

 

Estoy al comenzar lo que termina

lo que no tiene fin, ha concluido,

lo que no se resuelve, está resuelto

¡y yo voy a empezar, puro, inocente!

a comenzar sabiendo que no llego

y llegando sabiendo que era tarde

pues no hay adónde ir,

no existe coma, ni punto,

ni paréntesis, ni pausas.

Me quedo en la función, práctica y simple,

de un par de importantísimas comillas.

Portada de ‘Contracorriente’

 

DESPEDIDA

 

Para Amando Fernández

 

 

Qué sorpresa la vida, amigo, en esta playa

desde la que miramos esa balsa alejándose,

en la que cada uno ha montado por turno

y ha navegado solo. La Rosa de los Vientos

sólo ha servido para desorientarnos.

 

El mar está tranquilo. El oleaje en susurros

moja los pies y se retira. La piel arde, conserva

la insolación terrible de la infamia.

Hemos dicho tantas veces adiós.

Pero estamos aquí contra viento y marea.

 

La noche está ahora mismo despejada:

el farero olvidó encender la linterna

y la calma da frío. Los ojos casi duelen

buscando una señal que no aparece nunca.

 

 

Retrato de Gastón Baquero, de Miguel Elías

 

 

GASTÓN BAQUERO Y SU ROSA DE VILLALBA

 

 

Yo vi una rosa en Villalba:

era tan bella, que parecía la ofrenda hecha a las rosas

para festejar la presencia de las rosas en la tierra.

(GASTÓN BAQUERO, “Discurso de la rosa en Villalba”)

 

 

En Madrid siempre hay una llovizna fina

para calar el alma del que llega

a esta tierra que no es de promisión

sino un túnel al fondo de uno mismo.

Está prohibido pensar en el pasado,

en los momentos que creíamos buenos

con aroma a café y a una cocina íntima

que iluminan los ojos de la madre.

Pasado el desconcierto inicial, el titubeo,

el adaptarse a los olores nuevos,

al silbato del Metro,

tenemos que inventarnos:

todo a partir de ahora será inédito

excepto el pasaporte

y el acento que nunca perderemos.

 

Cuánta tranquilidad nos da el anonimato

y el simple regocijo de nombrar

la rosa de Villalba.

 

Poemario publicado por Betania

 

 

LOS FIELES DIFUNTOS

 

… su paso de acordeón, su palabrota…

CÉSAR VALLEJO

 

Pasan,

se esfuman de la escena

y sólo dejan flotando en la memoria

los más escuetos rasgos,

boceto de una cara de frente o de perfil,

los asuntos pendientes,

algunas frases fuera de contexto

y los tristes zapatos que anduvieron

el paso tan fugaz del día a día.

 

De pronto un golpetazo terminó la rutina,

una brusca manera de estropearles la tarde

los lanzó al otro lado.

Nosotros, los de acá,

sólo atinamos a decir

unas cuantas bobadas.

 

Hasta que suenen en la puerta,

en nuestra puerta,

esos toques que nadie más escucha.

 

 

Paura Rodríguez Leytón, Pilar Fernández Labrador, António Salvado y Lilliam Moro (fot de Jacqueline Alencar)

 

 

EN MEMORIA DE ELLOS

 

 

Los poetas poetas

mueren en vida o se suicidan

o se entregan al virus de las tres iniciales

o abren las puertas al cangrejo que camina de lado

y los devora internamente como si fuera un gran amor.

Los poetas poetas,

los que desprecian las certezas,

los aguafiestas, los que visten tan mal,

son los que eligen arder como en la alquimia

para crear los mundos imposibles

que sustituyan la sonrisa forzada,

la mediocre metáfora,

el premiecito que los compra,

la otra mejilla puesta para la bofetada

del que administra las medallas y el hambre.

Los poetas poetas se arriesgan al olvido,

la peor de las muertes.

 

 

Edición en portugués (Pórtico de Álvaro Alves de Faria , traducción de Leonam Cunha y pintura de Miguel Elías) Hebel Ediciones

 

 

MIAMI STREET

 

 

Yo vivo en una calle

que pertenece a un barrio

que quiere ser ciudad

que quiere ser país

pero es tierra de nadie habitada por todos

que corren tras papeles

que los conviertan en personas;

aquí la ingenuidad se vende al por mayor

sueños donde escoger

todo barato;

hay mucha suciedad y latas de cerveza

y montones de idiomas que son sólo un idioma,

pueblo con muchas caras pero sin ningún rostro

agitando en el aire, entusiasmado,

distintas banderitas de papel.

 

 

Lilliam Moro en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca. XII Encuentro de Poetas Iberoamericanos 2009.

Foto de Julia Peña

 

 

POEMA PARA MÍ

(Al volver del otro lado, octubre 2013)

 

… me invadió la sensación […]

de que el destino con frecuencia

termina antes de la muerte.

   (MILAN KUNDERA, La broma)

 

¿Dónde estará quien yo era entonces?

¿Quién llevaba mi nombre y apellidos?

¿Cuál el original y cuál la copia?

 

Sólo sé que esa otra, mi mejor enemiga,

era un deber diario,

un miedo perseguido por el miedo,

un pasado más largo que la vida,

la puerta siempre abierta,

una calle de Ávila en invierno,

y tanto inútil desperdicio;

era una balsa con todos los adioses;

el esfuerzo de Sísifo, la roca, la condena.

 

Yo soy la nueva que apareció en escena.

 

Donde quiera que la otra,

la primigenia, esté,

le doy mi mano, mi agradecimiento

y algún que otro reproche

porque se le olvidó llevarse

mi alma quebradiza,

mi buena voluntad a toda costa,

los besos, las miradas, las certezas.

 

Algún día nos volveremos a encontrar.

Alfredo Pérez Alencart, Lilliam Moro, Pilar Fernández Labrador y Carmen Ruiz Barrionuevo (foto de Jacqueline Alencar)

 

 

 

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