Crear en Salamanca publica, por vez primera, el ensayo que la escritora guatemalteca Claudia Chinchilla presentara sobre el libro “Himno a la existencia”, de la reconocida poeta rumana Elena Liliana Popescu. El acto se realizó en la ciudad de León (Nicaragua). Popescu estuvo el mes de junio en nuestra ciudad, presentando en la Universidad de Salamanca su libro “Canto de Amor”, traducido al español.
Elena Liliana Popescu en el Patio de Escuelas Menores de la Usal (foto de Jacqueline Alencar)
«Himno a la Existencia» ha sido traducido por Joaquín Garrigós y Adrian Mac Liman
INUSUAL…
En el plano cartesiano de la existencia humana, la filosofía y la poesía convergen en un punto particular: el uso de la lengua para definir o para intentar definir al hombre y al mundo que lo rodea.
¿Es esto posible? No hablo de la convergencia, esta es ineludible… La duda cabe en la posibilidad de definir el ser usando la palabra; porque sintetizar al sujeto, al individuo como parte de un todo es posible. Recurrir a la generalización de la especie, es posible, y lo hacemos todo el tiempo; pero hacer uso del lenguaje articulado como un único recurso para concretar la esencia del ser humano… es otra cosa. Intento, sin duda, de titanes, de filósofos, de poetas y… de matemáticos.
¿En dónde encaja la matemática en todo esto? Pues en la necesidad misma y urgente de la definición, y sobre todo, de la autodefinición.
En la evolución de las ciencias todas, a partir de la Filosofía, hija ineludible de la lengua, el hombre deriva su intento en las ciencias exactas. El propósito de la ontología es, de suyo, utópico; y abordar la búsqueda desde un terreno menos metafísico y más concreto, parece saludable…
¿A qué viene toda esta divagación? ¡Himno a la existencia la provoca! La obra de Elena Liliana Popescu plantea, bajo este título, cuatro reflexiones básicas, decantadas en cuatro himnos, ninguno de ellos exento de esta multifacética visión del ser, como derivación del Todo.
Himno a la existencia, al silencio, a la vida y a la libertad, son invitaciones frecuentes al rencuentro del hombre consigo mismo y con su esencia fundante.
La estrofa inicial de Himno a la existencia reza –y digo reza sin connotaciones-:
Nos conocimos, Una Vez, cuando el Mundo entero
estaba concentrado en el punto que todo lo contiene
Entonces nosotros éramos Uno, presos de la inmovilidad
y no estaba pronunciada la Palabra que da la vida.
Vinculamos estos versos de inmediato con el Génesis bíblico, con el primer capítulo de Popol Vuh, y con la teoría fundamental del Big Bang. En el principio todo estaba vacío, todo quieto y en calma la extensión de los cielos… en armonía con la energía inicial, llámese como quiera… y luego, la gran explosión, rompiendo la armonía, desequilibrando el cosmos, y cito:
Esencia consciente, profundo soporte
desde el cual pueda ser creado el universo,
cuando el mismo Creador, en Su gran amor,
instaure un reino terrestre.
¡Ah! … una explosión voluntaria, consciente de sus consecuencias, “nada casual”, dice la poeta.
En ese instante somos capaces de verlo todo, de olfatearlo, saborearlo, palparlo… TODO!!!… pero sin conocerse a sí mismos. Es un juego sin fin entre Creador y Creatura, entre “Jugador y Juego”. Buscamos entonces la implosión en un desesperado intento por devolvernos el equilibrio, y cito:
Cuando era solo Uno, no separado en tres
Que generara el dos y así el Infinito…
(fin de cita)
Nótese el suave descenso y luego el ascenso brutal hacia el Infinito.
En el mismo Himno a la Existencia, la autora incursiona en una extraña mezcla de determinismo genético, atendiendo en forma primaria, a la figura del Redentor y, como una derivación, a la de los redimidos.
Himno a la Existencia es un canto filosófico que no evade el compromiso religioso y logra una curiosa armonía entre la fe y la duda razonable. Entre el supuesto y el hecho.
Elena Liliana Popescu y Jacqueline Alencar
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El siguiente poema, Himno a la Vida, nos muestra una visión neoplatónica del ser, en sintonía poco usual de los contrarios, tal como lo manifiestan las culturas orientales en el Yin-Yang. Lucha y armonía que se complementan. Cóncavo y convexo que encajan uno con el otro y se corresponden. Escuchemos, dentro de la tendencia dialéctica del poema:
En ti está el Poeta
En ti, la Poesía,
En ti está el Profeta,
En ti la Profecía.
E inmediatamente, ya con signo innegable de la antonimia y complementariedad que nos habita (cito)
En ti está la Voz
En ti está el Silencio
En ti está la Consciencia
En ti, la Inconsciencia.
Retornando al final a la tendencia platónica, cierra así:
Encuentra la Verdad
En lo olvidado
Solo Él, el Conocedor
De todo lo creado.
Subyace en el texto, el compromiso religioso.
Popescu, con Pilar Fernández Labrador, Elssaca, Elías, Alencart y Ben Kotel (foto de Jacqueline Alencar)
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El tercer poema, Himno a la Libertad, es un ejercicio complejo en torno al héroe trágico griego: Prometeo.
Empecemos por definir a este sujeto, personaje principal de cualquiera de las tragedias clásicas. Atengamos a la definición, por simple y directa, de Roland Barthes, que parafraseo: Es aquel que debe cumplir con un destino, del cual no podrá escapar salvo con la muerte. El héroe trágico es un predestinado, en su liberación está implícita, la muerte.
Hay un determinismo teológico permeando todo esto, pero, independientemente de ello, la autora, Elena Popescu, presenta con claridad un ethos, un carácter mítico que se apega a esta definición y lo relaciona con el ser humano. En este himno, se agrega una dinámica transgresora, voluntaria, como en el caso de Prometeo, o involuntaria, como en Edipo Rey: una hamartía, un error trágico, que estigmatiza al individuo y lo condena a un final doloroso. Es en el epílogo donde la autora de Himno a la Libertad se aparta del mito clásico griego y se apega a la redención judeo-cristiana.
Luego de la kazarsis o catarsis -¿Qué poema no lo es?- que genera una reflexión y consecuente arrepentimiento, el sujeto se ve impelido a pedir perdón, y se rencuentra con su Creador. Cito las estrofas finales del poema:
Oh, ¡Perdóname Padre¡ tan solo el pecado
Cometido por mi mente inmadura
Que me impedía llegar hasta Ti.
Perdóname si me equivoqué pensando
Cuando los hechos queriendo mitigar
Desconociendo Tu Palabra
Me los he atribuido solo a mí
Y en la más pura ignorancia
He creído que el Olimpo
Es la sola y terrible instancia…
El juez implacable, todopoderoso,
sometido solo a sí mismo,
una verdad sin prueba,
un axioma en el sin fin
Que encanta hasta hoy al actor
Que juega el papel de la revuelta
Olvidando que el mismo Autor
Se lo ha confiado a la Perfección.
—–
Para termina, un canto final: Himno al Silencio, del que no haré ningún comentario por dejar, como lo dice Jorge Luis Borges, que sea el lector el que concluya, con su interpretación, la obra.
Los textos de HIMNO A LA EXISTENCIA son complejos, el carácter de la escritora está encriptado en su poesía, y nos sorprende encontrar a una mujer sencilla, humilde, plasmada en esta trama poética tan intensa y vital. Aunque también es inusual que una mujer, con un doctorado en matemática, escriba versos.
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