El poeta costarricense Ronald Bonilla
Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar diez textos inéditos del poeta costarricense Ronald Bonilla (San José, 1951). Cursó estudios de Filología y Lingüística de la Universidad de Costa Rica. En su temprana juventud obtuvo el primer premio en un concurso literario del Conservatorio de Castella en 1967 y el segundo lugar en un concurso de la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica en 1971. Ejerció la docencia y fue dirigente sindical del gremio de los educadores. Fue directivo de la Editorial Costa Rica y Presidente de la Asociación de Autores de Costa Rica. Miembro del Círculo de Poetas Costarricenses desde 1965. Fundador y coordinador del Grupo Literario Poiesis y de sus talleres gratuitos desde el 2006. Premio Joven Creación de Poesía, 1977, con su libro Soñar de frente. Premio Nacional de Poesía Aquileo Echeverria, 2001, con Porque el tiempo no tiene sombra. Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, 2001-2002, Panamá, con A instancias de tu piel. Primer premio de Poesía Lisímaco Chavarría, Ciudad de San Ramón, 2003. Tercer premio Literario Brunca en tres oportunidades, 2011, 2013, 2014. Premio Una Palabra, UNA, 2013, con ‘Apuntes para un grafiti’ (2014).
Otros títulos publicados: Las manos de amar, (E.C.R., 1971), Consignas en la piedra (Editorial Territorio, 1974), Un día contra el asedio (Editorial Mesén, 1999), La ciega certeza (Ediciones Perspectiva Trascendentalista, 2005), Después de soñarte (EUNED, 2008), Sed de otras piedras (EUNED, 2012), Hoja de afiliación y otros clichés. (EUNED, 2015), El libro del (buen) amo. (Casa de la Poesía, 2016) Los últimos cuervos (EUNED 2018), Recurso de amparo (EUNED 2019). Poemas suyos han sido seleccionados en múltiples antologías y recopilaciones tanto nacionales como regionales. Ha representado a Costa Rica en encuentros literarios en Guatemala, Panamá, Nicaragua, Cuba, México y Colombia. Este año la EDITORIAL UNED publicará el primer tomo de su Obra en marcha, Tiempo sin sombra, con sus cinco primeros poemarios, y proyecta la publicación de su obra completa en los siguientes años. Fue declarado Premio Nacional de Cultura Magón 2015. Actualmente es Miembro del Consejo Director de la Fundación Jorge Debravo. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, italiano, catalán, coreano y japonés.
Ronald Bonilla quedó, con este libro, entre los 15 finalistas del prestigioso Premio Internacional de Literatura ‘Pilar Fernández Labrador’, que se acaba de conceder en Salamanca.
Foto de José Amador Martín
REFLEXIÓN
El punto más remoto
no está en la distancia
de las cosas que amo,
sino en el salto insalvable de la gota al vacío.
Y como quizá solo somos
los que esperan, ateridos;
el punto más álgido
no está en la distancia de tu boca a la mía,
sino en el rocío que resbala del pétalo
y tarda tanto en conocer su destino
como tarda mi boca en sospechar que ya vienes.
Foto de José Amador Martín
AGOREROS
Todo pájaro se aleja de sí mismo
cuando canta
y esta silla, casi desclavada,
sale a volar
como si fuera parte de mi sueño.
Lleno de incandescencias
caigo benévolo a tus pies
y es extraño que me mires
como si la belleza
solo fuese un signo del sol
en las oscuras calles
que duermen a mi alrededor.
Pronto vendrá la torva cicatriz
de mi llanto
a cambiar el curso de la noche
entre tus ojos
para siempre.
Lo dicen los pájaros.
PUNTO Y FINAL
El final de la palabra acaso
es morir aplastada por las Torres de Babel.
El sacrílego fervor de los trashumantes
es vivir soterrados en los túneles del miedo.
Aquí el punto concluso de la memoria
se mueve en las trincheras
donde la carne y la ropa son muñones de abandono.
Este es el acabóse del beso:
una desesperanza que no cabe en las sienes,
que abre los costados para que penetre
la lanza y no la vendimia,
la puerta aciaga del odio
y no la hermosa valoración del abrazo
como lo consustancial al hombre.
Es quizá el final de la palabra
un ribete de sangre,
un ornato de rúbrica
que viaja al estertor,
una explosión de partículas
en círculos concéntricos,
en medio de la sala,
en los pasillos largos
donde la nada se retrotrae
en las curvas misteriosas
de la eternidad que nos venden.
¿Acaso el punto final
para colgar la ropa y el canto
en la desolación?
Foto de José Amador Martín
HERIDA DE AGUA
Fractal del agua, ahora que ha empezado a llover
en los afueras
y aquí resuena el tejado
y pervive un resonar de chicharras,
como si la soledad no fuera conmigo,
ni con el vecino.
Cristal del agua bendecida por mi poema
como por las manos que la necesitan,
lago apacible, charco cercano,
mar impredecible, vasija
del abrazo, cuenco nuestro
de todos los días, gota, chaparrón,
llovizna, secreto de los labios,
letanía de las nubes, sagacidad de nuestro encuentro
para que llovamos juntos,
encima de las flores que inventemos por catre,
encima de nuestros propios regadíos de bonanza
y bienaventuranza y beatitud,
agua nuestra, María de todos,
baño del caminante, salutación de la sed,
lentísima espuma que nos saluda,
dedos del mar en nuestro abrazo.
Herida de Dios en el costado del hombre
que nos duele a todos,
solo el agua nace, manantial
contra la ceguera,
escupitajo de amor.
Catarata de fe, afluente de la vida,
precipitación, garúa, sinuosidad en la piel
que se hace dorada,
chasquido donde la sombra nos anuncia,
remolino impetuoso, laceración del viento,
lágrima del poniente,
lágrima del que nace, rosario
de rocío, fuente de la verdad,
bautismo de todas las cosas, corriente
de prosperidad, baldazo que nos hiere,
sangre apretada contra el pecho,
pulsión de vida, lodazal del firmamento,
pálpito del vino, efervescencia
de la transparencia, transparencia
de lo insondable,
pozo de indulgencias, caricia de la calma,
pulular de la dicha, aguda
percepción de la caricia,
dádiva donde solo necesitamos
ungir, untar, masajear, sanar,
restablecer todos los puntos del cielo,
de la estrella que somos en la piel.
Foto de José Amador Martín
AD INFINITUM
Puedo ver más allá,
extender estas alas,
ser más que esta cicatriz,
aprovechar el naufragio
para vencer la tormenta.
Puedo oler la mañana
que amanezco contigo,
con ese trozo de pan y el café
que se levanta en el espíritu
de tu sonrisa.
Puedo oírte en la música
Inolvidable
y oír cómo se desgarran los violines
para predecir incandescencias,
ser en tu voz
un hombre rescatado del olvido,
no ser más una sombra ambulante
en pos de tímidos alientos.
Puedo palpar al fondo de la noche
que la piedra o el pétalo
están transidos por el mismo camino
que se traza al andar.
No importa llegar o no
a nuestro destino efímero,
dame las manos, saludemos al viento
o al sol que reclama el sudor
de nuestros poros imantados.
No importa caer;
estoy a veces desvalido,
a veces doy de bruces contra el pavimento
y ya no sé levantarme
si no vienes
y tiendes el puente de tus brazos
hospitalarios.
No importa haber olvidado la meta.
Todo es tan trivial
que vale la pena detenernos,
respirar… respirar…
meditar… Todo está en su sitio
esta mañana.
Foto de José Amador Martín
BARRO Y ESTRELLA
Después vendrá despacio el mediodía,
el sudor exuberante y quizá
un bocado frugal para el poeta.
Las mujeres dirán una palabra
y serán en el equinoccio esas voces
una revelación de ancestros y conjuros.
Todos haremos una ronda, quemaremos
las piedras en el rito sonoro
de nuestros pensamientos.
Ella, la madre, ha de venir
en su más pura significación de barro y estrella,
diseminará su poder entre la tribu que somos.
Debemos recordar entonces con premura
a aquellos que cantaron, profetas de la desolación:
Vallejo, Hernández, Panero, Pizarnik,
Jesús en el retiro de cuarenta días,
Sánchez Mejía, Pasos, Buda
y otros ermitaños de la noche, soledades
capaces de revertir el abismo en claridad.
No puedo dar más nombres, algunos son la clave
al revés del insomnio: Mistral, Neruda,
Rilke, Darío, Lorca, Quasimodo.
Algunas llevan el cántaro al borde del río
y recogen el agua como si fuera el sueño,
(Ibarbourou, Storni, Loinaz),
y como el cántaro está roto,
todos vamos tratando de alcanzar unas gotas,
un chorrito que salta como en la canción,
un resquicio de respiración franca y amable.
Es difícil saber por qué Whitman
sigue dando baldazos de sí mismo
en las espaldas de todos.
Bienvenida la ducha de sus manos.
TENDEDERO
Tiéndeme la ropa en las ventanas, la terraza,
y extiéndeme luego en el mar que hace la mirada,
nos torna serenos o tumultuosos,
espejos de la niebla a veces, oleaje de la tormenta
cuando amamos.
Tiéndeme la vida y sostenme
asida a las barcazas la nostalgia,
o la euforia al timón
de tanta incógnita.
Somos un devaneo en el aire,
en el polvo que se levanta del camino,
quizá la estela, el rostro sumido
que se tiende en la atmósfera intangible.
De todo lo soñado estamos hechos,
no basta la sonrisa que del rostro
depusimos,
no basta el llanto
que se marcó en el cauce
de todo lo que viaja al silencio;
extiéndeme la cobija o hazme el amor,
señala con la mirada el mar
que forja el horizonte, pedalea,
baila, entra a las tienditas
por los souvenires, pídeme
estar en esa foto sin que pose la brisa,
dame tu mano hasta que seamos uno
o todos los andariegos sobre las baldosas,
deja que las viejas edificaciones
se restauren y que los gatos
firmen al pie de mis palabras su grafiti,
su incontinencia
o su relax, maestros para el ocio.
Extiéndeme en tu mirada; tiendo a tus pies
mis simples llaves, mi locura,
el trasiego infinito de esta sed.
Tiéndeme la ropa en el traspatio,
en la baranda.
Extiende mi corazón contra estas rocas.
Ámame ahora, furtiva o renovada.
La Habana, 10 de mayo 2017
Foto de José Amador Martín
CARTEL
A Laureano Albán, maestro,
que entraba con sus libros a otros mares pero se devolvió…
Y siguió cantando.
Deja en el poema un verso como un bambú,
que se doble pero que no se quiebre,
que aúlle como un lobo,
que cruja como si doliese,
que sea un latido, que sea un latido.
Deja en el poema tu pálpito como un bambú
que cuando intrincado pase
parezca que viaja el agua entre las piedras.
Deja en el poema una lágrima
sobre una cuerda floja que nos recuerde
que somos aire, que somos viento,
como un quijongo, como un bambú.
No pidas permiso al municipio
para pegarlo en el poste de la ciudad,
tan solo deja que mire absorto
como lo miran los ojos nuevos.
Deja en el poema una gota de sangre
que se resbale, que se deslice
entre la noche.
Foto de José Amador Martín
SIGNOS DEL AGUA
Todo signado por el agua, como
van las ondas del pájaro en la cresta
simulando eternos veranos.
Todo dicho por la fruta ganada,
-digo Granada,
y se instaura el poema, agua del Nicarao,
agua del hombre,
agua para los ojos de esta mujer
que siempre es un incendio, ciudad
que nos abisma entre sus adoquines.
Tú conoces las noches y los días,
los trabajos y sus fatigas, las apacibles
frondas de la laguna.
Tú sabes a veces cómo somos islas
y sus vasos comunicantes
que extasían el poder del tigre,
del ocelote oscuro y
de un viejo manatí perdido.
Somos solo pueblos pequeños,
lajas incrustadas,
labios que quisieron ser espada,
machete del camino, compás perdido
en el movimiento de caderas
potentes para diseminar el mundo.
Las mariposas que nos sobrevuelan
entienden también
cómo permanece lo efímero del agua,
cómo se forman sus cristales armoniosos.
Hemos venido de hace centurias
y la palabra, el signo preclaro
nos precede…
Dejaremos los huesos acaso sellados
por el olvido.
Tú que conoces
los sagrados intertextos que nos fundaron
en esta llama,
en el incendio de una ciudad
fijado en los ojos de una mujer
que no se rinde,
que mira hacia los cuatro vientos.
Festival donde cada quién olvidó que es cada quién.
Granada…fruta con un pie descalzo
y el otro calzado con zapatilla de oro.
¡Albricias!
POETAS PARA LA CLASE MEDIA BAJA
La pobre clase media no encuentra poetas
que los signifiquen,
más allá de viejos papeles, radioemisoras
diciendo los goles exagerados, música beat,
desperdicios tirados al azar,
un niño hace series con un bolsillo,
en la pared de madera
las ranuras se han vuelto de un color marrón
contrastante,
la clase media no tiene un violín que resuena
en las noches con mendelsohn ni bethoven,
winchester catedral entrega una pobre melodía,
igual que los carpenter dulzones,
igual que los four season o pink floid
aunque parezca estallar en las paredes.
La pobre clase media no tiene poetas
que digan porfiados y saquen sus silbidos
para ir con la pandilla a cazar aves en las ramas del jocote,
la manzana rosa
a la orilla del torres, basta el tocadiscos
que ya ni siquiera existe, los monkis
son desazules imitaciones, francamente,
las buenas vibraciones hacen la pausa
para que inicie de nuevo un tren en la noche;
la clase media no tiene poetas que los resignifiquen,
quizá un hombre callado dice
en versos pequeños
una pequeña píldora de sueños imperfectos,
un comentario de cine, una foto en blanco y negro,
un vehículo atascado en la avenida cuarta, pesado,
polaroid no tiene manera de parecerse a un poeta triste
en la madrugada
en que la vieja puta va aburrida a cumplir con el horario
desbarajustado del porvenir.
Alguien quiere hacer un poema en el parque
después de masturbarse,
anuncian la pelea del siglo en la tv,
un 120 YE, lleva la ventana abierta…una chica
muestra sus senos por la ventana…
esta ciudad no tiene poetas para la clase media
baja
baja
baja…
para qué si no quieren leer…salvo algunos, muy pocos,
de la clase media
baja
baja
baja…
Foto de José Amador Martín
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.