Crear en Salamanca se complace en publicar una nueva crítica de cine de José Alfredo Pérez Alencar (Salamanca, 1994), quien dirige el blog ‘La palabra liberada’. Aprendiz de jurista y de poeta, además de apasionado del séptimo arte. Cuando niño la imprenta Kadmos le publicó una carpeta de poemas titulada ‘El barco de las ilusiones’ (2002, con 17 acuarelas del pintor Miguel Elías). Posteriormente publicó seis poemas en la antología ‘Los poetas y Dios’ (Diputación de León, 2007) y otro poema en la antología ‘Por ocho centurias’ (Salamanca, 2018). Próximamente la revista portuguesa ‘Cintilações’ (de Editora Labirinto), coordinada por el poeta Victor Oliveira Mateus, publicará un poema suyo traducido al idioma de Camões. También este año dará a imprenta su nuevo libro de poemas, en el que está trabajando, titulado ‘Tambores en el abismo’. Escribe artículos de contenido jurídico y social en su blog ‘Iuris tantum’, que mantiene en el periódico digital SalamancaRTV al día. También publica críticas de cine en la revista literaria digital ‘Crear en Salamanca’. Formó parte del equipo de apoyo del XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que en 2019 rindió homenaje a San Juan de la cruz y a Eunice Odio.
El director David Slade
HARD CANDY (2005), DE DAVID SLADE
El director nos ofrece un interesante proyecto, sin constituir una adaptación de la historia que a muchos se les ha dado a conocer en la infancia, en el que hay una inversión de papeles respecto al cuento de Caperucita roja: ¿quién es el lobo?, ¿quién es Caperucita? O bien, ¿quién es el cazador? Casualidad o no, la reformulación de los personajes de esa historia se ha seguido utilizando, como es el ejemplo de Caperucita Roja ¿a quién tienes miedo? (2011) con Amanda Seyfried de protagonista. Slade era desconocido para mí hasta hace poco. Primero, porque desconocía su autoría en esta película, la cual he visto varias veces, y segundo, porque su filmografía no es demasiado extensa. Realizó la tercera parte de la saga Crepúsculo (Eclipse, 2010) y también 30 días de noche (2007). De esta última poco puedo decir dado que, aunque siempre procuro conocer de las distintas ramificaciones del cine, no soy muy afín a la temática zombie (debo decir que en este ámbito hay muy buenas películas, véase por ejemplo Guerra Mundial Z (2013), la cual constituye una adaptación de la novela homónima de Max Brooks.
Hayley Stark (Ellen Page) acude a un centro comercial para reunirse con un hombre que, cuanto menos, le dobla la edad, llamado Jeff Kohlver (Patrick Wilson). Hasta aquí la sinopsis, puesto que el resto queda en manos de la alegórica puesta en escena del cuento popular.
El reparto, salvo por la breve aparición de Sandra Oh (conocida por la serie Anatomía de Grey), consta de dos personas: Ellen Page (An american crime, 2007, En lo profundo del bosque, 2015), y Patrick Wilson (Saga de expediente Warren, saga Insidious, Juegos secretos, 2006), una meritoria demostración de cómo se puede realizar una trama en tan solo dos escenarios, ni rápida ni lenta (quizás en esto difiera con La invitación, 2015), que atraiga al público, pues si al inicio uno está seguro de cómo será el desarrollo del filme, el mismo está marcado por una idea bastante distinta. Me recuerda a Trust (2010), por la forma en que comienza, pero no se hace esperar la reacción del guión para conseguir atraparnos, prueba de que no se ha de esperar hasta el final para explotar el potencial de toda la trama anterior (La visita, 2015, Night Shyamalan). De todas maneras son importantes esos primeros instantes, a modo de alerta frente al peligro que entrañan las nuevas tecnologías. Se trata de una película del año 2005, por lo que el peligro actualmente se ha multiplicado desmesuradamente, y eso que ya se habían convertido entonces en un medio utilizado por los agresores sexuales.
La forma de abordar una temática tan cruda como es la pedofilia, no genera aprensión en casi ningún momento, pretendiendo expresar con lo escrito la idea de que la película nos ofrece información sobre delitos ominosos pero de manera sugerente, sin hacerse eco en recursos habituales que provocan el rechazo de la visión de ciertas escenas. Se halla en un limbo ideal, pues se aleja de la excesiva dosis de realidad utilizada en Spotlight (2015), y no resulta “chocante” como puede ser Oscura inocencia (2004). Pertenece a un cada vez más numeroso grupo de películas que logran el cometido de alcanzar la excelencia asumiendo el riesgo de trabajar con una temática escabrosa: Una (2016) o La Caza (2012), en este último caso me veo obligado a reseñar que es espectacular el reflejo que da de la conducta humana (el norte de Europa ofrece y tiene mucho que ofrecer en el cine, a pesar de que no sean películas tan comerciales), Hijos de la calle (1996) o El Leñador (2004), esta última importante desde el punto de vista de la reinserción. ¿Todo el mundo merece una segunda oportunidad? Esa es la pregunta que parece envolver todo el filme. Es necesario apoyarse en otras referencias cinematográficas, pues a pesar de la unidad del asunto tratado, las visiones e interpretaciones por guionistas y directores se vuelven inevitable e ineludiblemente múltiples.
La presencia en el desenlace de la justicia o su ausencia y, en caso de conseguirse justicia, de qué tipo es, queda en manos del espectador.
Volviendo sobre mis pasos, deseo recalcar la idea de que en ningún caso pretendo catalogar el filme como un buen pasatiempo para toda la familia, mas debo decir que, a pesar de tener conceptos sensibles para los menores, ya sea en forma de película o de charla paternal, son de obligada transmisión (en una época en la que se pretende por parte de sectores de la sociedad limitar el desarrollo de la personalidad del menor o bien ocultarle informaciones que pueden serles útiles para afrontar dificultades con medidas al estilo del pin parental) para que se desplieguen efectos preventivos.
Finalmente señalaré el nombre de la película en relación con la parte oscura de ese mundo que es Internet, un compendio de innumerables ventajas pero también foco de entrada para trasladar aspectos negativos de la sociedad a la protección que se ofrece tras la pantalla del ordenador. Con ello me refiero a la llamada “dark web” y, profundizando aún mas, la “deep web” que es la parte del internet oculto donde se hallan todo tipo de perversiones o ventas ilegales. Claro que el acceso no está al alcance de cualquiera, lo que ya de por sí da a entender su mayor envergadura y peligro. Si hago esta breve reflexión es debido a que me llamó la atención, en una lectura acerca del funcionamiento de esa parte de la red, que “Hard Candy” es un término acuñado precisamente para relacionarlo en esa web con la pederastia y la pedofilia.
Nunca está demás el cine que entremezcla la realidad y la ficción, pues lo que nos es cotidiano o, cuanto menos, no nos es ajeno, es un vehículo idóneo para infundirnos dosis de reflexión acerca de lo que nos rodea.
José Alfredo Pérez Alencar (foto de Joao Artur Pinto. Castelo Branco, 2019)
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