Crear en Salamanca tiene la satisfacción de publicar este excelente ensayo sobre la historia del Jazz, escrito por el venezolano Gabriel Jiménez Emán y enviado especialmente para nuestra revista.
La naturaleza del jazz
Estoy sorprendido por la declaración, hace varias semanas, del Día Internacional del Jazz, como una expresión que sirve como “lazo de unión entre los pueblos”. Sorprendido porque el jazz ha pasado a ser desde hace años una música de élites intelectuales, una música que ha venido teniendo un bajo perfil en los medios de comunicación; aún así, sus músicos recuperan de cuando en cuando su relieve, como suertes de curiosidades de la cultura; pese a ser figuras relativamente recientes, solemos percibirlos como si hubiesen existido en tiempos remotos.
Desde niño estoy oyendo jazz por una elección puramente personal, pues aparentemente no tiene nada que ver con mi país, su historia o tradición inmediata, y sin embargo, me atrajo desde muy joven. Me detuve una tarde en el mercado popular de la pequeña ciudad de San Felipe a mirar un disco que estaba en un puesto de remates: Louis Armstrong, grandes éxitos. Lo adquirí –creo que por un bolívar, precio irrisorio– y apenas oí las notas de la trompeta del risueño Louis en un pequeño tocadiscos, quedé impresionado. De ahí en adelante fui hallando los discos de otros músicos de jazz, trompetistas, saxofonistas o cantantes, hasta hoy, en que me he convertido en un verdadero melómano de esta música, descubriendo en cada uno de ellos un universo diferente y rico, sobre todo en lo que aquella música me habla acerca del estremecimiento y la interioridad humanas, una música de resistencia frente al avasallamiento blanco de la cultura occidental.
De las músicas populares occidentales en América, el jazz es quizá la que ha ido obteniendo más prestigio con el tiempo. Pese a que su mejor época transcurrió en la primera mitad del siglo XX, el jazz tuvo la capacidad de irse renovando y de ir sumando hallazgos e innovaciones durante todo el siglo hasta llegar al presente, en una sólida constelación de músicos que no hacen sino acrecentar su reputación en el ámbito musical y social de nuestro tiempo.
Con data de nacimiento en Nueva Orleans a comienzos del siglo XX, en plazas y bares de esta ciudad, el jazz es deudor del góspel, el negro spiritual y el blues, entonados en las iglesias de pueblos por hombres y mujeres de piel negra, en campos de algodón al sur de los Estados Unidos; buscó luego otros rumbos en ciudades grandes como Nueva York, San Francisco, Los Ángeles o Chicago, y luego en ciudades de Europa y América Latina, en contacto con elementos académicos o ámbitos refinados de otras tradiciones, para conjugarse en grandes bandas u orquestas, en clubes o bailes sociales trazando una historia ciertamente apasionante, por lo que ella implica de riesgo, aventura, sufrimiento y superación estética de sus músicos, que vertieron en ella lo mejor de sus sentimientos y aspiraciones artísticas, atravesando una selva de obstáculos sociales donde el racismo, la precariedad económica y el uso de drogas estuvieron íntimamente ligados a las vidas de muchos de sus protagonistas.
Lo admirable del jazz estriba precisamente en la urgente necesidad de expresar una condición existencial y humana de modo genuino en una sociedad dominada por la exclusión social, el ventajismo económico y la agresión hacia una etnia que, pese a todo, pudo superar barreras y humillaciones para lograr imponerse como una expresión que aquilató lo mejor de la sensibilidad de la sociedad americana y europea, trazando puentes culturales constantes, gracias a su poderosa fuerza interior.
El jazz vive la paradoja de ser vista como una música de grupos intelectuales (prestigio que sin duda le fue otorgado en Europa), cuando más bien surgió de barrios pobres, vecindarios humildes y de los sacrificios extremos de sus intérpretes. De hecho, muchos de los músicos de jazz, ante la apremiante realidad material de su país, emigraron a Francia, principalmente, donde encontraron oportunidades de grabar sus discos y establecerse un tiempo en ambientes menos duros y más cultos, y a la vez permitieron a los músicos europeos acercarse al jazz de un modo creativo y alimentarse de nuevas cadencias, acordes y ritmos, provenientes muchos de ellos de raíces africanas.
Los iniciadores
Músicos como Louis Armstrong o Sidney Bechet, –grandes de la trompeta y el clarinete respectivamente– sirven para ilustrar el genio de unos músicos que supieron imponerse con su calidad musical a cualquier contingencia negativa. Cantantes de blues como Ma Rayney, Bessie Smith, Blind Blake o Sonny Terry se cuentan entre los que fundaron tradiciones en sus lugares de origen, para influir poderosamente en vocalistas posteriores como Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan o Carmen Mc Rae, para sólo citar a algunas figuras femeninas influyentes de la vocalización del jazz, y abrieron posibilidades a compositores, arreglistas e intérpretes ulteriores. Por el año 1900 ya se oían orquestas de Dixieland y Ragtime que, pese a no haber dejado grabaciones, fueron las grandes núcleos originarios del jazz, como la Olympia Band, la Original Creole Band, la Orquesta de King Oliver, Buddy Bolden y la Eagle Band, donde descollaba las trompetas de Freddy Keppard y Charles Buddy Bolden (cuya intensa vida me ha inspirado recientemente la escritura de una novela) forman parte de varios de estos momentos iniciales estelares.
Ya Louis Armstrong había introducido su voz dura y seca como complemento de su trompeta para imprimir color a sus interpretaciones, a la par de sus innegables dotes histriónicas y humorísticas y su disciplina para dirigir bandas, ayudaron considerablemente a la difusión de las primeras orquestas. Pilar del jazz, Armstrong se caracteriza por un gran vibrato, un volumen dúctil de sonido y un ataque incisivo del instrumento, a la par de su gran sentido del ritmo y un perfecto equilibrio de la emoción; a la vez nos resulta liviano, navegando a sus anchas por su fraseo y un enriquecimiento armónico permanente, que imprime personalidad a su trabajo y marca pautas para el crecimiento individual del jazz. A ello se agrega su extraordinaria voz, que lo coloca en el sitial de los grandes cantantes.
Después vendrán otras bandas como Hulls House Band, la Original Dixieland Jazz Band y sobre todo, la banda de Fletcher Henderson, esta última decisiva para la consolidación de la gran primera época del jazz, que prepararían el terreno a la que es quizá la más notable de las orquestas del jazz, la Orquesta de Duke Ellington. Se advierte en esta banda una simplicidad expresiva con alto grado de virtuosismo, que deja a cada uno de sus integrantes expresarse, mientras Duke las conduce discretamente son su piano. La carrera ascendente de Ellington lo lleva a conciertos por todo el país y luego a Europa, desde 1915 hasta 1960, componen un capítulo completo de la historia del jazz, al imprimirle a la expresión un nivel comparable al de las orquestas de cámara de la música clásica europea. Puede ser grandioso, lírico, apasionado, alegre o reflexivo, da para todo. De su orquesta surgieron músicos magníficos como Johnny Hodges, Cootie Williams, Rex Stewart, Ben Webster o Barney Bigard. Orquestas posteriores como las de Jimmy Lunceford y otras, en pleno apogeo en el famoso “Cotton Club” de Nueva York, durante los años 30 contribuyeron al prestigio del jazz en las ciudades.
Luego aparecen los compositores y arreglistas estimulados por Ellington, como Chick Webb, Teddy Hill, Gill Evans y Benny Carter, todos de la llamada época clásica del jazz, que se extiende desde los años 1930-45, denominada también época del swing, hasta llegar a Count Basie. Con fraseos breves y notas golpeadas, Basie logra una expresión rítmica de gran pureza, de economía de medios expresivos que caracterizan al swing. Basie venía de ser alumno del gran organista Fats Waller, y empezó en Kansas City. Contemporáneos de Basie son algunos de los músicos más revolucionarios del jazz, como los saxofonistas Coleman Hawkins, Lester Young y Ben Webster, quienes habían tocado todos con el gran Basie.
Lester Young destaca entre ellos no sólo por ser el más virtuoso, sino por el que mayor carga subjetiva personal le ponía a sus interpretaciones con un saxo tenor de una soltura aparente, pues tiene mucho de intelectual. Contrasta el estilo libre y suelto de Young con el de su predecesor Coleman Hawkins, poseedor de un vibrato muy denso. La fusión de Lester Young con la cantante Billie Holliday fue de un acierto extraordinario. Se ha hablado de una sonoridad interiorizada en el caso de Young, de un estilo móvil y articulaciones rítmicas avanzadas, complicado pero en ningún momento desordenado, que prefiguró al estilo bop más tarde. Por su parte Billie Holliday puede ser considerada la mejor cantante del jazz porque expresa el dolor que se deriva del abandono y las tribulaciones amorosas. Holliday creció en un ambiente humilde y muy duro, y su vida estuvo marcada por la inconsecuencia, los desamores, los maltratos y la droga, pero de todo ello supo extraer vitalidad para su canto, para su estremecedora manera de cantar, en cuyas canciones volcaba todos sus sentimientos, lo cual le valió convertirse en un icono del jazz, que dejó una huella imperecedera.
Todos ellos llevaron al jazz a un nivel de expresión intimista, personal en cada uno de los casos, donde tenían cabida todo tipo de preocupaciones sociales o existenciales a través del recurso de la improvisación, elemento esencial del jazz, mediante el cual cada músico aporta su estilo particular, una seña de identidad a cada pieza interpretada. Estas piezas, a fuerza de ser abordadas por distintos músicos, han pasado a ser standards, es decir, temas clásicos por lo representativo, los cuales son objeto las diversas versiones y las que han impreso al jazz su fuerza estética y su coherencia histórica.
Por supuesto, el jazz se ha movido en diferentes líneas o estilos, las cuales han definido cada época, desde el Dixieland de los viejos tiempos en Nueva Orleans, donde la música poseía sus claras vertientes de celebración en el Mardigras o la fiesta de carnaval, con sus coloridos desfiles y carrozas; la música sensual de los clubes pero también la música de los entierros, la queja, el dolor y el sufrimiento.
Los saxofonistas
A través de músicos como el saxofonista Charlie Parker, el jazz alcanza un alto grado de improvisación, una suerte virtuosismo barroco que no es mero alarde de técnica sino voluntad transgresora de la tradición anterior, con su peculiar estilo “Bop”, un nuevo modo de ver esta modalidad, abierta como dijimos por Lester Young y el pianista Thelonius Monk. En verdad, el saxo se convierte en el instrumento que permite dar paso a la nueva expresión, al poseer mayor número de pistones y modulaciones. Así, después de Parker, la otra gran columna del saxo jazzístico sería John Coltrane, quien escapa a todos los patrones, inesperado y vehemente, corta el tema central en fragmentos nerviosos, angustiantes, con un evidente frisson poético que tiende a hendir el propio yo con su punzante interpretación, la cual se interroga a si misma mientras avanza. Su alianza con Miles Davis resultó tan positiva, que podría decirse que han renovado el jazz en su conjunto. Blue train y Body and soul son dos de los mejores discos de Coltrane.
Otros saxofonistas de importancia son Gerry Mulligan y Stan Getz, que introdujeron el elemento del Brasil en la música de jazz; en el caso de Stan Getz, éste supo imbricar las cadencias del Bossa Nova brasilero inaugurado por Antonio Carlos Jobim y otros músicos cariocas contemporáneos del gran Jobim, que trajo aires de renovación al jazz, al enriquecer los medios tonos o atonalidades y los ritmos de la samba de Sao Paulo o Río de Janeiro. Asimismo debemos tomar en cuenta los aportes del jazz latino desde países como Cuba, Puerto Rico, Panamá, República Dominicana, Argentina, México y tantos otros países donde se ha dejado sentir su poderoso influjo. En Cuba, especialmente, una generación brillante de pianistas y compositores entró en escena desde los años 60 haciendo sus aportes, como son los casos de los pianistas Rubén González, Bebo Valdés.
Por supuesto, existe una constelación considerable de excelentes saxos tenores y barítonos, que han sido decisivos el jazz como Ornette Coleman, Sonny Rollins, Wayne Shorter, Cannonball Aderley, Zoot Sims, Lee Konitz, Lars Gullin, Bobby Jaspar y Johnny Hodges. Éste último, creo, es difícilmente superable en cuanto a la densidad, a la extraordinaria sensualidad que se aprecia en él cuando es acompañado por la orquesta de Duke Ellington, logrando ambos un sonido peculiar. De entre los primeros saxofonistas del jazz podemos citar a Lester Young (1909.1959), Coleman Hawkins (1904-1969) Louis Jordan (1908-1975), éste último cantante, compositor y saxofonista genial. Se completa la lista con los nombres de Ben Webster (1909-1973), Gerry Mulligan (1927-1996), Benny Carter (1907-2003), Tommy Dorsey (1907-1957), Johnny Hodges (1907-1970), Charlie Parker (1920-1955), Dexter Gordon (1923-1990), Wardell Grey (1921-1955), Jimmy Giufre (1921), Eddie Harris (1934-1996), Jimmy Heath (1926), Steve Lacy (1934-2004), Jackie McLean (1931-2006), Art Pepper (1925-1982), Gene Amons (1925-1974), Eddie Harris (1954-1996), Sonny Rollins (1930), Zoot Sims (1925-1985), Sonny Sits (1924-1982), Cannonball Adderley (1928-1975), Gerry Mulligan (1827-1996), Ornette Coleman (1930),Stan Getz (1927- 1981), Wayne Shorter (1933), Gato Barbieri (1934), Branford Marsalis, Steve Coleman (1956), Paquito de Rivera (1948), David Sanborn (1945), Fred Anderson (1927), Louis Jordan (1908-1975), Ben Webster (1909-1979) y Eddie Harris (1954-1986).
Caminos del piano
De los pianistas que vinieron después de Ellington y Basie destacamos al original estilo minimalista de Thelonius Monk; al barroco y virtuoso Oscar Peterson; al exultante y torrencial Erroll Garner, la delicadeza inimitable de Bill Evans, un verdadero poeta del piano, y en décadas posteriores los registros formidables de Dave Grusin, Chick Corea, Keith Jarret o Herbie Hancock. Siendo el piano el instrumento más completo, donde se componen y armonizan las piezas , éste ha tenido en el jazz unos expositores brillantes, entre los que se cuentan, añadiendo sus fechas de existencia a Jelly Roll Norton (1890.1941),Duke Ellington (1899-1974), Fats Waller (1904-1943), Art Tatum (1909-1956) deslumbrante y virtuoso; Earl Hines (1903-1983), Irvin Berlin (1888-1989), William The Lion Smith (1897-1973), Eubie Blake (1883-1983), George Gershwin (1898-1937), Lil Harding Armstrong (1898-1971), Fletcher Henderson (1897-1952), Teddy Wilson (1912-1956), Mary Lou Williams. Count Basie (1904-1984), Nat King Cole (1917-1965), Bill Evans (1929-1980), Thelonius Monk (1917.1982), Dave Brubeck (1920), John Lewis (1920.2001), Oscar Peterson (1925), Bud Powell (1924-1966), Horace Silver (1928), Carla Bley, Cecil Taylor (1929), Dave Grusin, Mc Coy Tyner (1938), Herbie Hancock (1944), Keith Jarret (1945), Joe Zawinul (1932), Chick Corea, Bill Charlap (1966), Gonzalo Rubalcaba (1963), Bebo Valdés, Chucho Valdés (1941), Norah Jones y Diana Krall.
La poderosa trompeta
Otro instrumento que presenta en si mismo menos posibilidades técnicas pero requiere de un mayor esfuerzo interpretativo, es la trompeta, que con apenas tres pistones y la posición de los labios en la boquilla puede procurar efectos sorprendentes, desde la sequedad y rotundidez de Louis Armstrong, hasta llegar a un músico clave que empezó su carrera con Charlie Parker: Miles Davis. Gracias a su tesón y talento, Miles consiguió una reputación como sólo lo habían logrado Armstrong, Parker o Coltrane, liderando una serie de grupos donde logró configurar varios estilos: primero el Bop con Parker, luego el Cool y después el Free Jazz. Davis colmó la escena artística por casi tres décadas sin decaer nunca, alcanzando notas expresivas de alto calibre. Su peculiaridad consiste en su tersura, suavidad y lentitud, en cómo alarga los fraseos y se queda disfrutando de un tempo que permite apreciar unos detalles de sonoridades pastosas muy particulares.
Mientras tanto Chet Baker, acaso el más delicado y lírico de los trompetistas, está marcado por el hecho de ser cantante y pianista, mixturando su versatilidad de modo brillante. Su lirismo y densidad poética lo señalan como a un músico adelantado, obteniendo un reconocimiento en todos estos ámbitos, donde destacó para forjar un estilo fuera de serie.
A Dizzy Gillespie, en cambio, le debemos haber hecho posible el enlace con los ritmos latinos, alcanzando un ensamblaje brillante de ritmos y cadencias. Gillespie posee una soltura jocosa, improvisación seca pero brillante; fue uno de los pocos músicos de su tiempo que logró escapar del flagelo de la droga; flagelo que más allá de su terrible poder adictivo y destructivo, pasó a formar parte de la naturaleza misma del jazz, una suerte de fatum, de vehículo a través del cual alcanzaban estados emocionales radicales, paraísos artificiales extremos que podían mantener a los músicos en exigentes giras y largas sesiones, que de otra manera hubiesen sido agotadoras o imposibles de realizar. Además, la ingestión de drogas parecía formar parte del animismo de los músicos, provocador de un comportamiento autosuficiente. Tristemente célebres en este sentido fueron Billie Holliday y Charlie Parker, adictos a la heroína, consumiendo sus vidas antes de tiempo. Otros vivieron una situación similar, con rachas intermitentes, como Miles Davis o Chet Baker.
Dizzy Gillespie fue amigo de Parker y de Baker, y ayudó a ambos el tiempo que pudo. Parker murió cuando sólo tenía 39 años y Baker a los 59 (se cayó por accidente de un balcón de un hotel en Amsterdam); Gillespie los sobrevivió a ambos mucho tiempo, y hasta dio ocasión para que yo lo admirara tocando personalmente en el Palau de la Música Catalana en Barcelona, España, en 1980, donde también pude apreciar las notas del saxo de Stan Getz. Me impresionó gratamente que formara parte del elenco de una película basada en una novela del escritor español Antonio Muñoz Molina, El invierno en Lisboa, donde Gillespie hace el papel de trompetista, es decir, se interpreta a sí mismo.
El jazz en la literatura y el cine
Si de películas vamos a hablar tendremos que mencionar a la que más me gustado, la del francés Bertrand Tavernier, Round Midnight, donde hace un papel magistral el saxofonista estadounidense Dexter Gordon en el papel de Dale Turner, un músico enfermo por las drogas que marcha a Paris con intención de rehabilitarse y se pone a tocar en el Club Blue Note mientras es admirado por un fan que lo admira a hurtadillas mientras toca en el club y traban una amistad que se convierte en uno de las mas hermosos vínculos creados a través de la música. Aunque no podemos dejar de citar la clásica de Clint Eastwood, Bird, sobre la vida de Charlie Parker y la magistral interpretación que de éste hace el actor negro Forrest Whitaker. Eastwood resultó ser un melómano de jazz (atesora la colección privada de este género más grande del mundo) y ha hecho documentales extraordinarios sobre el Blue y el piano. También están dos cintas realmente formidables por lo que logran de acercarnos a la música del jazz y al drama humano esencial de sus músicos, como es el caso de Let´s get lost (Vamos a perdernos), de Bruce Weber (1987), donde podemos apreciar el doloroso periplo vital de Chet Baker, y cómo su música lenta, suave, delicada, surge de su interior y le sirve de catarsis para sus angustias, todo ello captado por el lente y el talento documental de Webster, quien mezcla fragmentos de giras, conciertos, entrevistas a amigos, familiares, músicos. También, en este sentido, el impresionante trabajo de Charlotte Zwerin como directora en el momento de llevar al cine la música de Thelonius Monk en la excepcional obra Thelonius Monk, straight, no chaser, en un documental sobre el jazz pocas veces superado.
A su vez, escritores como el argentino Julio Cortázar se inspiraron en la vida de Charlie Parker para escribir una de sus obras maestras, la novela breve El perseguidor. La literatura inspirada en el jazz es ciertamente profusa; de ésta han surgido narraciones, crónicas, novelas, poemas. Quizá la más sobresaliente sea la del gran novelista Scott Fitzgerald, quien vivió como ningún otro los esplendores y la miseria de los años 40 siendo, como fue, un hombre blanco “exitoso” pleno de glamour, fiestas, alcohol, promiscuidad, insomnios, excitación. Obras como El Gran Gatsby o El último magnate lo atestiguan, lo mismo que sus prosas autobiográficas. En una de ellas, Fitzgerald nos dice que “el jazz en su evolución hacia la respetabilidad significó en primer término sexo; luego, baile, y después, música. Está relacionada con un estado de excitación nerviosa no distinta de la que se produce en las grandes ciudades tras las líneas de la guerra.”
Otros trompetistas
Si hiciéramos una historia de los trompetistas del jazz, no podrían faltar los nombres de Buddy Bolden, Roy Eldridge, Bunk Johnson, King Olivier, Hot Lips Page, Muggsy Spanier, Clifford Brown, Harry James, Shorty Rogers, Buck Clayton, Bill Davison, Bobby Hackett, Bix Berdeibecke, Arturo Sandoval, Sal Márquez y Wynton Marsalis. Este último creó una cátedra de jazz en Nueva York y ha hecho allí un trabajo formidable de formación musical, que le ha merecido el Premio Pulitzer. Otros nombres notables son Papa Celestin (1884-1954), Bunk Johnson (1889-1949), Buddy Bolden, Freddie Sheppard, Louis Armstrong (1901-1971), Bix Beiderbecke (1903-1931), Jabbo Smith (1908-1991), Freddie Hubbard (1938), Clifford Brown (1930-1956),Henry Red Allen (1907- 1967), Jimmy Mc Portland (1907-1991), Red Nichols (1905-1965),King Oliver (1885-1938),Red Rodney, Chet Baker (1929-1988), Arturo Sandoval, Wynton Marsalis (1961), Steven Bernstein (1961), Roy Hardgrove (1969) y los venezolanos El Gallo Velásquez y Linda Lee Briceño.
Grandes vocalistas
De los vocalistas del jazz, los que más me gustan son Ray Charles, quizá el mejor de ellos por su lírica lentitud y las modulaciones con que impregna sus notas alargadas y sinuosas. De los grandes crooners están sin duda Nat King Cole, Tony Bennett, Fred Astaire, Bing Crosby y Frank Sinatra, tres artistas blancos que renovaron los escenarios liricos del jazz en su momento. Uno al que casi nadie menciona ya es Mel Tormé, de enorme poder vocal, y sobre todo Billy Erkstine, la voz grave más impresionante que he oído en el jazz. Y Louis Armstrong, por supuesto, con esa voz gangosa y cavernosa, inaugura la dureza real tan propia de los primeros años del jazz, bien imitada luego al final del siglo XX por un cantante poderoso, enorme pianista y compositor, como es Tom Waits.
Pero las verdaderas estrellas son las mujeres, que al junto a la inimitable Billie Holiday, han dado un sello inolvidable a la historia del jazz y son ente otras Bessie Smith, Alice Coltrane, Ella Fitzgerald, Sara Vaughan, Cleo Laine, Carmen Mc Rae, Lena Horne, Dinah Washington, Aretha Franklin, Janis Joplin –ésta última, una cantante blanca que impuso un estilo intenso con la fuerza del rock– y de generaciones posteriores como Tracy Chapman, Norah Jones y Diana Krall, las cuales por si solas constituyen una gran constelación de estrellas de primera magnitud, y crean una nueva vanguardia del jazz.
Violines y guitarras
Todos los instrumentos del jazz son importantes y merecen referencia: la guitarra, el bajo, la batería, el piano, el clarinete. Otros menos frecuentes, como el xilófono o el violín, también tienen importancia, pues han encontrado intérpretes de excepción. En el caso del violín tenemos a los geniales Django Reinhardt y Stephane Graphelli. En el xilófono al gran Lionel Hampton y a Milton Jackson; en el órgano el rey es Jimmy Smith y en la batería sobresalen los nombres de Kenny Clarke y Shelly Manne. En el bajo destaca la figura de Charles Mingus, quien es además uno de los grandes compositores de la época del jazz que podríamos llamar clásica.
Entre los guitarristas podemos mencionar a Django Reinhardt (1910-1953),Charlie Christian (1916), Barney Kessel (1923-2004), Eddie Lang (1902-1933), Wes Montgomery (1925-1968), Joe Pass (1929-1994) quizá el más influyente de todos, y John McLauglin (1942), Pat Metheny (1954), John Scofield (1951), Al Di Meola, Roger Mc Guinn, James Bloody Ulmer (1921), Charlie Hunter, Derek Balley (1932-2005), Bill Frisel (1951), Birelly Lagrene (1966) y Eddie Gondon.
Coda
Luego que estas estrellas de primera magnitud se fueron extinguiendo, y el rock and roll y la música pop se apoderan de la escena de la música popular norteamericana y el mundo desde los años 70, el jazz comenzó a buscar asociaciones con otras tradiciones como el bossa nova, la samba y la salsa caribeña, donde sus cadencias se renuevan con la sensualidad del trópico. En países como Cuba, Puerto Rico, Panamá y Venezuela, el jazz fue aportando sus peculiaridades sonoras que permitieron una renovación de los pentagramas, y hoy por hoy se mantiene como una de las expresiones más poderosas de la cultura de América; sus músicos se renuevan día a día en cada nueva audición y nos permiten disfrutar de ellos como verdaderos clásicos, que crearon su propia mitología y han sido capaces de mantenerse vivos en el tiempo.
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