Fiesta de San Sebastíán (foto de Jimmy Mendieta)
Crear en Salamanca se complace en difundir una crónica escrita por el nicaragüense Uriel Mendieta Gutiérrez (Diriamba, 1925-Managua, 2009), reconocido jurista, abogado y notario Público. Fue Magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua (1973-1979) y de la Corte Centroamericana de Justicia. El texto forma parte del libro “Nicaragua. Cuentos y tradiciones de Diriamba”, recientemente publicada por la madrileña Editorial Betania, dirigida por el poeta Felipe Lázaro. El prólogo y recopilación de la obra es de Uriel Mendieta Leclair, hijo del autor.
FIESTAS DE SAN SEBASTIÁN DE DIRIAMBA
Emergiendo de la noche de los tiempos, como una caravana larga, lejana, formada de espíritus y de hombres, que sigue interminable hacia el horizonte azul del infinito, cual si fuera un lazo de unión entre el pasado y los tiempos por venir… esa es la fiesta de San Sebastián de Diriamba.
Año tras año, desde hace más de tres siglos, se celebra en esta ciudad la fiesta de San Sebastián: tradición pura, sustancialidad perenne de nuestra espiritualidad ancestral, cortejo que penetra en los tiempos modernos como una visión del pasado, al son monótono y quejumbroso de la marimba, con la vistosidad de sus galas y de sus cintas polícromas, como jirones arrancados de las épocas alegres, prósperas o adversas, con el ritmo sencillo de sus bailes y la expresión de sus máscaras rígidas, inmutables, fijas, como símbolos de su propia tradición.
Tradición que es sangre y espíritu del pueblo diriambino, crisol de su fe cristiana, flor de su historia, brújula de su destino. Porque sobre la tradición descansa la sustancialidad de un pueblo, como sobre el espíritu la simplicidad de los seres.
Foto de Jimmy Mendieta
Los pueblos, como los hombres, deben tener concepto de su propio yo, deben conocer su pasado, para enfrentarse al presente y preparar el porvenir. Un hombre que desconoce su pasado es porque no tiene conciencia de sí mismo. Un pueblo que abandona su historia es porque ha renunciado a sí mismo y a la fortaleza inquebrantable de su fe. Es allí, en su tradición, donde reside el ardor nacionalista del pueblo diriambino, su tenacidad en el progreso, su espíritu emprendedor, ajeno a toda influencia extraña.
Un pueblo nacionalista es el que ama la cultura de su estirpe; y la cultura es flor de los tiempos, es poesía, es arte, es música, que refleja el ritmo sentimental de las edades, es tesoro espiritual, virtudes de los pueblos que deben guardarse en las arcas de la historia.
Por eso en Diriamba, la fiesta de San Sebastián es tradición que brota fecunda en el crisol de dos razas: la española, romántica, católica, hidalga; la india, tenaz, estoica, ligera, tostada al sol calcinante de nuestra América. Raíces que, al profundizarse en la fertilidad de las tierras americanas, fueron cimientos sobre los cuales se elevó nuestra raza formadora de nuevos pueblos, que forjaron su historia, su moral, su tradición y sus costumbres al influjo de las corrientes de su sangre ancestral. Pero, así como la fuerza espiritual de la religión católica, traída a estas tierras por los conquistadores, dominó los ritos aborígenes desplazando al ídolo por la cruz y los sacrificios humanos por el “Amaos los unos a los otros”; también la raza conquistada ejerció influencia sobre la raza conquistadora. Los reyes bárbaros conquistaron España, pero la cultura de Hispania se impuso sobre los bárbaros.
Foto de Jimmy Mendieta
Por eso, al fusionarse las dos razas –dice Helia Acosta, folklorista mexicana–, los indígenas no se identificaron plenamente con las costumbres españolas, sino que trataron siempre de imprimir a todos sus actos el sello típico de su raza, que otrora fuera pujante y espléndida.
Es por eso que, en las fiestas de San Sebastián, vemos bailes típicos, que representan un pasaje bíblico, de corte puramente español e indudablemente traído a estas tierras por misioneros españoles; por ejemplo, el “Baile de El gigante”, que es la representación de la lucha entre David y Goliat. Otros representan danzas indias que, sin caer en el paganismo –como pretenden algunos que desconocen el origen de ellas–, son la expresión más alta del sentimiento guerrero, cual un poema rítmico, que desenvuelve el sentimiento de su raza. Otros, finalmente, denotan la lucha y las rivalidades que surgieron en los primeros tiempos de la colonia, entre los hombres de las dos razas, por ejemplo, el baile u obra de teatro callejero o comedia bailete conocido como “El güegüense” o “Macho Ratón”, que acaba de ser declarado Patrimonio Intangible Oral de la Humanidad.
La fiesta de San Sebastián de Diriamba data –según las crónicas orales– desde hace cuatrocientos años, es decir, surge precisamente en aquellos días, en los albores de la colonia, son los rayos precursores de un sol que alumbraría una nueva raza… ese es el valor tradicional o folklórico de nuestras fiestas.
Basílica Menor de San Sebastián, Diriamba (foto de Jimmy Mendieta)
Cada día que pasa crece el fervor de nuestro pueblo por San Sebastián, el indio campesino poeta por sentimientos, refleja sus tristezas y alegrías en la sencillez de su cantar, como flores silvestres que brotan para aromar su santuario; las cintas multicolores como jirones de almas desprendidas en los momentos de desesperación van a colocarse a los pies de la imagen; la marimba quejumbrosa y las velas encendidas en la fe denotan el fervor de un pueblo, que en la guerra o en la paz, en la adversidad o en la alegría, ha sabido venerar siempre a su Santo Patrono. Y allí, los campesinos; y allí, los ricos; y allí, liberales y conservadores, unidos en un solo sentimiento, una sola aspiración… una misma fe… la fe cristiana reflejada en el Patrono San Sebastián.
Diriamba, enero de 1949.
Torre del Reloj público de Diriamba (foto de Jimmy Mendieta)
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