Roberto Sosa en Rosario (Argentina, 2006). Foto de Héctor Río
Crear en Salamanca tiene el privilegio de difundir una muestra antológica de Roberto Sosa (Honduras, 1930-2011), uno de los grandes poetas centroamericanos de las últimas décadas, habiendo marcado un punto de inflexión en la poesía hondureña del siglo XX, pues puso sus versos del lado de quienes padecen el curso de la historia. Publicó los libros Caligramas, Muros, Mar interior, Los pobres, Un mundo para todos dividido, Obra completa, Diálogo de sombras, Prosa armada, Máscara suelta, Hasta el sol de hoy, Antología personal, Digo Mujer, entre otros libros. Obtuvo los premios Juan Ramón Molina 1967, Adonais 1968, Casa de las Américas 1971, Ramón Rosa 1972, Ramón Amaya Amador, 1975 e Itsamná. Su libro The return of the river (El regreso del río) edición bilingüe publicada por Curbstone Press, traducido por Jo Anne Engelbert, obtuvo el premio National Traslation Award 2003 otorgado por The American Literary Asosiation. Su obra poética ha sido traducida al francés, inglés, alemán, ruso, chino y japonés. En 1990 fue distinguido por el Ministerio de Cultura de la República de Francia con la orden de las Artes y las Letras en el Grado de Caballero.
Cartel del XIV Festival
El XIV Festival Internacional de Poesía de Granada estuvo dedicado a la memoria de Roberto Sosa. Con tal motivo se publicó la Antología Esencial, con selección y cuidado de la edición a cargo de Rolando Kattan y Frances Simán. En el acto de homenaje, celebrado en la Sala Darío del antiguo convento de San Francisco, intervinieron Néstor Sosa (nieto del autor) y los poetas hondureños Salvador Madrid, Carlos Ordóñez, Dennis Ávila y Rolando Kattan. También estuvo presente la viuda del poeta, María Lidia Ortiz. Fue un acto entrañable y trascedente.
De esta edición extraemos los poemas aquí ofrecidos.
REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE JACQUELINE ALENCAR
De ‘Los pobres’ (1969)
Antología Esencial
LOS POBRES
Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.
Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.
Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.
Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.
Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.
Por eso
es imposible olvidarlos.
Néstor Sosa, Dennis Ávila, Salvador Madrid, Carlos Ordóñez y Rolando Kattan
LA CASA DE LA JUSTICIA
Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.
Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.
Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.
Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas —en contenido espacio—
miden el terror de un solo golpe.
Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.
DE NIÑO A HOMBRE
Es fácil dejar a un niño
a merced de los pájaros.
Mirarle sin asombro
los ojos de luces indefensas.
Dejarle dando voces
entre una multitud.
No entender el idioma
claro de su media lengua.
O decirle a alguien:
es suyo para siempre.
Es fácil,
facilísimo.
Lo difícil
es darle dimensión
de un hombre verdadero.
Intervención de Salvador Madrid
LOS CLAUSTROS
Nuestros cazadores
—casi nuestros amigos—
nos han enseñado, sin equivocarse jamás,
los diferentes ritmos
que conducen al miedo.
Nos han amaestrado con sutileza.
Hablamos,
leemos y escribimos sobre la claridad.
Admiramos sus sombras
que aparecen de pronto.
Oímos
los sonidos de los cuernos
mezclados
con los ruidos suplicantes del océano.
Sin embargo
sabemos que somos los animales
con guirnaldas de horror en el cuerpo;
los cercenados a sangre fría; los que se han dormido
en un museo de cera
vigilado
por maniquíes de metal violento.
Intervención de Dennis Ávila
PIANO VACÍO
Si acaso
deciden buscarme,
me encontrarán
afinando mi caja de música.
Podrán
oír entonces
la canción que he repetido
a boca de los anocheceres: ustedes
destruyeron
cuidadosamente
mi patria y escribieron su nombre en libros secretos.
A nosotros
nos transformaron en espantapájaros.
Si acaso
deciden
buscarme,
estaré esperándoles
junto a mi silencio de piano vacío.
De Un mundo para todos dividido (1971)
EL AIRE QUE NOS QUEDA
Sobre las salas y ventanas sombreadas de abandono.
Sobre la huida de la primavera, ayer mismo ahogada
en un vaso de agua.
Sobre la viejísima melancolía (tejida
y destejida largamente) hija
de las grandes traiciones hechas a nuestros padres y abuelos:
estamos solos.
Sobre las sensaciones de vacío bajo los pies.
Sobre los pasadizos inclinados que el miedo y la duda edifican.
Sobre la tierra de nadie de la Historia: estamos solos
sin mundo,
desnudo al rojo vivo el barro que nos cubre, estrecho
en sus dos lados el aire que nos queda todavía.
Intervención de Carlos Ordóñez
LAS SALES ENIGMÁTICAS
Los Generales compran, interpretan y reparten
la palabra y el silencio.
Son rígidos y firmes
como las negras alturas pavorosas. Sus mansiones
ocupan
dos terceras partes de sangre y una de soledad,
y desde allí, sin hacer movimientos, gobiernan
los hilos
anudados a sensibilísimos mastines
con dentaduras de oro y humana apariencia, y combinan,
nadie lo ignora, las sales enigmáticas
de la orden superior, mientras se hinchan
sus inaudibles anillos poderosos.
Los Generales son dueños y señores
de códigos, vidas y haciendas, y miembros respetados
de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
LA BATALLA OSCURA
He vuelto.
El caserío se desploma y flota su nombre
solamente.
Beso la tarde como quien besa una mujer dormida.
Los amigos
se acercan con rumor de infancia en cada frase.
Los muchachos
pronuncian mi nombre y yo admiro sus bocas con animal ternura.
Levanto una piedra como quien alza un ramo
sin otro afán que la amistad segura.
La realidad sonríe
tal vez
porque
algo
he inventado en esta historia. He vuelto, es cierto,
pero nadie me mira ni me habla, y si lo hacen,
escucho una batalladle palabras oscuras entre dientes.
(las brasas del hogar amplían los rincones
y doran las tijeras del día que se cierra).
Un esfuerzo violáceo
contiene mi garganta.
Intervención de Rolando Kattan
LOS ELEGIDOS DE LA VIOLENCIA
No es fácil reconocer la alegría
después de contener el llanto mucho tiempo.
El sonido de los balazos
puede encontrar de súbito
el sitio de la intimidad. El cielo aterroriza
con sus cuencas vacías. Los pájaros pueden alojar la delgadez
de la violencia entre patas y picos. La guerra fría
tiene su mano azul y mata.
La niñez, aquella de los cuidados cabellos de vidrio,
no la hemos conocido. Nosotros nunca hemos sido niños.
El horror
asumió su papel de padre frío. Conocemos su rostro
línea por línea,
gesto por gesto, cólera por cólera. Y aunque desde las colinas admiramos el mar
tendido en la maleza, adolescente le blanco oleaje,
nuestra niñez se destrozó en la trampa
que prepararon nuestros mayores.
Hace ya muchos años
la alegría
se quebró el pie derecho y un hombro,
y posiblemente ya no se levante,
la pobre.
Mirad.
Miradla cuidadosamente.
Otro momento de la intervención de Salvador Madrid
LA MUERTE OTRA
Ellos, los enemigos nuestros de cada día,
vendrán inesperadamente.
Tres veces llamarán con firmes golpes. Tengo
el presentimiento del eco duplicado
de sus pasos calmados.
(Pesan en el ambiente las desgracias, olfateadas
por los perros del barrio, empujados al fondo,
llenos de agua los ojos).
Son ellos, los enviados que se abren brutalmente,
los desiguales
distribuidores
de la muerte inventada que pasan en silencio,
y que un día vendrán.
Mi mujer extrañará los arcos de mis nervios.
Se inquietarán mis hijos,
enmudecidos,
por la idea de la humedad, y por la suerte
de las aves soledosas paradas en los vértices.
Carlos Ordóñez, Néstor Ulloa, Dennis Ávila, Salvador Madrid, Néstor Sosa, María Lidia Ortíz, Rolando Kattan y Martín Cálix,
LA HORA BAJA
Eran los años primeros.
Cruzábamos entonces la existencia
entre
lineales zumbidos,
difuntos calumniados
y ríos poseedores de márgenes secretas. Éramos
los vagabundos hermanos
de los canes sin dueño.,
cazadores de insectos,
jurados enemigos
de torpes
implacables policías;
guerreros inmortales
de la mitología, no distinguíamos un ala
del cuerpo de una niña.
Dando vueltas y cambios crecimos duramente.
De nosotros
se levantaron
los jueces de dos caras; los perseguidores
de cien ojos, veloces en la bruma y alegres
consumidores de distancias; los delatores fáciles;
los verdugos sedientos de púrpura; los falsos testigos
creadores de la gráfica del humo; los pacientes
hacedores de nocturnos cuchillos.
Algunos dijeron: es el destino
que nos fue asignado, y huyeron
dejando la noche enterrada. Otros
prefirieron encerrarse entre cuatro paredes sin principio ni fin.
Pero todos nosotros -a cierta hora- recorremos
la callejuela de nuestro pasado
de donde
volvemos
con los cabellos tintos de sangre.
Néstor Ulloa, Rolando Kattan , Martín Cálix, Alfredo Pérez Alencart, Carlos Ordóñez, Salvador Madrid y Dennis Ávila
ESTA LUZ QUE SUSCRIBO
Esto que suscribo
nace
de mis viajes a las inmovilidades del pasado.
De la seducción
que me causa la ondulación del fuego
igual que a los primeros hombres que lo vieron y lo sometieron
a la mansedumbre de una lámpara.
De la fuente
en donde la muerte encontró el secreto
de su eterna juventud.
De conmoverme
por los cortísimos gritos decapitados
que emiten los animales endebles a medio morir.
Del amor consumado,
desde la misma lástima, me viene.
Del hielo que circula por las oscuridades
que ciertas personas echan por la boca sobre mi nombre. Del centro
del escarnio y de la indignación. Desde la circunstancia
de mi gran compromiso, vive como es posible
esta luz que suscribo.
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