Leonardo Reyes Jiménez (al centro), durante el acto (foto de Todo es verso)
Crear en Salamanca se complace en publicar la crónica y reseña firmada por nuestro colaborador Manuel Quiroga Clérigo, en torno a la plaquette del dominicano Reyes Jiménez. El acto se celebró el Libertad 8 (Madrid).
CRÓNICA DE UN PREMIO Y DE UNA TRISTEZA EN LIBERTAD
Presentación en Libertad 8 del poemario
“Es preciso reponerse de la tristeza”.
El hecho de que Ediciones Evohé de Madrid haya creado un premio poético para reconocer el trabajo de los nuevos creadores líricos ha de ser estimado como algo grandioso y, mucho, más en estos tiempos en que la poesía es objeto de mercantilismos varios.
El galardonado en este I Premio Internacional “Elvira Daudet” para Poetas Jóvenes ha sido filósofo dominicano Leonardo Reyes Jiménez, nacido en Santo Domingo en 1991, y residente en Madrid, donde se graduó en Filosofía y ha cumplido el Máster en Ciencias de las Religiones, impartiendo actualmente la docencia en calidad de Profesor de Español como Lengua Extranjera.
Jaime Alejandre, en nombre de Ediciones Evohé, en la presentación del poemario en el Café Libertad 8 de Madrid, manifestó la complacencia de haber elegido un poemario que con tanta elegancia recuerda la figura de la periodista, escritora y poeta Elvira Daudet, nacida en Cuenca en 1938 y fallecida en Madrid el 2 de Junio de 2018, quien obtuvo en el año 1959 el prestigioso premio de Poesía “González de Lama”, por su libro “Crónicas de una tristeza”. Fue autora de interesantes poemarios como “El primer mensaje”, “El don desapacible”, “Terrenal y marina”…”Cuaderno del Delirio” fue su última obra, publicada precisamente por Evohé en 2012. “Vuelvo -escribía Daudet-. He conseguido salir del agujero/que un día me engulló siendo muchacha”. Elvira Daudet, señala Jaime Alejandre en el libro “Poetas Hazversos” (Crisol 2010/Libertad 8 y Absurda Fábula)- “es esencialmente la poesía de norte a sur, hasta las 24 horas de la noche, yendo y viniendo…Así sea”.
Con la figura de esta interesante creadora y periodista y el advenimiento de un nuevo poeta la nómina de los inventores de sueños transcurrió en el Café Libertad 8 una lírica velada en la noche del 3 de Febrero de 2020, siendo presentado el nuevo poeta por la escritora y artista plástica Isabel de la Cruz, que conduce la Tertulia Poética “Carmen Conde” en la Biblioteca “Miguel Hernández” de Collado Villalba, y con la asistencia de aquellos a quienes también la noche les permite “reponerse de la tristeza”.
LEONARDO REYES JIMÉNEZ: “LA POESÍA ES UNA FORMA DE VIVIR”. PUBLICA UNA PLAQUETTE (EXTRACTO DEL LIBRO) TITULADA “ES PRECISO REPONERSE DE LA TRISTEZA”
El extracto de un libro futuro, que habría dicho José Ángel Valente, es lo que nos ofrece el poeta dominicano, residente en España y graduado en Filosofía por la UNED, Leonardo Reyes Jiménez, nacido en 1991. Se trata, en efecto, de una plaquette o conjunto de 17 poemas que, ya, nos dan idea de su quehacer poético y le configuran como un interesante creador.
A modo de íntima, o breve, poética hay un sustancioso poema en la página 8 titulado, simplemente “Para qué”: “-¿Para qué escriben los poetas?/Para vivir/para vivir”. Es como reflejar unas señas de identidad frente a este mundo disparatado y de culturas ancladas en la nada, el fútbol, el alcohol, las drogas, la vagancia, los rifirrafes políticos.
El que un joven se haga semejante pregunta y la responda con tanto aplomo ya, por los menos, nos parece algo admirable. Aviso: la poesía favorece la salud, otros vicios no.
El libro de Reyes Jiménez, o su anticipo de edición meramente artesanal, se titula “Es preciso reponerse de la tristeza” y suponemos que tal metáfora nos llevará a panoramas de cierto entusiasmo cuando, realmente, el poeta se reponga de esta situación y acometa figuraciones líricas de mayor envergadura como, por ejemplo, leemos en el primer poema, “Nosotros”, con cierto aire de superación y de intimismo permanente: “Escribimos más por necesidad-dice Leonardo- que por placer/y solo la poesía nos salva de la locura y de la muerte”. O sea que no son los goles del millonario Messi, que ayer minutos después de escuchar los versos del dominicano, daba profunda felicidad a los desocupados del mundo con esa inteligencia superior en la punta de sus pies. Algunos creen/creemos que este oficio gratuito de poetas es más glorificante, al menos interiormente, que esas hazañas de los campos de la ignominia. Escribía el poeta brasileño Mario Quintana “Quien escribe un poema abre una ventana”. Ahí vamos. Yo no diría tanto, me refiero a los versos de Reyes, porque la locura es cierto que la produce el vacío, aunque también, la sociedad de las prisas y egoísmo, pero sí admito el susurro del poeta brasileño. Los poetas, mujeres u hombres, abren una ventana cada vez que sienten la necesidad inminente de escribir u poema. Y por eso lo escriben. En “Anhelos” Reyes anota: “Que no me consuma el tiempo,/que las nubes rojizas al atardecer, no me lleven con ellas,/Que haya detrás de la cortina alguien esperándome./Que no se agote alguna de mis alegrías cotidianas./Que busque siempre la luz, la vida”. Son sencillos deseos de quien tiene como suya la bandera de la palabra, no las de otras insumisiones más materiales y caducas como esas absurdas emociones del deporte u otras decadencias.
“Leer en mis versos es penetrar en mi mundo” escribía Mercedes Alario en 1983 y nuestro poeta de hoy dice: “Las únicas cosas que nos faltaban,/y todavía nos faltan,/son las palabras”. Así confrontamos a dos generaciones para quienes el verso y la palabra, los versos y las palabras pueden ser convertirse en una de las satisfacciones del ser humano. Leer los versos o echar en falta las palabras es, para los poetas, una manera/una forma de penetrar en los mundos íntimos o en los horizontes de todos, tal vez porque, entonces, la poesía se convierte en una posibilidad para sobrevivir a las demás incertidumbres. “¿Cúyas son esas voces inmortales?”, se preguntaba nuestro amigo Félix Grande. Son las voces del infinito, las de la claridad, las de la memoria, las que rescata para nosotros Leonardo Reyes en su sonoro poema “La poesía es una forma de vivir”: “La poesía habita en las arterias y en la arena de las playas.()La poesía, como decía Gelman, es una forma de vivir”.
Este puñado de versos, de poemas libres y etéreos, nos permiten conocen a una poeta detenido en sus expresiones, ambicioso a la hora de describir el mundo, ameno para mostrar a los demás el sendero de sus inspiraciones y, sobre todo, capaz de modificar su propio entorno de una manera delicada aunque hable de temas escabrosos, como cuando recuerda sus “Diecisiete años”: “Tenía diecisiete años./Cantaba y tocaba la guitarra, ebrio, y mis amigos reían./Las estrellas de largas barbas me miraban/y se entretenían viendo como daba tumbos/sin saber qué hacer con mi vida./Cómo olvidar precisamente aquellos diecisiete años./Están fijos en la eternidad como esas estrellas que me miraban./Aquellos diecisiete años están ahí, estáticos, me miran como las estrellas,/me recuerdan quien soy y hacia dónde debo ir”. Otros poemas del libro reconvienen la propia memoria, intentan hallar razones para una existencia diferente, encaminada a cierta cordura, adultamente libre, como, precisamente, titula esta colección de testimonios que, además, denomina a último poema (“Es preciso reponerse de la tristeza”) cuando leemos, ya con la mente aclarada, que “Los chopos aguardan incólumes la llegada de la primavera”. Y ante tal descubrimiento el poeta parece querer conducirnos/conducirse a un futuro de hacendosidad no obligada pero, sí, razonable cuando ya el mismo poeta admite: “Hoy respiramos la paz./Una paz que parece eterna”.
Leonardo Reyes Jiménez firmando un ejemplar (foto de Todo es verso)
Este tipo de poesía libre, melodiosa, algo intrincada a veces es, sin embargo, el preludio de intensas emociones pues su autor merodea por el mundo y se siente capaz de mostrárselo a los demás. Y eso ya es bastante, ya es mucho. El sociólogo francés Edgar Morin decía: “El futuro de la poesía está en su propia fuente”. Y Reyes, tal vez, halla esa fuente en los necesarios territorios de la convivencia, de las calles y las gentes que las habitan como lo hace el poema titulado “Lavapiés”, definitivo para conocer su capacidad de observación y su intención de entrar en esos espacios de la existencia: “En Lavapiés la poesía habita en los balcones y en las plazas”. Y ya, penetrando de lleno en el mundo de más allá de nuestro escritorio, allanamos el de Leonardo para complacernos en ese viaje que promete en “El buda de Wat Lokayasutharan”, un recorrido por los hombres de letras, la curiosidad “de ese espacio donde el amor descansa en las alfombras/como el buda de Wat Lokayasutharam”, sí, ese lugar donde “el cielo sonríe”; claro que más cerca existen otras geografías, como al recordar que “el sol espera en la estación de Villalba” o instigaciones en torno al futuro pero sin olvidar las lacras del pasado, las que dejaron los déspotas de la guerra y los políticos de la ignominia, como escribe en “El diario de Ana Frank”: “En cada odio renace un nuevo holocausto./Y cada valla y cada muro es Auschwitz./Y cada bandera es una esvástica en potencia”. Ciertamente, las banderas se están utilizando como espadas, como estiletes, como puñales cuando, realmente, lo vemos en determinados edificios, deben ser símbolos de concordia, de hermandad.
A ver si poetas como Leonardo son capaces de llevar a los jóvenes, a los adultos, a los extranjeros, a nuestros vecinos de algo tan importante como es comprender que cada persona humana no es más ni menos que otra persona humana, sea de otro país, de otro color o de otro sexo. Cuando lo logren los poetas jóvenes, féminas y varones, o los poetas adultos seguramente se convenzan de ello los políticos y la gente de la calle. Y entonces todos veremos el amanecer como algo liberador. Así que nos despedimos por ahora del creador dominicano que actualmente cursa el Máster Ciencias de las Religiones: Historia y Sociedad en la Universidad Carlos III de Madrid, con sus propios versos de la “Glosa a Zagajewski” “…yo también creo que/habíamos existido antes”. Esperemos existir después.
Ah, seguramente esto nos reconforta: En “Fragmentos de un libro futuro”, José Ángel Valente dejó escribo: “Tal día como hoy empezamos a andar”.
Manuel Quiroga Clérigo y Leonardo Reyes Jiménez
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