El escritor Álvaro Mata Guillé
Crear en Salamanca se congratula en publicar la entrevista que el poeta argentino Piero Di Vicari hizo a Álvaro Mata Guillé (Costa Rica, 1965). Es director de teatro-danza, ensayista, investigador, dramaturgo y poeta. Desde 1998, se desempeña como Director General del Simposio Internacional Libertad y Poesía. Dirige asimismo la revista Hoja en blanco y el sello Aire en el Agua Editores. Es Subdirector del Laboratorio de Investigación del Cuerpo en Escena y Director del grupo Baco, de danza-teatro. Como tal, ha dirigido, entre otras, las obras La Señorita Julia, de A. Strindberg (1997/1998), El jardín de las delicias, de Fernando Arrabal (1998), una adaptación del poema “Pasado en claro” de Octavio Paz (1998/1999/2000), una adaptación del poema “Cuadernos del destierro” de Rafael Cadenas (2001/2002). De su propia autoría ha dirigido Escenas de una tarde, en repertorio desde 2002 y en gira por Latinoamérica. Entre sus libros de poemas merecen mencionarse: Intemperies, junto a Norberto Salinas y Marta Royo (Ed. Aldus, México D.F., 2005), Escenas de una tarde (Ed. Lunes/Literatura Digital, San José de Costa Rica, 2004/2005) y Debajo del viento. Ha publicado además el ensayo El laberinto disperso (Editorial Alambique, San José de Costa Rica, 2005), y tiene en preparación otros dos libros de poesía y varios ensayos sobre crítica cultural y el origen de la tragedia.
“Sin individuos no hay poesía, sin poesía no hay individuo, tampoco convivencia.”
1/ EL POETA Y SU POESÍA
¿Cómo empezó tu relación con la poesía?-
No sé qué es poesía o novela. Las definiciones intentan delimitar aquello que no tiene límite, tampoco reglas, formas o métodos: el cómo vivimos o qué es la vida, sólo se define viviendo, igual que el escribir o el hacer del actor en la escena. Lo mismo el leer, lo que leemos se adhiere a la sensación de nuestras búsquedas, a nuestra condición existencial o no lo hace, más allá de ese decir, que se vincula a nuestras percepciones, no hay, a menos que nuestra perspectiva esté anclada al anquilosado mundo de lo académico, de los burócratas de la cultura o el espíritu.
La literatura, y lo que escribía, se relacionó en primera instancia con la lectura de novelas, en ellas encontraba correspondencias, lo mismo fue el escuchar música, a Bach, Malher o Beethoven; también indagando en libros de historia, de ciencia o astronomía, o tratando de responder a mi sensación de extrañeza, a la imposibilidad de ir más allá de lo que somos, a preguntarse por el sentido de las cosas y el origen de las mismas, sumido en la ambigüedad del lenguaje o el tiempo aparentemente detenido en el entorno, el que permanece ajeno a nuestra finitud.
El escribir intenta expresar la ajenidad que nos embarga, el sabernos sin sabernos. Pertenece a nuestra experiencia, al sentirnos en procura de respondernos vinculando la existencia al lenguaje. No es un primer hecho o una primera relación, es algo que nos constituye, que es parte de nosotros siempre, yace en nuestra voz y nuestro estar.
¿Cómo es tu momento creativo? ¿Cómo escribís, cuándo escribís? ¿Tenés alguna ceremonia en especial?
Escribir implica todos los momentos, no uno solo, es decir, es un todo momento y una toda circunstancia escribimos, pues está ligado a tu propia vida, confrontando nuestro no saber y nuestra finitud, la que reaparece ligada a la necesidad de decir, de decirse, de conformar un lenguaje que de sentido a lo que somos, a nuestro permanecer. No hay un “momento creativo”, sino la vida tensionada consigo misma intentado encontrarse o describirse en los significados que constituyen ese lenguaje. Es un todo ligado a tu respirar que se busca en el texto y en otros textos, que persigue el absoluto sabiendo de antemano de su derrota. También es una deserción, la posibilidad de vivir plenamente tu exilio, condena de tu percepción viéndose a sí misma ante el otro y el abismo, en otras palabras, reconociéndose ante la muerte.
¿Tenés alguna organización, disposición, estructuración o ejes temáticos, para conformar un libro y editarlo?
Peter Brook en su libro El espacio vacío, narra el proceso del actor que confronta su cuerpo a la escena y da inicio con ello a un montaje; el cuerpo convertido en instrumento de la acción tensionado ante la vaciedad, adhiriendo la sensación a la nada, pues lo que nos mueve a hacer se enfrenta a ese vacío que habrá que organizarse en narración, en relatos Principia así el hecho escénico, donde el actor estructura sus acciones partiendo de su necesidad vital puesta al límite, expresada en personajes vivenciando cada instante. Con el desequilibrio de lo incierto, el actor construye imágenes y acciones, que serán las historias que pueblan la escena y construyen así la obra, no lo que pensamos de ella, sino lo que percibiremos. El actor es él en el otro, su voz en la otra voz, desdoblado en cada momento vivenciándolo. Lo mismo sucede con un texto o un libro: en ellos nos encontramos con lo que somos ante la nada, es otro escenario en el que asumimos nuestro no saber sumido en la metáfora. Igual que el actor, en ese espacio, texto o escena, se vierten las sensaciones que se liberan buscando el cómo decirse, la inquietud que lleva a preguntarte por el acontecer, donde se une la necesidad de decir vinculándose a las sombras. Desnudos ante el entorno, destruimos el lenguaje para volver a darle forma, para encontrar un sentido transitorio antes de volver a ingresar al texto, a la escena, al espacio vacío, a la incertidumbre, al otro siendo nosotros. Acto de liberación y de exilio.
¿Cuáles son los temas que despiertan tu necesidad de escribir, hay algunos recurrentes?
Desde siempre tuve una atracción por el pasado, tratando de encontrar o comprender cuáles eran nuestros orígenes y quiénes éramos; también me preguntaba por los planetas o las estrellas figurándome viajar a ellos, o qué era el viento, la niebla o la finitud, los cuales sentía en mí, con su ausencia presente. Mis preguntas son otras y las mismas, no cambiamos mucho: buscamos sabiendo que no hay un principio o una respuesta, pero nos mueve algo más que la sed de saber, es una condición de tu existencia, de tu posibilidad de estar aquí, sabiendo también que las palabras se diluyen y percibimos en ellas lo no está, aquello que hace que las cosas sean las cosas, el misterio, el qué somos que no sabemos.
¿Hay una fórmula para lograr el poema perfecto?
Fórmulas tienen los políticos, los sacerdotes o los tiranos. No podemos detener el tiempo, tampoco nuestro futuro no estar, en cada respuesta se esconde un espejismo. La idea de lo “perfecto” esconde una ilusión, con la que se intenta el control y seguridad ante lo que acontece, en procura de detener el estado del acaecer y su naturaleza, pero no se puede: cada cosa que hacemos es efímera, cada instante se escapa siendo el primero y el último, habitados por un rito, donde todo vuelve una y otra vez para irse, incerteza que a veces se concilia cuando nos encontrarnos en la metáfora, en ese lugar de reunión que se llama “poesía” o “teatro”, donde nos vemos a nosotros mismos, o se encuentra aquel que lee o mira, vivenciando lo que ahí está: es un retorno, un volver, por eso la literatura es un reencuentro.
La vida, el acontecer, lo que discurre, están alejados de la perfección, que sólo los dogmas o los ejércitos la buscan. Lo demás, es nuestra sombra buscando expresarse, el sueño de una sombra como bien decía Píndaro.
2/ EL POETA Y LA POESÍA:
¿Qué lugar ocupa la poesía hoy, en este nuevo milenio?
Hoy, quizá, ocupa la reunión de un grupo de conocidos que se llaman a sí “poetas”, donde se presume, en muchos casos, de una falsa importancia, donde también normalmente, se da la espalda al contexto, a la realidad real, al rostro de sí mismos, como también ocurre en las academias o las escuelas, donde se cercenan los elementos constitutivos de la literatura, anquilosándolos en teorías, definiciones inútiles, en el consumo o el entretenimiento.
Es un lugar más, de los que contribuyen a la vaciedad, a lo frívolo, que oculta nuestra soledad, nuestra no respuesta, nuestra transitoriedad.
A una sociedad que no se preocupa por desarrollar individuos, donde el sistema educativo elimina o censura lo particular, no le puede interesar la poesía, pues la poesía, el teatro, la danza, son espacios donde existe la posibilidad de reafirmarse en lo distinto, de recuentro con la otredad, la expresión de la otra voz que nos permite vislumbrar nuestra ajenidad, como lo hace la máscara en el carnaval, que nos obliga a reformularnos, pues nos convierte en otros siendo los mismos. Son lugares donde podemos ser libres enteramente y ser otros, preguntándonos.
Sin intimidad, no hay poesía, la poesía nace de lo particular manifestándose, sus inicios son precisamente la fiesta, el ritual, el mito, donde nos desdoblamos encontrándonos con nuestros adentros. La poesía o el teatro, pertenecen al sentido del nosotros, a nuestra intimidad recordando nuestros orígenes.
Si las instituciones culturales someten lo íntimo o lo particular, explica muy bien el lugar que la misma ocupa: algo más en el conjunto de la vaciedad contemporánea, pero también, algo más en la vaciedad de la convivencia y lo que hemos llamado democracia. Sin individuos no hay poesía, sin poesía no hay individuo, tampoco convivencia.
¿Qué necesitaría la poesía para llegar a todo el mundo?
Hay una relación intrínseca en la formación de lo que somos, que vincula a la poesía con la sociedad, como acto de comunión, es decir, de reconocimiento del otro y de nosotros mismos. No es que la poesía requiera algo para llegar al mundo, es el mundo que va necesitando reformularse para que sea mundo, para que existan personas, y con ello, convivencia, un sentido de las cosas, tarea urgente, antes que la barbarie que empieza a invadir todos los ámbitos, nos consuma.
¿Tenés alguna idea potable como para que la poesía pueda ser difundida masivamente o bien ocupe otros ámbitos a los cuáles hoy día no tiene acceso?
El sistema educativo, a través de escuelas, colegios o universidades, destruyen la individualidad, también lo hace la destrucción de la ciudadanía divorciada de las instituciones, más la visión de consumo que convierte todo –personas, sentires, obras- en cosas, dejándose de lado el imaginar que ligado al pensamiento que asume nuestro sentir y nos construye y construye así lo social. Mientras nuestra coyuntura sea dominada por estos derroteros, todo aquello que intentemos, que no contemple estos elementos, será un hacer inútil o de pocos alcances.
Si la sociedad niega nuestra voz en la otra voz, lo particular de cada uno, se elimina lo disidente, lo distinto, la otredad, crearemos espectros, sombras que no sueñan, más que la penumbra en el vacío, crearemos sociedades monolíticas, mudas.
Demos voz a la sociedad, construyamos posibilidades de encuentro y de reencuentro, y la poesía no será algo que pertenezca a un grupo que la usurpa, sino que el exilio como reconocimiento de lo que somos, el exilio que debe asumir cada uno en el hacer cotidiano, en el estar aquí, un lenguaje.
3/ EL POETA Y SUS LECTURAS:
¿Qué es lo que buscas cuando abordas un libro de poemas?
Que nos ayude a encontrarnos en la sombra que somos.
¿Si tuvieras que nombrar a diez poetas que necesariamente deben estar en la biblioteca de todo buen lector, ¿a quiénes elegirías?
Bach, Beethoven, el Odin Teatret, Carbono 14, Chopin, Arvo Pärt, el Réquiem de Mozart, Fellini, Rafael Cadenas, Octavio Paz, Jabés, don Quijote, Gregor Sansa, Celan, y unos pocos más.
¿Un libro de poemas que te haya marcado por algo?
Más que una marca que se lleva, me acompañan; dialogo constantemente con ellos, haciéndonos a veces sentir menos solos, otras comprender que la libertad es parte de la existencia como la otredad y nos permiten ser, nos complementan, de Bach, Pina Bauch o el grupo Rosas de Bélgica, Las mil y una noches, Gilgamesh, La odisea, Sófocles, El Quijote, El libro de las preguntas, El origen de Berhardt, Antes que anochezca de Baco teatro-danza, Gombrowicz, Walzer, tantos entre música, textos, danzas, teatro, que cuando estamos en ellos no los queremos dejar ir, como la vida a la que intentamos aferrarnos sin lograrlo, como los globos al final de la obra Vals del grupo Tascabile de Bergamo, que se elevan llevándonos en ellos, como el tiempo.
4/ EL POETA Y SU RELACIÓN CON EL MUNDO
¿El poeta debe estar comprometido con algo?
En otros tiempos se habló mucho del compromiso del escritor o del artista, pero en nuestra época, en la que cambiaron los referentes y hay un divorcio notorio entre escritor y sociedad, no es algo que preocupe mucho. Aun así, a pesar de estas circunstancias de deterioro de los lenguajes, no dejamos de pertenecer a un tiempo y un espacio, aunque nos inunde la indiferencia o se pierdan los vínculos, y quizá, más que nunca se requiera de escritores o de teatro, como lugar de encuentro y reformulación del lenguaje y de lo humano.
Si hay un compromiso debería ser con eso, con lo humano, sus vínculos, su transitoriedad, el alejarse de la barbarie.
¿Es necesario relacionarse con otros poetas? ¿Para qué?
La soledad, el abismo, lo incierto, no tienen cura.
En tu entorno habitual (trabajo, familia, amistades, vecindad), ¿se lee poesía, se la cultiva?
Todo aquel que intente expresar lo que siente, que intente decirse, dialogando desde su saberse solo y sin respuesta, de alguna manera se vincula a la poesía, y sin saberlo, la ejerce. Es un volver hacia tu voz, a la lejanía, al ir al allá que te encuentra reformulando el lenguaje y a vos mismo, que es precisamente el principio de la literatura o la filosofía, que son manifestaciones de lo humano, aunque no todos la puedan ejercer o puedan hacerlas.
El poeta para los demás ¿es un bicho raro? ¿un creador en su torre de marfil? ¿Un simple trabajador de las palabras? O…
“Poesía”, “democracia”, “libertad”, “amor”, son conceptos desgastados, suenan a oquedad, a términos desvinculados de la realidad real, de lo cotidiano, de lo que ocurre y se vive, y habría que agregar que a “poeta”, se le debe añadir presunción, egolatría, impostura, falsedad, términos todos, que reflejan la necesidad de otro lenguaje, de otros sentidos, de otra convivencia, de otro pacto social, que recobre a la persona como persona, que reformule el sentido de estar en el aquí y ahora, puesto que lo que nombramos, ya no se nombra, ya no indica, nos refiere muchas veces a lo contrario, a lo revestido.
Trabajar con la existencia vinculándola a la construcción del lenguaje, es el sentido de escribir, reformularse para que se ilumine de otra manera la soledad y nuestro tránsito, aunque sea un simple fulgor, aunque sepamos de nuestra derrota.
marzo 21, 2016
me pareció una entrevista que «abre las cabezas», que da para reflexionar, que da.
Gracias tanto al entrevistador como al entrevistado. Claro que las preguntas pueden ser amplias pero no así las respuestas. Aquí «me habla» lo que dice Alvaro.
Un abrazo!