Jaime García Maffla y su esposa María Mercedes Arias, con sus perros Pércival y Lana, en Guaymaral
‘Crear en Salamanca’ tiene el privilegio de publicar la entrevista que el periodista Miguel Rituerto acaba de hacer al notable poeta y filósofo colombiano Jaime García Maffla, autor del libro de ensayo ‘La órbita poética de A. P. Alencart’ (Hebel (Chile) y Betania (España, 2017, pp. 248), un amplio abordaje en torno a la poesía del reconocido autor peruano-salmantino, profesor de la Universidad de Salamanca y coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que, desde hace veinte años, se celebran en Salamanca.
Autorretrato de García Maffla, dedicado a A. P. Alencart (2017)
JAIME GARCÍA MAFFLA: “EN LA POESÍA DE ALENCART
HAY UN DIÁLOGO CON LO SACRO Y ETERNO, A TRAVÉS
DE LO VISIBLE, LO FRÁGIL Y EFÍMERO NUESTROS”.
(Miguel Rituerto)
No fue fácil prepararme para realizar este reportaje a alguien como Jaime García Maffla (Cali, Colombia, 1944). Y es que, a poco que uno indaga en sus aportes, lo cierto es que se constata una amplia erudición, una vida toda dedicada a la enseñanza, a la poesía y a la reflexión filosófica.
Anotemos algunos de sus datos: Poeta, filósofo y ensayista. Realizó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y un Máster en Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Es uno de los poetas más relevantes de Colombia y Latinoamérica, y está considerado un experto en la obra de Cervantes, siendo autor del prólogo y las notas de la primera edición colombiana del Quijote. Fue cofundador de la revista de poesía ‘Golpe de Dados’, que apareció en 1972, junto con Mario Rivero, Giovanni Quessep y Fernando Charry Lara. En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Ha sido coordinador de talleres de la Casa de Poesía Silva y profesor de posgrados en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana y del Instituto Caro y Cuervo, en Bogotá. En 1997 recibió el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Sus poemarios son: ‘Morir lleva un nombre corriente’ (1969); ‘Guirnalda entre despojos’ (1976); ‘En el solar de las gracias’ (1978); ‘La caza’ (1984); ‘Las voces del vigía’ (1986); ‘Poemas escritos a lápiz en un viejo cuaderno’ (1997); ‘Vive si puedes’ (1997); ‘Al dictado’ (1999); ‘Caballero en la Orden de la Desesperanza’ (2001); ‘Antología mínima del doncel’ (2001); ‘Poemas del no-decir’ (2011); ‘Buques en la Rada–Lais’ (2014), ‘De las señales’ (2014) y ‘Herida del juglar’ (2016, antología editada por Hebel). Entre sus libros de ensayo están: ‘En la huella de Miguel de Unamuno (1985), ‘Visión poética de don Quijote’ (1988), ‘Estoraques de Eduardo Cote Lamus’ (1994), ‘Qué es la poesía?’ (2001) o ‘Hacia la sacritud del lenguaje: Stephane Mallarmé’ (2001).
Ante este magisterio, solo me quedó plantearle una serie de preguntas vinculadas con su último libro, que trata de la obra de un poeta al que yo también he leído con admiración.
Portada de ‘La órbita de A. P. Alencart’
¿Qué le llevó a adentrarse en la obra poética de Alfredo Pérez Alencart?
-El que, por supuesto, ella se había adentrado ya en mí desde el primer contacto con su verso, Su verdad y fuerza al decir -desde su intransferible alma- lo más plenamente humano, la compañía de su voz al darse de las vidas en el mundo, queriendo hacerse uno con ellas, así como su invariable ir a alguna forma de esencialidad. Diálogo con lo sacro y eterno, a través de lo visible, lo frágil y efímero nuestros.
Cómo podría estimarse su proceso de exégesis utilizado a la hora de escribir este amplio ensayo?
-Casi el del mismo ir viviendo en diálogo con nuestros propios registros interiores y, por supuesto, con los seres, las presencias más próximas. Sería el de la creación poética y el poema mismo, en cuanto sendas que a nuestras vidas van instante a instante abriéndose, dentro de la voluntad de amar y entregarse a la sacralidad de lo habitual, que es clara en Alencart, así como la de no negar a su alma la entrada a ninguna región o paraje de la vida. También como un acceso no académico, sino dentro de una vibración al unísono ante motivos y pensamiento poético; un diálogo y un testimonio de la iluminación y señal de la contemplación, con su paso a la acción, que en mí ha marcado su poesía, unida siempre al más concreto existir de los seres. Diálogo o habla, pero también oír las voces de lo alto, que están en nosotros, y desde su centro van al amor y a la trascendencia.
Alencart con el libro escrito por Maffla (fotografía de José Amador Martín)
Si tuviera que explicar la poesía de Alencart, ¿cuál sería la mejor síntesis de ella y qué vertientes o temas le resultaron más interesantes?
Añado a lo que he respondido ya: ese ya clásico diálogo del momento con la eternidad, el ir siempre hacia una verdad íntima y de todos, y desde ella el darse en solidaridad con quienes se hallan delante de aquello que se les opone… Luz al camino e instrumento en el oficio de vivir: conciencia plena y dádiva… Sí explicación dentro de la recepción, y en unión de y con toda vida en lo afectivo, en la necesidad y lo espiritual, poéticamente dándose a sí misma e intentando asumir todas los signos del destino, desde lo alto, como en sus poemas a Cristo, también a don Quijote y a la mujer amada.
El poeta peruano-salmantino lo considera un maestro, como poeta, filólogo y filósofo. ¿Cree usted que resulta frecuente esta muestra suya ante quienes se estiman en proceso de aprendizaje?
Cómo aprecio ese tan generoso concepto de Alencart, venido de su propia riqueza. Yo sólo quiero en deber, deuda y gratitud, devolver a los otros y a su trabajo en poesía, así como a sus vidas en cuanto creadores o aún solo personas, lo que la poesía y el vivir mismo –entre duelo y gozo- el Creador y la herencia, de todo género, han puesto en mí. Me ha enseñado, así mismo y con cuánta transparencia, a dignificarlo todo. Esto en la Gracia de su entrega única.
El poeta y filósofo Jaime García Maffla
Alencart estima que lo conoce desde que existe la poesía, y que, aunque todavía no han podido darse la mano, sí han estrechado vuestros corazones, además del más ferviente abrazo espiritual. ¿Es también ésta la sintonía suya?
-Lo es y más, creo, y también en el círculo del sentimiento y de la emoción, de nuestras comunes raíces, pero también desde el padecimiento de la conciencia de ser. Casi un igual dibujo de la interioridad, de lo cordial, que es a un tiempo de las horas, del corazón y la mano tendida en perpetuo gesto de aliento y comprensión. Sintonía por unión desde reconocerse en el don de haber gratuitamente recibido el ser. Y compañía, por un situarse invisiblemente, al lado siempre, como todo aquello cuya materia es la búsqueda de la personal razón, acaso por ocultamiento y presencia a la vez. Yo sí he asistido a su aparición de cuerpo presente ante mí, y le he abrazado…
¿Qué le sugiere la obra de José Carralero, que ocupa la portada de su libro? ¿Y los dibujos interiores de Miguel Elías?
-Unas impares, cargadas de excepcional talento y saber de la belleza, versión de la “Poética Personalittá”, que tan intensamente encarna Alencart. Desprendimiento y libre vuelo. O también, libertad interior entre ataduras del sentir y saberse más próximos. De allí ese abrazo que viene de su figura y de sus poemas en vuelo, o aún entre nieblas.
Vista de Salamanca (fotografía de José Amador Martín)
-Salamanca, ciudad tan admirada por usted desde su juventud de estudiante universitario, también ahora, en su madurez, parece mucho más cerca para sus sentimientos por la especial acogida que están teniendo aquí tanto su poesía como sus ensayos.
-Más que pregunta, es ésta una mirada suya muy real, y ante ella dejo sólo algunos antecedentes en anécdota y en profundidad. Uno de los primeros cursos que dicté al iniciarse mi carrera universitaria fue sobre don Miguel de Unamuno, cuya cátedra, además, había frecuentado en Salamanca mi profesor de griego y latín, Manuel José Casas Manrique. Pero no tanto Unamuno, sino su “Del sentimiento trágico de la vida”, con su no querer morir, valorando su “yo” entre la Creación toda. Vino luego el haber hecho mi tesis de grado sobre alguien que amó y cantó a Salamanca, Eduardo Cote Lamus. En Salamanca palpita como en pocas otras ciudades de España, el corazón de una Hispanidad que ha contribuido a mi visión del mundo. Está para mí el entrañable portal literario ‘Crear en Salamanca’. Además, lo diré, qué cerca de esa ciudad está una estación de la historia del espíritu que me ha tocado en lo más hondo siempre: El Carmelo.
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Otra imagen de Jaime García Maffla, en su retiro de Guaymaral
Termina la entrevista y yo leo el colofón escrito por el maestro Jaime García Maffla, desde su refugio en Guaymaral, pero pensando en la Salamanca de su recordado poeta Eduardo Cote Lamus, que estudió por aquí:
La órbita poética de A. P. Alencart, escribidor
peruano y salmantino, la terminé en mi retiro de
Guaymaral, una noche de los días finales del
mes de diciembre de 2016, mientras extraía
de mi memoria unos versos de Eduardo
Cote Lamus: ‘Y se continúa buscando
y esperando./ Digo, a propósito, que
en el barrio chino de Salamanca/
llevaba Luisa, ya octogenaria,
flores de papel en la cabeza’.
Jaime García Maffla
—(Colombia)—
Un paraje de Guaymaral
Enlace descarga del libro
https://www.crearensalamanca.com/wp-content/uploads/2017/03/la-orbita-poetica-de-alencart-de-jaime-garcia-maffla-hebel-betania-2017-comprimido.pdf
marzo 24, 2017
Alegra ver estas muestras de ejemplar admiración mutua, entre dos grandes poetas. Mis felicitaciones al colombiano Jaime García Maffla, por su ameno y, a la vez, profundo ensayo sobre la poesía de Alencart, tanto salmantino como peruano.
marzo 25, 2017
He entrado al libro y me ha encantado la forma y el tono, el fondo y el trasfondo que ha logrado extraer García Maffla tras le lectura de los poemas de A. P. Alencart. ¡Enhorabuena!
marzo 25, 2017
Querido Alfredo: Es algo maravilloso cuando un buen crítico escribe sobre un buen poeta.