Máximo García Ruiz en Salamanca, con su libro
Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar, en exclusiva, la presentación que acaba de hacer el escritor Juan Carlos Martín en Toral de los Guzmanes, en torno al primer poemario del poeta y teólogo Máximo García Ruiz, ‘Entre la luz y las tinieblas’ publicado bajo el sello de Hebel Ediciones, de Santiago de Chile. García Ruiz, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología y doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ha ejercido como pastor bautista durante cuatro lustros y como profesor de diferentes materias teológicas en la Facultad de Teología UEBE de Alcobendas, Madrid, durante cuatro décadas y como profesor invitado en otras instituciones y universidades. Ha ocupado diferentes cargos en la Unión Evangélica Bautista de España, entre otros como presidente, y ha sido secretario ejecutivo y presidente del Consejo Evangélico de Madrid. Es miembro de la Asociación de Teólogos/as Juan XXIII. Figura en el selecto Diccionario de Teólogos/as Contemporáneos, publicado por la Editorial Monte Carmelo. Ha publicado numerosos artículos de ensayo y reflexión teológica en diferentes revistas nacionales y extranjeras y es autor de 28 libros de historia y ensayo. En la actualidad, además de su actividad literaria, es profesor emérito de la Facultad de Teología UEBE.
FOTOGRAFÍAS DE JACQUELINE ALENCAR
Martín Cobano, durante la presentación del poemario de Máximo Ruiz
ENTRE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS
Un consejo que no doy para todas las lecturas, sobre todo por mi trayectoria de prologuista comprometido: lean el prólogo. Por supuesto, el pórtico de Alencart, pero ahora me refiero al prólogo del propio autor, donde nos confiesa su lucha, o disfrute, para la simbiosis del pastor y el poeta. Se sincera, y sincera es la manera de exponer sus marcas de nacimiento que condicionan la inspiración, los temas y la voz que vamos a encontrar. Esas marcas iniciales son ruido, destrucción y orfandad, tinieblas necesarias para distinguir mejor la luz, pero a la vez escuela privilegiada para ser maestros en el consuelo y la paternidad pastoral. La experiencia de la escasez es la paradójica provisión divina para el reclutamiento y formación de agentes de solidaridad.
Estamos ante un poemario que habla mucho de caminos, que el autor califica tanto de buceos como de escaladas. El propio termino “camino” se repite, a primera vista, más que ningún otro, pero se expande además en su campo semántico con sinónimos explícitos (senderos…) y con raíces de relación más difusa, aunque coherente en esta colección (hablamos de tierra, lodo, lodazal…).
El primer poema reivindica a la voz del poeta precisamente por haber sido encerrada y enmudecida en sus orígenes “con el sello de la derrota”. ¡Cuánto evoca esta palabra justo este año en que tan presente ha estado el salmantino Aníbal Núñez!
Si la derrota es el punto de partida para la esperanza infinita que, igual que la ausencia, honda, monumental, del padre, sirve para mucho más que Nostalgia, como marca el Poema II, sirve para anhelar al Padre y para ser padre como misión sagrada en la vida, más allá de la familia biológica.
Cuando en un poema se presenta un dolor tan atroz, esa violencia insondable, y se hace con versos breves, sencillos, dotado de una contención tan cercana a la indiferencia, casi autista, conmueve doblemente, como las imágenes del niño sirio, ruandés o afgano que mira a la cámara sin expresiones en su rostro inocente, rodeado de escombros, sangre seca y moscas de muerte.
Portada del libro con pintura de Miguel Elías
Emprende su peregrinar en un frustrante periplo tras una “luz remota” y “una voz confusa”, ilusión ahogada porque la luz se pierde tras la “frontera opaca”, la voz se cambia en “eco altisonante”. Dijo Jesús: “Buscad y hallaréis”, y así acaba siendo siempre, pero a menudo creemos haber hallado algo y no es más que “ilusión de amante”, “ilusión vana” (Poema IV).
En ese peregrinaje descubre la necesidad de vivir “pena y amor juntos”. Pena y amor juntos, base de entrega y solidaridad. No es dar desde arriba, es ser peregrino y desheredado para dar al peregrino y al desheredado. El Verbo se hizo carne, pero también se autoproclama pan. Y él es el Peregrino por antonomasia, el que pone su tabernáculo, su tienda de cuatro palos y una tela, su chamizo desmontable por jornadas, su piedra por almohada. Y es desheredado por excelencia, aquel que siendo Dios llega a decir eli sama sabactani, cuando él también, él sobre todo, se encuentra injustamente separado del Padre.
Siguen poemas de búsqueda frustrada. ¿Qué pasa? ¿Es que Dios se esconde?
¿Dónde te escondiste, Dios?
¿Dónde? Que yo no te encuentro,
En las iglesias no estás,
Y en los hombres no te siento.
Pero esta esperanza infinita que parece inaccesible tras horizontes opacos, este Dios que parece ocultarse en un juego cruel para invitarnos a caminar en busca de una luz remota, una voz confusa, no es un destino, no es el último peldaño de ninguna escalera. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Entonces, las tres cosas forman otra singular trinidad en el Cristo. El camino no es instrumento, como no los son la verdad ni la vida. Se trata de conocer al Mesías, y seguirle. Así que el camino no se recorre, se sigue; la verdad no se conoce, se acompaña; y la vida no se explica ni se define, se goza.
Esta búsqueda de abeja contra el cristal de la ventana termina con un principio. Como no me cansaré de decir, la mística cristiana (su soteriología, para entendernos), no es ascenso, es encuentro, previo descenso de Dios. Y ese encuentro tiene que darse como lo vemos en el que, para mí, es el punto álgido del libro, el Poema VIII. Hay que pedirle al Dios de voz clara y mano cálida: “Empújame y grítame! ¡Oblígame a seguirte!”.
Otro momento de la intervención de Juan Carlos Martín Cobano
Contiene también el libro poemas propios de pastor, exhortaciones de claro sabor bíblico: “Tienes nombre de que vives” (mensaje en Apocalipsis a los laodicenses, engreídos y entumecidos en su suficiencia, Ap 3.1-6); ”Pon tus ojos en el cielo” (Col 3); un tierno villancico para reflexionar; oraciones propias de tiempo de Pasión; glosas casi al estilo de los romances bíblicos que influyeron, entre otros, a Lorca y hasta hoy persisten como lírica popular en algunos palos del flamenco; Jonás, Jeremías, Pedro y Pablo…
Tras estos versos biblicos, bucea en consideraciones sobe la motivación y el quehacer del poeta (XVII, XVIII).
Nos brinda de nuevo perlas de sabiduría proverbial, como en “Si buscas un amigo”. Es entonces, en el recorrido llano por este álbum, cuando el caminante lector tiene que detenerse y restregarse los ojos ante una composición impactante:
Los bulevares
Son ahora avenidas,
Y las autopistas
Rodean la ciudad;
En lugar de ovejas
Vives rodeado
De coches y humo
En la soledad.
Y como un tributo,
El último aullido
De tu amistad,
Tus vísceras rojas
Se mezclan
Con el negro asfalto
De la ciudad.
Y, cuando crees que te has sacudido esa sensación, unos poemas más adelante, en el XVII, “Declive”, nos presenta un espejo humano de aquel perro en la autopista:
Con tu paso,
Breve y reposado,
Cansino,
Recorrías las calles
De la gran ciudad,
Parecías un pájaro herido
Llorabas,
Y un surco de polvo
Iba descubriendo
Huellas profundas
En un rostro hermoso
Que antaño ofreciera
Promesas de vida,
…
Buscabas
Más dentro que fuera,
Un punto de apoyo,
Una estrella guía,
Un motivo noble
Por el que luchar.
Y al rozar tu mano,
Fría e indolente,
Mi brazo desnudo,
Sentí escalofríos:
La muerte rondaba
Tu vida al pasar.
“Declive” da paso a “Muerte”, la que viene “arrogante y descalza”, la pieza final. Cierra así el círculo que se inició con el nacimiento.
Poemas de verso breve, normalmente sin obligación de rima, y, cuando la necesita, la usa en asonancia. Llama la atención cómo abundan los finales de verso con sílabas de vocales abiertas, con claro predominio de la “a”, un síntoma quizá subconsciente que refleja, o transmite, claridad, transparencia, sinceridad, ideas e imágenes abiertas. Si fuera un libro de pinturas o ilustraciones, veríamos un claro dominio de blancos junto a azules y pardos pastel, con brochazos grises al principio y salpicando por el resto.
En definitiva, versos claros, limpios, nada edulcorados, contundentes sin ser violentos, iluminadores sin pretender ser doctrinantes. Esperamos que, al final, entre la luz y las tinieblas, prevalezca la luz, pero ambas son parte del camino.
Toral de los Guzmanes, 13 de enero de 2018
XIV Encuentro los Poetas y Dios
Máximo García Ruiz y A. P. Alencart, autor del pórtico del libro
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.