‘EL SOL DE LOS CIEGOS. DOS LECTURAS PARA LA POESÍA DE ALFREDO PÉREZ ALENCART’. COMENTARIO DE HAROLD ALVA

 

El poeta Alfredo Pérez Alencart con su libro, en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca

(foto de José Amador Martín)

 

Crear en Salamanca tiene el privilegio de publicar este comentario inédito sobre el último poemario de Alfredo Pérez Alencart. Lo firma Harold Alva (Piura, Perú. 1978). escritor, editor y analista político. Fundador de ContraPoder, columnista del diario Expreso, director de Editorial Summa, preside la organización del FIP Primavera Poética y la Fundación Iberoamericana para las Artes. Es autor de “Tocado por la lluvia” (2022), “La épica del desastre” (2016), “Lima” (2012), “Sotto voce” (2003), “Morada y sombras” (1998), entre otros libros. Ha participado como expositor en diversas ferias de libros y festivales de poesía en Estados Unidos, Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, España y Portugal. Antólogo de “La primera línea”, y director de Poesía Iberoamericana, colección de cien títulos que publicó con la Municipalidad de Lima el 2020. En 2021, el Ayuntamiento de Salamanca (España), lo declaró Huésped Distinguido.

 

EL SOL DE LOS CIEGOS

Dos lecturas para la poesía de Alfredo Pérez Alencart

 

“Porque eres como el sol de los ciegos, Poesía, / profunda y terrible luz que adoro diariamente”, empieza Alejandro Romualdo el poema “El cuerpo que tú iluminas”, un manifiesto totalizador sobre lo que para él significó la poesía como hábito de vida. De allí la construcción textual con la dimensión de todos los elementos para sostener su experiencia. Alfredo Pérez Alencart, le rinde homenaje a Romualdo tomando un fragmento del primer verso, para entregarnos su propia épica, una sucesión de acontecimientos y detalles que los captura y comparte en poemas que bien podrían ser una suma de artes poéticas que nos aterrizan no solo en la propuesta individual del poeta peruano salmantino, sino en una poderosa explicación de motivos para entender los misterios de esa ciudad verbal que ha edificado como quien nos entrega las claves que necesitamos para sobrevivirla.  

 

LECTURA LITERARIA

 

“Con el vino / me hablo de tú, sílaba / a sílaba, / en confianza”, expresa en uno de sus poemas. Lo que me remite a reflexionar sobre sus fuentes. Pérez Alencart que empezó a escribir poesía en Perú es hijo de una poderosa tradición que en su proceso nos ha entregado a poetas de impecable factura como González Prada, José María Eguren, César Vallejo, Magda Portal, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, Jorge Eduardo Eielson, Blanca Varela, Romualdo, por supuesto, Cisneros, Heraud, Watanabe, por citar algunos. A qué registro corresponde entonces su poética ¿Al simbolista Eguren de Los reyes rojos? ¿Al Vallejo increpándole a Dios porque él no tiene Marías que se van? ¿Al surrealista Wetphalen de Las ínsulas extrañas? Cuál es la cocina literaria de Alfredo Pérez Alencart ¿A qué tradición responde El sol de los ciegos?

 

Procesadas las vanguardias y aprendidos sus ismos, la obra de Pérez Alencart se sostiene en una poética de las determinaciones. Alfredo es determinante en cada uno de sus poemas, da la impresión que conoce las respuestas a los grandes temas que sitian al poeta, por eso pide que lo oigan, por eso se atreve a recomendar qué hacer contra el insomnio o la envidia como quien reconoce ese aroma próximo a su almohada. Y, aunque lírico, lo amatorio no es hegemónico en este libro, aunque parezca lo contrario, aunque exista una interlocutora a quien le habla como si una voz en off cruzara todas sus páginas.

 

“Acércate ahora / a la tierra más / iluminada, / al camino / por el que nunca / te has perdido”, le (nos) dice. Y me detengo en su otra tradición: la española. Me pregunto entonces cuánto de Machado o de Valle Inclán, de Alberti o de Lorca, de Rodríguez o de Hierro, hay en su propuesta. “…miré en las almas como en la luz. /Di mi palabra con mi alma al viento, /como una espada llevo mi cruz”, escribió Ramón Del Valle Inclán. En Pérez Alencart no convergen ambas tradiciones, él es la convergencia de ambas, lo suscrito lo demuestra la forma cómo construye sus poemas, desde el encabalgamiento que hace de su respiración lo que Olson refería como medida temporal, hasta cómo aborda sus temas, y cómo los elige. El sol de los ciegos está escrito como quien dibuja un círculo. Eso hace del poeta alguien que ha ido más allá de la fase emocional, como a Vallejo, cuando la espontaneidad del reflejo lo ponía frente a la imagen, aquí la singularidad de la reacción es procesada por una racionalidad que hace del pensamiento su herramienta primigenia. Esto, sin duda, por el piso filosófico sobre el que se desplaza Alfredo. “Leo los libros más aprisa / y más despacio, / porque no todos son iguales: / tampoco lo son / todos los árboles del bosque…”, es una de las claves más nítidas para entenderlo.

 

Ejemplares de El sol de los ciegos

 

LECTURA TEOLÓGICA

 

Quienes conocemos la obra de Pérez Alencart aprendimos a identificar sus columnas más notorias. Abogado por decisión y cristiano por devoción, es importante leer a un autor que sabemos camina sobre una vereda de coherencia. “Un piso”, decía mi viejo profesor de filosofía política, “no importa si es de izquierda o de derecha, pero un piso”. Entendí entonces la importancia de crear teniendo como pilar un sustento ideológico, emocional o filosófico.

 

En El sol de los ciegos cada poema responde a una estructura mayor, por eso cuando leí el primer poema, su remate lírico: “Y más que / repetir palabras, / las lijé, / como un humilde / carpintero / en su taller”, entendí que estaba frente a uno de aquellos libros cruzados, además de la destreza lingüística que significa ser heredero de una tradición que hizo de la poesía dos ramas fundamentales para entender los aportes de la hispanidad; por esa infinita preocupación que hace del hombre el acusado o el juez. Por eso la preocupación colectiva, la invocación al amor, la descripción de la fe, la vitalidad del perdón, la sombra de las monedas, la analogía del unigénito, la realidad del otro reino, la reincidencia de los fariseos o la última cena. Alfredo enhebra un canto teológico dividido en cien capítulos que bien podrían leerse como parábolas.

 

Gracias a David, Asaf, Coré, Salomón, Moisés, Hemán y Etán, aprendimos de los Salmos la devoción por esa energía superior creadora de todo lo que existe, luego fue Isaías el primer profeta que anunció el nacimiento del Mesías. Pérez Alencart toma la figura del nazareno como un poderoso símil para entregarnos un texto redondo que inicia con su inventario de lo vivido y termina con el reconocimiento de la mortalidad del cuerpo y la inmortalidad del alma, aún así pide que le digan …adiós / con un salmo de aquel / que venció a Goliat.

 

 

CODA

 

Pérez Alencart resemantiza el mito bíblico, lo acerca en poemas que abordan nuestras preocupaciones y, con un lenguaje impecable, reafirma los versos de Huidobro. En esa osadía, homogeniza a sus lectores en el más solidario de los sentidos: “al prójimo como a ti mismo”.

 

Los poetas peruanos Harold Alva y A. P. Alencart, intercambiando libros en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca

 

 

 

 

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